En una de las innumerables realidades que pueblan el vasto universo, el ser supremo Chaos, conocido como el Dios del Caos y la Guerra, contempla con meticulosidad los acontecimientos que se despliegan en el tejido mismo del cosmos. Desde su trono, una estructura imponente forjada con la esencia misma del caos, observa con ojos que traspasan las dimensiones cómo los otros seres supremos, la mayoría asociados con la paz y el bien, convocan o reencarnan a seres de distintas realidades para asistirles en su cruzada y ejecutar su voluntad, otorgándoles una porción de sus propios poderes.
A su alrededor, el trono de Chaos resplandece con una luz inestable, una danza perpetua de colores y sombras que reflejan la naturaleza volátil y caprichosa de su poder. En su mano derecha sostiene un cetro tallado con runas arcanas, y en la izquierda, una esfera de energía pura que palpita al ritmo de su voluntad.
—¿Qué planean ahora estos malditos? —murmuró Chaos, su voz reverberando en la inmensidad de su sala. Sus ojos, dos pozos sin fondo de oscuridad, se enfocaron en los seres supremos. Cada uno brillaba con una luz propia, resplandeciente y cálida, en contraste con la sombría magnificencia de Chaos.
Observó cómo los otros seres supremos convocaban o reencarnaban a seres de distintas realidades para asistirles en su cruzada, otorgándoles una porción de sus propios poderes. Cada uno de esos seres reencarnados, vistos como héroes por sus respectivas especies, alteraba el equilibrio de la realidad, un equilibrio que Chaos había cultivado cuidadosamente a lo largo de eones.
—¡Miserables hipócritas! —exclamó Chaos, su voz atronadora llenando el vasto salón. —Creen que con sus acciones traerán paz y orden, pero no comprenden el caos que están desatando.
A su lado, un ser etéreo, su consejero más cercano, apareció en una nube de humo negro. —Mi señor, ¿qué acciones tomaremos? Estos héroes están desequilibrando nuestras fuerzas. Los seguidores del caos están siendo superados.
Chaos se levantó de su trono, su imponente figura proyectando una sombra larga y oscura. Si ellos pueden reencarnar y fortalecer a sus seguidores, nosotros también lo haremos. Pero nuestro método será diferente.
El consejero asintió, entendiendo el peso de esas palabras. ¿Reencarnación y crecimiento acelerado, mi señor?
Chaos miró al consejero con una sonrisa torcida. —Exactamente. No tenemos el lujo del tiempo. Debemos encontrar al individuo adecuado y hacerlo más poderoso rápidamente. Un campeón que se convierta en nuestra arma definitiva.
La búsqueda comenzó. Chaos envió a sus emisarios a través de los torbellinos de posibilidades que la multirealidad ofrecía. Entre incontables destinos y existencias, identificaron a un ser marginado y desafortunado, cuya presencia languidecía en los márgenes más sombríos de la sociedad en otra realidad.
—Este es el indicado —declaró Chaos, observando al elegido a través de un portal oscuro. El individuo, un joven llamado Eryk, vivía en un mundo dominado por la miseria y la desesperanza. Huérfano y sin hogar, su vida estaba marcada por la angustia y el sufrimiento.
Chaos contempló a Eryk con un dejo de melancolía, una emoción extraña y casi olvidada para un ser de su naturaleza. —Este joven conoce el dolor y la desesperación. Será el vehículo perfecto para nuestro poder.
—Pero, mi señor —interrumpió el consejero, —hay un inconveniente. El individuo seleccionado debe perecer para que su transmigración se consuma.
Chaos asintió lentamente, su mirada fija en el joven. —La muerte no es más que un trámite, un paso necesario en nuestro implacable designio... Pero también es un recordatorio sombrío de la fragilidad y la transitoriedad de la existencia en el vasto universo que dominamos.
Mientras tanto, en la oscura y fría noche de su realidad, Eryk se sentó junto a una fogata en los límites de una ciudad en ruinas. Sus ojos, hundidos y cansados, reflejaban el fuego parpadeante. Su vida había sido una serie interminable de penurias, y cada día era una lucha por la supervivencia.
