El Sermón
Un día, durante la temporada de lluvias del Gran Bosque, dos hombres estaban sentados
juntos, a un lado de un camino de madera de la Aldea Doldia.
"Escucha bien, Gyes," dijo Ruijerd. "Esto es algo que deberías saber, como un guerrero."
Gyes suspiró.
Las manos de Ruijerd sostenían una caña de pescar. Su sedal estaba hundido en un río
del Gran Bosque, pero ese río se había convertido en barro. No había carnada en su caña,
pero incluso si lo hubiese habido, habría sido inútil en el incesante flujo lodoso.
"Los jóvenes de hoy en día se hacen llamar guerreros, pero no tienen idea de lo que hace
falta para ser un verdadero guerrero," continuó Ruijerd.
"En efecto," respondió Gyes después de una dolorosa pausa. "Es tal como usted dice."
"¿Sabes lo que hace falta para ser un verdadero guerrero?"
"No… Me temo que no."
Ruijerd estaba sentado de forma relajada, con sus piernas separadas, y sosteniendo su
caña de pescar. Mientras tanto, Gyes se acababa de sentar y estaba completamente rígido.
"¿A qué crees que me refiero?" Ruijerd miraba fijamente hacia el flujo lodoso.
Sudor frío comenzó a bajar a través de la frente de Gyes. "Creo que un verdadero
guerrero es fuerte. Tal vez… ¿el más fuerte, sabio, y mejor luchador de la aldea?"
"No. Para ser un verdadero guerrero se necesita un corazón fuerte. Incluso una persona
débil puede convertirse en un guerrero." Ante la mirada severa de Ruijerd, Gyes ocultó su
cola entre las piernas. "¿Recuerdas a esa niña que pasó por el costado del camino hace solo
momentos?"
"Sí…"
"Cuando la viste apresurarse para salir de tu camino, tú solo pasaste a su lado
descaradamente."
La Aldea Doldia estaba construida entre los árboles, y los caminos de madera unían los
tramos entre los árboles, así que para alguien era posible ir desde un extremo de la aldea
hacia el otro sin descender al suelo.
En ciertos lugares los caminos de madera eran estrechos. Algunos solo permitían el paso
de un adulto a la vez. Un minuto atrás, Gyes había pasado a un lado de su propia hija,
Minitona, sobre uno de tales puentes. Minitona se había apresurado para cederle el paso, y
Gyes pasó a su lado como si fuese lo más obvio del mundo. Cuando Ruijerd vio eso, él
enfrentó furiosamente a Gyes.
"Erm… ¿qué hay con ello?"
"¿Esa es tu respuesta?"
El brillo increíblemente feroz en los ojos de Ruijerd hizo que las orejas de Gyes cayeran,
y Ruijerd pudo escuchar un gemido terriblemente patético salir desde las profundidades de
su garganta.
"¡Desgraciado!" continuó él. "¿¡Qué habrías hecho si ella hubiese caído!?"
"P-por supuesto que habría saltado para salvarla."
"¡No me refería a eso! ¡Digo que un guerrero la protegería de caer! ¡Debiste haberle
permitido el paso antes que tú!"
Eso sonaba ridículo para Gyes. Dentro de la gente bestia, era parte de la vida que las
personas fuertes estaban en lo correcto. La fuerza era justicia. Aun así, el hombre ante Gyes
era mucho más poderoso que él. Gyes además le debía mucho, y las personas Doldia nunca
olvidaban sus deudas.
Ya que él no podía estar de acuerdo u objetar, Gyes tenía problemas para responder. El
silencio se extendió.
"¿Tienes algo que decir?" rugió Ruijerd.
Que alguien me ayude. Gyes apartó la mirada implorando ayuda.
Su mirada se encontró de casualidad con los ojos de un niño usando una túnica gris.
Después de aceptar la señal de auxilio de Gyes, el niño —Rudeus— se acercó a Gyes
tímidamente. "¿Ocurre algo?"
"Rudeus," dijo Ruijerd. "Escucha esto. Gyes…"
Rudeus asintió de manera comprensiva después de escuchar la historia. "¿Acaso también
no es deber de un guerrero demostrar su fuerza a los niños, para que ellos se sientan a salvo?"
preguntó él.
"Mm… ¿tú crees?"
"Sí. Es por eso que me siento seguro cerca de ti, Ruijerd."
"Ya veo… Muy bien. Gyes, me disculpo. Estaba equivocado."
En el momento que Ruijerd cambió de parecer como si nada, la opinión de Gyes sobre
Rudeus subió varios escalones.
"Muy bien. Entonces ahora regresaré a trabajar," dijo Gyes.
"Lamento haberte quitado tu tiempo" dijo Ruijerd.
"No se preocupe." Gyes se dio la vuelta hacia Rudeus mientras se ponía de pie, con la
cola balanceándose ligeramente. "Rudeus-sama, por favor, tómeselo con calma."
Rudeus lo miró confundido. "Sí, planeo descansar hasta el final de la temporada de
lluvias."
Gyes se fue. Ruijerd levantó su caña de pescar mientras lo veía marcharse. En la punta
de su sedal se estaba retorciendo un pequeño pez. Ruijerd miró hacia él en silencio. Sin decir
palabra alguna, él regresó el pez hacia el caudal lodoso y retomó su pesca sin carnada.