—Tienes suerte de que sea tan maldito paciente —dijo Elías, sin inmutarse. Agarró su mano y le dio la vuelta a la palma, preocupado de que estuviera herida. Al ver que estaba bien, y el arrepentimiento en su rostro, contuvo un suspiro.
Elías se ocuparía de Asher más tarde, de maneras en las que Adeline nunca debía estar presente. Pronto, la familia Marden dejará de existir. Suprimió una gran sonrisa malévola. Estos tontos no sabrán lo que les golpeó.
—Lo siento —murmuró Adeline.
Adeline retiró su mano, y él la dejó hacerlo. Sintió una mirada ardiente sobre su cráneo. Giró la cabeza, pero su mano se deslizó entre su cabello y mantuvo todo en su lugar.
—El baile está llegando a su fin. Vamos a llevarla de vuelta a mi piso —dijo Elías. La obligó a mirarlo, sus ojos destellaban una advertencia.
—¿No tengo que despedir a los invitados? —Adeline declaró. Estaba desconcertada por su posesividad inesperada. ¿No era todo esto solo una actuación?