"No quiero que me quieras como un fantasma vivo
Queriendo otros labios,
Mientras besas los míos."
TOM
"Aún era temprano cuando terminé de comprar lo que necesitaría este año en Hogwarts, no tenía ánimos de regresar al maldito orfanato así que decidí que iría a Flourish y Blotts a ver si encontraba algo que me interesase.
Cuando abrí la puerta lo primero que vi fue que no había nadie más adentro que el vendedor y una chica de no más de metro sesenta de cabellos castaño oscuro, sostenía en sus manos un tomo de defensa contra las artes oscuras avanzado y parecía muy concentrada en lo que veía.
- ¿Segura que podrá con eso? Es avanzado. - La chinche con una sonrisa, algo de ella me atraía y quería verle el rostro. Nada mejor que llamar su atención tocándole las narices.
-Eso no es de su incumbencia. - No levantó la mirada mientras respondía, por segunda vez sonreí de verdad al escuchar su respuesta. Su voz era suave, casi un susurro y con un dejo español que no la abandonaba ni en el inglés. Esperé a que terminara de leer, así lo hizo después de unos minutos. Dejo el libro en su lugar con una mueca de decepción.
-Se lo dije. - Ella se giró con una mueca de disgusto y me observó detenidamente, realmente era hermosa, tenía unos ojos verdes capaz de dejar sin aliento y su piel bronceada parecía suave, sus labios eran muy rosados y carnosos. Algo en su mirada me atraía y su cuerpo bien formado me gustaba. - Quizás debería comprar alguna novela al estilo de Corazón de Bruja. - Me puse serio, ella me observaba con recelo y como si viera más allá de mí.
-No le han dicho que es usted un entrometido. - Se cruzó de brazos y levantó una ceja. - Es descortés subestimar a una dama, simplemente por serlo. Muy aparte de que no conoce ni mi nombre. - Fruncí el ceño ante su respuesta, tenía agallas, era inteligente y llena de inhibición. - Me debo suponer, que usted es un caballero. Entonces mi pregunta es, ¿Qué hace molestando a una señorita? - Sonreí sin evitar soltar una carcajada que sinceramente me sorprendió hasta a mí. Me observaba detenidamente para finalmente dedicarme una sonrisa que podía embobar a cualquiera. Aquel sentimiento de calidez que sentía era la sensación más extraña que había experimentado.
-Joder, no te he subestimado- Con cierto nerviosismo acomodo mi cabello. Pareces un maldito adolescente hormonal, Riddle. Ignoro mi consciencia y trato de explicarme. - Solo no sabía cómo llamar tu atención. - Me encojo de hombros lo más relajado que puedo estar, ella sonríe en apenas un gesto perceptible y mueve su cabeza en señal de negación.
- ¿No se te ocurrió solo decir hola? - Estiro mi mano derecha en su dirección, su piel es tan suave y casi sin planearlo mis ojos tropiezan con los suyos. Ella huiría de ti si supiera los planes que tienes.
-Mi nombre es Tom, Tom Riddle. Eres española ¿no? - Soltó mi mano de golpe como si le hubieran dado una descarga eléctrica, su mirada cambio y dentro de esos orbes verdes pude ver odio. Endureció el gesto y metió sus manos en los bolsillos de la túnica. - ¿Os sucede algo? - Pegunté algo desconcertado por el cambio repentino en su estado de ánimo y su reacción.
-No. - Respondió seca, me parecía extraño que me odiara porque eso sentía por parte de ella, odio. Mayormente las personas esperan a conocerme antes de hacerlo. - Mi nombre es Ainhoa Grindelwald. - Al escuchar el apellido del mago tenebroso no pude evitar sentir curiosidad y sorprenderme un poco, pero volví a ponerme serio. -Debería matarte de una vez, bastardo.
