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Chapter 15 - ova 12: No hubo nada

En esta nueva línea de tiempo, Gaby y Joel nunca llegaron a cruzar caminos ni a desarrollar la relación que en otras versiones de la historia hubieran tenido. En lugar de eso, Joel, un joven con una personalidad encantadora y un gran sentido del humor, conoció a Nathaly, una chica que lo cautivó desde el primer momento. Nathaly, con una belleza deslumbrante y una actitud extrovertida, rápidamente se convirtió en su pareja. Su atracción mutua fue instantánea, y Nathaly, con su gracia y confianza, parecía ser la pareja perfecta para Joel.

Gaby, por su parte, continúa su vida sin la influencia de Joel. Aunque, en otras circunstancias, habría sido ella quien habría cautivado a Joel, en esta realidad no se da esa conexión. Gaby sigue siendo una joven independiente, decidida a forjar su propio camino y a seguir adelante con sus propios proyectos, sin preocuparse por lo que no ocurrió entre ella y Joel.

El hecho de que Joel haya encontrado a Nathaly en lugar de a Gaby cambia radicalmente la dinámica entre los personajes cercanos a ambos. Los amigos de Joel, al ver su relación con Nathaly, consideran que su pareja es incluso más atractiva que Gaby, lo que genera algunas comparaciones en su círculo social. Gaby, al enterarse de la relación de Joel con Nathaly, no muestra celos ni interés por la situación. Se mantiene distante y enfoca su energía en sus propias ambiciones y relaciones, sin dejar que la elección de Joel afecte su vida.

Joel, por su parte, está completamente enamorado de Nathaly. Juntos comparten intereses y pasatiempos similares, y su relación parece avanzar con rapidez. Nathaly, a pesar de su apariencia impresionante, es también muy inteligente y tiene una personalidad tan fuerte como la de Joel. Aunque a veces se pregunta cómo hubiera sido su vida si hubiera conocido a Gaby, su amor por Nathaly le asegura que hizo la elección correcta. Sin embargo, las conexiones que ambos compartían en versiones anteriores de la historia siguen estando presentes en el aire, lo que puede generar futuras interacciones entre ellos si se encuentran.

Dos años habían pasado desde que Joel y Nathaly comenzaron su historia juntos, y la vida parecía haber encontrado su ritmo. La calma se había instalado en sus corazones, como un suave suspiro tras la tormenta de los primeros días de pasión. Joel, siempre inquieto y en movimiento, había aprendido a encontrar paz en la rutina diaria. Estaba parado frente a un escaparate, contemplando un par de artículos para su próximo proyecto personal, mientras las luces del atardecer danzaban suavemente sobre las calles. La ciudad seguía su curso, ajena a la pequeña historia que se estaba escribiendo en su interior.

Nathaly, por su parte, esperaba en casa. No había nada fuera de lo común en su comportamiento, pero hoy algo se sentía diferente. Con una sonrisa tranquila y una mirada que reflejaba algo más profundo que la serenidad habitual, se encontraba sola en la sala, sosteniendo en sus manos algo que había estado esperando con ansias durante meses: un pequeño anillo de bodas, brillante, elegante, sencillo pero significativo. Sus dedos lo acariciaban con ternura, como si ese simple gesto pudiera hacer que el tiempo pasara más rápido, ansiosa por el momento en que Joel volviera a casa.

El amor entre ellos era indiscutible. Habían compartido risas, viajes, noches interminables de conversaciones profundas y complicadas. Nathaly siempre había admirado a Joel por su naturaleza divertida, su manera de hacer que cada momento fuera único. Pero había algo más, algo que le decía que este era el momento, el paso que había estado esperando.

Joel había sido claro en su amor por ella, pero nunca le había hablado de compromisos serios. Nathaly sabía que él, a su manera, estaba buscando estabilidad. Ella también la deseaba. Sabía que su relación había llegado al punto en el que ambos podían dar ese paso. Y así, el anillo que sostenía entre sus dedos era más que un símbolo material. Era la promesa de un futuro, de una vida compartida, de construir juntos algo sólido, algo real.

El sonido del timbre en la puerta la sacó de sus pensamientos. Nathaly sonrió, sabiendo que Joel pronto llegaría, sin saber que hoy sería el día en que sus vidas tomarían un giro inesperado.

Mientras tanto, Joel pagaba sus compras, su mente dispersa pero tranquila. No pensaba en el futuro en esos momentos. Su vida con Nathaly le ofrecía seguridad, y por fin sentía que tenía todo bajo control. Sin embargo, al cruzar el umbral de la puerta y ver la sonrisa de Nathaly, algo en su interior comenzó a latir más rápido. Algo estaba en el aire, algo que ni él ni ella habían anticipado.

"Hola, amor," dijo él con una sonrisa relajada, dejando las bolsas sobre la mesa mientras se acercaba a ella.

Nathaly no contestó de inmediato. En su lugar, levantó la mano lentamente, mostrando el anillo con una expresión de nerviosismo contenida. "Joel, creo que este es el momento," dijo suavemente, la calidez de su voz contrastando con la tensión en el ambiente.

Joel, confundido al principio, observó el anillo, luego a Nathaly, con una mezcla de sorpresa y una pequeña chispa de incertidumbre en sus ojos. Sabía lo que significaba, pero aún no entendía cómo había llegado hasta aquí, cómo este momento tan importante había llegado a su vida sin que lo hubiera planeado.

"¿Estás... pidiendo...?" Joel comenzó a preguntar, su voz titubeante, mientras Nathaly lo miraba fijamente, su rostro tranquilo pero esperando su respuesta.

Ella asintió, tomando aire. "Sí, Joel. Quiero pasar mi vida contigo. Quiero que esto sea para siempre. Lo deseo con todo mi ser."

El silencio se extendió entre ellos por un largo momento. Joel miró el anillo y luego a Nathaly. Era un momento trascendental, uno que no podía tomar a la ligera. Había vivido con ella los últimos dos años, pero este paso era diferente. Era definitivo. La pregunta de si estaba listo para ese tipo de compromiso rondaba en su mente.

Finalmente, respiró hondo. Miró a Nathaly, la mujer que había compartido sus días, sus sueños y su risa. Y por un momento, algo dentro de él se sintió seguro, confiado, porque sabía que aunque no todo fuera perfecto, estaban listos para enfrentar juntos lo que viniera.

"Sí," dijo Joel, finalmente, con una sonrisa llena de sinceridad. "Sí, quiero."

