"Somos tan complicados, nosotros, tan llenos de misteriosos resortes, de resonancias secretas, de alianzas y hostilidades, de encuentros y desencuentros... Jugamos un ajedrez tan demoniaco y maravilloso."
Dos días después de la entrevista que tuve con Dippet y Dumbledore, este último se apareció en el Caldero Chorreante con dos pergaminos. Me hizo firmar uno en el que lo aceptaba como mi tutor legal y el segundo con mis horarios y la lista de materiales que necesitaría para ese año. Tuve que rogarle cerca de dos horas que no me fuese a dejar en un orfanato, argumente que solo quedaban algunos días para el regreso a clases y que preferiría quedarme en el Caldero hasta el día que me tuviera que subir al Expreso de Hogwarts, terminó cediendo, pero con la condición de que terminado el año académico tendría que ir a un orfanato. Me acompañó abrir una cuenta en Gringotts, tuve que soportar mil preguntas sobre el hecho de por qué no utilizaba alguna de las bóvedas familiares, al final me dejó en paz cuando le dije que no quería que "mi tío" me encontrara y matase. Saqué lo necesario de mi nueva bóveda y salimos del banco.
El resto del día me la pasé comprando lo necesario para comenzar mi quinto año en Hogwarts. Dumbledore me acompañó en todo momento, observando todo lo que hacía, me sentía incómoda con ello, pero me dedicaba a ignorarlo y dejar que me guiase por el callejón Diagon como si no conociese cada tienda. Compré algunas túnicas en colores azul marino, verde jade, rojo escarlata, turquesa, blanca y las túnicas con el logo de Slytherin, algunas bufandas y guantes. También compré el uniforme del colegio y algunas prendas muggles que necesitaría para salir a Hogsmeade y unos cuantos vestidos. Terminado el día Dumbledore se retiró del Pub, no sin antes darme mi boleto para el Expreso y recalcándome que nos veríamos en la escuela.
Han pasado dos días desde la última vez que vi a Dumbledore, dos días en los que he recuperado todas las horas de sueño que perdí por la guerra y en los que no he dejado de imaginar cómo sería el Voldemort del pasado, por más que lo intentase no he podido hacerme una idea de cómo sería su rostro ahora o bueno antes ya ni sé.
Camino observando detenidamente cada escaparate del Callejón Diagon, mañana por fin partiría hacía Hogwarts y estaba algo aburrida. Ya sabía de memoria cada libro del quinto año, así que decidí comprar un libro más avanzado para entretenerme.
Me detuve en la puerta de Flourish y Blotts, entré y me entretuve leyendo los títulos de todos los libros que veía. Uno llamó mi atención, no lo había leído nunca, era de Defensa contra las artes oscuras avanzadas. Quizás hubiera algo interesante ahí, no me lo habían pedido en la lista, pero podía tenerlo para mi entretenimiento personal. Abrí el libro y comencé a pasar la vista a través de las hojas, reteniendo lo que podía y comprobando si valía la pena comprarlo.
- ¿Segura que podrá con eso? Es avanzado. - Era una voz profunda y llena de autoridad, le resté importancia ya que seguramente sería el vendedor.
-Creo que eso no es de su incumbencia. - Respondí sin levantar la vista, dos minutos después lo había leído todo y con decepción lo cerré colocándolo en su lugar. No había nada que no supiera.
-Se lo dije. - Me giré con brusquedad y observé a la persona que me estaba irritando. - Quizás debería comprar alguna historia de amor al estilo de Corazón de Bruja. - Era un chico de cabellos negros, tez tan blanca como la nieve y ojos de un azul profundo. Era guapo, quizás sexy y su rostro no denotaba ninguna expresión. Su alma estaba rodeada de un aura negra, pero a la vez de luz y se notaba que era fuerte.
-No le han dicho que es usted un entrometido. - Me crucé de brazos y levanté una ceja. - Es descortés subestimar a una dama, simplemente por serlo. Muy aparte de que no conoce ni mi nombre. - El Frunció el ceño. - Me debo suponer, que usted es un caballero. Entonces mi pregunta es ¿Qué hace molestando a una señorita? - Sonrió soltando una pequeña carcajada, sus ojos brillaron y entonces sin explicación no pude evitar sonreír después de mucho tiempo.
-Joder, no te he subestimado. - Lleva su mano derecha a acomodar su cabello. - Solo no sabía cómo llamar tu atención. - Se encoje de hombros despreocupado, sonrío levemente y niego con la cabeza.
- ¿No se te ocurrió solo decir hola? - Estira la mano con el gesto de una sonrisa, la tomo mirándolo a los ojos. No puedo evitar sentir algo familiar en él.