-Disculpe, pero no hablo español. - No comprendía ni una sola letra de lo que había dicho y ciertamente dudo que haya sido un cumplido si lo dijo sabiendo que no le entendería, se giró sin decir más y caminó hacía la puerta. - Es usted una maleducada. - Odiaba que me dejaran con la palabra en la boca o que fueran tan descortés, peor siendo una mujer. Lo que más me causaba ansiedad era el saber si la volvería a ver una vez que ella pusiera un pie fuera de la librería.
-Que os jodan. - Otra vez el puto idioma, me obligué a no demostrar mi irritación. Se giró hacía mí sonriendo forzadamente e hizo una inclinación de cabeza que al final respondí con un asentimiento. En definitiva, ella era diferente. Regresé al orfanato con su rostro en mi mente."
Salí del aula como alma que llevaba el diablo, cinco años cuidando mi reputación de mejor alumno y llegaba la sobrina de Grindelwald a joderlo todo. Hubiera sido mejor no volver a verla después de lo de la biblioteca. Nunca nadie me había vencido en un duelo, todos me temían y eran unos completos inútiles que se amedrentaban con sólo una mirada; pero ella no es ninguna inútil, es muy hábil, quizás demasiado para mi gusto. Esa chica es mi sombra; inteligente, astuta, valiente, refinada, audaz, fuerte, poderosa, determinada, fría, rápida y sobre todo misteriosa. Y no sé por qué demonios me gusta.
- ¡MIERDA! - Una gota de sangre emprende su camino desde uno de mis nudillos hasta la punta de mi dedo medio.
-Tú sí que estás mal de la cabeza, tío. - Pasa por mi lado sin siquiera regresar la mirada. - Avanzad rápido que quiero ir a comer.
-No es necesario que me lleves a la enfermería, la conozco muy bien. - Logro sisear, esa chica me va a matar de un colerín.
-Encima de lento, sordo. - Se detiene haciéndome frenar a escasos centímetros de ella. Gira sobre sus talones y quedamos frente a frente, tengo que bajar la mirada ya que le saco varios centímetros de altura. - Por ti no me voy a ganar un problema con Merrythought, así que mueve tu culo rápido y en pocos minutos no tendremos que soportarnos más, te dejaré con Madame Anabela y me iré a comer. - Se gira emprendiendo nuevamente su camino. Después de unos cinco minutos llegamos hasta la enfermería.
-Adiós. - Digo entrando sin mucha delicadeza, escucho sus pasos detrás de mí. Decido ignorarla por el bien de mis nervios.
-Buenos días, Madame Anabela. - Cierro las persianas que rodean la camilla y observo el techo esperando que termine con su teatro de niña linda y puritana. - La profesora Merrythought me envió para que ayudara a Tom a llegar hasta aquí. - Mi nombre muggle sonaba algo diferente en su extraño dejo español. Las persianas se abren nuevamente y veo su rostro y el de la enfermera. - Lo siento, Tom. Espero te recuperes pronto. - Sonríe con cordialidad bien disimulada y sale de la enfermería antes de que pueda reaccionar.
Después de tomar la poción para los furúnculos y para la pequeña herida que tenía en la mano, al fin Madame Anabela me dejó salir de la enfermería. Mi estómago comienza a retorcerse por la falta de alimento así que a medio camino me doy media vuelta y comienzo andar en dirección al Gran comedor.
-Hey Riddle. - Su respiración es agitada. - Joder tío, he tenido que correr para alcanzarte. - la voz grave de Mulciber me saca de mis cavilaciones. - Vas hecho una furia. - El tipo ciertamente me repugna, pero lo necesito para mis planes.
-Qué demonios quieres, Mulciber. - Me observa con cuidado tratando de adivinar mi estado de ánimo, lo cual me saca de mis casillas. - ¡Habla!
-Tom, ¿Dejarás que esa idiota te ridiculice de esa manera? - Lo observé retorcerse en el suelo gracias a un crucio de mi parte. Muy bien Lord Voldemort, ese sí eres tú.
