—No es nada —respondió Xavier, agarrándose los hombros.
Anastasia se levantó de su regazo, con la mirada fija en su camisa.
—Déjame ver —pidió ella. Era obvio que él estaba dolorido. Ella alcanzó su camisa y la apartó, revelando su ancho hombro que tenía un vendaje marrón cubierto de sangre que cubría una mancha. —¿Qué te pasó, Xavier? —le preguntó, con preocupación reflejada en su expresión.
Cuando Xavier y sus hombres lucharon contra los secuestradores, él evitó una bala por un milisegundo, lo que resultó en el roce del metal afilado contra su hombro. Pero no podía decirle eso a Anastasia. Necesitaba inventar una excusa rápidamente.
—En la sala del gimnasio, una de las piezas de equipo cayó en mi hombro, lo que llevó a este corte —mintió, esperando que Anastasia le creyera.
Anastasia lo miró, con confusión escrita en todo su rostro. Nunca había hecho ejercicio antes, así que no tenía idea de qué tipo de equipo él estaba hablando, por eso decidió creerle.