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Chapter 13 - Capítulo 12 Asalto en la Capital - Parte 1

Pasaron dos semanas desde la compra de Chizze.

 

En todo este tiempo intenté entrenar más mi cuerpo, ya que Raiza tenía razón: dependo mucho de mi magia degenerativa y debe haber una razón profunda detrás de este entrenamiento.

 

Durante este tiempo he tenido la misma rutina: desayuno junto a mi esclava, la cual no se comporta como tal, ya que, como ella me está entrenando, toma una posición de superioridad conmigo.

 

Cuando termino de desayunar, toca entrenar; almorzamos, volvemos a entrenar, y de noche llego a la posada a dormir.

 

Raiza suele pasarse todo el día recorriendo la ciudad lentamente, ya que no quiere llamar la atención de nadie. Su trabajo está tomando más tiempo debido a lo meticulosa que actúa, por lo que casi siempre solo la veo en las comidas, donde reportamos nuestros progresos.

 

En las noches duermo solo, pero siempre que me levanto, Chizze está en mi cama y casi siempre la estoy abrazando. Me relaja su aroma y textura; es casi terapéutico dormir con ella.

 

Creo que ella también se siente muy cómoda conmigo.

 

Ya en el sábado de la segunda semana, almorzábamos los tres como de costumbre y Raiza nos dijo los avances de su investigación.

 

"Por lo que he descubierto, esta ciudad tiene serios lazos con los elfos. Sus hierbas medicinales están en las farmacias, tienen frutos en las tiendas que no deberían haber en tierras humanas y noto el castillo sumamente fortificado. Pero el problema no son los soldados, sino las sirvientas del castillo.

 

Por lo que escuché, el rey de este país es un señor malvado y vil que odia a todas las demás personas. Desconfía tanto de otros humanos que contrató a alquimistas y herreros rúnicos para fabricar unas muñecas sirvientas similares a una persona normal. Todas tienen la misma cara, excepto la sirvienta que está junto al rey. Es la única con un rostro diferente; los que la han visto dicen que es igual a la antigua reina y madre del rey actual en funciones.

 

El problema con estas muñecas no es solo que destrozaron el presupuesto general del estado en su fabricación, sino que todas comparten una misma mente. Así que, si una sirvienta nos descubre, el país entero sabrá de nuestras intenciones. Por lo tanto, entrar al palacio está fuera de discusión, a menos que lo hagamos cuando haya mucha gente en el castillo. Con muchas personas, distraer a las sirvientas y buscar información sobre los elfos y el tráfico de los ogros del bosque sería mucho más fácil, y aun así, sería muy arriesgado.

 

La otra opción es ir con los esclavistas, pero no sabemos cuáles tienen conexiones con el palacio, así que ir descuidadamente tendría el mismo resultado. Y la tercera opción es buscar al hombre que Chizze vio.

 

Por la historia que Chizze nos contó, ese hombre con el aroma de los ogros del bosque se acercó a los esclavos en el momento en que llegaste a la capital. Con eso en mente, investigué a los esclavistas y me enteré de que un cargamento de esclavos llega a medianoche y mañana habrá otra subasta. Por lo que, si ese hombre piensa actuar igual que la última vez, debería hacerlo esta noche."

 

 

 

Escuché en silencio la historia de Raiza mientras comía, solo asintiendo con la cabeza.

 

Chizze dice: "Podría acercarme a los esclavistas con la excusa de saludar al jefe. Aunque Chizze solo era una esclava, siempre me trató bien. No sería raro que lo visite."

 

Raiza dice: "Entiendo. Solo toma estos sellos. Es un papel adherente. Si llegas a estar cerca de una persona con el aroma de los ogros, pon este sello en alguna parte de su ropa de la forma menos llamativa. Con esto podremos llegar a su escondite y saber si son aliados o enemigos."

 

Chizze toma los sellos y los guarda en su ropa. Entonces descansamos ese día para tener energía para la misión de esta noche.

 

 

Al llegar el anochecer, nos ocultamos Raiza y yo en los tejados de los edificios cercanos a la oficina central de los esclavistas. Mientras, Chizze se acercó a la oficina de los esclavistas con una canasta de sándwiches.

 

El plan era que se acercara a saludar y a dejar comida a los esclavistas, y también saludar a su jefe, con el fin de acercarse a los esclavos recién llegados a la capital.