- ¿Cuántas veces te he dicho que no me digas Tom? - Pregunté con naturalidad al tiempo que me deleitaba con sus gritos ahogados. - A solas soy Lord Voldemort y delante de todos me llamas Riddle. - guardé la varita y me aseguré de que nadie hubiera visto nada, coloqué los brazos en mi espalda y esperé a que se levantara. - Ya decidiré cómo vengarme, no necesito que tú me hagas acuerdo de lo que tengo y no tengo que hacer.
-Yo también quiero venganza, nadie me trata así. - Sus palabras trajeron a mi memoria el momento en que ella se había defendido, no había pronunciado palabra alguna y los hechizos que utilizó no los conocía. - Si usted no planea nada, yo haré algo que le baje los zumos a la pu...- Algo extraño recorrió cada célula de mi cuerpo como si quisiera golpearlo hasta medio matarlo. Nuevamente mi cuerpo reaccionaba más rápido, cayó al suelo cogiéndose la quijada, me dolían los nudillos y nuevamente sangraban. Genial y apenas me los habían curado en la enfermería. Eso fue demasiado muggle, imbécil. Mi consciencia me estaba volviendo loco. - Pero qué...
- Mi enemiga, mi problema. - Si a alguien le debía algo era a mí y ya me encargaría yo de cobrárselo. - Si la tocas, mueres. - Lo observé a los ojos sin molestarme en ocultar el odio que le tenía, tembló en el suelo y asintió; regresé mis manos a la espalda y seguí mi camino alejando de mi pensamiento a la problemática chica. Solo llevaba aquí un día y ya me dolía la cabeza, más aún cuando me profesó sin rodeos que no le simpatizaba; lo cual me hizo enojar aún más y gritar a unos niños de Hufflepuff por estar corriendo por los pasillos del castillo.
El viento entró con fuerza por una de las ventanas y trajo consigo un olor cautivador, era como frutos rojos con cierto toque de menta; cerré los ojos para poder disfrutar más de él, una parte de mi sentía que ya conocía ese olor.
-Sino planeas entrar, quítate de en medio. - Abrí de golpe los ojos y giré, el aire seguía inundado de esa fragancia y me di cuenta de porque me era tan vagamente familiar. Ainhoa tenía el ceño fruncido e iba con sus dos amigos nuevos, Black y Dolohov. El segundo tenía uno de sus brazos aferrados al de ella, fruncí el ceño ¿Por qué me molestaba el hecho de que la estuviera tocando? Nuevamente las ganas de matar alguien se apoderaron de mí, me miró desafiante, teníamos la misma altura así que nuestros ojos se encontraban fijamente. Bajé la vista hacía ella, me fulminó con la mirada y se aferró más al imbécil de su amigo, no para protegerse sino para protegerlo a él; el muy idiota le sonrió y ella le correspondió la sonrisa.
-Grindelwald, Black, Dolohov. - Dije lo último escupiendo cada palabra, apreté mis manos con fuerza en mi espalda para no abalanzarme sobre él y hacer que la suelte. - Adelante. - Me hice a un costado y la dejé pasar, saqué la varita, murmuré un hechizo y la túnica de Dolohov se enredó con sus pies, sonreí victorioso; pero como iba cogido del brazo de Grindelwald se la llevó en la caída, no sé cómo el bastardo logró que ella cayese sobre él. La sonrisa se me borró del rostro al ver como ella sonreía ruborizada muy cerca de la cara de él, me giré con brusquedad y salí del comedor empujando a Black con el hombro.
Maldito sea Dolohov, ya buscaría la forma de alejarlo de ella. Quizás si supiera lo que hizo no lo tomaría del brazo.
Bendita sea Grindelwald, ahora tampoco almorzaría, solo tenía bilis y nada de hambre. Me detuve en la puerta del baño de mujeres del segundo piso, me aseguré de que no hubiera nadie cerca y entré, busqué con la mirada el lavabo con la serpiente y le pedí que se abriera en pársel, era momento de dejar libre al basilisco. Me había tomado un año poder controlarlo y ahora que por fin lo hacía era momento de hacer que cumpliera la misión Slytherin, lo único que me incomodaba era que estuviera justamente en un baño de mujeres, ¿no pudo plantearse la idea de que su heredero podría ser un varón?
