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El viaje continuó hasta que pasaron la frontera de Radiantia, entrando a otra ciudad, Ciudad Nexus, hasta que llegaron a una buena distancia antes del escondite.
Todos saltaron, manteniendo sus pasos lo más silenciosos posible para no tener que pelear en medio de la calle. Sería demasiado peligroso y atraería la atención que menos necesitaban en ese momento.
Los dos hombres que habían sido asignados para vigilar el escondite vinieron corriendo cuando vieron la camioneta familiar.
—¿Cómo está la situación allí? —preguntó Xavier, sin darles la oportunidad de recuperar el aliento.
—Unos hombres salieron antes pero volvieron hace unos minutos, todos están adentro. También están asegurando el área de cualquier amenaza —dijo uno de los dos hombres, su arma en la mano al igual que los demás hombres alrededor.
—Todas las chicas también están adentro, están atadas y los hombres juegan con ellas cuando quieren —respondió el otro.
Xavier apretó los dientes.