El anillo brilló en sus manos mientras Nathaly lo ponía en su dedo, y en ese simple acto, los dos supieron que su futuro comenzaba de verdad, marcado por la promesa de lo que vendría.

Después de meses de planificación, Joel estaba listo para dar el siguiente paso en su vida. La propuesta a Nathaly había sido el primer capítulo de una nueva etapa, pero ahora era el turno de compartir esa alegría con las personas más cercanas a él. Había organizado una fiesta, una celebración para marcar su compromiso y la tranquilidad que había alcanzado con su vida. Decidió invitar a todos los amigos que había conocido a lo largo de los años, muchos de ellos sus compañeros de la Academia Historia, aunque sus vidas, tras tantas batallas y aventuras, habían tomado rumbos diferentes. Sin embargo, la historia de la academia era un lazo que aún los unía, un vínculo que perduraba a pesar del tiempo y la distancia.

Entre los invitados, se encontraba Gaby. Aunque sus caminos nunca se cruzaron como pareja, Joel sentía que ella, al igual que los demás, representaba una parte importante de su pasado. Habían compartido momentos significativos, luchado en batallas que les dejaron cicatrices, y, aunque nunca llegaron a ser más que conocidos, esa conexión no podía negarse. La presencia de Gaby en la fiesta era un recordatorio de cómo, a pesar de no haberse formado una relación más profunda, todos ellos compartían un capítulo en sus vidas, algo que se podría considerar una especie de amistad, o al menos una relación que trascendía los simples conocidos.

El día de la fiesta, la casa de Joel estaba llena de risas, música y una atmósfera relajada, como si todos estuvieran disfrutando de un descanso después de años de luchas y desafíos. Nathaly, radiante como siempre, estaba a su lado, agradecida por poder compartir ese momento con todos los que habían sido parte de la vida de Joel. La decoración era elegante pero simple, el tipo de ambiente que invitaba a la conversación y a la celebración.

Cuando Gaby llegó, fue recibida con una sonrisa por parte de Joel. Aunque el contacto entre ellos había sido limitado, el simple hecho de verla allí le recordó todo lo que había vivido en el pasado. Ella, por su parte, observó la fiesta con una ligera sonrisa, aunque su mirada reflejaba algo más profundo, como si estuviera evaluando cómo las cosas habían cambiado. Su relación con Joel nunca fue más allá de las misiones en la academia, pero al ver lo feliz que se veía, no pudo evitar sentir una satisfacción tranquila. Habían pasado por mucho, y en el fondo, sabía que todos esos momentos de lucha y sacrificio los unía de una forma que las palabras no podían expresar.

"Hola, Joel", dijo Gaby con una sonrisa tímida pero genuina al acercarse.

Joel, de pie cerca de un grupo de amigos, la saludó con calidez. "Gaby, qué bueno verte. Es genial que hayas venido."

"Claro, no quería perderme de esto", respondió ella, mirando alrededor de la casa. "Parece que todo está yendo bien para ti."

Nathaly, que se acercó para saludarla también, le ofreció una sonrisa amistosa. "Es un placer tenerte aquí, Gaby. Joel me ha hablado mucho sobre ti."

La conversación fluyó con facilidad, como si el tiempo no hubiera pasado. Aunque sus vidas habían seguido diferentes caminos, había algo reconfortante en ver a todos reunidos de nuevo, como si la amistad —o lo que fuese eso entre ellos— aún tuviera una base sólida, aunque nunca se hubiera definido de manera clara.

A medida que la noche avanzaba, la música continuaba, las conversaciones se mezclaban entre risas y anécdotas pasadas. Joel observó a su alrededor, viendo a sus amigos disfrutar, a Nathaly a su lado, y se sintió agradecido. Todo había cambiado, pero en ese instante, todo parecía perfecto.

Gaby, aunque algo distante al principio, se permitió disfrutar del momento. Observaba cómo la vida de Joel había dado un giro tan positivo, cómo había encontrado el equilibrio que quizás muchos de ellos, en sus días más oscuros, nunca imaginaron alcanzar. El ambiente era relajado, sin presiones, sin expectativas. Era solo una fiesta entre amigos, aunque con una carga emocional que solo aquellos que compartieron las mismas experiencias podían entender.

En ese espacio, todos ellos, aunque algunos más cercanos que otros, sabían que habían sido parte del mismo capítulo. La Academia Historia los había unido, y aunque nunca llegaron a ser más que compañeros de armas, había algo de esa camaradería que permanecía intacto. La amistad, aunque nunca etiquetada, se tejía entre las risas y las conversaciones, un recordatorio de que a veces no se necesitan grandes promesas ni vínculos fuertes para saber que, de alguna manera, todos compartieron algo significativo.

Así, la fiesta continuó, cada uno con sus pensamientos, pero todos unidos por esa historia común, que aunque no definía su relación, sin duda marcaba un antes y un después. Y aunque Gaby y Joel nunca fueron una pareja, en ese momento, todos sabían que, a su manera, eran algo más que simples conocidos. Eran viejos amigos, compañeros de batallas pasadas, y en el fondo, eso era suficiente para brindar, reír y disfrutar del presente.

La fiesta continuaba con alegría y risas a su alrededor, pero mientras Gaby se movía entre los grupos de amigos, riendo y disfrutando de las conversaciones, algo dentro de ella no terminaba de encajar. A pesar de la calidez de los abrazos, las sonrisas sinceras y el sonido familiar de las bromas, sentía un vacío. Como si, a pesar de estar rodeada de gente, algo faltara en su vida. Había vivido tantas experiencias, había compartido tantas batallas con sus compañeros, pero ahora, observando la felicidad de todos, especialmente de Joel y Nathaly, esa sensación de vacío se hacía más evidente.

Gaby se apartó un poco del bullicio, buscando un rincón tranquilo para respirar. Desde allí, sus ojos se posaron en Joel, que reía animadamente junto a Nathaly. Él siempre había sido alguien especial para ella, aunque nunca lo hubiera expresado. Habían compartido tantas aventuras, se habían cubierto las espaldas en momentos difíciles, y había un lazo que, aunque nunca llegó a ser más profundo, siempre estuvo allí, en segundo plano. Sin embargo, verlos ahora, tan felices, tan seguros de su futuro juntos, le hacía sentir una mezcla extraña de emociones.

De alguna manera, ella sabía que había algo más entre ellos, algo que nunca se había concretado pero que siempre estuvo presente, como una chispa entre dos personas que, sin saberlo, se entendían mejor que nadie. Gaby observaba a Joel, notando la forma en que se miraba con Nathaly, la manera en que su presencia llenaba el espacio. Él parecía completo con ella. Y eso, aunque la hacía sentir un alivio, también le recordaba que no era ella quien ocupaba ese lugar.

