" Dicen que en la vida todos tenemos un secreto inconfesable,
un arrepentimiento irreversible,
un sueño inalcanzable y un amor inolvidable."
TOMÁS
Sentí como la sangre me hervía en las venas. Ese asqueroso Griffyndor de Potter se había atrevido a invitarla a salir y ella había aceptado sin siquiera detenerse a pensarlo; observé como siguió hablando y riendo durante unos minutos más, hastiado de la escena que tenía frente a mí giré sobre mis talones dispuestos a largarme lo más pronto de ahí, nuevamente sentí esas ganas incontenibles de matar a alguien.
- ¿Ahora me dirás que planeas con Ainhoa, Riddle? - La voz de Dolohov rompió con el silencio del pasillo, me giré lentamente y lo miré finciendo confusión. - Conmigo no funciona eso, sé perfectamente que entiendes de lo que te hablo. - Sonreí con malicia y él se descruzó de brazos avanzando hacia mí.
- Y según tú Dolohov, ¿Qué es lo que planeo contra Grindelwald? - Acomodé mis manos detrás de la espalda, no había necesidad de bajar o alzar la mirada con él ya que teníamos la misma altura y nuestras miradas quedaban la una fija en la otra.
- No lo sé, pero lo descubriré. - Me dediqué a observarlo, realmente estaba colmando mi paciencia. - Aléjate de Ainhoa, te lo advierto...
- Tú no eres nadie para advertirme nada, ten cuidado con lo que haces Dolohov. - Se aproximó un paso más hacia mí con las manos en puños. - No querrás que ella sepa lo que le hiciste aquella Ravenclaw el año pasado. - Comenzaba a enfadarse, su ira era notable y me divertía mucho ver sus reacciones. - ¿Qué pensaría Grindelwald si supiera lo que hiciste? - Su varita apuntaba mi nariz con firmeza.
-No te atrevas sino...
-O sino qué Dolohov. - Aparté su varita de mi rostro con cuidado, mirándolo desafiante. - No olvides quien soy, no olvides lo que puedo hacer. - Guardó su varita y bajó la mirada sin dejar de hacer puños con sus manos. - Me debes mucho, no hagas que te cobre el favor. - Sin decir nada más giré sobre mis talones y sigue mi camino sin mirar atrás.
"Su cuerpo caía con rapidez, en menos de dos minutos impactaría contra el suelo. Incliné la escoba un poco más, sentí que no iba a llegar a tiempo. Estiré la mano, pero antes de que pudiera cogerla unos brazos la rodearon, al observar mejor me di cuenta de que era Potter; solté un gruñido y bajé de la escoba.
Caminé hasta donde estaba el Griffyndor con ella en brazos, se la quité y la acuné contra mi pecho. Comencé a caminar lo más rápido que podía hasta la enfermería, no era cosa fácil con tanto mocoso queriendo ver qué pasaba.
Sus ojos estaban cerrados, su cuerpo era ligero y poco a poco se ponía más y más frío, tenía el labio roto y un pequeño camino de sangre coronaba su frente. ¿Cómo demonios es que cuatro Bludgers atacan así a una persona? Con magia, ¡duh! Cada día te vuelves más estúpido Voldemort. Ignoré la voz de mi cabeza y me apresuré más a la enfermería. Sentía los pasos de Dumbledore y Slughorn detrás de mí, pero sinceramente en este momento me importaba muy poco lo que podía decir o pensar.
-Señora Anabela. - Salió de su oficina y al verme con Ainhoa en brazos me señaló con la cabeza que la dejara sobre una de las camillas. Con cuidado la acomodé en la primera camilla que había cerca a la puerta de entrada.
- ¿Qué le pasó? - Con su varita le hizo una revisión rápida. La puerta se abrió dejando ver a Dumbledore junto a un cansado profesor Slughorn, sus amigos y el idiota de Charlus, que me observaba detenidamente.
-Cuatro bludgers la golpeon. - Respondió Dumbledore antes de que yo pudiera hacerlo. - Lo cual es muy extraño, ¿No joven Riddle? - Entendí su pregunta enseñada. El viejo creía que yo estaba detrás de esto.
