Me dirijo hacia el obispo sosteniendo la puerta entreabierta y le digo
"Obispo Sigmund, he decidido permitir que continúe la fiesta de mi boda pero háganlo sin mí. Ya me siento mucho mejor pues el mareo ya se disipó, estoy un poco ebrio y prefiero dar un paseo en el jardín del castillo.
"Su majestad me alegra que se encuentre bien, verá, la reina Bartolomea está buscándolo, me dijo que en cuanto usted se sintiera mejor, fuera a buscarla. Por favor, hágame el favor de seguirme."
"Ah claro, con gusto lo haré," respondí.
¿Quién será esa tal Reina Bartolomea? me pregunté a mi mismo. Indagué en mi memoria nueva para saber quién era esa reina pero no lograba recordar en ese instante, así que le pregunté al obispo.
"¿Qué reina Bartolomea?"
Él me respondió.
"Mi señor, es vuestra esposa."
"Ah sí, perdone usted," dije, "es que he bebido demasiado, ya sabe, me siento algo aturdido." Respondí.
Ah! Con qué mi esposa se llama Bartolomea, pensé, ¿qué querrá de mí? Para averiguarlo, tuve que hacer caso al obispo y lo seguí caminando tranquilamente por los pasillos del palacio. Me impresionaba lo elegante que era el castillo. Estaba lleno de estatuas de armaduras metálicas, tal como esos castillos medievales que veía en los videojuegos.
En el pasillo principal, por donde caminábamos, había una gigantesca alfombra roja con bordados dorados en su centro, era tan larga que me pregunté cómo rayos hicieron para bordarla. ¿Y qué decir de las ventanas? Eran hermosas, tenían forma de arco y algunas poseían grabados y mosaicos de varios colores y símbolos de la religión cristiana. La luz de la Luna llena entraba por ellas e iluminaba grandemente las laderas del palacio, así como el pasillo por donde me encontraba.
Continuamos caminando hasta que a lo lejos, aunque no muy lejos de mí, se encontraba una mujer casi de mi estatura, un poco más baja que yo para ser exactos, mire más de cerca y me di cuenta que era mi esposa Bartolomea. Apenas la había reconocido pues era la segunda vez que la veía.
La mujer permanecía parada un poco pensativa, mirando a través de una luminosa ventana, con los brazos cruzados en su espalda, y con la espalda recta como si fuera un soldado en posición de firme. El obispo se dirigió hacia mí tocando mi hombro, mientras se postraba haciendo una pequeña y sutil reverencia.
"Su majestad Ferdinand, he aquí su majestad la reina Bartolomea, su reciente esposa."
Miré con claridad a Bartolomea y me percaté de que era muy jóven, incluso más jóven que yo, según mis cálculos su edad debería de estar rondando los 18 o 19 años de edad.
Yo por educación extendí mi mano para saludarla. El obispo en seguida toma mi mano y la baja, sacudiendo la cabeza para decirme que no lo salude de esa manera.
Yo al no conocer las costumbres de la realeza, cometí ese error vergonzoso de saludarla como lo hacíamos en mi mundo. Así que bajé el brazo y procedí a hincarme con una sola rodilla, bajando la mirada y tomando la empuñadura de mi espada, por lo que luego emití estas palabras.
"Su majestad, escuché que me estaba buscando."
Al terminar de hablar, me paré, firme y miré directamente a la reina. Ella por su parte, continuaba mirando por la ventana, pensativa. En ese momento, me pregunté si me había escuchado o me estaba ignorando. Tal vez no fui lo suficientemente educado y cortés como para dirigirme con alguien de suma categoría social. Por un momento pensé que estaba molesta por el ridículo que cometí en público al cancelar súbitamente la boda.
Tosí un poco para despejar la garganta y volví a postrarme, hincándose con una rodilla. En eso la reina me dice sin voltearme a ver.
"Os he escuchado, lord Ferdinand, poneros de pie, no hace falta que sea tan cordial conmigo, al fin y al cabo soy su esposa. Ahora, hacedme el favor de seguirme."
En eso, me pongo de pie y comienzo a seguir a la reina Bartolomea tal como me había dicho. Ella continuó caminando lentamente por uno de los pasillos, mantenía cruzando los brazos por la espalda y mirando hacia el suelo. Yo me coloqué a su lado derecho y el obispo a su lado izquierdo.
La personalidad que emitía la reina me parecía de una persona demasiado madura para su edad, a pesar de ser muy joven, conocía las maneras de ser de alguien de la realeza, se comportaba como una joven reina de verdad, mostraba su autoridad sin titubear, como si llevara décadas gobernando, a decir verdad, por su edad solo llevaría unos cuantos años en el trono.
De pronto, la reina Bartolomea voltea a verme y me dice.
"¿Cómo se siente su majestad?, espero que un poco mejor, me imaginé que necesitaría un poco de aire fresco así que pensé en ir con usted al jardín botánico a oler las hermosas flores de nuestro palacio.
