Era difícil respirar. El corazón de Adeline latía a mil por hora. Estaba aterrorizada. No de Elías, sino por Asher. Todos sabían cuán poderosa era Su Majestad. No era un Pura Sangre solo de nombre. Había cualidades que poseía que trascendían las capacidades humanas y de vampiro. Había un rumor de que podía enfrentarse a veinte hombres sin despeinarse.
Asher no tendría oportunidad. Saldría gravemente herido. O peor aún, decapitado.
—Es un malentendido, Elías —murmuró Adeline.
Adeline posó una mano sobre la de Asher e intentó quitársela. Los fríos ojos de Elías se desviaron hacia la acción.
El rojo de sus pupilas era peligroso. Era el tipo de rojo que presenciabas cuando la ira recorría las venas, antes de que jarrones se rompieran, mesas se voltearan y llamas ardientes quemaran un bosque entero convirtiéndolo en un páramo.