Una Persona Pequeña y Sus Pequeños Asuntos
Ese día de casualidad estaba recorriendo la Carretera de la Espada Sagrada. Justo cuando
Geese y yo detuvimos nuestros caballos y comenzamos a prepararnos para la cena, Ruijerd
levantó la mirada bruscamente.
Yo seguí su mirada a causa de mi curiosidad. En lo profundo del bosque pude escuchar
los crujidos de los pasos de alguien. Un hombre apareció muy pronto. Él tenía casi la misma
estatura que yo, pero era ya un adulto y ostentaba un bigote.
Él era uno de los famosos medianos, y cargaba una pequeña bolsa sobre su pequeña
espalda. Ruijerd no llevó su mano a su lanza debido a que la probabilidad de ataque era baja.
"Él es un comerciante," dijo Geese. "Tal parece que nos vio y vino a ofrecer sus
productos."
El mediano adulto se acercó a nosotros con una sonrisa amable. "Muchas gracias por la
introducción. Mi nombre es Wi Suu, un mediano proveniente de la Aldea Ma Tita. Llevo en
mi poder productos raros que usualmente solo encontrarías en una aldea mediana. Por favor,
den un vistazo."
Después de dar su discurso, él comenzó a descargar su bolsa, sin siquiera esperar nuestra
reacción. Después de extender un largo pedazo de tela que se parecía a una alfombra, él
colocó toda clase de objetos sobre ella. Prácticamente nos estaba empujando en la cara sus
bienes, pero no importa. Tenías que respetar el arte de vender. Geese y Eris ya se habían
agachado para evaluar lo que tenía.
"¿Qué es esto?" preguntó Eris.
"Una bomba de humo. Si la arrojas al suelo, creará una cortina de humo que puedes usar
para escapar del peligro."
"Bah. No la necesito." Eris arrojó la bola por sobre su hombro. Afortunadamente,
Ruijerd la atrapó antes de que tocara el suelo y la regresó a la alfombra.
Yo mismo examiné los productos después de regañar a Eris mentalmente por tener tan
poco cuidado con la mercancía del comerciante. Las esculturas de madera, collares,
brazaletes, y anillos se veían artesanales. También las armas y armaduras alineadas sobre la
alfombra del comerciante. Sus cuchillos y espadas cortas no se veían muy afiladas, pero las
empuñaduras estaban hechas de un material parecido al marfil pulido. Se veían un poco
elegantes. Tal vez debería comprar una como un recuerdo… Nah. Solo sería peso extra.
"¿Mm?"
Mis ojos de casualidad se posaron sobre un recipiente de marfil. Contenía alguna clase
de líquido azulado transparente que despertó mi interés. ¿Era una pomada? "¿Qué es esto?"
"Una loción especial de los medianos. Es popular en muchos lugares, incluyendo el País
Sagrado de Millis. Si la aplicas después de diluirla con agua, tu piel quedará tan suave como
la seda."
"Interesante."
Cuando unté un poco sobre mi dedo, y luego recité magia de agua sobre ella, mi dedo
ciertamente se volvió más suave. Jugué un poco con el líquido para experimentar, dibujando
una línea viscosa sobre mis dedos. Para usarla como loción, yo probablemente debía
mezclarla con más agua, pero la textura era idéntica a la de un producto comercial diferente.
De seguro era suave. Muy suave. Apuesto que, si la usaba, ciertamente se sentiría muy
bien. Er… no pregunten para qué la usaría.
"¿Eso despertó tu interés?"
"¿Eh? Um, eh, no. Yo solo estaba, um, preguntándome de qué está hecha."
"El método de manufactura es un secreto, pero está hecha de la savia de cierta variedad
de Treant. Por supuesto, no provoca efectos físicos dañinos."
Ya veo. Así que no era mala para el cuerpo. En ese caso…
No. Esperen un momento. Yo no quería específicamente un lubricante, solo no quería
tener que preocuparme por la piel seca. Quería una piel suave para acentuar mis encantos.
"¿Cuánto cuesta?" pregunté.
"Ya que no está diluida, una botella cuesta dos monedas de plata de Millis."
Dos monedas, ¿eh? Hmm. Sonaba conveniente si el resultado era una piel húmeda… Por
supuesto, no en un sentido sexual ni nada parecido.
"¿Qué, Rudeus?" intervino Eris. "¿De verdad quieres eso?"
"¿Eh? ¡N-n-no, por supuesto que no! ¿Por qué diablos la querría? ¡No estoy pensando
nada sospechoso!"
Regresé la loción a donde pertenecía como si fuera una papa caliente.
Sip, tenía que cuidar muy bien mi dinero. No podía permitirme gastar dos monedas de
plata en maquillaje.
Al final, Geese compró un par de objetos que parecían perfumes. El resto de nosotros no
compró nada, y el comerciante ambulante siguió su camino.
Durante los días siguientes, cuando miré hacia las manos ásperas de Eris y vi lo poco
que las cuidaba, me descubrí deseando haber comprado la loción por razones no sexuales.
Pero esa es otra historia.