Todo comienza cuando abro lentamente los ojos. Descubrí que todo a mi alrededor era completamente extraño. Al parecer me encontraba en una especie de iglesia católica de alguna otra época remota, tal vez de la edad media o del renacimiento.
Volteo sigilosamente a mi derecha torciendo mis ojos sin girar la cabeza, y se encuentra un sacerdóte vestido de color púrpura y dorado, levantando una especie de cuchara con la cual lanzaba agua, mientras pronunciaba unas palabras en un lenguaje, el cual en mi mente, creo que se trata de latín o de griego, la verdad no lo sabía en ese entonces.
Frente a mí, me encuentro tomándome de las manos de una mujer rubia y de ojos azules cristalinos, eran casi como el azúl del cielo.
Se trataba de una jóven muy hermosa la cual portaba un vestido blanco, un vestido como de novia con varios grabados y una diadema con diamantes azules. Luego de unos momentos, inclinó su cabeza hacia abajo como si estuviera observando sus zapatillas. Yo la tomaba ligeramente de las puntas de los dedos, haciendo un contacto muy suave.
De pronto en mi cabeza se me viene una ráfaga de luz y al fin comprendo lo que está sucediendo. ¡Estoy casándome! y me encuentro exactamente en mi boda, pero no en cualquier boda, es una boda de la nobleza.
Abrí los ojos muy grandemente y comencé a sudar frío, me preguntaba ¿qué demonios estaba pasando? Luego, mis párpados se sentían un poco pesados. Sentía que me iba a desmayar. En eso, el sacerdote toca mi hombro diciéndome estas palabras.
"Su alteza, se encuentra bien, lo veo un poco mareado."
¿Su alteza?. ¿Acaso soy un monarca en este mundo? pienso que es demasiado bueno para ser verdad. ¿Seré acaso un rey, un príncipe, o un duque? ¿tendré riquezas, caballos, un castillo y miles de princesas a mis pies?
Posteriormente, giro mi cabeza y vuelvo a ver al sacerdote pero esta vez, lo veo directo a los ojos. Por alguna razón sabía de su nombre, se llamaba Sigmund… el obispo Sigmund. Aparentemente, aún poseía los recuerdos de este nuevo cuerpo. Recuerdo muy en el fondo que vengo de una tierra lejana, vine aquí a casarme con la princesa de este reino de Sorenberg.
Tengo recuerdos muy difusos… no tengo todos la memoria de este mundo en mi mente, pero en ese momento, tenía la sensación de poder adaptarme y funcionar correctamente sin que la gente a mi alrededor me viera extraño.
Lo último que recuerdo de mi viejo cuerpo, fue que me acosté a dormir pensando en el trabajo que debía entregar el día de mañana, trabajaba como asistente de investigación en una universidad haciendo todas las tareas pesadas de mi profesor y asesor de tesis. Era un trabajo arduo, yo básicamente era el esclavo de mi asesor.
Siempre deseé con todo mi corazón escapar de esa realidad hacia un nuevo mundo, donde las cosas fueran mejor para mi, donde no tuviera que vivir mi vida aburrida y monótona de siempre. Mis plegarias fueron escuchadas y he aquí, me encontraba en otro mundo en un abrir y cerrar de ojos. Ahora, era mi oportunidad para cambiar mi vida, aprovechar al máximo este nuevo cuerpo y este nuevo universo.
De pronto, mientras sigo inmerso en mis pensamientos, el obispo pronuncia estas palabras: "Puedes besar a la novia."
En ese momento mi corazón comenzó a latir cada vez más fuerte. Sentía que se me iba a salir del pecho. Me incliné suavemente hacia la jóven mujer, pero sentí que ella no quería hacerlo. En eso, me paró firmemente, toso un poco para despejar la garganta cubriendo mi boca con mi puño y de repente siento que me voy a caer. Comienzo a sudar cada vez más frío. Miro hacia a la derecha y luego hacia la izquierda, comienzo a ver borroso por todas partes. Luego, comienzo a tocarme la cabeza con mi mano derecha y cierro los ojos apretándolos fuertemente,
Su majestad, se encuentra bien, quiere algo de beber para calmar sus nervios un poco? comienza a decir el obispo Sigmund.
De pronto siento cómo mis piernas comienzan a doblarse cada vez más, los pies los siento igualmente débiles incapaces de cargar mi pesado cuerpo, mi garganta está seca como si estuviera en medio de un desierto sin nada de agua, mis párpados pesados como si una fuerza invisible los estuviera empujando hacia abajo. Luego de la nada, caigo al suelo desmayado.
Lo último que logro escuchar fue
"¡Paren esta boda!, traigan un doctor, el príncipe necesita auxilio"
Al despertar, comienzo a abrir suavemente los ojos, aun veo un poco borroso, siento sobre mi una gran cobija de seda de color rojo, comienzo a tocarla y siento lo suave que es, jamás en mi vida había tocado seda de verdad, pienso. Luego, comienzo a tocar mi rostro, toco mis ojos, mi cabello y mi cuello ¿estoy acaso soñando? debí estar soñando y ahora estoy de regreso en mi cama, todo solo fue un maravilloso sueño, de eso estoy seguro. Luego, comienzo a abrir más los ojos, levanto mi torso y veo que estoy en un lugar completamente distinto al de mi alcoba en mi departamento. Comienzo a ver una lujosa cámara con las paredes llenas de grabados, el techo es gigantesco y esta cubierto de un mural con imagenes religiosas de la virgen maría y de jesucristo, incluso la cama en la que estoy acostado es demasiado amplia, podrían caber fácilmente tres personas. Luego, de repente las puertas de mi cámara se abren repentinamente y veo a una extraña persona asomarse.
"Su majestad, ya se encuentra mejor, cómo se siente de salud?'
"Ah, me encuentro bien, ya me siento mucho mejor," respondí tratando de sonar lo más natural posible.
Debía de comenzar a comportarme como un monarca de verdad para que no crean que estoy loco, pues jamás se me ocurriría decirles que vengo de otro universo.
Luego, levanto el torso, bostezo un poco y me bajo de la gran cama. Me pongo de vuelta mis zapatillas las cuales eran muy extrañas pues estas no tenían agujetas, aunque eso lo hacía más facil de colocarse. Después comienzo a caminar hacia la puerta de mi alcoba.
Comienzo a abrirla lentamente como si no quisiera hacer ningún ruido y de repente veo a una persona justo a un lado de la puerta. Era el obispo Sigmund quien yacía parado junto a la entrada de mi cámara como si fuese un guardia del castillo.