Me adentré en la cámara, la gran serpiente no tardó en llegar hasta mí; le di las órdenes que tendría que seguir, la criatura entendió perfectamente y regresó por donde había salido. Solo atacaría hijos de muggles, de noche y por las tuberías. La primera parte de mi plan estaba hecha, ahora necesitaba saber más sobre los Horrocruxes.
Cuando salí de la cámara ya era pasado el toque de queda, caminé hacía la biblioteca y entré sin hacer mucho ruido. Mayormente a esta hora no había nadie ya que todos están en sus respectivas casas durmiendo; pero al final del pasillo casi por la sección prohibida se asomaba una tenue luz, quise volver por donde llegué, pero la curiosidad hizo que avanzara con cautela y sin hacer ningún ruido.
En una de las mesas de la sección prohibida se encontraba una chica sentada, estaba tan concentrada en el libro que hacía levitar que ni siquiera se percató de me había colocado detrás de ella o eso creía yo. La letra del libro comenzó a desaparecer sin darme tiempo a leer nada y en su lugar apareció una simple frase "Eres un entrometido". La chica se levantó sin decir nada, yo estaba sorprendido, se giró cruzando los brazos y apoyándose en la mesa.
- ¿Qué quieres Riddle? - Su lengua acariciaba mi apellido y por primera vez en mi vida hacía que no lo odiara tanto.
-Yo, nada... ¿No deberías estar en tu habitación? - Fijé la vista en ella y llevé mis manos a la espalda, respondí con naturalidad y sin expresión alguna en el rostro.
-Lo mismo digo. - Enarcó una ceja y sonrió con suficiencia. - Es tarde para ambos, tú no dices nada y yo tampoco. - La observé sin decir nada por un momento.
- ¿Qué estabas buscando? - Pregunté sin prestarle atención, ese libro no era de la biblioteca ya que me los había leído casi todos y ninguno era como ese.
-Nada que te interese. - Comenzó a recoger sus cosas y guardarlas en su mochila, decidí obtener la información directo de su cabeza. Mía fue la sorpresa cuando vi los muros que había en ella y sentí como me provocaba un enorme dolor de cabeza al expulsarme.- No trates de meterte en mi mente.- Dijo mirándome amenazadoramente, dejó sus cosas en la mesa y se acercó a mí con aire peligroso.- Deja de meterte en mi cosas, puedo vencerte y te lo he demostrado hoy en clase.- Tenía su rostro frente a mí y su aroma me golpeaba sin piedad, olía tan delicioso que por un momento sentí la necesidad de pegarla más a mí y aprisionar su olor en mi ropa, pero me contuve y la miré con fastidio.
-Algo ocultas y quiero saber qué es. - Dije aún con las manos en la espalda y mirándola a los ojos. - No creas que no me doy cuenta de las cosas, sé muy bien que los hechizos que usaste en Mulciber no están en ninguno de estos libros. - Hice un ademán con la mano mostrándole todas las estanterías. - Tarde o temprano yo sabré lo que ocultas. - Me fulminó con la mirada y cogiendo sus cosas salió de la biblioteca, fui detrás de ella ya que hasta las ganas de leer se me habían quitado.
Iba unos pasos más atrás mirando como sus caderas se contoneaban ligeramente, pero me frené en seco al escuchar el sonido de algo arrastrarse por las paredes, no sé si ella lo oyó o se detuvo al no escuchar mis pasos la cosa es que se giró y me miró confundida.
-Grindelwald, no te muevas. - Caminé hacía ella y la empujé contra una de las paredes en el lado más oscuro, miré en la dirección de la que venía el basilisco.
