Los números, letras de figura mínimo en tamaño, son invisibles a poca distancia de Harlan, es como si bien su vista era un regalo extremamente necesario desde era débil de dicho sentudo, caminar por las calles casi le era imposible sin la ayuda de sus hermanos.«¿Estoy ciego ya?, eso significa que ya no podre hacer lo que yo quiero, estoy perdido».
Harlan recostado, no podía saber si era de noche o el medio día; cada semana su vista empeoraba.
—¿Es cierto hay un movimiento enorme de gente en la ciudad?, ¿Qué rayos puede ser todo ese alboroto?
—Eso es lo extraño, no hay forma de saberlo —repuso Harlan
—Muchos gritan guerra, ¿no escuchaste las noticias del Norte?, Risenbal ya no existe al igual que su gente —continuo Jonas.
—Bien hay muchos soldados ahí afuera, los vi esta mañana circulando por las calles haciendo rondas, lo peor que puede pasar seria lo que piensas —suspiro con calma—, un asedio ¿no te causa miedo?
—Es probable, pero como manejo la espada, me unirte a la guardia al frente, si eso ocurre seré un miembro que proteja la ciudad.
Harlan se quedo en silencio.
* * *
—¡Hey por se quedan allí!, hay gente en la posada que los están esperando —les llamo Elis cuando entro a la habitación—. ¿Piensas unirte a la guardia de la ciudad?
—Si
—¿Que el único loco no soy yo? eso es malo.
—Bueno no puedo obligarte a unirte conmigo, es que tenemos intereses distintos, no espero a que me sigas.
Harlan le miraba esperando a que hiciese algo.
—Es cierto no tenemos los mismos intereses— Harlan respondió, pero no comprendía esa respuesta era como si no dijera lo que piensa solo farfullo lo primero en que le salió de la boca.
Las puertas de la posada se encontraban repletas de gente esperando a que las atendieran.
Elis, Robyn limpiaban el piso de la entrada principal, Mis Harder alistaba la cocina junto con sus cuatro ayudantes, tres mujeres y un hombre, todos ellos de las tierras bajas de oriente.
* * *
En su cuarto Harlan disponía a vestirse, miro por la ventana en dirección a la esquina de la calle, un grupo especial de extraños vestidos con túnicas y capas pasaban por las calles en la que veia, por la charla que aparentaban parecía que habían bebido mucho y caminaban hacia la otra esquina con cierto tambaleo. Harlan pudo notar que entre ellos estaba la mujer del otro día con quien hablo cerca del rio. «¿Acaso me vigilan?», el chico se pregunto pero no era lo contrario parece que se fueron y bebieron mucho.
Harlan salió a la calle pero se tomaba de las paredes para guiarse, diciéndose «yo puedo caminar sin problemas, estoy bien no pasa nada». Bajaba con lentitud, veía el piso constantemente, al llegar a la mitad del camino sintió un vacio en su ser; el cuerpo le jugaba, se desconectaba como si su propio cuerpo no le perteneciera, paralizado inmóvil, «No puedo moverme, todo se nubla», sintió miedo preguntándose qué le pasaba, todo se convertía en oscuridad de pronto. En el eco del silencio que su mente le jugaba, se oyó una voz profunda que veía desde su cabeza que le hablaba mientras se encontraba paralizado en penumbras.
—¿Quieres morir?
—No
—Quiero ayudarte para que sobrevivas.
En ese momento Harlan se desplomo en la calle convulsionando, con las manos sin control sujetándose del suelo.