-Supongo, Profesor. - Respondí con cordialidad disimulada, algún día me vengaría de aquel hombre. La enfermera ascendió.
-Tiene ocho costillas y una pierna, rotas. - Se dirigió a un estante de pociones y extrajo un pequeño frasco de todos los que había ahí, supuse que sería poción crece huesos. - Un coágulo de sangre debido a la contusión de su cabeza. - Extrajo otro frasquito. Se acercó hasta Ainhoa y se los dio de beber, no hizo ninguna mueca y mucho menos se movió. - Esto debería curarla, así que creo que para mañana ya estará despierta y bien.
-Bueno jóvenes, pueden irse a sus casas. - Dijo Dumbledore sin apartar la mirada de mí. - La señorita Grindelwald necesita descansar.
-Profesor, sino le molesta me gustaría quedarme con ella. - Dije observándola dormir. Sentí la mirada de todos los presentes sobre mí, pero no me importaba. Desvié la mirada de ella solo para fijarla en Dumbledore y que me diera una respuesta, en sus ojos pude observar un brillo que no supe descifrar y después de varios minutos de silencio al fin se dispuso a contestar.
-Está bien, joven Riddle. - Sus amigos me miraron con duda, el pobre diablo de Dolohov me observaba con cólera y eso en cierta forma me divertía. Potter seguía analizando todo lo que hacía, algo se traía entre manos. Ya me encargaría después de averiguarlo.
Pase días sin despegarme ni un minuto de ella, no daba señales de vida y Madame Anabela ya había dado a conocer su preocupación ante ese hecho. Una noche de esas me había quedado dormido con la cabeza apoyada a un lado de su cama, me desperté por un presentimiento y cuando la toqué sintió como la fiebre comenzaba a subirle.
Estuvo dos días con fiebre, se había puesto amarilla y ninguna poción ayudaba. La fiebre se fue así como llegó. Todos los días tenía la misma disputa con Potter, repentinamente había despertado un interés hacía Grindelwald y trataba de acercársele a cada momento que podía haciéndome estallar en ira.
-Necesito que averigües que fue lo que pasó el día del partido. - Observé el rostro de Grindelwald, a la luz no se veía tan pálido como estaba. - Quiero saber quién lo ocasiónó.
-Sí, mi Señor. - Malfoy era el único de todos mis seguidores que se había ofrecido a ayudarme sin cuestionarme. - En cuanto lo sepa se lo diré. - Haciendo un asentimiento se retiró dejándome otra vez solo con Ainhoa, todo estaba tranquilo hasta que la puerta se abrió y entraron por ella el grupito de amigos suyos, más atrás se asomaba Potter.
-Ya puedes largarte Potter, nadie te necesita aquí. - Podría jurar que mi voz fue un sonido, ese tipo me sacaba de mis cabales.
-Vine a verla a ella, no a ti imbécil.
-Esto se está poniendo bueno. - Trataba de calmarme, pero la poca cosa de Potter y los niñatos de los amigos de Ainhoa, no hacían fácil mi meta.
-Te apuesto quince a que Riddle le lanza un crucio. - No era una mala idea, de hecho, comenzaba a considerarla. - Aunque no entiendo por qué hacen esto todos los días.
-Maldita serpiente asquerosa. - Potter estaba tentando su suerte y acabando con mi paciencia, con la poca que tengo.
- ¡EY! - Gritaron todos al escuchar las palabras que salieron de su boca.
-Estúpido Griffyndor, ¿Te vas por las buenas o te saco por las malas?
-Inténtalo, no te tengo miedo. - Siempre tan valientes los leones. ¿Es que acaso no teme morir? ¿No sabes con quién está hablando? Ambos habíamos sacado las varitas y nos apuntábamos con ellas sin dejar de mirarnos.
- ¡Qué bonito! - Su voz hizo que guardara la varita y fijara la mirada en ella, me crucé de brazos y Potter no perdió la oportunidad de ponerse a su lado como perro faldero. - ¡Joder! ¿Vienen a verme oa demostrar quién es mejor?"
