[Capítulo 9]
Veinte minutos después, el auto se detuvo en la residencia Fariña. Estela no quería que nadie la cargara, por lo que se bajó despacio; Luciano la siguió y no pronunció ni una sola palabra. En cuanto padre e hija ingresaron a la casa, escucharon que alguien llamaba a Estela.
—¡Ela! —exclamó Abril, quien jugaba en su teléfono en la sala de estar, cuando levantó la cabeza y los vio entrar. En el instante que vio a la niña a cierta distancia, corrió hacia ella y la abrazó—. ¡Ela, al fin estás en casa! ¿Cómo pudiste huir sin decirnos? Me llevé un gran susto cuando te perdiste, ¿sabes? ¿Estás bien? ¿Estás herida? —Comenzó a revisar el cuerpo de Estela para asegurarse de que estaba bien.
La niña se quedó paralizada por un instante, dado que las acciones de Abril la tomaron desprevenida. No obstante, la niña enseguida volvió a tener una mirada desdeñosa cuando la voz de Abril siguió resonando en su oído, expresando su falsa preocupación. «¿Sabe por qué me escapé? No lo hubiera hecho si no me hubiera dicho que mi papi no se preocupará más por mí». Estela se sintió disgustada al verle la expresión hipócrita y recordó a la hermosa mujer que había conocido ese día; existía una enorme diferencia entre esas dos mujeres. La niña detestaba el comportamiento pretencioso de Abril, por lo que comenzó a forcejear y a apartarse de la mujer.
—¿Qué sucede, Ela? Quédate quieta, ¿sí? Déjame ver si estás bien.
Abril podía percibir que Estela quería evitarla, por lo que la apretó con más fuerza y suspiró impotente delante de Luciano. Dado que sentía dolor, la niña comenzó a reaccionar de forma más agresiva, mientras que a Abril se le agotaba la paciencia. Cada vez que había castigado a Estela en el pasado, la pequeña temblaba de miedo y no emitía ningún sonido, por lo que esa era la primera vez que contraatacaba. La mujer habría actuado con mayor severidad si Luciano no hubiera estado allí; sin embargo, dado que el hombre estaba presente para observar la interacción, debía ser más cuidadosa para no despertar sospechas. Un destello tajante se vio reflejado en los ojos de la mujer y se le ocurrió una idea; en lugar de continuar con esa guerra de tira y afloje, decidió soltar a Estela y caer al suelo. Abril miró a la niña con incredulidad.
—Ela, sé que no te agrado, pero en verdad estoy preocupada por ti. ¿Cómo pudiste…? —Se ahogó con sus palabras mientras miraba a la pequeña con los ojos enrojecidos.
Después de quitarse el abrigo, Luciano notó que la mujer estaba en el suelo, por lo que frunció el ceño y apartó a Estela.
—Ela, sé que no estás feliz y puedes desquitarte conmigo, pero no puedes descargar tu ira en los demás. Es de mala educación, ¿lo sabes?
La pequeña se negaba a admitir que tenía la culpa, pero, al mismo tiempo, se sentía impotente. «Papi siempre está del lado de esa malvada mujer». Apartó la mano de su agarre, abrazó su muñeca con fuerza y corrió al piso de arriba.
—No seas tan duro con ella —dijo Abril con dulzura mientras se levantaba de a poco—. No sabemos por lo que tuvo que pasar mientras vagaba por las calles…
—Deberías irte —la interrumpió Luciano—. Ela sigue molesta y no querrá verte.
Por un momento, a la mujer se le tensó el rostro.
—De acuerdo. Vendré a visitarla otro día —respondió con una sonrisa incómoda.
Bajó la cabeza, se marchó de la residencia Fariña y, en cuanto salió, su expresión se tornó sombría. «¿Cómo logró encontrar a esa pequeña mocosa? ¿Y cómo se atrevió a comportarse así frente a mí? ¿Por qué no está muerta? ¡Maldición!».
Mientras tanto, Magalí se quedó en el Rincón del Hada incluso después de que Luciano se marchó. Cuando ya casi era hora, salió del restaurante y corrió al auto.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Roxana mientras le abría la puerta—. ¿Se fue?
Magalí suspiró aliviada.
—Sí. Si hubieras visto cómo me miró; era como si pudiera ver a través de mí. Estuve a punto de ceder ante la presión y delatarte.
Roxana sonrió y le expresó su gratitud.
—Debió haber sido duro para ti. Vayamos a otro lado a comer, ¿sí? Yo invito.
Magalí agitó la mano y rechazó la idea.
—No, gracias. Guardé la comida que quedó, así que debo disfrutar todos estos platos de este exquisito restaurante privado.