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Chapter 5 - CAPÍTULO 4. UNA MENTIRA PERFECTAMENTE CONTADA

"El que confía sus secretos a otro hombre, se hace esclavo de él."

AINHOA

Una vez que pude respirar aliviada, decidí poner en marcha la primera parte del plan. Me aparecí en Charing Cross Road, rogando a quien sea que esté manejando la vida de todo el mundo, que por favor no se fuera a cruzar ningún muggle por ahí. Me dirigí directamente al Caldero Chorreante, decidí quitarme la capucha ya que en esta época nadie me conocía y no corría peligro alguno.

-Buenas tardes. - Sonreí de la manera más encantadora posible al chico detrás del mostrador.

-Buenas Tardes, señorita. - El chico era apuesto, de cabellos marrones y ojos del mismo color. - ¿En qué puedo ayudarle?

-Necesito una habitación. - El pub no era muy diferente al de mi época, todo seguía en el mismo lugar y hasta el olor era idéntico. El chico sonrió amablemente y asintió.

-Habitación 14.- Saqué unas monedas del bolsito de cuero y las coloqué sobre el mostrador. Me giré para ir al lugar indicado, pero me detuve a mitad de camino y giré.

- Pagaré por una semana de estadía, ¿Está bien? - Asintió conforme. - Una cosa más ¿No tendrá usted una lechuza que pueda prestarme? - El chico me observó con detenimiento percatándose de mi falta de equipaje, su mirada cambió por una de desconfianza. - Vengo de un viaje muy largo, siempre me ha gustado viajar ligera y necesito enviar una carta verdaderamente importante. - Volví a sonreírle, esta vez con algo de dulzura y coqueteo.

-Por supuesto señorita, en unos minutos le enviré una a la habitación. - Su expresión volvió a la normalidad, asentí. - Por favor, no cierre la ventana para que el ave pueda entrar. - Le agradecí cortésmente y subí las escaleras hasta el dormitorio.

No era la gran cosa. En la habitación había una cama grande de madera con cuatro columnas que se atornillaban al techo, una mesa pequeña del mismo material de la cama con una jarra, un vaso y una lámpara antigua. En una de las esquinas había una silla y al lado de esta una ventana con cortinas guindas de cuadros. Me quité la capa y la dejé sobre la cama, me tiré de espaldas en ella y colocando las manos detrás de mi cabeza observé el techo.

Bien, estoy en la época correcta. Necesito entrar a Hogwarts, pero con la edad que tengo desde luego que no me van a admitir. Hay un hechizo nada complicado que me enseñó mi tío hace un par de años atrás o después, ya ni sé; es una variante del hechizo que uso en los gemelos cuando pusieron su nombre en el cáliz de fuego. Con toda la pereza del mundo saqué la varita del bolsillo de mi pantalón, con un ágil movimiento de ésta y un hechizo no verbal pronto volví a tener quince años. Aseguré el hechizo con un encantamiento candado, no puedo darme el lujo de dejar cabos sueltos.

Me dirigí al baño que había en la habitación, me desnudé y metí en la bañera. Dejé que mi cuerpo se acostumbrara a la baja temperatura del agua y cerré los ojos, me relajé.

Lo segundo en la lista es que no podré tener mi fortuna en esa bolsita de terciopelo todo el tiempo, tendré que abrir una cuenta en Gringotts. Tercero y más importante, tengo que enviar una carta al director de Hogwarts que actualmente es, sino me equivoco claro, Armando Dippet. Joder, con lo que me gusta escribir.

Un aleteo en la ventana llama mi atención, me apresuro a salir de la tina, me envuelvo en una toalla y camino hasta donde se encuentra el ave. Era una lechuza de color gris con manchas negras, acaricié suavemente su cabeza haciendo que esta ulule en señal de satisfacción indicándome que había ganado su confianza.

Acerqué la silla a la mesa y aún sin haberme cambiado hice aparecer un pergamino y una pluma. Observé el trozo de papel durante un largo tiempo pensando en que debería poner, qué palabras emplear y sobre todo que fundamentos y explicaciones daría para que me admitieran en Hogwarts. Suspiro y después de una veintena de intentos, creo que lo he logrado. Leo en voz alta lo que he escrito para verificar que todo tenga coherencia.