-Mi nombre es Tom, Tom Riddle. Eres española ¿no? - Solté su mano como si me hubieran dado una descarga eléctrica, el odio que sentía hacía él se hizo presente. No pude evitar endurecer el gesto y meter mis manos en los bolsillos de la túnica. - ¿Os sucede algo?
-No. - Respondí seca, debería matarlo de una vez, pero había muchos testigos pasando por la vitrina de la librería y estaba el encargado aquí. - Mi nombre es Ainhoa Grindelwald. - Su rostro denotó sorpresa por un momento, pero rápidamente volvió a su estado de inexpresión, sus ojos brillaban con un destello de curiosidad. -debería matarte de una vez, bastardo.
-Disculpe, pero no hablo español. - Me miró confundido y yo solo caminé hasta la puerta de la librería ignorándolo totalmente. - Es usted una maleducada.
-Que os jodan. - Me giré hacía él, sonreí forzadamente e hice una inclinación de cabeza que él respondió con un asentimiento. No podía creer que hubiera estado coqueteando con mi peor enemigo. Salí de la librería tirando la puerta tras de mí.
Con la ira apoderándose de mi decidí regresa al Caldero Chorreante, sentía la boca amarga así que pedí una cerveza de mantequilla y me senté en la barra a beberla. Su alma aún no estaba tan despedazada como en mi época, hay cierto mal y cierto bien en él. Es como si aún no fuera del todo oscuro y tenebroso. Aún es humano. Me recordó mi consciencia y tenía razón. Se preguntarán como sé que su alma sigue intacta, pues tengo el don de poder ver el alma de todos, aun cuando esta abandona el cuerpo. Las almas me ayudan a identificar con quien puedo y con quien no, entablar una relación, y no es como ver fantasmas, va más allá, puedo sentir sus emociones. Es así como me desmayé la primera vez que vi a Voldemort, me impacto demasiado el no poder ver su alma. Sus Horrocruxes me afectaban de sobremanera, sentía mucho dolor, su alma sufría por las veces que él la había desgarrado.
Había visto el rostro de mi enemigo y por más que odiara admitirlo, me había gustado mucho cuando lo vi. Apuré el líquido por mi garganta, pagué y me fui a mi habitación. Coloqué todo dentro de mi baúl con un movimiento de varita, me tiré despaldas en la cama y observé el techo; me sentía cansada y llena de ira, cerré los ojos empujando todos los pensamientos que me agobiaban.
La luz del sol se filtró por la ventana, haciendo que me girara en la cama quedando boca abajo. Levanté la cabeza y lentamente fui abriendo los ojos, me costó un rato acostumbrarme a la claridad de la mañana. Me levanté de la cama y me desperecé, miré el reloj que había en una de las paredes y me di cuenta de que eran las ocho de la mañana. Genial solo tendría el tiempo justo de desayunar y salir para la estación King's Cross a tomar el expreso a Hogwarts.
Después de bañarme, elegí la ropa que me pondría y me cambié. Con un movimiento de varita encogí mi baúl y lo guardé en el bolsillo de mi falda, tomé la bolsita de cuero con el dinero necesario y bajé las escaleras. Pagué lo que faltaba de mi estancia y tomé el desayuno con tranquilidad, había decidido aparecerme en la estación; en el Profeta se hablaba de otro ataque por parte de mi bisabuelo en Alemania, se estaba expandiendo muy rápido y si seguía así pronto estaría en Londres. Suspiré y dejé el periódico sobre la mesa, terminé lo que quedaba del desayuno y me desaparecí.
Busqué con la mirada los andenes nueve y diez, cuando los vi no pude evitar sentir nostalgia por todos los años que lo había atravesado con Harry, Ron y Hermione. Solté el aire que había retenido en mis pulmones y con toda la tranquilidad del mundo caminé a través de la barrera que daba hacía el andén nueve y tres cuartos. Había gran cantidad de magos e hijos de muggles, los de primero estaban nerviosos despidiéndose de sus padres como una vez yo lo había hecho con los míos, otros (los mayores) se abrazaban y conversaban animadamente de su verano. Por un instante sentí envidia de aquellos que podían abrazar a sus padres, prometiéndoles que volverían para las fiestas y escribirían todos los días; no sé qué expresión tenía, pero no podía ser nada bonita ya que unos niños de primer año me miraban con algo de temor.
Busqué por todo el tren un compartimiento vacío, necesitaba pensar en lo que pasaría después de que pusiera un pie en el colegio. Debía ser discreta al deshacerme de Riddle, ya que quería llevar una vida normal después de que todo terminara. Encontré uno al final del tren, me metí sin pensarlo y cerré la puerta tras de mí; faltaban aproximadamente veinte minutos para las once y el tren partiría, luego de eso tenía casi todo un día de viaje por delante. Me acomodé apoyando la cabeza en la ventana y cerré los ojos.