¿Por qué sigo pensando en esto? pensó Gaby, mientras se mordía el labio inferior y desviaba la mirada. Es demasiado tarde para mí...

Pero la verdad era que, a pesar de todo, sentía que Joel era su complemento. No de la manera en que lo era con Nathaly, claro, pero en ese otro sentido, ese más silencioso, más profundo. Quizás había sido solo un deseo de algo que nunca pudo ser, un sueño que se desvaneció antes de tener la oportunidad de volverse realidad. Había aprendido a aceptar que su vida tomaría un camino diferente, que su relación con Joel se quedaría en el pasado. Y, sin embargo, no podía evitar ese sentimiento de anhelo, de "¿y si...?".

Tomó aire profundamente y trató de deshacerse de esos pensamientos. Esto no tiene sentido, pensó mientras se levantaba y se unía de nuevo a la fiesta, tratando de encajar con la risa y las conversaciones animadas que la rodeaban. No era justo para ella ni para Joel aferrarse a algo que nunca ocurrió.

A lo lejos, Joel la observó por un momento. Había notado que Gaby parecía un poco distante, algo en su mirada lo había alertado. A lo largo de los años, había aprendido a leer a las personas, especialmente a aquellos que habían compartido sus luchas. Se acercó a ella con una sonrisa amigable, dispuesto a hacerla sentir mejor, como lo hacía siempre.

"¿Te encuentras bien, Gaby?" preguntó con tono suave, sin presionar, pero lo suficientemente atento para que supiera que estaba ahí para ella.

Gaby le sonrió, aunque sus ojos aún reflejaban una sombra de melancolía. "Sí, solo... pensaba en algunas cosas," respondió de manera vaga, sin querer profundizar en el asunto. No vale la pena, pensó para sí misma.

"Si necesitas hablar o distraerte, ya sabes que siempre puedes contar conmigo," dijo Joel, con esa sonrisa que siempre la había hecho sentir segura. "Es una fiesta, ¿verdad? A disfrutar."

Gaby asintió, agradecida por la sinceridad de su amigo, aunque algo en su interior sabía que ese tipo de conversación solo la llevaría a lugares que no quería explorar. "Gracias, Joel. En serio."

Joel la miró con una mirada cálida, comprendiendo de alguna manera que no era el momento adecuado para hablar más al respecto. "Nos conocemos desde hace tanto, Gaby. Sabes que no hay nada raro en lo que pasó, ni en lo que pueda pasar. Solo quiero que estés bien."

El resto de la noche pasó entre risas y buenos momentos, pero Gaby no podía evitar que, en su interior, algo permaneciera inquieto. Mientras veía a Joel y Nathaly abrazarse, disfrutando del presente que habían construido, Gaby comprendió que, tal vez, en su vida siempre habría un lugar para él, un espacio que sería solo suyo, aunque nunca llegara a ser más que lo que era. Un amigo. Un compañero.

Y aunque en su corazón resonaba la duda de lo que podría haber sido, también sabía que no podía hacer mucho más al respecto. El tiempo había pasado, las decisiones se habían tomado, y ahora solo quedaba seguir adelante. Y así lo hizo, escondiendo la melancolía bajo una sonrisa, mientras la fiesta continuaba.

Nathaly había crecido en un mundo donde el dinero era solo un medio para un fin, y no un fin en sí mismo. Sus padres, adinerados y con conexiones en el mundo de los negocios oscuros, siempre le ofrecieron todo lo que su corazón deseaba. Sin embargo, lo que más anhelaba desde niña no eran los lujos ni los viajes a lugares exóticos, sino algo mucho más intangible: el amor. El tipo de amor romántico que solo se encuentra en los cuentos, aquel que su madre siempre le contaba antes de dormir, sobre un príncipe azul que la salvaría de todo mal, alguien que la haría sentir única y especial.

Pero la vida no siempre se ajusta a los cuentos de hadas.

A medida que Nathaly crecía, se dio cuenta de que ese amor idealizado que tanto buscaba parecía estar fuera de su alcance. Las relaciones con los chicos de su clase siempre fueron superficiales, vacías. Mientras tanto, su familia continuaba en su propio mundo de poder, dinero y secretos. Fue entonces cuando, casi por casualidad, descubrió un mundo que nunca imaginó: el de los negocios oscuros. La seguridad que le ofrecía el dinero y el control la llevó a convertirse en algo más que una hija de ricos. Nathaly, con su encanto natural, su inteligencia y sus habilidades físicas, fue reclutada en una red de sicarios a sueldo, un trabajo que requería precisión, frialdad y, sobre todo, discreción. La joven que había soñado con un príncipe azul se transformó en una mujer capaz de eliminar a cualquiera con una simple orden.

A pesar de su vida oscura, Nathaly mantenía una fachada de perfección. Externa e internamente, seguía cumpliendo con el rol que la sociedad esperaba de ella: la hija perfecta, la mujer atractiva, la pareja ideal. Era en las sombras, en las misiones clandestinas, donde realmente mostraba su verdadero yo. En ese mundo, el amor era un lujo que no podía permitirse, pues el peligro de su profesión la mantenía alejada de cualquier tipo de apego emocional.

Cuando conoció a Joel, él parecía tan diferente. A sus ojos, él era el príncipe azul que había soñado de niña, aunque no sabía nada de su vida. Joel, con su bondad, su dedicación y sus valores, le parecía el tipo de hombre que podría salvarla de todo lo que había vivido, que podría darle la estabilidad emocional que tanto había buscado. En él vio la oportunidad de ser algo diferente, de escapar de su vida de sombras y convertirse en la mujer que siempre quiso ser, la que soñaba cuando era pequeña.

Lo curioso era que Joel no sabía nada de su vida oculta, ni de su carrera como sicaria. Para él, Nathaly era simplemente una mujer rica, educada y hermosa, y eso era todo lo que importaba. No veía más allá de lo superficial. Y quizás por eso, Nathaly lo amaba aún más. Porque a pesar de lo que era, él la veía como alguien normal, alguien digna de amor y respeto, sin juzgarla por lo que realmente hacía en la oscuridad.