"Querido director, Armando Dippet:

Mi nombre es Ainhoa Grindelwald Brown, tengo quince años ya cumplidos y por motivos personales y de fuerza mayor no puedo continuar con mi formación mágica en el honorable Instituto Durmstrang.

Dichos motivos, podré explicárselos en persona si me permite una cita con usted. Mi mayor anhelo es culminar satisfactoriamente mis estudios.

Le pido que no se deje influenciar por mi apellido y me dé la oportunidad de explicarle mi procedencia, tengo pleno conocimiento de las ideas y sentimientos que desata el escucharlo, pero no todos los Grindelwald apoyamos las ideas del mago oscuro.

Agradeciéndole de anticipo su respuesta, me despido."

Repito, odio escribir y no sé qué palabras utilizar correctamente en esta época así que he escrito lo primero que se me ha ocurrido. De todas las cartas que he redactado en las últimas horas esta es la que más me convence. Tuve que pedir que no me juzguen por el apellido, ya que están en plena guerra con el que es o fue mi bisabuelo. Enrollo el pergamino y con cuidado de no lastimar a la lechuza, lo ato en su pata derecha.

- Director Armando Dippet, Hogwarts. - Sin más la lechuza volvió a salir por donde entró, la observo perderse en la inmensidad del cielo ya estrellado. Sólo me queda esperar una respuesta de Dippet, una vez frente a él será fácil persuadirlo de dejarme quedar en Hogwarts. Cierro la ventana una vez que la lechuza sale de mi perímetro de visión, camino hasta la cama y me dejo caer en ella. Recuerdo que aún llevo solo una toalla y con un hechizo hago aparecer ropa limpia. Vuelvo a mirar el techo con la mente en blanco, es la primera vez en mucho tiempo en el que puedo estar en un lugar sin miedo a ser encontrada y en el que vuelvo a sentir la comodidad de una cama. Bostezo, siento los párpados pesados y cada vez es más difícil mantener los ojos abiertos.

No sé en qué momento me quedé dormida pero cuando vuelvo abrir los ojos los rayos del sol se asoman por la ventana y una lechuza blanca me observa con curiosidad. Me desperezo y camino hasta ella bostezando y masajeando mi cuello, retiro el sobre blanco que trae y ésta se va sin más. Termino de levantarme cuando veo el prestigioso sello del colegio en el sobre y mi nombre escrito en perfecta caligrafía. Me apuro en abrirlo y leo lo más rápido que puedo.

"Estimada, Srta. Grindelwald:

Por supuesto que su apellido ha llamado mi atención, pero no por eso le negaría la entrada en nuestro adorado colegio. Puede estar usted tranquila, no juzgaremos sus intenciones sin conocerlas.

La respuesta a su petición es Sí, la espero hoy en mi despacho a las cinco de la tarde. Ahí discutiremos su admisión en nuestra institución y podrá explicarme sus motivos.

Atentamente,

Armando Dippet."

Me siento en la cama y suspiro aliviada, verifico el reloj de pulsera que tengo y después de ver la hora decido que es mejor guardarlo ya que no va con la época. Tengo alrededor de dos horas para la cita con Dippet así que me apresuro a darme un baño y colocarme la túnica, con un movimiento de varita y un hechizo glamur cambie el color de esta por un negro con filos plateados. Al bajar la escalera voy directamente hacía el chico que me atendió ayer.

-Buenas tardes, señorita. - Vaya que he dormido bastante, al fin después de tanto tiempo he podido dormir una noche entera sin tener que huir por miedo a que me encuentren. - ¿En qué puedo ayudarle? - Sonrío levemente y él me devuelve la sonrisa.

- Muchas gracias por la lechuza que me prestó ayer, me fue de gran utilidad. - Asintió. - Dame una cerveza de mantequilla. - Sin decir nada gira y a los pocos minutos coloca una jarra espumante sobre la barra, apuro el líquido en mi garganta y pago. Siento mi estómago retorcerse por la falta de bocado, ignoro el dolor debido a que no tengo tiempo para comer y con el colegio en mente me desaparezco del lugar. En cuanto abro los ojos me encuentro a las afueras del castillo.

Un hombre muy parecido a Filch aparece frente a mí, me observa en silencio como si pudiera ver a través de mí, un leve escalofrío recorre mi cuerpo al pensar en que podría descubrir algo. Muevo la cabeza para ahuyentar esas ideas y me apresuro a decir el motivo por el cual me encuentro frente a él.