 

Mientras nosotros vigilamos en la distancia.

 

 

 

 

Aquí Chizze, la más poderosa guerrera de la tribu Dodornia.

 

En este momento me dirijo a ver al jefe de los esclavos con una canasta de comida preparada por mi maestro.

 

Mi misión es simple. Solo debo acercarme a los esclavistas y marcar con un sello a los sujetos que huelan igual que ese objeto que tenía la jefa Victoria. Es un trabajo fácil para la poderosa Chizze.

 

Llegué a la puerta de la oficina de los esclavistas. El guardia me reconoció, me saludó y le dije que vine a saludar al jefe y a dejarle una merienda ligera como agradecimiento por conseguirme un buen amo, tal como prometió.

 

El guardia miró con curiosidad el pan relleno de carne de cerdo y vegetales.

 

"Oye, gatita, trajiste mucha comida. El jefe no se comerá todo eso solo. ¿Me podrías dar uno?"

 

Lo miré con enojo al guardia de la oficina y dije: "No soy gatita, soy Chizze, y más te vale recordarlo." El hombre se reía mientras se disculpaba y tomó uno de los sándwiches de mi canasta.

 

Cuando probó la comida, puso una cara de felicidad. El hombre debía tener hambre.

 

"Gracias, pequeña Chizze. A propósito, el jefe quería hablar contigo. Pasa. El hombre está en su oficina. Hoy tenemos mucho papeleo, ya que mañana tenemos otra subasta."

 

Entré al edificio. Aún no captaba el aroma que buscaba, así que avancé a la oficina del jefe mientras repartía comida entre los esclavistas, con el objetivo de ver si alguno tenía ese peculiar aroma que buscaba, pero ninguno tenía ni rastro de ese aroma.

 

Una vez llegué a la oficina, el jefe estaba en su escritorio rodeado de un montón de papeles. Se notaba que era un hombre adicto al trabajo. Como no notaba mi presencia, comencé a toser para llamar la atención del jefe.

 

"Oh, Chizze, eres tú. ¿Qué te pasó? ¿Tu amo se arrepintió de comprarte?" dijo con una sonrisa en su cara.

 

"Para nada. Solo vine a apiadarme de un hombre patético que se olvidó de comer el día de hoy…"

 

En ese momento, el jefe se dio cuenta de que tenía tanto trabajo que se saltó el almuerzo y ya era medianoche. Comenzó a rugir su estómago, casi como si recién se diera cuenta de que tenía hambre.

 

"¿Qué es ese olor? Es cerdo al horno y ensalada dentro de un suave pan." Se le salía la baba de la boca y le arrojé uno de los sándwiches que traje. Él lo atrapó igual que un perro entrenado.

 

"A propósito, Chizze, se me olvidó darte tu comisión. Como te volviste esclava voluntariamente, tienes derecho a un porcentaje de tu valor."

 

Sí, recuerdo que el jefe me explicó algo así antes. Las personas que generalmente se volvían esclavos voluntariamente lo hacían para conseguir dinero para sus familias o para pagar deudas vencidas. Por eso era normal que Chizze tuviera derecho a parte del dinero de su compra.

 

El jefe me entregó 2 monedas de oro en monedas de plata, que equivalían a 200 monedas de plata. Chizze tomó gustosa el dinero y lo guardó en su bolsillo.

 

Entonces, un hombre entró en la oficina, interrumpiendo nuestra conversación. Sin hablarme, tomó un sándwich de la cesta de Chizze y le dijo al jefe:

 

"Señor, ya llegó el cargamento de esclavos. Vaya a revisar el inventario de los nuevos productos."

 

El jefe terminó de comer su sándwich muy rápido y dijo: "Discúlpame, Chizze, pero el deber me llama."

 

El jefe siguió a su subordinado, mientras yo caminaba detrás de él. El jefe no parecía molesto porque lo siguiera, así que lo seguí de cerca.

 

Cuando salimos de las oficinas de los esclavistas, vi los carruajes llenos de esclavos. Eran tres carruajes con diferentes tipos de personas de varias especies. Había gente bestia como yo, pero nadie que Chizze conociera.

 

Entonces sentí ese olor… ese aroma que tanto buscaba. Con la excusa de repartir el resto de comida, me moví entre los guardias y esclavistas hasta que un hombre con una capucha pasó a mi lado.