Pero a medida que su relación avanzaba, Nathaly empezó a preguntarse si su amor por él era genuino, o si solo lo veía como una salida de su propio tormento. Las misiones seguían, los trabajos sucios, las llamadas en medio de la noche, las amenazas de aquellos para quienes trabajaba. Pero el vacío persistía. Al final del día, aunque se abrazaba a él, el miedo de que su verdadero yo fuera descubierto la perseguía.

Joel, por su parte, no tenía idea de lo que realmente estaba ocurriendo en la vida de Nathaly. Pensaba que ella era la mujer perfecta, aquella con la que quería pasar el resto de su vida. La veía como su refugio, su amor y su compañera. Lo que él no sabía era que, detrás de esa imagen perfecta, Nathaly escondía un lado oscuro, una parte de ella que nunca podría compartir, no por miedo, sino porque sabía que si la revelaba, podría perderlo todo.

Sin embargo, mientras ambos compartían una relación aparentemente ideal, algo en el aire estaba cambiando. La tensión comenzaba a crecer, no solo por el trabajo clandestino de Nathaly, sino por el constante recordatorio de su pasado y su propia lucha interna. Nathaly, sintiendo que la vida la había puesto frente a su príncipe azul pero en circunstancias muy diferentes a las que ella había soñado, se encontraba atrapada entre dos mundos irreconciliables.

Ahora, en medio de su felicidad con Joel, algo en su interior gritaba que, tal vez, estaba tomando un camino peligroso, uno donde el precio de su amor podría ser mucho más alto de lo que podría soportar. Sin embargo, aún se aferraba a la esperanza de que, tal vez, en algún momento, podría dejar atrás su vida oscura y ser la mujer que siempre había soñado ser.

La fiesta comenzaba a llegar a su fin, con la mayoría de los invitados comenzando a retirarse. Joel y Nathaly se despedían con sonrisas amables, agradeciendo la presencia de todos y el apoyo durante la celebración. Mientras el bullicio se desvanecía, Gaby sentía una pesada sensación en el pecho, una mezcla de melancolía y frustración.

Era una mujer hermosa, con una figura que atraía miradas y una personalidad vibrante que le ganaba amigos dondequiera que iba. Pero, a pesar de eso, había algo que no podía llenar su corazón. Tal vez eran las decisiones que había tomado en el pasado, tal vez los sentimientos que nunca había expresado, o quizás el simple hecho de que, aunque estaba rodeada de personas que la apreciaban, sentía un vacío profundo.

Gaby se acercó a Joel y Nathaly para despedirse. Sonrió de manera genuina, pero algo en su mirada delataba que no todo estaba bien. Con voz suave, les dijo adiós. Nathaly, siempre amable, la abrazó brevemente, y Joel, sin notar del todo la tristeza en los ojos de Gaby, le dio un apretón de manos firme y una sonrisa.

"Cuídate, Gaby," dijo Joel, como siempre, con esa amabilidad que la había acompañado durante todos esos años de amistad.

"Nos vemos pronto," añadió Nathaly, sin saber las tormentas internas que pasaban por la mente de Gaby.

Con un último vistazo a la pareja, Gaby dio media vuelta, apretando los labios para contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Su mente estaba llena de pensamientos contradictorios. Joel, el hombre que había sido su compañero de tantas batallas, que siempre la había considerado una amiga fiel, estaba construyendo su vida con otra persona. Nathaly, la mujer perfecta para él, tenía todo lo que ella nunca pudo ofrecerle. Gaby era consciente de eso. Era consciente de que nunca habría sido más que una amiga para él, que nunca lo había mirado de la misma manera.

La puerta de la casa se cerró tras ella, y al salir a la fría noche, Gaby se obligó a caminar con firmeza, pero la tristeza se reflejaba en su rostro. No quería que nadie la viera débil, no quería que nadie notara lo que sentía. Así que caminó por la acera, con pasos largos, pero vacíos. La distancia hacia la Academia Historia no parecía tan larga, pero su mente la estaba llevando a un lugar más lejano, uno donde las emociones estaban a punto de desbordarse.

Cada paso que daba la alejaba un poco más de la fiesta y de la visión de Joel y Nathaly juntos. Aunque trataba de concentrarse en el camino, las imágenes de la pareja abrazándose, compartiendo miradas cómplices, la invadían constantemente. En su interior, un torrente de emociones la envolvía.

¿Por qué no pude ser yo la que estuviera allí? pensaba, mientras una sensación de impotencia la invadía. Había sido su amiga, había estado a su lado, pero nunca más que eso. Siempre solo un amigo. Siempre solo una aliada. ¿Era ese mi destino?

Gaby apretó los dientes para contener las lágrimas que no quería dejar salir, pero era inútil. Unas gotas traicioneras comenzaron a caer lentamente por sus mejillas. A medida que caminaba más rápido, con el paso más pesado y tembloroso, el mundo alrededor de ella se desvanecía. Todo lo que podía escuchar era el latido de su propio corazón, tan fuerte en sus oídos que casi podía oírlo por encima de todo lo demás.

Llegó a la Academia Historia, y, al entrar, el aire frío del lugar la abrazó. Pero ni el frío ni las paredes de la academia podían detener lo que sentía. Gaby se dirigió rápidamente a su habitación, sin detenerse, sin mirar atrás, como si cada paso la alejara de lo que acababa de dejar atrás.

En la soledad de su habitación, cerró la puerta tras de sí y se apoyó contra la pared, dejando que las lágrimas finalmente cayeran con libertad. Quizás había sido una tonta al pensar que algo podría haber sido diferente, que alguien como Joel podría verla de la misma manera que ella lo había visto a él.

Pero al final, todo se resumía en lo mismo: ella siempre sería solo una amiga para él. Y con esa aceptación, Gaby se permitió llorar, sola en su habitación, dejando que el dolor se desbordara por primera vez en mucho tiempo.

Rigor, el director de la Academia Historia, observó con preocupación cómo Gaby se retiraba de la fiesta, su rostro pálido y su andar acelerado. Algo no estaba bien. Como el líder experimentado que era, sabía cuando sus estudiantes o aliados necesitaban algo más que simple apoyo académico. Había notado la tristeza en los ojos de Gaby, algo en su comportamiento había cambiado, y la preocupación creció en su pecho.

No era común que Rigor interfiriera en asuntos personales, pero Gaby no era una estudiante cualquiera para él. La conocía desde hacía tiempo, y siempre había sido una joven fuerte, capaz de enfrentarse a lo que se le pusiera en el camino. Pero esa noche, al verla salir tan abatida, algo le decía que necesitaba hablar.