-Tengo una cita con el director. - Saco la carta del bolsillo de mi túnica y le muestro el sello, refunfuñando cosas inentendibles abre la gran puerta del castillo y me hace una seña para que lo siga. Conozco de sobra el camino al despacho del director, pero por obvias razones no iba a demostrarlo, nos detenemos frente a la gárgola y dice la clave en voz baja, al instante unos escalones de piedra comienzan a formarse frente a mí hasta dejar ver una escalera de caracol.

-Pase. - Responde Dippet cuando el celador llama a la puerta, la abre y con un movimiento de mano me indica que entre, una vez que lo hago cierra la puerta y se va por donde llegó. -Buenas noches, señorita Grindelwald, tome asiento por favor. - Asiento y me acomodo en la silla desocupada frente a él. - Esperaremos al profesor encargado de las admisiones, no le molesta ¿Verdad? - Asiento y observo con nostalgia la oficina que en un futuro será la de mi tío. Casi todo está igual, lo único distinto es el hombre frente a mí y el hecho de que no hay caramelos de limón sobre el escritorio.

-Armando, lamento la demora, tuve un contra tiempo. - Al segundo de escuchar su voz mi corazón se saltó un latido y las lágrimas amenazan con desbordarse. El fija su mirada en mí y trato de sostenerla, pero su voz trae a mi mente tantos consejos y recuerdos que no puedo evitar bajar la mirada. No recordaba cuanta falta me hacía.

-No te preocupes Albus, te presento a la señorita Grindelwald. - Siento sus pasos acercarse al lado del director, levanto la vista nuevamente y la fijo en él recordándome mentalmente por qué y para qué estaba ahí; para que el joven Albus Dumbledore, con la barba más corta y de cabellos cobrizos, tenga una vida mejor en el futuro.

-Mis saludos señorita, no tenía conocimiento de que Gellert hubiera tenido una hija. - Veo la curiosidad destellar en su mirada y seguido de ello una leve molestia se hace presente en mi cabeza. Estaba tratando de usar la legeremancia conmigo, rápidamente subí mis muros, su mirada pasó a ser de confusión y desconfianza. Para que mi plan funcione, nadie puede saber quién soy. Nadie más que yo puedo saber la verdad.

-Gellert no es mi padre, profesor. - Puse mi mejor cara de póker y continué. - Soy hija de su primo, siempre hemos vivido entre muggles en España, de ahí mi acento. - En eso no mentía, sí era española. - Por tradición familiar fui aceptada en Durmstrang. Mi parte de la familia está en contra de los ideales de mi tío y como ya sabrá quien no está con él está en su contra. Me vi obligada a huir cuando mis padres y yo comenzamos a ser perseguidos por sus aliados. Lamentablemente mis padres murieron por salvarme. - Dejo escapar unas cuantas lágrimas al recordar la muerte de mis padres, al recordar como la vida se escapaba de la cálida mirada de mi madre. Ese recuerdo volvió real mi llanto por el recuerdo inventado. Ambos profesores me observaban detenidamente. - Soy huérfana, tengo el dinero necesario para solventarme, pero no quiero ir a un orfanato muggle... Con las fechas próximas al inicio de clases en Hogwarts no tendría que ir a uno, claro, además de no querer dejar inconclusa mi formación académica.

Ambos me miraron por lo que parecieron años, me sentía incómoda y algo nerviosa, nerviosa de que no creyeran mi historia. El primero en hablar fue Dumbledore.

-Creo, en mi opinión, que usted puede pertenecer al colegio. - Dippet unió sus manos y apoyó el mentón sobre estas, esperando a que él terminara. - Podríamos aceptarla Dippet, yo me haré su tutor legal y para las vacaciones de fin de curso me aseguraré de hallar un orfanato adecuado para que se quede hasta que cumpla la mayoría de edad. - Lo observé detenidamente, él no hacía eso por nada. Lo conocía muy bien, yo era un misterio y él quería tenerme bajo su atenta vigilancia. Me considera peligrosa, el hecho de que tuviera un escudo en mi mente lo había alertado.