Entiendo que esté nervioso por nuestra boda, yo también lo estaba para ser sincera. Pero eso es lo que hacemos los miembros de la nobleza, debemos casarnos para mantener nuestras alianzas políticas con los distintos reinos cristianos, es un deber moral que debemos cumplir, ¿no le parece príncipe?"
"Claro, su majestad," respondí
Luego, dentro de mi mente comencé a pensar, ¿Alianza? ¿Qué alianza? Después comencé a indagar en mi memoria de este nuevo cuerpo. Resulta que el reino de donde provengo, acordó hacer una alianza política entre nuestros reinos para evitar caer en bancarrota, sellando esa alianza con este matrimonio.
En eso llegan unos guardias portando gruesas armaduras metálicas y cargando unas bayonetas en sus hombros.
"Su majestad, reina Bartolomea," dicen los guardias haciendo una reverencia al llegar. "La bruja ha tratado de escapar. Siento que sea el día de vuestra boda pero debemos notificarle este incidente, por poco y se nos escapa, si no fuera porque la neutralizamos ella fácilmente hubiera escapado de la prisión."
¿Bruja? Pensé ¿acaso existen las brujas en este universo? ¿o será que me dedicaré a cazar brujas?
En eso, interrumpí a la reina.
"Mi señora, pero ¿qué ha hecho esa tal bruja en nuestro reino? ¿Qué crimen ha cometido?"
"Bien, pues hemos capturado a Melissa, una bruja sospechosa de haber asesinado a mi padre, el rey Alaric. No sé si habrá escuchado de él."
Al decir eso, de pronto los recuerdos de mi nuevo cuerpo comienzan a llegar poco a poco. Resulta que soy un príncipe que viene de un reino muy lejano, un reino en la parte sur del hemisferio. Vengo precisamente para casarme con una princesa del reino de Sorenberg para formar una alianza. Pero no recuerdo nada sobre un tal rey Alaric, así que decido preguntarle a Bartolomea.
"A decir verdad," dije, "he escuchado poco de él, como sabrá, vengo de un reino muy lejano y no todas las noticias llegan de vuestro reino. Cuénteme sobre él"
"Bien," dijo Bartolomea. "Verá, el rey Alaric fue un monarca bastante conocido por su valentía en la guerra. Luchó arduamente contra las invasiones de reinos paganos en nuestras fronteras y los derrotó múltiples veces, los hizo retroceder hacia las montañas de donde provenían. Y gracias a él, nuestro reino ha disfrutado de gran paz y libertad durante varios años, ya que esos bárbaros no se atrevieron a pisar nuestras tierras de nuevo.
En fin, mi padre Alaric, un día enfermó gravemente. Mientras estaba en su lecho, los médicos reales lo atendieron y descubrieron que había sido envenenado.
Para nuestra sorpresa, no sabíamos quién era capaz de hacerlo, ya que era un rey muy querido dentro de todo Sorenberg. Los únicos enemigos conocidos eran esos paganos, pero ellos viven a miles de millas de distancia, viven hasta las montañas de Adra, demasiado lejos de aquí. Tal vez enviaron un espía o pagaron un emisario pero tampoco lo creemos.
Pensamos que el responsable de su muerte fue una bruja. Desde entonces hemos librado una persecución contra ellas, antes de la muerte de mi padre, no considerábamos a las brujas una amenaza inminente, incluso, pensábamos que ya no existían, ya que hace muchos años no veíamos a una bruja aparecer por aquí, pero poco a poco comenzamos a reconocerlas.
Resulta que este reino de Sorenberg, anteriormente era un pequeño pueblo sin rey. Era un pueblo de paganos que practicaban la hechicería o quién sabe qué otras prácticas tenían. Construían círculos de piedra y vivían en casas hechas de adobe con paja y madera de roble. Vivían en paz, sin molestar a nadie hasta que un día, un misionero cristiano llegó a Sorenberg con la misión de llevar la verdadera fe a esta tierra.
El misionero tuvo relativo éxito en convertir a los paganos. Aprendió su lengua y les enseñó la nuestra, con el tiempo trajo más y más misioneros para su conversión, pero con el tiempo, algo extraño sucedió. En lugar de convertirse por completo y adquirir nuestras costumbres, comenzaron a mezclar la fe cristiana con sus tradiciones paganas, hasta formar una nueva práctica, la brujería, una práctica realizada casi exclusivamente por mujeres.
Fue entonces que el misionero Franz comenzó a perseguirlas ya que consideraba sus prácticas como demoníacas, por lo que tuvieron que ocultarse en varios lugares para practicar la brujería en secreto. Se escondían debajo de iglesias, salían en las noches en cementerios, en sótanos de casas particulares, incluso en las plazas públicas.
La iglesia hizo todo lo posible por acabar con esas prácticas demoníacas pero no logramos hacerles el menor daño. Solo hicimos que ocultaran la magia a toda vista. Lo cual hizo más difícil su persecución y su completa erradicación.
Como mencioné anteriormente, creemos firmemente que la bruja Melissa fue la asesina de mi padre. Tal vez tuvo cierto resentimiento por las pasadas persecuciones hacia las brujas y será ejecutada en la hoguera el día de mañana."