No entendía por qué estaba tan furioso, no podía controlar mis emociones y eso hacía que me pusiera de los nervios; Nunca he sido un adolescente hormonal, tampoco alguien que pierda los papeles con facilidad, pero últimamente cualquier cosa relacionada con esa chica me hace estallar en emociones. Y eso, para nada es bueno.
- ¡Acertijo, distensión! - La voz de Malfoy hizo que me detuviera en mi lugar y que me girara hacía el con cara de pocos amigos, más le valía que fuera algo importante como para importunarme de esa manera.
- ¿Qué sucede, Malfoy? - Dije entre dientes una vez que él llegó frente a mí, me hizo una señal con la mano para que esperara un momento a que recuperara el aliento. Se apoyó con ambas manos en sus rodillas y comenzó a atrapar grandes bocanadas de aire hasta que su respiración se regularizó. - Ahora sí, diez centavos que es eso tan urgente que tienes que decirme que ha hecho que corras de esa forma para alcanzarme.
-Ya sé quién fue el causante del accidente de Grindelwald, mi señor. - Sonreí complacido por la eficacia de mi caballero, le hice un gesto con la mano para que continuara, al parecer alguien me ayudaría a descargar toda la furia que tenía dentro. - No le va a gustar nada.
- Dimelo ya Malfoy, no tengo todo el tiempo del mundo. - Él inclinado dudoso y acomodándose un mechón de su cabello detrás de la oreja habló.
- Pues verá mi señor, el culpable fue...- Tragó saliva, fruncí el ceño indicándole que el suspenso me estaba colmando la paciencia. - Fue Mulciber, señor.
-Ese idiota. - Empujé a Abraxas con el hombro y apresuré el paso hacía las mazmorras, ahora sí Mulciber vería de lo que soy capaz. Le dije que no se metiera en mis asuntos y Ainhoa Grindelwald era una de ellos. -Avery, Rosier. - Los aludidos levantaron la mirada de sus respectivos libros y me observaron esperando órdenes. - Lleven a Mulciber a la sala que viene y va dentro de cinco minutos. Y avísenle a Nott y Malfoy que también los quiero ahí. - Sin esperar una respuesta de su parte me dirigió hacia el séptimo piso y pasé tres veces frente al cuadro de Barnabás el chiflado con un cuarto de castigos en la mente, cuando la puerta apareció frente a mí entré sin dudarlo.
La sala era un lugar tétrico, olía a humedad y moho, las paredes de piedras estaban cubiertas de telarañas, en el techo colgaban dos cadenas gruesas, justo debajo de ellas había un cuadrado lleno de púas calientes. Cinco minutos después de haber llegado, entraron en la habitación mis Caballeros de Walpurgis, todos se observaban confundidos, todos a excepción de Abraxas que sabía a la perfección el motivo de esa reunión.
- Bien, como sabrán Grindelwald sufrió un "accidente" hace dos semanas. - Hice énfasis en la palabra accidente al tiempo que caminaba de un lado a otro frente a ellos. - Pero hasta el más tonto de los tontos se daría cuenta de que eso nunca fue un accidente. - Moví las manos en el aire sin pensarlo siquiera, estaba muy enojado y podía sentir como mi magia comenzaba a condensarse en ellas. - Por ahí me enteré de que uno de ustedes tuvo que ver con eso. Quisiera saber de quien fue la maravillosa idea. - Frené en seco frente a ellos y esperé a que respondieran. - Yo sé quién fue, ¡Así que hablen de una buena vez!
-Fui señor. - Respondió Mulciber con una sonrisa de orgullo en los labios y el pecho inflado. - Le dije que esa zorra pagaría por hacerlo quedar en ridículo. - Me acerqué lentamente hacía él, mi rostro debía indicarle algo porque enseguida retrocedió con algo de miedo. - Señor, yo...- No pudo terminar la frase ya que mis manos lo tenían aprisionado del cuello.