-Si tú te haces cargo de ella me parece que está bien, además de que en su situación no podemos dejarla a su suerte.- Sonrió con dulzura y podría jurar que se había perdido en sus memorias, no me importaba mucho, lo que me hacía feliz en ese instante era que ya estaba dentro de Hogwarts.- Este lugar es el lugar más seguro que hay, aquí él no podrá hacerle daño.- No lo es, de eso esto muy segura; pero eso él no lo sabe y no tengo por qué arruinarle la idea de que el colegio es un lugar muy seguro. Sonreí levemente y les agradecí con la mirada. - Es mejor que el sombrero seleccione una casa para usted, no creo que quiera pasar por toda la ceremonia de selección con los niños de primero ¿Verdad? - Sin dejar de sonreír, muevo la cabeza en señal de negación.

Dumbledore trajo el sombrero de un lugar que no alcancé a ver y lo colocó en mi cabeza, no pasó mucho tiempo cuando este comenzó a hablar.

¡Qué interesante! Verdaderamente una de las mentes más brillantes y complejas que he visto en mucho tiempo. Posees conocimientos de alquimia y una gran gama de hechizos... Algunos aún no han sido siquiera inventados... Por algo nunca podría haber visto esta mente hasta dentro de muchos años, no eres de esta época...- No puedo evitar tensarme en mi sitio, había olvidado que el sombrero vería todos mis recuerdos, es lo único que puede leer mi mente aún con muros en ella. -No os preocupéis, yo no diré nada, pero vendrás a visitarme seguido. Me encanta el conocimiento y estoy seguro de que podré obtener mucho de tu deliciosa mente. -Asentí y agradecí mentalmente su silencio. -Vamos directamente a lo que nos ocupa en estos instantes. Eres valiente y aguerrida, pero tienes rencor y odio en tu corazón como para pertenecer a Griffyndor. Eres muy inteligente, posees tanto conocimiento que la misma Rowena Ravenclaw estaría celosa de ti. Eres muy ingeniosa para las bromas y tienes un corazón humilde sin distinción de sangres, pero eres a la vez eres muy floja, astuta y ambiciosa para ser una Hufflepuff...-Sentí un lejano deja vú de la situación y volví a sentirme en mi cuarto año cuando el sombrero me seleccionó una casa por primera vez. - Es extraño poder ver una decisión mía en un tiempo que aún no llega. Interesante. Sigamos. Slytherin, la casa de las serpientes. Eres igual de astuta que una, ambiciosa e inteligente, la sangre que corre por tus venas te hace un perfecto ejemplar... Definitivamente esa es tu casa y tu mente ya lo sabía, podrás hacerte notar ahí y lograr lo que tu corazón anhela. Esa es mi decisión. Mucha suerte, pequeña viajera. - ¡Slytherin!

Dumbledore y Dippet ni siquiera se inmutaron, en cierta forma yo tampoco hubiera esperado otra casa, aunque pude notar un atisbo de preocupación en los ojos del primero.

No me molesta en lo absoluto volver a ser parte de la casa verde, es más una parte de mi lo deseaba sinceramente. Siendo Slytherin conocí a las personas que más amé y pude demostrar que no todos los integrantes de ella éramos un asco de persona. Respecto a esta época, Voldemort es un Slytherin y me conviene quedarme en mi antigua casa para estar cerca de él. Muy cerca de él y de sus estúpidos Caballeros de Walpurgis.

El director se despidió de mí no sin antes pedirle a Dumbledore que me acompañara a la salida, metí las manos en los bolsillos de mi túnica y seguí en silencio al profesor. Iba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté cuando el profesor se detuvo, choqué con su espalda y levanté la mirada.

-Señorita Grindelwald. - Odiaba un poco ese apellido. Arrugué la nariz por acto reflejo.

-Preferiría que me llamara Ainhoa. - Sonreí amablemente y él me devolvió el gesto. - Dígame, profesor.

-Yo no me he creído su historia, lo sabe ¿No? - Fruncí el ceño ante su confesión. Claro que sabía que no había creído ni una sola palabra de lo que dije, pero no iba aceptarlo frente a él. Moriría en mi ley. - ¿Podría seguirme a mi despacho? Necesito hablar con usted. - Lo seguí en silencio, tomé asiento en una de las sillas desocupadas y él tomó la otra detrás del escritorio. Quedamos frente a frente, relajé mi postura.

- ¿Qué desea saber? - Suspiro cansinamente, mientras él observa cada movimiento que hago y ordena sus ideas, yo envío todo lo importante a un lugar recóndito de mi mente solo por si tenía que dejar que la lea.

