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Chapter 10 - Desafío a la Santa

El día para Luxuria había llegado a su fin, aunque aún quedaban muchos heridos por atender, ella ya había cumplido con salvarles la vida a los más graves. El cansancio se reflejaba en sus ojos, pero su determinación por ayudar no disminuía. A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, las sombras de la fatiga y el esfuerzo se hacían más evidentes en cada paso que daba.

La reunión a la que asistió comenzó, pero no hicieron más que hablar sobre el problema que había ocurrido con el Comandante Porcum, lo cual aburrió a Luxuria y la llevó a abandonar la carpa para ir a descansar. La discusión política y los problemas militares le parecían ajenos en ese momento, su mente anhelaba el merecido reposo después de una jornada agotadora.

—Hermana... ¿Ya vas a descansar? —preguntó con voz suave una de las sacerdotisas que acababan de terminar su trabajo, mostrando preocupación por el evidente cansancio de Luxuria.

—Sí, hermana —respondió Luxuria con voz cansada pero amable—. He empleado mucha magia durante el día y apenas he tenido tiempo para descansar como se debe, así que iré a dormir tan pronto como pueda.

La sacerdotisa asintió comprensivamente, consciente de la ardua labor que Luxuria había realizado durante el día. Sin embargo, antes de que pudiera retirarse por completo, la curiosidad se apoderó de ella.

—Ah... Tengo entendido que tu carpa está en la zona de los caballeros —dijo la sacerdotisa con un brillo de curiosidad en sus ojos—. ¿Te molestaría si te pido que me dejes ver el interior de una de esas carpas? Quisiera aprender un poco sobre ella para mejorar el campamento del grupo.

Luxuria, aunque no percibió ningún inconveniente, sentía el peso del cansancio arrastrándola, por lo que decidió que sería mejor mostrarle rápidamente el interior de su tienda antes de sumergirse en el sueño reparador que tanto ansiaba.

—Está bien...

Con esa respuesta, iniciaron su camino hacia la carpa que servía de refugio para Luxuria, una estructura de tamaño mediano con un tono café que se destacaba entre las demás en el campamento.

Mientras avanzaban por el camino iluminado por las débiles luces de las antorchas, Luxuria aprovechó para entablar una conversación con su acompañante.

—Dime, hermana, ¿cuánto tiempo llevas dedicándote a este tipo de trabajos? —preguntó con genuino interés, deseando conocer más sobre la experiencia de la sacerdotisa.

La sacerdotisa, con la mirada puesta en el horizonte, recordó los años de servicio con un dejo de satisfacción en su voz.

—Cuatro años. No me considero una novata, pero tampoco una veterana —respondió con orgullo—. Sin embargo, he escuchado que la Hermana Alten lleva ya cinco años. Corren rumores de que este podría ser su último trabajo antes de ser promovida a Superiora.

Luxuria asintió con respeto ante la mención de la Hermana Alten y reflexionó sobre el significado de ascender al rango de Superiora en la jerarquía de las sacerdotisas. Recordaba la información sobre las responsabilidades y el prestigio que acompañaban a ese título. Las Superioras, al estar por encima de las sacerdotisas comunes, desempeñaban un papel crucial en la organización y dirección de un pequeño grupo dentro de una "Comunidad" que a su vez forma parte de una "Orden", ofreciendo orientación, liderazgo y apoyo tanto a las novicias como a las profesas temporales. Era un puesto de honor y responsabilidad, reservado para aquellas que habían demostrado su dedicación y habilidades a lo largo del tiempo, pero solo era un escalón más en la jerarquía de la Orden.

«Con que estoy en un rango bajo dentro de la Orden, ¿eh?» reflexionó Luxuria, con la mirada perdida en el horizonte mientras avanzaba entre las tiendas del campamento. Aunque la idea de su posición dentro de la jerarquía de la Orden le resultaba intrigante, en ese momento sus pensamientos se vieron interrumpidos por un repentino cambio en el cielo.

De repente, se dibujaron en el firmamento enormes círculos dorados uno sobre otro, mientras el sonido estridente de las campanas de la fortaleza resonaba a lo lejos, anunciando un peligro inminente.

—¡Ataque! —el grito de un soldado rompió el silencio, desatando el pánico entre las tropas, que comenzaron a correr en busca de refugio.

—¡La Santa está atacando!

—¡Es el rayo de la Santa!

El caos se apoderó del campamento, y Luxuria sintió cómo la tensión se apoderaba de su ser. Había escuchado sobre el poder destructivo del rayo de la Santa, narraciones que ahora cobraban vida ante sus ojos. Sin embargo, antes de que la desesperación se adueñara por completo de su mente, la sacerdotisa a su lado tomó la iniciativa.