Cuando llegó al pasillo de los dormitorios, se acercó a la puerta de Gaby y, tras un breve momento de reflexión, decidió golpearla. Su mano, firme pero suave, tocó la madera de la puerta, el sonido resonando en el silencio de la academia. No le importaba si ella no quería hablar; tenía que asegurarse de que estuviera bien. Él, que tenía más años de los que cualquier ser humano podría comprender, no veía a Gaby como una simple estudiante. Había algo en ella que lo conectaba con su propia humanidad, una humanidad que a veces sentía tan distante de su existencia inmortal.

"¿Gaby?" Su voz, grave y calmada, atravesó la puerta. "Sé que es tarde, pero... ¿puedo entrar?"

Hubo un momento de silencio, y Rigor esperó pacientemente, sabiendo que tal vez ella no estaba lista para hablar, pero confiando en que, con el tiempo, lo haría. Después de unos segundos, la puerta se abrió lentamente. Gaby estaba allí, con los ojos rojos y el rostro desencajado por las lágrimas que había estado conteniendo. Pero aún mantenía una postura erguida, como si intentara esconder su vulnerabilidad, un acto que Rigor había visto en muchas personas a lo largo de los años.

"Director..." murmuró Gaby, tratando de sonreír, pero la tristeza era evidente en su voz.

Rigor la miró fijamente, sin decir nada por un momento. Conociendo el dolor que a veces venía con la soledad y la carga emocional, no necesitaba palabras vacías para consolarla. Lo que necesitaba era ser un oído atento, alguien que pudiera ayudarla a procesar lo que sentía.

"Te vi salir de la fiesta," dijo Rigor finalmente, con su voz suave pero llena de comprensión. "Y me di cuenta de que algo no está bien. Gaby, ¿quieres hablar sobre lo que te está pasando?"

Gaby, aunque intentó mantenerse firme, no pudo evitar que sus emociones se desbordaran nuevamente. Sintió que, tal vez, por primera vez en mucho tiempo, podía dejar de esconder su dolor. Sabía que Rigor no era solo el director de la academia, sino también alguien que había vivido mucho más que ella. Él había visto el sufrimiento y la lucha de los demás y, tal vez, podría entender lo que estaba sintiendo.

Con un suspiro profundo, Gaby dejó caer sus defensas. "Es... Joel," dijo, su voz quebrada. "Lo vi con Nathaly, y... me di cuenta de que nunca fui más que su amiga. Siempre fui solo eso para él. Y ahora, viéndolos juntos, me di cuenta de que... me hace sentir vacía. Como si hubiera estado esperando algo que nunca iba a llegar."

Rigor la observó en silencio, dejando que las palabras de Gaby flotaran en el aire. Sabía que ella no solo estaba hablando de Joel, sino de algo más profundo. Una parte de ella que nunca había permitido salir, una parte de su corazón que había estado atrapada por demasiado tiempo.

"Lo que sientes... es natural," dijo Rigor finalmente, su tono grave pero lleno de empatía. "A veces nos aferramos a algo que creemos que es nuestro, pero la vida nos lleva por caminos que no siempre son los que imaginamos. No es fácil ver a alguien que te importa ir en una dirección diferente, especialmente cuando se trata de sentimientos no correspondidos."

Gaby lo miró con los ojos llenos de confusión. "Pero... ¿cómo sigo adelante? ¿Cómo supero esto?"

Rigor se acercó un paso más, colocándose frente a ella con una mirada profunda, pero tranquila. "El amor, la amistad... son cosas que no siempre siguen un camino claro. A veces, nos lastiman, nos hacen sentir vacíos, pero eso no define quién eres. Lo que defines tú es cómo decides sanar, cómo decides seguir adelante."

Pausó un momento, dándole espacio para procesar sus palabras. "No te olvides de lo que eres, Gaby. Eres fuerte, eres capaz de cosas extraordinarias. No necesitas el amor de alguien más para validar tu valor. El verdadero desafío es aprender a amarte a ti misma."

Las palabras de Rigor penetraron en el corazón de Gaby. No era lo que esperaba escuchar, pero de alguna manera, era justo lo que necesitaba. Quizás, después de todo, lo que más le faltaba no era el amor de Joel, sino el amor propio. Y con eso en mente, por primera vez en esa noche, Gaby sintió una pequeña chispa de esperanza.

"Gracias, Rigor," murmuró, con una tímida sonrisa que comenzaba a asomar en su rostro. "Lo necesitaba."

Rigor asintió, dándole una última mirada comprensiva antes de dar un paso atrás. "Si alguna vez necesitas hablar más, sabes dónde encontrarme."

Con esas palabras, Rigor se despidió de Gaby, dejándola con la sensación de que, aunque la tristeza seguiría allí por un tiempo, tal vez, solo tal vez, había una forma de superarla. Una forma de volver a sentirse completa.

Rigor cerró la puerta de su oficina tras él, la mirada pensativa fija en el suelo mientras caminaba hacia su escritorio. La conversación con Gaby aún rondaba su mente, pero también había algo más que lo preocupaba, algo que había notado durante la fiesta y que había estado dándole vueltas en su cabeza: Nathaly.

Se sentó en su silla y encendió la luz de su escritorio. Los papeles estaban ordenados, como siempre, pero entre ellos se encontraba uno que había dejado para revisar más tarde. Era un documento confidencial sobre varios villanos y sicarios que habían sido identificados por su vinculación con grupos oscuros y actividades ilícitas. La información era importante, pero algo en su interior lo instó a leerlo de inmediato.

Rigor hojeó las páginas con calma, leyendo los detalles con precisión. De repente, se detuvo en una imagen que le hizo estremecer ligeramente. La fotografía era clara: una mujer de cabellera oscura y una mirada fría, imponente, que no dejaba espacio a dudas. Rigor no necesitaba más que una mirada para reconocerla. Era Nathaly.

Sus dedos se tensaron alrededor del documento mientras repasaba las anotaciones. La imagen coincidía con la descripción de un sicario de élite, conocido por trabajar en las sombras, contratado por las organizaciones más poderosas y peligrosas. Lo que más le sorprendió, sin embargo, era la coincidencia en las características físicas, tan específicas como los detalles del cuerpo de Nathaly. La información era irrefutable.

"Lo sabía," susurró para sí mismo, sin perder la compostura. Aunque había sospechado durante la fiesta, ver el documento confirmaba sus temores. Nathaly no era solo la novia de Joel; ella estaba vinculada a un mundo mucho más oscuro y peligroso del que él había imaginado.