 

Ese sujeto huele igual que el objeto de la jefa Victoria. Fingí tropezarme con el cayendo al piso junto con algunos sándwiches. El hombre era muy alto y estaba algo asustado; rápidamente me ofreció su mano y me ayudó a levantarme.

 

"Perdón, creo que estaba caminando muy distraído. Estabas vendiendo comida… dime cuánto te debo por todo lo que se cayó al piso."

 

Aproveché ese momento para marcarlo rápidamente mientras decía: "No te preocupes, solo soy una esclava que estaba repartiendo comida por agradecimiento por conseguirme un buen amo. No tienes que pagarme."

 

El hombre puso una mirada triste y me lanzó una moneda de cobre. "Da igual que seas esclava, toma esa moneda para que no me sienta tan mal."

 

Después, el hombre se alejó discretamente del lugar. No parecía ser un mal hombre; ojalá la señora Victoria no le haga mucho daño.

 

 

 

 

Mientras todo esto ocurría, desde la distancia me percaté de que Chizze había terminado el trabajo.

 

"Raiza, atenta, Chizze acaba de marcar a un sujeto," exclamé en voz baja.

 

"Buen trabajo, Chizze. Ester, tú quédate vigilando para que Chizze no marque a nadie más. Yo seguiré a ese hombre de lejos; es nuestra única pista para encontrar a los ogros del bosque."

 

Me quedé quieto para cuidar a Chizze desde lejos, siguiendo las órdenes de Raiza, mientras ella seguía sigilosamente a ese sujeto.

 

 

Raiza al principio lo seguía a la distancia, esperando encontrar una pista que nos ayudara en nuestra misión. Pero en cierta parte del camino, el hombre que perseguía borró su presencia.

 

Ni siquiera el héroe legendario podría encontrarlo… a menos que no llevara un sello que delatara constantemente su presencia. Con la ayuda de ese sello, Raiza siguió su rastro muy fácilmente.

 

El rastro se dirigía hacia las alcantarillas, un lugar interesante para ocultarse, ya que en esos lugares suelen ocultarse algunos monstruos peligrosos. Por lo que es común que el gremio de aventureros encargue misiones para que limpien las alcantarillas tanto de monstruos como de la mugre.

 

Raiza avanzó sigilosamente manteniendo una distancia prudente con su objetivo, pero cuando ella estaba recorriendo los túneles subterráneos, sintió el peligro.

 

Una espada casi atraviesa su cuello y dos flechas fueron apuntadas en su dirección, pero gracias a sus reflejos sobrehumanos logró esquivarlas a tiempo. Al parecer, el hombre se dio cuenta de que Raiza lo estaba persiguiendo.

 

"Eres uno de esos asquerosos elfos," gritó el hombre con una voz arrogante, lo cual enfadó un poco a Raiza, quien respondió:

 

"¿Y qué si lo soy?"

 

No mediaron más palabras y comenzaron a pelear. Ella estaba desarmada mientras el hombre tenía una espada y lanzaba flechas rápidamente con un arco integrado en una pulsera en su brazo izquierdo. El hombre era un soldado entrenado; no era para nada débil, pero no estaba a nivel de un héroe.

 

Raiza le dio un puñetazo en el estómago, haciéndolo vomitar en el piso.

 

En ese momento, Raiza aprovechó para arrancarle su capucha y ver su cara. El hombre era un joven elfo que tenía la apariencia de un humano de 16 años, pero tratándose de elfos, esto puede ser muy engañoso.

 

"Así que tú eras el asqueroso elfo. Quisiera matarte, pero creo que tienes información para poder encontrar a los ogros del bosque que ustedes secuestraron. Pero ahora estoy de mal humor… Creo que te golpearé para calmarme. Tranquilo, no te mataré. Tengo un conocido que puede dejarte en una pieza por más que rompa tu carne y huesos, así que podré torturarte un rato largo."

 

Raiza tenía una sonrisa en su cara, mientras el elfo tenía lágrimas en sus ojos. Cuando ella estaba a punto de golpear en la cara al elfo, se escuchó una tierna voz infantil:

 

"Por favor, detente. No le hagas daño a nuestro hermano."

 

El elfo gritó: "¡Clara, huye! Esta mujer es de los elfos que quieren secuestrarnos. Déjame solo, yo me encargaré de ella. Solo vete."