—¡Rápido, hermana, el escudo contra la magia! —exclamó la sacerdotisa, sus gestos adquiriendo una urgencia palpable mientras juntaba las manos y cruzaba los dedos—. Si nosotras dos nos unimos, podremos mantener a salvo a muchos. Oh, Chaos, protege nos ab malitia inimicorum nostrorum, ut clypeus ...

Ante sus palabras, un aura de determinación y fe envolvió el lugar, mientras el cielo parecía responder a la invocación de la sacerdotisa. A un metro sobre sus cabezas, un círculo luminoso se materializó rápidamente, extendiéndose con un radio de tres metros. Soldados cansados y asustados acudieron en masa hacia la protección que ofrecía el escudo, confiando en que las palabras y la magia de las sacerdotisas los mantendrían a salvo de la tormenta que se avecinaba.

Luxuria no perdió ni un instante. Con pleno conocimiento de sus habilidad magica y de lo que debía hacer, se colocó junto a la sacerdotisa y comenzó con la Oración.

—Oh, Chaos, protege nos ab malitia inimicorum nostrorum, ut clypeus tuae protectionis super nos manifestetur —oró con determinación a su lado —Scutum.

El círculo sobre sus cabezas se expandió, volviéndose más grande y luminoso. Luxuria permaneció agachada, los ojos cerrados, las manos juntas y los dedos entrelazados en señal de plegaria, mientras escuchaba la voz de la sacerdotisa a su lado.

—Bien hecho, hermana —la felicitó aquella sacerdotisa —Aún me sorprende tu poder. Has ampliado el escudo como si fuéramos cuatro; con este tamaño, podremos proteger a más gente del ataque de la Santa de Harim.

Efectivamente, el poder de Luxuria era algo digno de asombro, a pesar de haber estado solo unos pocos días en aquel mundo. Pocas sacerdotisas poseían tal capacidad, pero a diferencia de ellas, Luxuria sería considerada una prodigio. Su habilidad mágica era absurda, y además, poseía habilidades raras capaces de desafiar a la Santa del Reino Unido. Si continuaba fortaleciéndose, pronto podría liderar sola a un ejército.

El gran círculo, con un radio de ocho metros, se había llenado de caballeros y soldados; incluso estaban presentes los dos comandantes: Porcum y Dros. La tensión en el aire era palpable mientras los soldados se agrupaban dentro del resguardo del círculo, buscando protección contra la inminente amenaza que se cernía sobre ellos. Aquellos que no lograron encontrar espacio dentro del círculo continuaron corriendo en busca de refugio, algunos hacia las carpas de las sacerdotisas y otros hacia el campamento médico, mientras el nerviosismo crecía con cada paso.

En el cielo, los círculos mágicos creados por la Santa del Reino Unido ya estaban completos, y una gran esfera de luz se formó debajo, emanando una energía ominosa que anunciaba la llegada de la destrucción.

—¡Preparados, va a empezar! —gritó Dros con temor, su voz temblorosa reflejaba la ansiedad que embargaba a todos los presentes.

Un rayo de luz continua, fulgurante y despiadado, surgió desde la esfera de luz en el cielo y tocó el suelo con un estruendo ensordecedor. La devastación se desató instantáneamente, la tierra se consumía y los cuerpos se desintegraban ante el poderío implacable de la magia destructiva.

Hombres montados a caballo empezaron a huir del rayo en dirección opuesta, luchando contra el pánico que amenazaba con paralizarlos, mientras se afanaban por ayudar a aquellos que iban a pie, en una desesperada carrera por la supervivencia.

—¡Está cerca! —gritó Porcum, su voz resonando sobre el estruendo de la destrucción —¡Cierren los ojos y mantengan la cabeza baja!

Todos obedecieron en silencio, cerrando los ojos y agachando la mirada, resignados a enfrentar el inminente cataclismo. La expansión de esa luz los envolvió, un manto mortífero que ahogaba todo a su paso; los gritos de agonía de aquellos que no habían logrado encontrar refugio resonaron por todas partes hasta que cesaron, dejando un silencio sepulcral en su estela. Nadie se atrevió a moverse ni un ápice, la luz aún los mantenía prisioneros de su implacable poder.

—¡Cinco minutos más! —gritó Porcum, su voz un eco de determinación en medio del caos —¡No se muevan y no abran los ojos durante cinco minutos más!

En ese momento de desesperación, Luxuria recordó una de sus habilidades más poderosas, aquella llamada "Disipación en Masa". Sabía que al activarla, la magia de la Santa se desactivaría, al igual que cualquier otra magia en un radio de 10 km, ofreciendo un destello de esperanza en medio de la luz abrumadora que los rodeaba.