La conexión entre su impecable belleza, su habilidad para moverse sin ser detectada y sus gestos fríos y calculadores no eran coincidencias. Nathaly había ocultado su verdadera identidad bajo la fachada de una mujer rica y encantadora, pero en realidad, era una sicaria entrenada en los rincones más oscuros del crimen.

Rigor dejó el documento sobre su escritorio, su mente trabajando a toda velocidad. Sabía que debía advertir a Joel, pero también entendía que cualquier confrontación directa podría ponerlo en peligro, a él y a todos los que estaban cerca de ella. Nathaly había jugado su papel de forma perfecta, ocultando su verdadera naturaleza bajo una capa de amor y dulzura.

"¿Qué harás ahora, Nathaly?" murmuró Rigor, su mirada fija en la imagen de la mujer en el documento. Sabía que no podía simplemente ignorar lo que había descubierto. Nathaly era una pieza clave en un rompecabezas mucho más grande, y él tendría que encontrar una forma de enfrentarlo sin que todo se viniera abajo.

No era la primera vez que lidiaba con situaciones como esta. Su vida, tan longeva, estaba llena de decisiones difíciles, de traiciones y secretos. Pero lo que estaba en juego ahora era diferente. Joel estaba involucrado, y Gaby, aunque parecía ser una amiga leal, también podría verse arrastrada por esta oscuridad.

Rigor se levantó de su escritorio, sus pensamientos más agudos que nunca. Necesitaba investigar más, descubrir quién estaba detrás de Nathaly y cuál era su verdadera misión. Pero también sabía que el tiempo apremiaba. Joel y todos los que estaban cerca de ella estaban en peligro, y Rigor no podía permitir que alguien más saliera herido, especialmente no Gaby, que ya estaba tan vulnerable.

Con determinación renovada, Rigor guardó el documento en un cajón sellado, donde nadie pudiera acceder a él. Sabía que se acercaba una tormenta, y no sería fácil enfrentarla. Pero, como siempre, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger a aquellos que consideraba suyos.

"El juego acaba de comenzar," pensó, mientras se disponía a tomar el siguiente paso en esta peligrosa y compleja intriga.

La mañana siguiente llegó como cualquier otra, pero para Gaby y los demás héroes de la Academia Historia, el día traía consigo una misión mucho más oscura de lo que podían haber imaginado. Mientras el sol se alzaba sobre el horizonte, iluminando la academia, la rutina de patrullaje comenzó, aunque el aire estaba cargado de una tensión silenciosa. Algo en el ambiente había cambiado, y Gaby lo sentía en cada paso que daba. Su corazón aún estaba marcado por las emociones de la fiesta anterior, pero la llamada de Rigor la sacó de su propio torbellino de pensamientos.

El teléfono de Gaby vibró en su bolsillo, y al ver el nombre en la pantalla, se apresuró a contestar.

—Gaby, ¿puedes venir a mi oficina? —dijo la voz grave de Rigor, como siempre calmada, pero hoy había algo en su tono que la hizo fruncir el ceño. Había urgencia, y no era algo que se tomara a la ligera.

Con una sensación de incomodidad en el estómago, Gaby salió de su habitación y se dirigió rápidamente hacia la oficina de Rigor. Sabía que algo importante estaba sucediendo. Cuando llegó, la puerta estaba entreabierta. Entró sin pensarlo mucho, encontrándose con el director sentado tras su escritorio, mirando la pantalla de su computadora con una expresión seria. El ambiente estaba cargado, y la atmósfera no podía ser más diferente a lo que había sido la noche anterior.

Rigor levantó la mirada y la saludó con un asentimiento de cabeza, indicándole que se acercara.

—Gaby, siéntate. Tenemos algo serio de lo que hablar.

Gaby se sentó frente a él, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y curiosidad. Rigor no solía ser tan directo, y sabía que lo que venía no sería fácil.

—¿Qué pasa, Rigor? —preguntó ella, mientras intentaba mantener la calma.

Rigor no dudó. Tomó un documento de la mesa y lo deslizó hacia ella. Era una fotografía clara y precisa de una mujer de aspecto elegante, con una mirada fría y calculadora. El cabello oscuro caía sobre su rostro, y la postura desafiante la hacía parecer peligrosa. Gaby miró la imagen y, por un momento, no comprendió por qué la estaba viendo.

—Esta es Nathaly —dijo Rigor, con una calma que contrastaba con la gravedad del asunto. —La conoces, ¿verdad?

El corazón de Gaby dio un vuelco al escuchar el nombre. Era la misma mujer con la que Joel había estado, la que había estado a su lado en la fiesta, la que parecía tan perfecta, tan inalcanzable. Pero ahora, en este contexto, algo no cuadraba.

—¿Qué tiene que ver Nathaly con todo esto? —preguntó Gaby, su voz un susurro, aún sin comprender del todo.

Rigor la miró fijamente, sus ojos oscuros reflejando un conocimiento profundo, como si hubiera visto más de lo que cualquier otra persona podría entender.

—Nathaly es una sicaria. Una de las mejores, en realidad —dijo Rigor, dejando caer las palabras con la fuerza de una bomba. —Está vinculada a organizaciones muy peligrosas. Su pasado, su formación... todo esto está relacionado con el crimen organizado. Lo que te estoy pidiendo es algo que podría cambiarlo todo. Necesito que la elimines.

Gaby sintió como si el mundo a su alrededor se desmoronara. Sus manos comenzaron a temblar, y el dolor en su pecho aumentó. ¿Matar a Nathaly? ¿La mujer con la que Joel estaba saliendo? La mujer que, aunque oculta su verdadera identidad, parecía ser tan perfecta para él, ¿era en realidad un peligro mortal?

—¿Por qué yo? —Gaby apenas logró articular las palabras, su mente aún en shock. —¿Por qué no lo haces tú? Eres el director... tienes más poder, más recursos.

Rigor suspiró profundamente, dejando que el peso de la situación cayera sobre ambos.

—Yo soy quien da las órdenes, Gaby. Pero esta es una misión que solo tú puedes llevar a cabo. Tienes habilidades, fuerzas... y no puedo poner a más personas en riesgo. Además, hay algo que no puedo ignorar: sabes cómo se siente Joel, cómo puede ser vulnerable cuando se trata de la gente que le importa. Debes hacer esto por todos nosotros, por nuestra seguridad, pero también por él.