 

Raiza vio a la niña, que tenía la piel roja, cabello blanco, orejas puntiagudas y un aura muy similar a la de Gasthor. Raiza miró incrédula al elfo en el piso y dijo:

 

"Esperen un segundo. ¿No eres un secuestrador de los ogros del bosque?"

 

El elfo puso una cara enojada y respondió: "No lo soy. Sí, soy un elfo, pero no todos los elfos estamos de acuerdo con secuestrar a los ogros del bosque."

 

Raiza estaba enojada con esta situación. Sin querer, se había convertido en el villano de este cuento. Ella inhaló y exhaló con consternación.

 

"Fui enviada por Gasthor, el líder de los ogros del bosque. Busco llevarlos de regreso con su gente."

 

El elfo miró a Raiza lleno de dudas. "¿Quién eres tú? Tu casco no me engaña; eres un elfo y hueles igual que el rey de los elfos."

 

Esas simples palabras hicieron hervir la sangre de Raiza, quien en un impulso de ira golpeó la pared detrás del elfo. Su puño estuvo muy cerca de su cara, claramente con la intención de callarlo.

 

Ella se quitó el casco y dijo: "Soy el héroe exiliado de los elfos, Raiza Corddian, aunque los tuyos me conocen como Raiza Leiva."

 

El elfo abrió los ojos con sorpresa y, sin decir ninguna palabra, se puso de rodillas ante Raiza sin mediar ninguna palabra de más.

 

 

Después de tan lamentable espectáculo, Raiza fue llevada a una habitación oculta en los túneles subterráneos de la capital. Dentro del cuarto oculto había varios ogros del bosque curando al elfo de la paliza que recibió. Algunos ogros miraban a Raiza con miedo, pero ella los ignoró.

 

Raiza miró a Legoz, quien aún estaba siendo curado, y exclamó en voz alta:

 

"Ahora explícame cómo llegaron todos aquí, por qué no se han marchado aún de la capital de Rusthia, y por qué un elfo como tú está protegiendo a estas personas."

 

 

 

 

Me presento: me llamo Legoz.

 

Soy un soldado élfico y tengo 73 años. Cuando era un simple niño, vivía cómodamente en el bosque élfico.

 

Los elfos, desde jóvenes, somos entrenados para defender los bosques de ataques externos. Aunque nuestro bosque está oculto por un laberinto de neblina, a veces la gente podría colarse en él, y el deber de los soldados élficos es acabar con esas amenazas.

 

Nuestra ley es que nadie que entre sin permiso en nuestro bosque saldrá vivo de él.

 

Siempre vi con admiración a los elfos que realizaban este trabajo, pero cuando me tocó dar este servicio como guerrero, nuestro bosque sufrió un ataque que nadie esperaba. El clima comenzó a volverse más hostil. Un día podía hacer calor y de repente podía hacer frío, y el suelo comenzó a secarse, haciendo que algunos árboles empezaran a perder vida.

 

En algunas partes del bosque ocurrieron derrumbes; era casi como si el propio bosque nos atacara.

 

Se convocó un consejo para tratar el problema del bosque. Muchos elfos culparon al rey demonio, ya que se sabe que su ejército puede cambiar el clima a uno más frío y aún es desconocido el alcance de su poder.

 

No se supo si los demonios eran los responsables, se investigó a fondo el problema, pero no había rastros de ellos en el bosque.

 

También surgió el rumor de que era un castigo divino por desterrar al héroe de los elfos. El rumor decía que entre los altos elfos nació un héroe y que este fue desterrado del bosque por miedo de los elfos a su poder, y que este era un castigo divino por nuestros pecados. Personalmente, dudé de estos rumores, pero todas estas quejas cayeron sobre el rey de los elfos, Kykoo Leiva.

 

El rey tenía mucha presión en sus hombros. Los elfos ancianos decían que el rey antes parecía un buen hombre con un aura llena de tranquilidad, pero esa imagen del rey murió hace mucho, ya que ahora era un hombre amargado y lleno de dolor.

 

El punto crítico fue cuando, para salvar nuestro bosque, el rey intentó negociar con el líder de los ogros del bosque, pero este se negó a ayudarnos, diciendo que la tierra de nuestro bosque ya no tenía suficientes nutrientes para mantener los árboles y que lo mejor sería fundar un bosque nuevo para vivir. Esa respuesta no le gustó nada a nuestro rey e hizo algo imperdonable a los ojos de muchos elfos: el negocio con los humanos para capturar y perseguir a los ogros del bosque a cambio de varios tesoros élficos.