«Pero si la activo, eso significa que los heridos correrían el riesgo de morir; nadie podrá usar magia durante algún tiempo» reflexionó ella antes de tomar la decisión crucial.

—Hermana, ¿sabes si la habilidad de la Santa tiene algún tiempo de enfriamiento? —preguntó Luxuria, su voz cargada de preocupación y determinación.

—No —respondió la sacerdotisa de inmediato —Pero por lo que he escuchado, solo la usa cada dos o tres días o en situaciones críticas, como la que enfrentamos ahora.

Finalmente, Luxuria se vio ante la encrucijada de decidir el destino de todos. Si querían tener alguna oportunidad de salir victoriosos en esa guerra despiadada, ella tendría que hacer uso de esa habilidad tan poderosa.

—Disipación en Masa —pronunció con firmeza, dejando que las palabras resonaran en el aire cargadas de significado y determinación.

Un silencio tenso y expectante siguió a la invocación. De repente, como un soplo de viento que apaga una vela, toda la magia se desvaneció. Un estremecimiento recorrió a los presentes, mientras la realidad de la situación se asentaba en sus corazones.

—¡La Magia! No puedo usarla... —murmuró la sacerdotisa a su lado, su voz temblorosa reflejando el desconcierto y la sorpresa de todos los presentes —¿Cómo lo hiciste? Te escuché decir una palabra antes de que todo desapareciera.

Luxuria abandonó la posición de plegaria y se enfrentó al desconcierto que reinaba a su alrededor. Los susurros de incredulidad llenaban el aire cargado de tensión.

—Dejen esa posición, ya todo ha terminado —anunció Luxuria con calma, tratando de infundir un sentido de tranquilidad en medio del caos —Acabo de deshacer la magia de la Santa.

Nadie se atrevía a abrir los ojos, el miedo a lo desconocido y la incertidumbre los mantenía paralizados. Sin embargo, la autoridad en la voz de Luxuria era inquebrantable, y poco a poco, uno a uno, comenzaron a ceder a la urgencia de la realidad.

El primero en abrir los ojos fue Porcum, cuyo alivio se reflejó en su rostro al darse cuenta de que su visión seguía intacta. Observó el entorno con cautela, absorbiendo el impacto de la revelación.

—¡Abran los ojos! —exclamó Porcum con un tono de alivio evidente en su voz —La magia de la Santa se ha desvanecido.

En ese momento, en la mente de Luxuria, emergieron dos cuentas regresivas, como los latidos de un reloj inexorable. Una indicaba el tiempo que tardaría la habilidad en recargarse para su próximo uso, mientras que la otra marcaba la duración del efecto de la habitación que había conjurado. "Durante seis horas, nadie podrá usar magia, y yo no podré activar esta habilidad durante dos días", pensó, desentrañando el significado de las cifras que se desplegaban en su mente.

Entonces, Porcum y Dros se aproximaron a Luxuria con ansias de respuestas. Ella les explicó la situación con una claridad precisa, detallando sus acciones y las implicaciones que estas conllevaban. La revelación fue recibida con sonrisas de oreja a oreja por parte de ambos, cuyos rostros reflejaban una mezcla de asombro y júbilo.

—¡Esto supera todas nuestras expectativas! —exclamó Dros, con los ojos brillantes de anticipación.

—Es ahora o nunca —agregó Porcum, su voz resonando con una determinación inquebrantable —Están ahora indefensos, desprovistos del escudo de la magia y de la influencia de la Santa.

Los soldados, contagiados por la emoción del momento, estallaron en gritos de júbilo y euforia. La promesa de la victoria se materializaba ante ellos, casi tangible en el aire cargado de energía.

Luxuria observó con satisfacción la reacción de sus compañeros, consciente del poderoso giro que habían dado los acontecimientos. La Santa, privada de su magia durante seis horas, quedaba relegada a una posición de impotencia. Sus habilidades, que una vez habían inspirado temor, ahora se desvanecían en la insignificancia ante el asedio implacable del ejército reunido.

Porcum y Dros, envueltos en una ola de entusiasmo, celebraban con fervor el momento.

—¡Hermanos! —gritó Porcum, su voz resonando como un trueno en el silencio del campamento —¡Es hora, hermanos! Hoy, el Reino Unido y su Santa caerán ante nuestra furia.

Los gritos de guerra y furia resonaron, reverberando más allá de los límites del campamento. Desde el horizonte, donde se ocultaba el vasto Ejército de Porcum, se alzaba un rugido ensordecedor. Cuarenta mil Orcos Jabalíes, ocultos entre las sombras, avanzaban en perfecta sincronía con los mil soldados del ejército de Huldrön. Juntos, formaban una fuerza imparable, un ejército reunido que desafiaba los límites del imaginario y que estaba destinado a dejar una marca indeleble en la historia de aquel mundo.