—¿Por qué sigo aquí? —se preguntó en voz alta, su voz apenas era un susurro en la noche. —No hay esperanza para mí en este mundo.
En ese momento, un portal oscuro se abrió frente a él, y una figura encapuchada emergió de la negrura. —Eryk —dijo la figura con una voz profunda y resonante —tu destino está a punto de cambiar.
Eryk se levantó de un salto, su cuerpo tensándose en respuesta a la aparición inesperada. —¿Quién eres tú? —preguntó, el miedo y la desconfianza claros en su voz.
—Soy un emisario del Dios del Caos —respondió la figura, retirándose la capucha para revelar un rostro que parecía tallado en la misma oscuridad. —He venido a ofrecerte una oportunidad única.
Eryk frunció el ceño, tratando de discernir si aquello era un sueño o una trampa. —¿Qué tipo de oportunidad?
—La oportunidad de reencarnar en una forma más poderosa, de dejar atrás tu miseria y convertirte en algo más grande —explicó el emisario. —Pero hay un precio. Debes morir para que tu transmigración se consuma.
El joven sintió un escalofrío recorrer su espalda. La idea de morir le aterraba, pero la promesa de una vida mejor era tentadora. —¿Y qué garantía tengo de que esto no es una mentira?
—Te doy mi palabra —dijo el emisario, extendiendo una mano. —Y la palabra de Chaos es inviolable. Piensa en ello, Eryk. Una nueva vida, un nuevo propósito.
Eryk miró la mano extendida y luego al rostro del emisario. Podía ver la sinceridad en sus ojos oscuros, una verdad profunda que le resultaba innegable. —Está bien —dijo finalmente, tomando la mano del emisario. —Acepto.
El emisario sonrió, una sonrisa que era tanto de triunfo como de compasión. —Prepárate entonces. Tu viaje comienza ahora.
Eryk sintió una intensa ola de dolor atravesar su cuerpo, y todo se volvió negro. Cuando abrió los ojos de nuevo, se encontró en un lugar completamente diferente, una vasta llanura bajo un cielo rojo sangre. Frente a él estaba Chaos, el Dios del Caos, en toda su majestuosa y temible gloria.
—Bienvenido, Eryk —dijo Chaos, su voz resonando como un trueno. —Ahora eres mi campeón. Tu antigua vida ha terminado, y una nueva era comienza.
Eryk se arrodilló instintivamente, abrumado por la presencia de Chaos. —¿Qué debo hacer, mi señor?
—Levántate —ordenó Chaos, y Eryk obedeció. —Serás dotado de poderes que jamás has imaginado. Con ellos, cumplirás mi voluntad y traerás equilibrio a esta realidad desestabilizada.
Chaos levantó su cetro, y una ráfaga de energía oscura envolvió a Eryk. Sentía el poder fluir a través de él, transformando cada fibra de su ser. Su cuerpo se fortaleció, su mente se agudizó, y una nueva determinación llenó su corazón.
—Ahora —continuó Chaos, —ve y demuestra que incluso en el caos más absoluto, puede surgir el orden. Serás mi mano ejecutora, mi voz entre las sombras. La guerra que se avecina será feroz, y necesitarás cada fragmento de poder que te he otorgado.
Eryk asintió, sintiendo el peso de su nueva responsabilidad. —No te fallaré, mi señor.
—Lo sé —dijo Chaos, una nota de satisfacción en su voz. —Ahora, ve. El destino del universo pende de un hilo, y tú eres el hilo que sostendrá nuestro futuro.
Con un último vistazo al imponente dios, Eryk se giró y comenzó su nueva misión. La incertidumbre y el miedo que una vez dominaron su vida habían sido reemplazados por una clara visión de su propósito. Mientras avanzaba hacia su destino, supo que su vida nunca volvería a ser la misma.
La intervención del Dios del Caos marcó el comienzo de una era donde el equilibrio, el poder y la voluntad serían puestos a prueba como nunca antes. El universo observaba, expectante, mientras Eryk, el nuevo campeón del caos, se preparaba para enfrentarse a un destino que estaba más allá de su imaginación.