-La verdad, señorita Grindel...- Fruncí el ceño. - Perdón, Ainhoa.

-Ya se la dije. Mi padre era primo de Gellert y cuando comenzó con todas sus atrocidades, él y mi madre se opusieron firmemente. - Hice una pausa y mi mente se perdió involuntariamente en mis propios recuerdos. - Como sabrá, todo aquel que no esté con él, está en su contra. - Un rayo verde golpeando el pecho de mi madre, otro en la espalda de mi padre. - Yo no miento, usted lo está viendo. - Levanto la cabeza y fijo la mirada en los ojos de Dumbledore. Extiende un pañuelo hacia mí, una mueca de confusión se dibuja en mi rostro y siento como una fría lágrima se ha escapado de mis ojos.

-Sólo tengo una forma de confirmar aquello que usted argumenta, Ainhoa. - Se levanta de su sitio y se dirige a un librero al fondo de la habitación, después de unos minutos toma en sus manos un libro de tapa dura y negra. Regresa a su lugar. - ¿Sabes lo qué es esto? - ¿Qué si lo sabía? Claro que lo sabía, joder. El estúpido árbol en la portada solo significaba una cosa, él comprobaría mi historia con el árbol genealógico.

-No. - Respondí, sin denotar nerviosismo. Traté de permanecer lo más relajada posible, aunque por dentro me temblaran las piernas, figurativamente.

-Es un libro genealógico o árbol de descendencia. - ¿Qué haría cuando descubriera que no era verdad? Abrió el libro. - Cada familia tiene un árbol y todos de alguna forma están conectados por sus ramas. - Comenzó a pasar las hojas con cuidado, el corazón amenazaba con salirse de mi pecho. - Éste...- Dijo señalando un árbol de madera oscura en la hoja del lado izquierdo. - Es el árbol de los Grindelwald y éste...- Señaló el árbol de madera caoba que había en la hoja del lado derecho. -Es el de los Brown...- Entonces, ha sido en vano todo lo que he hecho y nunca lograré vencer a Voldemort. No voy a cambiar nada. - Esto es muy extraño...- Su voz es apenas un murmullo. Las ramas comienzan a crecer y enredarse unas con otras, nombres y fotografías aparecen en las ramas. Una de las ramas sale del árbol de los Grindelwald y se une con una de los Brown y dos personas a las que no conozco dan origen a otra, yo.

"Una vez en el pasado, el viajero formará parte de ese tiempo; ya que su esencia solo puede existir en uno u otro tiempo..."

Así que a esto se refería aquel párrafo. Yo existía y mi historia entonces no era del todo falsa, hablando desde un punto de vista empírico.

- ¿Sucede algo profesor? - Pregunto con toda la inocencia que puedo aparentar, mi corazón late a una velocidad normal y los nervios han desaparecido.

-Estoy seguro de que la última vez que vi el libro, usted no se encontraba en este árbol genealógico. - Sus ojos azules escrutaban los míos con desconfianza, nuevamente sentía una pequeña molestia en mi cabeza. Lo dejé entrar y le mostré el caos que he visto y vivido junto con la muerte de mis padres; todo sin mostrarle al verdadero culpable, solo haciéndole creer que lo que había visto tenía el origen en Grindelwald.

-No es bueno esculcar en la mente de los demás, profesor. - No se inmutó ante mis palabras, me levanté de la silla. - Si no tiene más dudas, paso a retirarme. - Giré sobre mis talones y caminé hasta la puerta.

- ¿Quién le enseñó oclumancia? - Me detuve en la perilla de la puerta, giré despacio hasta verlo a los ojos.

-Mis padres. - Respondí con tranquilidad, en eso no mentía. - El hombre que es dueño y celador de su propia mente, nunca será esclavizado por sus secretos. - Me encogí de hombros. - O al menos eso dijeron ellos. - Sin darle cabida a preguntar algo más, giré la perilla y salí del despacho sin mirar atrás.

Con Dumbledore detrás de mí desconfiando, no iba a ser nada fácil deshacerme del futuro Voldemort. Tendría que replantear algunas cosas de mi plan.

Una vez fuera del castillo, visualicé en mi mente el caldero chorreante y desaparecí ante la atenta mirada de cierto barbón que me observaba desde una de las ventanas del colegio. Sí que serían años difíciles.