-Está ocupado. - Advertí a quien sea que hubiera entrado, sin abrir aún los ojos escuché como la puerta se cerraba nuevamente.
-Hola, otra vez. - Abrí los ojos de golpe al escuchar aquella voz, inexplicablemente la reconocía y no pude evitar fijar la mirada en sus extraños ojos azules. - ¿Irás a Hogwarts? - Su seriedad era inquebrantable y su elegancia podía matar de envidia a cualquier caballero. Muy aparte de que su apariencia podía muy bien dejar sin aliento a muchas mujeres, a muchas menos a mí.
-No, me subí al tren a vender dulces. - Puse los ojos en blanco, volví apoyar la cabeza en el cristal y cerré los ojos. Me sentía incómoda y malhumorada con él aquí, lastimosamente él no tenía intención de marcharse y yo no quería pelear tan pronto.
- ¿Es hija de Grindelwald? - Ignoré su pregunta. - Podría usted ser más educada, es una dama. - Podía sentir su mirada taladrándome la cabeza, sabía que odiaba que lo ignoraran y justamente por ello lo hacía.
-Eso no es de su incumbencia. - solté sin mirarlo, sintiendo como el tren se ponía en movimiento. - Entrometido.
-Vuelve usted hablarme en español. - Su voz ahora era más aterciopelada. - No soy ningún entrometido, solo tengo curiosidad. - Sentí un aire cálido en la punta de mi nariz, abrí los ojos de golpe para encontrarme atrapada en los suyos.
- ¿No que no entendía? - Pregunté endureciendo la mirada y observándolo con odio, quería intimidarme, pero no lo lograría.
-Esa palabra es la única que pude comprender o deducir. - Se encogió de hombros y se alejó de mi rostro, dejando un leve hormigueo en mi nariz. - sólo no hable y podremos llegar al colegio sin inconvenientes, detesto a las personas que hablan mucho.
-Pues es usted quien está hablando. - Volví a mi antigua posición, cerré los ojos y decidí ignorarlo hasta llegar a Hogwarts. Dejé mi mente en blanco, porque si recordaba a alguno de mis amigos verdaderamente él no llegaría vivo y yo terminaría en Azkaban.
"-Harry. - mi voz apenas salía como un susurro, estaba sonriente frente a mí. Lo abracé con todas mis fuerzas y lo besé con la misma intensidad. - Te he extrañado tanto.
-Yo también. - Sonreía dulcemente, vestía de blanco y su cabello estaba tan desordenado como siempre. - No debiste hacerlo, debiste seguir adelante. - cogí su mano y comenzamos a caminar por uno de los pasillos del castillo.
-Quiero que vivas. - Me encogí de hombros y miré el suelo, comenzaba a convertirse en hierva y todo a nuestro alrededor no era más que bosque, el bosque prohibido. - Vámonos de aquí, odio este lugar.
-No podemos. - Me giré hacía él con lentitud, ya no vestía de blanco, llevaba la ropa de la última vez que lo vi vivo, me miré a mí misma y estaba en las mismas circunstancias.
-Harry vámonos. - Traté de jalarlo del brazo, pero no se movía, las lágrimas inundaban mis ojos y el corazón se me llenaba de desesperación. - Por favor. - Supliqué al ver que se daba la vuelta. Una silueta negra apareció ante nosotros y sin decir nada, un rayo de luz verde golpeó en seco el pecho de Harry, escuché su risa."
- ¡HARRY! - Busqué con la mirada al nombrado, pero solo pude encontrarme con unos ojos azules que me observaban con curiosidad a escasos centímetros de mi cara.
-Cálmese, solo tuvo una pesadilla. - Dijo volviendo acomodarse en su lugar con toda la elegancia del mundo. - Llevo tratando de despertarla hace veinte minutos, pero no tuve suerte. - Se encogió de hombros, tomó un libro que había a su lado y hundió la cara en él.
Miré la hora y decidí que era mejor que fuera a cambiarme, ya estaba por llegar al colegio; además quería alejarme de él lo más que pudiera, pero antes de llegar a la puerta me detuve y giré hacía él. - ¿No dije nada?
-Solo nombró a un tal Harry. - Respondió sin levantar la vista de su libro, asentí aun sabiendo que no me veía y salí del vagón. Cuando regresé, había una serpiente en donde yo me había sentado y Riddle seguía interesado en su libro.