 

El único país que aceptó los términos fue el Reino de Rusthia, el cual capturó algunos ogros del bosque, llevándolos al bosque de los elfos como esclavos para mantener con vida el bosque de los elfos. Mi trabajo era llevar esos esclavos desde Rusthia hasta el bosque élfico. Era uno de mis primeros trabajos como soldado élfico, pero presenciar el trato que se les dio a los ogros fue simplemente insoportable.

 

En lugar de llevar a los ogros del bosque, decidí ayudarlos a escapar, pero fue muy difícil.

 

La capital de Rusthia está muy vigilada y solo pude ocultarme con ellos en este escondite.

 

 

Raiza escuchó atentamente el relato de Legoz, y cuando este terminó, ella compartió la información que habíamos recolectado y todo sobre el plan para rescatar a los ogros.

 

Ella llevaba consigo el orbe de teletransportación que nos entregó Gasthor.

 

"Ogros del bosque, tómense de las manos y quédense juntos en una esquina", ordenó Raiza en voz alta. Sin embargo, nadie se movió; era obvio que aún no confiaban en ella.

 

Legoz se levantó y dijo: "Por favor, háganle caso a la señorita Raiza. Si quisiera hacernos daño, ya lo hubiera hecho".

 

Legoz dijo esas palabras mientras agachaba la cabeza. Confiando en sus palabras, los ogros del bosque se tomaron de las manos y se juntaron.

 

Entonces, Raiza imbuyó su mana en el orbe, activándolo. Los 23 ogros del bosque desaparecieron, dejando en su lugar a Gasthor, rodeado de 22 ratas blancas.

 

"Hola, Raiza, cuánto tiempo. ¿Y ese chico es un amigo tuyo?" Legoz mostró una expresión de sorpresa al reconocer al jefe de los ogros del bosque, que apareció posando como si modelara para una escultura.

 

"¿Qué hace el señor Gasthor en este lugar?" Raiza le respondió a Legoz como un padre le habla a un niño inquieto.

 

"El orbe de teletransportación cambia las cosas de lugar. Para enviar los 23 ogros de vuelta a casa, debo traer 23 cosas de su casa; básicamente, se intercambian de lugar".

 

"¿Raiza, nos estás llamando cosas a mí y a mis mascotas? ¿Acaso tus padres no te enseñaron buenos modales?"

 

"No te atrevas a meterte con la forma en la que me educaron mis padres o te mataré."

 

"Perdón, fue mi culpa, no volveré a hablar tan tontamente."

 

Gasthor en verdad miraba asustado a la elfa. "Ya no importa. Dime, ¿por qué viniste aquí con esos ratones?"

 

"Ya lo verás, joven Raiza. Niños míos, avancen."

 

Los ratones salieron corriendo por los túneles subterráneos.

 

"¿Qué acabas de hacer, Gasthor?"

 

"No pienso quedarme quieto mientras haces todo el trabajo. No pude hacer esto antes, ya que entrar solo a la capital de Rusthia era muy peligroso. Pensé que podría infiltrarme cuando transportaras algunos ogros del bosque. Confiaba en que lo lograrías, pero encontraste 23 de mi gente. Admito que superaste mis expectativas."

 

La elfa puso una expresión enojada y señaló a Legoz. "No fui yo quien los encontró, fue este desertor de los elfos quien los ocultó. Yo solo lo encontré a él."

 

Gasthor miró a Legoz y agachó la cabeza mientras decía: "Muchas gracias por cuidar a mi gente."

 

Legoz estaba sorprendido de que el jefe de los ogros agachara la cabeza frente a él, un simple soldado.

 

"No fue nada. Solo quería expiar mis pecados. No pude ayudar a los esclavos que ya están en el bosque élfico, y al menos no quería que más gente sufriera…"

 

Gasthor sonrió. Raiza lo interrumpió diciendo:

 

"Si quieren besarse, háganlo cuando estén solos. Ahora pongámonos al día y planifiquemos cómo rescataremos a los demás ogros del bosque."

 

Ese fue el principio del fin del bosque élfico.