El rostro de Gaby se tornó pálido al escuchar la última parte. Era cierto que había visto la forma en que Joel se había entregado a Nathaly, como si fuera su único refugio, como si fuera el amor que tanto había deseado. Pero, al mismo tiempo, Gaby sentía que algo dentro de ella se rompía. ¿Matar a alguien a quien había visto como parte de su círculo, alguien que había sido parte de su vida y la de sus amigos?

Rigor se levantó de su asiento, caminó hasta la ventana y miró el horizonte por un momento, antes de volverse hacia ella.

—Sé que esto no es fácil, Gaby. Pero esta es la misión. No podemos permitir que alguien como Nathaly siga operando sin que se haga justicia. Y tú eres quien tiene el poder de terminar con esto.

Gaby tragó saliva, luchando contra la avalancha de emociones que la invadían. Sentía rabia, tristeza, pero también una extraña sensación de determinación. Era lo que había entrenado para hacer, ¿no? Proteger a los suyos, mantener la paz, y eliminar la amenaza cuando fuera necesario.

Finalmente, miró a Rigor con una mirada de resolución.

—Entiendo. Lo haré.

Rigor asintió, satisfecho con la respuesta de Gaby, aunque el precio de esa decisión era evidente en sus ojos.

—Ten cuidado, Gaby. La misión será difícil, y Nathaly no es una mujer común. Pero confío en que sabrás hacerlo.

Gaby salió de la oficina con una mezcla de emociones contradictorias. Sabía lo que tenía que hacer, pero su corazón seguía dividido. ¿Era esto lo que realmente quería? ¿O estaba simplemente siguiendo un camino trazado por otros?

La sombra de Nathaly, ahora convertida en objetivo, la perseguiría a cada paso, y Gaby sabía que su vida nunca volvería a ser la misma.

Después de que Gaby salió de la oficina de Rigor, la sensación de incertidumbre la acompañaba mientras caminaba por los pasillos de la Academia Historia. Estaba profundamente sumida en sus pensamientos, preguntándose cómo había llegado a este punto, cuando de repente su celular vibró en su bolsillo.

Sacó el teléfono con una mano temblorosa y vio que el mensaje era de Rigor. La pantalla mostraba unas pocas palabras que hicieron que su corazón latiera más rápido:

"Haz sentir orgulloso a tu padre."

Gaby frunció el ceño al leer el mensaje. No entendía del todo por qué Rigor había decidido mencionarlo. Pero, al instante, comprendió a quién se refería. Victor. El gran héroe, el hombre al que todos admiraban, el "Yadaratman", conocido por su poder y valentía inquebrantables.

Victor, su padre.

Un torrente de emociones la invadió de inmediato. Sabía lo que Rigor estaba insinuando. Le estaba recordando la figura que representaba su padre: un guerrero legendario, alguien cuya fuerza era conocida en todo el mundo. El mensaje de Rigor no solo era una orden, sino también una especie de presión silenciosa. Era como si Rigor esperara que Gaby no solo completara la misión, sino que lo hiciera de una manera que estuviera a la altura del legado de su padre.

Victor, para ella, siempre había sido una figura distante, casi inalcanzable. Si bien compartían lazos familiares, había algo en su relación que nunca había logrado llenarse del todo. Tal vez porque, a pesar de ser su hija, el peso de su grandeza y su legado parecía estar siempre a un nivel superior.

"Haz sentir orgulloso a tu padre". Esas palabras resonaban en su mente, y, por un momento, un sentimiento de presión se apoderó de ella. ¿Podía vivir a la altura de las expectativas de alguien tan grande como él? La pregunta parecía imposible de responder.

Pero al mismo tiempo, algo dentro de Gaby se despertó. Sabía que no podía fallar. Si su misión era detener a Nathaly, no solo lo haría por la seguridad de todos, sino también porque quería demostrar que ella era capaz, que tenía la misma fuerza y determinación que su padre había mostrado tantas veces.

Miró el mensaje una vez más, respirando profundamente, como si estuviera buscando la respuesta dentro de sí misma. Haz sentir orgulloso a tu padre...

Con una renovada resolución, Gaby guardó el teléfono en su bolsillo. Sabía que no sería fácil, pero si había algo que había heredado de Victor, era su determinación y su voluntad de no rendirse. Esta misión, aunque oscura y dolorosa, sería una prueba de su propia fuerza.

—Lo haré, papá —murmuró para sí misma, mientras se preparaba para lo que estaba por venir.

Así, con el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, y el nombre de su padre resonando en su mente, Gaby se encaminó hacia el destino que ya no podía evitar.

Mientras Gaby caminaba hacia la misión que cambiaría su vida, su mente seguía a mil por hora. La presión de la tarea en sus manos, las palabras de Rigor retumbando en su mente, y la imagen de su padre, Victor, como la sombra que la seguía, la empujaban a avanzar. Pero no estaba preparada para lo que sus ojos encontrarían al llegar a la casa de Joel y Nathaly.

Había decidido que haría lo que tenía que hacer, sin importar las emociones que eso le despertara. Ya había aceptado el peso de la misión y la responsabilidad que recaía sobre ella. Sin embargo, algo en el aire parecía más pesado de lo que había anticipado.

Al llegar a la casa de Joel, Gaby vio que la puerta estaba entreabierta. Sin dudar, se acercó con cautela. Al ingresar, se encontró con la escena que no había esperado: Joel y Nathaly estaban sentados juntos en el sofá, conversando en voz baja, pero lo que decían llegó a sus oídos con claridad.

—¿Tú crees que estaríamos listos para tener un hijo? —preguntó Nathaly con su voz suave pero segura. La forma en que se acomodaba junto a Joel era tan natural, como si ya formaran una familia.

Joel, con una sonrisa débil, acariciaba la mano de Nathaly mientras pensaba en la pregunta.

—No sé... Es una gran responsabilidad, Nathaly. Pero... sí, creo que lo estaríamos. Quizás, con el tiempo, podríamos hacer todo lo que necesitamos para darle lo mejor. A ti... y a nuestro hijo.

Gaby, parada en la entrada, sintió como si algo dentro de ella se rompiera. La imagen de Joel, alguien a quien ella había amado en silencio durante tanto tiempo, ahora planeando su futuro con Nathaly, su mirada llena de ternura hacia ella, era como una daga clavada en su pecho. Pero no solo era el dolor lo que la invadía. Era la rabia.

Rabia por haber sido tan tonta al pensar que había alguna oportunidad para ella. Rabia por haber sentido algo tan profundo por alguien que jamás la había mirado de la misma forma. Y, sobre todo, rabia por la figura que representaba Nathaly: la mujer perfecta, la mujer que había llegado a su vida como un vendaval, desmoronando todas sus ilusiones.