-Creo recordar que te dije que Grindelwald era mi problema. - Los demás se habían hecho a un lado y me observaban con temor, esperando lo peor. En sus mentes podía leer como se apiadaban de Mulciber. - ¡¿CUÁNTAS MALDITAS VECES TENGO QUE DECIRLES QUE NO SE METAN CON MIS ASUNTOS?!- Lo tiré contra una de las paredes, haciendo que su cabeza impactara contra esta con un sonido hueco. - No, Rosier. - Dieron un paso al frente con la cabeza gacha. - Quítenle la túnica, la camisa y los zapatos. Una vez que lo hayan hecho cuélguenlo del techo con esas cadenas. - Hicieron lo que les dije. Mulciber me observaba con miedo y temblaba al mirarme a los ojos.- ¡Crucio!- Sonreí con satisfacción al ver su cuerpo convulsionar bajo mi varita, concentré toda mi energía en su cabeza y sus gritos se hicieron más intensos.- Muffliato.- La habitación se insonorizó, no necesitaba que todo Hogwarts escuchara sus gritos, eso pondría en sobre aviso a los profesores.- Verdimillious.- Una nube de gas verde envolvió a Mulciber haciendo que este comenzara a toser descontroladamente, una vez que se disipó el gas pude ver como sus ojos habían adquirido una tonalidad roja y estaban hinchados.- ¡Crucio!- Su cuerpo volvió a contraerse con dolor y al regresar a su lugar algunas púas se insertaron en la planta de su pie haciendo gritar desgarradoramente, no pude evitar sonreír por el placer que me causaba torturarlo.
- ¡Acertijo! - Conocía esa voz a la perfección, era la voz más irritante que había escuchado y sobre todo era la única voz que había querido escuchar durante dos semanas. La voz por la que me encontró torturando a uno de mis seguidores. - ¡Para o lo matarás!
- Deberías estar agradecida, niña tonta. - No pude evitar girarme hacía ella y hablarle con el tono más despectivo que poseía, al verla descalza y en pijama no puede evitar sonreír. Su boca estaba entreabierta y me recordó aquel día en que había podido probar sus labios, algo dentro de mí anhelaba poder hacerlo de nuevo.
- No me uses como excusa para tus actos de crueldad, maldito idiota. - Sacó el bolsillo de su pantalón su varita y me apuntó con ella. - Bájalo, Acertijo. - Su rostro se contrajo en una mueca de ira y odio.
- ¿Por qué me miras con odio siempre? - la pregunta se deslizó entre mis labios sin siquiera detenerme a meditarla. Esta chica me está volviendo loco, estoy torturando a uno de mis caballeros por ella y tengo la sensación de que realmente me afecta su odio. Yo no puedo sentir nada, no tengo emociones.
- ¿En serio lo preguntas? - Dijo señalando con la cabeza en dirección a Augustus, quien tenía los ojos cerrados y colgaba casi inerte de las cadenas. Sus extremidades estaban rojas, las heridas de sus pies sangraban al igual que sus oídos y su nariz. - Eres un monstruo, siempre lo serás... Tú nunca fuiste humano, tú tienes que morir para que los demás vivan . - Otra vez el jodido español, odiaba no entender ni una sola palabra de lo que decía. Fijé la mirada en sus ojos, destilaban odio y rencor e incluso pude identificar un destello rojo en sus orbes verdes, un destello como el que había visto vagamente en los míos alguna que otra vez frente al espejo.
- Abraxas, Avery.- Dije sin apartar la mirada de la mujer que tenía frente a mi apuntándome con su varita.- Bajen a Mulciber y llévenlo a la sala común, procuren que nadie los vea y curen sus heridas.- Me giré quedando frente al torturado.- No vuelvas a meterte en mis asuntos, ¿Entendido?- Solo pudo asentir levemente con la cabeza, esperé un momento a que lo desataran y que todos salieran de la sala.- ¿Quién te crees para interferir en mis asuntos, Grindelwald?- Ella no se había movido ni un centímetro ni tampoco había relajado su postura de ataque, algo en su mirada me decía que no pensaba hacerlo.