- ¿Es suya? - Tomé asiento en mi lugar, claro moviendo a la serpiente antes. Recién ahí pude darme cuenta de que era Nagini, ¿es que acaso no me libraría de esa cosa ni en el pasado?
- ¿No le tiene miedo? - Negué con la cabeza y fijé la vista en el paisaje que iba quedando atrás, el tren iba perdiendo velocidad y unos minutos después se detuvo del todo. Quise pararme, pero la serpiente se había enroscado en mi regazo y me miraba detenidamente. - Nagini, deja a la señorita en paz. - La serpiente seguía mirándome como hipnotizada. - Creo que le agrada. - Desvié la vista del animal y la fijé en él, me observaba serio y con las manos metidas en los bolsillos cerca a la puerta.
-No lo sé, pero debería guardarla. - Cogí a la serpiente y la coloqué en el suelo, ya que al parecer esta no tenía intención de bajarse de mi regazo. - Hasta donde sé, en Hogwarts no permiten este tipo de animales.
Salí del compartimiento sin decirle más ni regresar a mirarlo, esperé a que una carroza estuviera vacía pero nuevamente no tenía suerte. Tuve que subir a una junto con Riddle y dos chicos más con el uniforme de Slytherin, nadie habló en el trayecto hasta el castillo y yo les agradecí mentalmente el hecho de que me hicieran más fácil el ignorarlos.
Una vez dentro del colegio, todos nos dirigimos hacía la mesa de nuestra casa. Tomé asiento en medio de la mesa y nuevamente no tenía suerte, el maldito futuro Voldemort se había sentado a mi lado. La ceremonia de selección para los niños de primer año dio inicio, me sentía algo aburrida, tenía ambos codos sobre la mesa y el mentón sobre mis manos. No presté atención a nada hasta que escuché mi nombre en labios del director.
-También tenemos una nueva alumna en la casa de Slytherin. - Bajé los codos de la mesa y observé al viejo. - La señorita Ainhoa Grindelwald, viene transferida del Instituto Durmstrang. - Después no escuché nada más, todos me miraban con temor y curiosidad, me erguí en mi asiento y levanté el mentón desafiante. Todos sin excepción apartaron la vista, cada persona tenía un aura distinta que rodeaba su alma, todos excepto una. Fijé la vista en esa persona, estaba rodeado de valentía, fuerza, astucia y poder. Era idéntico a Harry y su alma también, debía ser alguien de su familia.
Sin poder apartar la mirada del chico, escuché como el director daba por finalizado su discurso de inicio de año; sólo desvié la mirada del chico cuando la comida apareció en la mesa, me serví un poco de cordero y de pan de calabaza. Comí despacio, preguntándome quien sería, tomé un poco de zumo de calabaza y habiendo terminado me perdí en mis pensamientos.
-Señorita Grindelwald, ¿Está bien?- Las palabras de Dumbledore me sacaron de mi estado de trance, dirigí la vista hacía él y asentí.- Bueno, creo que no querrá ser instruida por los prefectos al igual que los de primer año.- Asentí con una sonrisa algo forzada.- El director Dippet vio conveniente que usted tuviera un guía personal que le mostrara el castillo y nadie mejor que su alumno predilecto.- Mi sonrisa se borró de golpe, seguí la línea de visión del profesor y vi que su mano descansaba sobre el hombro del futuro Voldy.- Joven Riddle, no tiene ningún inconveniente con esto ¿verdad?- El chico levanto la vista y forzó una sonrisa, asintió y luego me miró; lo observé desafiante y sin apartar la mirada.
-No hay ningún problema, profesor. - Sus palabras salían con cordialidad, se paró con elegancia y me tendió la mano para ayudarme a parar. Ignoré su gesto y me levanté solita.
-Gracias. - Dije cuando pasé por su lado, Dumbledore solo asintió y siguió su camino. Al salir del gran comedor Riddle comenzó a explicarme todo lo que ya sabía; las horas de las comidas, la hora del toque de queda, me mostró la biblioteca, los baños, la torre de astronomía y nos dirigimos hasta las mazmorras. Una vez dentro me dijo que me enseñaría el lugar mañana con más detenimiento, no sin antes darme la clave del cuadro. Subimos las escaleras de la sala común y me indicó que las habitaciones de las chicas quedaban hacía el lado derecho, sin decirle nada comencé a caminar. Busqué la habitación veintisiete y me adentré en ella, había cuatro camas con doseles verde esmeralda. Solo quedaba una cama desocupada y supuse que sería la mía, saqué el baúl de mi bolsillo y lo regresé a la normalidad poniéndolo a los pies de la cama. Con un movimiento de varita me coloqué el pijama y me tiré en la cama dejándome arrastrar por Morfeo. Mañana sería un día muy largo.