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Chapter 6 - Capítulo 6

Inmediatamente después de terminar mi discurso, se acerca hacia mí la reina Bartolomea mostrando un rostro de disatisfacción y desconfianza. En ese momento, creí que mi discurso la había molestado. En eso, se para frente a mi y me dice:

"Príncipe Ferdinand, Obispo Sigmund, tenemos que hablar en privado, es hora de nuestra reunión semanal para discutir nuestros trabajos, y esta vez quiero que discutamos particularmente el discurso del príncipe, si no es mucha molestia."

"No, claro que no su majestad," dije un poco nervioso, pues en mi mente, creía que había molestado a la reina Bartolomea, pues a decir verdad, mi discurso molestó en gran medida a los súbditos del reino.

Dicho lo anterior, caminamos hasta llegar a un aposento, una cámara hecha especialmente para reuniones. En la cámara, se encontraba una larga mesa rectangular de color marrón oscuro, adornada con velas y un frutero lleno de uvas de varios colores. Ahí mismo estaban sentados los asesores del reino mientras discutían entre ellos sigilosamente.

La reina Bartolomea se sentó en el centro de la mesa, en una silla más alta que las demás cuyo restirador tenía forma triangular. La silla poseía un color rojo intenso y bordados de oro formando figuras religiosas.

Luego de un momento, los sirvientes llegan y nos sirven vino en copas de oro con incrustaciones de diamantes. Todos en la mesa comienzan a beber el vino tranquilamente y a murmurar entre ellos. Yo prefiero no beberlo pues en esos momentos me encontraba algo asustado por mi discurso y tal vez pensé que podrían envenenarme como al rey Alaric.

En eso, la reina Bartolomea se levanta de su asiento, colocando sus manos en la mesa.

"¡Silencio todos! Os he reunido para discutir el discurso del príncipe Ferdinand y aparte, hablar de otros temas pertinentes a la gestión del reino."

De pronto, el obispo Sigmund se levanta mostrando una cruz de madera en su mano derecha, la cual levanta y posteriormente dice:

"En nombre de Dios y de la Virgen María, quiero condenar el discurso digno de un pagano del príncipe Ferdinand. No es posible que en este reino cristiano toleremos este comportamiento. Sería mejor que el príncipe regresará a su reino, pues seguramente en su corazón no es un verdadero cristiano. Aparentemente, tiene más en común con las brujas que con nosotros."

Después de que el obispo terminara de hablar, la reina Bartolomea tosió sigilosamente para despejar su garganta y tomar la palabra.

"Sigmund. ¿Qué dicen las sagradas escrituras respecto a este tema? ¿acaso no dicen, amad a vuestros enemigos? Hay que ser buenos cristianos y perdonar a las brujas pues no han cometido ningún mal. Aún pueden ser acercadas a la verdadera religión. Y como dice el príncipe Ferdinand, pueden ser de gran utilidad en este reino que a decir verdad, está hecho un desastre. Es un reino muy jóven y necesita de mano de obra. El trabajo escasea así que no hay que desperdiciar el talento de las brujas y todo su conocimiento mágico. 

Además, fue una bruja la que despejó nuestras dudas acerca del asesinato de mi padre. Si no fuera por ella, el crimen aún no habría sido resuelto y estaríamos como gallinas sin cabeza sin idea de qué hacer ni a quién castigar."

"Mi señora," dijo el obispo, "creo que usted tiene razón. Pero aún así, seguiré siendo escéptico respecto de esas brujas. No me inspiran la menor confianza."

Luego uno de los asesores se levanto de su asiento portando un papel amarillo en una de sus manos, procedio a decir lo siguiente.

"En nombre del comité de asesores reales, nos pronunciamos en descalificar los dichos de su majestad Ferdinand pues han sido de gran disgusto por parte de la población. Somos un pueblo de Dios que merece preservar sus tradiciones cristianas y no nos parece bien que un extranjero de tierras lejanas venga a decirnos que las brujas merecen entrar al reino de Dios. A decir verdad, creemos que éstas igualmente pueden llegar a ser útiles en algunas tareas y trabajos que les asignemos, pero siempre hay que mantenerlo bajo tremenda discreción para no escandalizar a la población quienes les tienen demasiado repudio."

"Muy bien, somos dos contra uno," dijo Bartolomea. "A pesar de que las brujas no merecen ser tratadas como nuestros iguales, reconozco que éstas pueden ser útiles, ya se demostró que la magia aun puede ser de utilidad aunque esta choque con nuestra fe cristiana. Tampoco creo que este reino debe de convertirse en una civilización mágica, eso sí que no puede ser tolerado. Podemos trabajar con las brujas pero hasta ahí, dibujaremos una línea que nos separe de nosotros."

 "Ahora," continuó Bartolomea, "debemos de discutir ¿Cómo nos defenderemos de la invasión de los mamuts?. Esas feroces bestias están cada vez más cerca de nuestras fronteras, según lo anunciado por nuestros mensajeros. Debemos hacer algo, pronto."

"Su majestad," dijo el obispo. "Nosotros poseemos la tecnología de las armas de fuego, sin embargo, ellos solo luchan con sus trompas y colmillos como las bestias salvajes que son. ¿No cree que estamos exagerando esta invasión?"

"No, no lo creo," dijo uno de los asesores. "Son más que nosotros. Su manada es increíblemente numerosa, nos superan en uno a cien. Además nos han llegado noticias de que en el pasado han arrasado con otros reinos y ciudadelas cristianas, cerca del valle del Riff.

Esos lugares estaban amurallados y armados hasta los dientes, aún así pudieron convertirlos en polvo, por eso mismo les tuvimos que dar asilo a sus refugiados quienes emigraron en masa hacia nuestras murallas."

¿Cómo usaríamos la magia de las brujas para defendernos de la invasión? pensé. Ni siquiera tengo idea de cómo funcionan sus hechizos, qué clase de artefactos utilizan y qué poderes tienen. Por lo que tenía que entrevistar alguna bruja o mago, para saber todo acerca de su magia.

"Su majestad Bartolomea, me ofrezco a realizar la tarea de averiguar todo acerca de las brujas y de los magos. Me interesa saber cómo es que funciona su magia, qué tipo de poderes tienen y una vez conociendo esto, podremos usar sus hechizos para defendernos de los mamuts."

"Bien, príncipe Ferdinand, ahora, falta una última cuestión. El asesinato de mi padre la reina Alaric. Sigo pensando en por qué fue el reino de Walia quien envió a esos asesinos. Tendremos que armar un plan para vengarnos. 

Estoy pensando en reunir a las tropas y marchar hasta Walia. Algo extraño está pasando puesto que mis mensajeros anunciaron que otro rey fue asesinado por esas tierras. Estoy segura que fueron otros emisarios de Walia, es demasiada coincidencia.

Pero por ahora, podréis regresar a vuestras labores."