- ¡Expelliarmus! - Su hechizo me dio de golpe en el pecho haciéndome volar por los aires y estrellarme contra una de las paredes de la habitación. - Párate Riddle, no pienso atacarte en el suelo como a un cobarde.
-Bien, si así lo quieres. - Me deshice de la túnica y me arremangué la camisa para poder desenvolverme mejor. Comenzamos a lanzarnos hechizos sin parar, ninguno se protegía y me resultó fascinante ver la amplia gama de hechizos que sabía. Esa mujer era muy poderosa, pero yo lo era aún más y no me permitiría perder frente a ella. - Serpensortios. - Una larga serpiente comenzó a avanzar hacia ella con pose amenazadora, la criatura la atacaría en cualquier momento, Ainhoa se había quedado quieta observándola.
- Distensión . - Mi asombro inmediato fue, ella hablaba pársel, ella había logrado que la serpiente se detuviera. -Vete . - La serpiente siseo en respuesta y dándose la media vuelta comenzó a arrastrarse fuera de la sala.
-Tú... Tú...- Quise formular una frase coherente pero no encontraba las palabras adecuadas, estaba atónito y ella solo me observaba algo nervioso.
- Yo... yo...- Dijo sarcásticamente. - Es mejor que me vaya...
- ¡No! Tú no te mueves de aquí hasta que yo obtenga respuestas. - levantó una ceja y se giró caminando hacia la salida. - Fermaportus. - La puerta hizo un ruido extraño antes de cerrarse y ella volvió el rostro hacia mí con furia. - Accio varita de Ainhoa. - Su varita salió volando de sus manos y cayó directamente en las mías.
-Devuélveme mi varita Riddle o juro que te arrepentirás. - Negué con la cabeza, me daba igual lo que dijera yo necesitaba respuestas y las obtendría como sea. - Puedo conjurar hechizos no verbales. - Me encogí de hombros y espero a que hiciera su próxima jugada.
-Hablando parsel.
- ¿Cómo llegaste a esa conclusión, genio? - Dijo cruzándose de brazos y dejando caer todo su cuerpo sobre su pie derecho. - Sí, lo hablo y qué.
- Que solo los descendientes de Salazar Slytherin lo hablan. - Ella no podía ser descendiente de Salazar o ¿Sí?
- No te preocupes, no soy descendiente de Salazar, eres el último hasta donde yo sé. - dijo despreocupadamente. - Deberías cerrar mejor tu mente, estoy viendo todo lo que estás pensando. - En efecto, mis barreras habían caído en algún momento, haciendo posible lo que ella decía, sin dudarlo volvió a levantar mis muros, ella sonriendo con arrogancia.
- Entonces, ¿cómo sabes pársel? - Ella me observaba fijamente, estaba en calma y su rostro no expresaba nada.
- Primero que todo, Accio varita. - estiró el brazo y después de unos segundos su varita regreso a sus manos sin ningún tipo de esfuerzo. - Segundo, no te debo explicaciones de nada, Riddle. Ahora si yo fuera tú me iría de aquí sin hacer preguntas. - Esas palabras encerraban una amenaza, la pequeña bruja me estaba amenazando y al darme cuenta no pude evitar soltar una carcajada que hizo que ella me mirase extrañada. - ¿Qué es tan gracioso?
-Tú. - Dije encogiéndome de hombros acomodando mi uniforme en su sitio nuevamente, con un movimiento de varia acomodé mi cabello y ropa. - No te tengo miedo Grindelwald, es más curiosidad que miedo lo que siento por ti. Ahora diez centavos, ¿cómo sabes pársel los rayos?
-Eso es un secreto...
- Tú escondes demasiados secretos, secretos que pienso averiguar. - Avancé un paso hacia ella.
- Tú también los tienes o piensas que me creo ese cuento del chico noble y educado, la excelencia académica y que es el ejemplar de alumno delante de los profesores.
- Lo soy. - Dije con sarcasmo. - No desvíes el tema Grindelwald, ¿Cómo es que sabes pársel?