-Pero qué...- Puse una mano en su boca y la otra en su cintura aún sin mirarla, necesitaba que la criatura se metiera por el siguiente pasillo y recién soltarla. ¿Por qué la estaba protegiendo? Su respiración rozaba mi piel y sentía fuego en esa parte, cuando vi la cola del monstruo desaparecer por la esquina recién bajé la mirada hacía ella, sus ojos verdes me observaban expectantes y lentamente retiré mi mano de su boca. - A-aléjate Riddle. - Tenía ambas manos en su cadera inconscientemente, la tenía tan cerca y era abrumador sentir como mi cuerpo se llenaba de descargas eléctricas.
- ¿Te pongo nerviosa, Ainhoa? - Sonreí con malicia, nuestros rostros estaban muy cerca, ella respiraba entrecortadamente y aferrándome más a sus caderas la acerqué más a mí. Ella colocó sus manos en mi pecho, pero sin apartarme, me acerqué a su oído sin dejar de mirarla. - Debes tener cuidado. - Susurré rozando mis labios con el lóbulo de su oreja. - Los monstruos salen de noche, pequeña víbora. - Mordí levemente el lóbulo de su oreja, ella suspiró y me separé un poco para observarla.
-El único monstruo aquí eres tú. - Se mordió el labio, esto me causó una erección, maldita sea, no puede ser que ese gesto suyo me pusiera tan "contento". - Y no te tengo miedo. - Dijo con el ceño fruncido, sonreí y la pegué más a mi cuerpo haciendo que mi amiguito rozara su vientre. Ella ahogó un gemido.
-Deberías. - Antes de que pudiera decir algo la besé, primero quiso alejarme con sus manos, pero cuando pasé mi lengua por su labio inferior se dejó llevar. Sus dedos se enredaron en mis cabellos tirando suavemente de ellos, su lengua comenzó una danza realmente excitante con la mía; sentía que mi cuerpo quemaba, la aprisioné entre mi cuerpo y la pared, llevé una mano a su nuca y profundicé más el beso haciéndola gemir. Con la otra mano cogí una de sus nalgas y la levanté del suelo haciéndola enredar sus piernas en mi cintura, estaba duro y ella era fuego, comenzó a mover las caderas en círculo haciéndome gruñir de la excitación. Mordí su labio inferior y volvió a suspirar, metí una mano debajo de su blusa ya que llevaba la túnica abierta. Primero deslicé mis dedos por su espalda sintiendo como se arqueaba ante mi tacto y luego con el pulgar comencé a hacer círculos en uno de sus pezones.
-T-Tom. - Dijo con la voz ronca por la excitación, mordí y pasé mi lengua a lo largo de su cuello. - T-Tom, pueden vernos. - Tenía razón, pero no quería parar, todo de ella era tan adictivo, y demonios hasta mi nombre en su boca era perfecto; cogí sus nalgas con ambas manos y la embestí con la ropa puesta, dejé una pequeña marca en su cuello, gimió al sentir mis dientes ahí, la bajé con cuidado y pegué mi frente con la suya. Ninguno dijo nada hasta que nuestras respiraciones se acompasaron. - ¿Qué fue todo eso?
-No lo sé. - Dije sinceramente. - Pero me ha encantado. - Cuando abrí los ojos me topé con los suyos observándome fijamente, sus labios estaban rojos por lo que había pasado y llevaba el uniforme muy desaliñadamente.
-Eres un imbécil. - cogí su mano en el aire antes de que pudiera abofetearme, cogí la otra y aprisionando sus muñecas las coloqué a cada lado de su cabeza. - Suéltame, Tom. - Sonreí y negué con la cabeza.
- ¿Ahora me llamas Tom? - Entrecerró los ojos y me fulminó con la mirada. - No me molesta, te lo permitiré. - Besé su cuello y volví a mirarla a los ojos. - Ni una palabra a nadie de esto. - La solté y sin mirar atrás me alejé de ahí con dirección a las mazmorras. Una vez en el dormitorio me coloqué el pijama aun "contento" y cerrando los doseles me acosté en la cama con los brazos detrás de la cabeza. Sonreí ante el recuerdo de Ainhoa y con eso último en la cabeza me dejé arrastrar por el sueño.