Gaby apretó los puños con tal fuerza que sus uñas se clavaron en la piel de sus palmas. El odio se acumulaba en su pecho, un odio que no solo era hacia Nathaly, sino también hacia sí misma por no haber visto lo que había estado frente a sus ojos todo el tiempo.

Sin hacer ruido, se acercó lentamente, sus ojos no dejaban de observarlos. Cada palabra que salía de la boca de Nathaly le quemaba. ¿Un hijo? Se preguntaba si ellos realmente sabían lo que era el sacrificio, si entendían lo que significaba ser un héroe, enfrentarse a la muerte una y otra vez. Si tan solo supieran lo que ella había visto y vivido...

Su odio creció cuando Nathaly, con una sonrisa casi triunfante, miró a Joel y sus ojos brillaron de una manera que Gaby no pudo soportar.

—Sé que podríamos ser felices, Joel. Juntos, nuestra familia será lo que siempre quise —dijo Nathaly, mientras se acercaba a él, dejando un suave beso sobre su mejilla.

En ese momento, la rabia que Gaby había estado reprimiendo la consumió por completo. No solo era la rivalidad, no solo era el dolor por lo que nunca podría ser, sino el miedo de que Nathaly, la mujer que había estado en las sombras, con su poder y misterio, estuviera tomando todo lo que Gaby había deseado en silencio.

La imagen de Nathaly besando a Joel fue el detonante.

Sin poder evitarlo, Gaby se acercó un paso más, su respiración se volvió entrecortada mientras observaba. La ira nublaba su juicio. Estaba a punto de estallar, a punto de hacer algo que quizás no pudiera deshacer. Pero en lo profundo de su corazón, sabía que no podía hacerle daño a Joel, no podía destruir la vida que él había elegido.

Su mirada se endureció, y con una última mirada cargada de odio, Gaby dio un paso atrás, sin hacer ruido, y se retiró de la casa sin ser vista.

Al salir, el sol brillaba con fuerza, pero nada parecía iluminarla a ella. La furia en su interior era como un fuego que nunca se apagaría. Esto no terminará aquí, pensó. Aunque hoy no pudiera hacer nada, el odio seguía ahí, y la misión seguía adelante. Tendría que enfrentarse a Nathaly, sí, pero no solo porque fuera una amenaza, sino porque algo dentro de ella la empujaba a demostrar que no iba a ser reemplazada, que no iba a ser invisible.

La misión era ahora más personal que nunca.

Nathaly se despidió de Joel con una sonrisa suave, fingiendo que todo estaba bien, pero en su interior, sabía que debía regresar a su otra vida. Su mundo de lujo y confort había sido solo una fachada, algo que podía dejar atrás cuando era necesario. Su verdadera identidad estaba en las sombras, y el trabajo de sicaria, su verdadero propósito, la esperaba.

Esa misma noche, tras un día aparentemente normal, Nathaly se retiró a su apartamento. Mientras caminaba hacia su habitación, su teléfono vibró. Era un mensaje de su jefe, alguien en quien confiaba para mantener sus oscuros negocios en marcha. Sabía que este mensaje no traería buenas noticias.

Con manos decididas, Nathaly abrió el mensaje, que venía con una serie de documentos virtuales adjuntos. Al abrirlos, la imagen que apareció en la pantalla de su teléfono la hizo detenerse por un momento. Era Gaby. La chica que había visto con Joel, que había estado cerca de él, y que ahora parecía ser el objetivo de su siguiente misión.

El jefe no dejó espacio para dudas. En el mensaje se detallaba todo: "Tu siguiente objetivo. Eliminarla discretamente. No dejes rastros."

Nathaly observó la imagen detenidamente. Había algo en la expresión de Gaby, algo que la hacía parecer vulnerable y fuerte a la vez. La ira que había sentido al verla con Joel comenzaba a mezclarse con la frialdad profesional que siempre había dominado sus decisiones. La misión era clara, y no importaba lo que sentía, no podía dejar que sus emociones se interpusieran.

"Es solo otro trabajo", pensó Nathaly, mientras su dedo deslizaba por la pantalla del teléfono, explorando los detalles de la misión. Sin embargo, al ver la foto de Gaby nuevamente, una sombra de duda cruzó por su mente, algo que no podía identificar, pero que definitivamente la incomodaba.

—Esto será fácil... —se dijo a sí misma, aunque la sensación en su estómago no desapareció.

Sabía que Gaby, al igual que todos los demás en su vida, no era más que un obstáculo en su camino. Una joven que parecía tener lo que ella deseaba, lo que nunca podría tener. Pero Nathaly no podía permitirse el lujo de dejar que eso la afectara.

Con una determinación renovada, apretó el teléfono y guardó los documentos. Ya nada podría detenerla. La misión estaba asignada, y Nathaly, como siempre, iba a hacer su trabajo.

El reloj marcaba la medianoche cuando Nathaly comenzó a prepararse. Sabía que al día siguiente tendría que dar el siguiente paso, y aunque una parte de ella se sentía inquieta, la otra ya había comenzado a planificar cómo deshacerse de Gaby, eliminando la última pieza en su camino hacia el control total.

Con el rostro impasible, Nathaly se preparó para enfrentarse a su próximo desafío, sin saber que, por alguna razón inexplicable, esa misión no solo pondría a prueba sus habilidades, sino también sus propios límites.

El sol comenzaba a asomarse tímidamente por la ventana, iluminando la habitación con un tenue resplandor dorado. Nathaly, con su cabello despeinado por el sueño, despertó lentamente. El suave resplandor de la mañana iluminó su rostro mientras observaba a Joel dormir a su lado, ajeno a los oscuros secretos que ella ocultaba.

Con una sonrisa fugaz, se inclinó hacia él y le dio un beso en la mejilla, como un acto de rutina, aunque su mente estaba ya ocupada con el trabajo que tenía por delante. Era un gesto de amor y normalidad, pero detrás de ese beso, las sombras de su vida pasada aún la acechaban.

—Buenos días, cariño —dijo en voz baja, suavemente, para no despertarlo demasiado. Le acarició la mejilla con ternura antes de levantarse de la cama.

Joel no despertó, aún sumido en su descanso, confiado, ajeno a todo lo que Nathaly había estado haciendo en su vida anterior. Mientras ella se vestía con tranquilidad, su mente ya estaba llena de las instrucciones que había recibido. Gaby. El objetivo. La misión que debía cumplir.

Nathaly no quería que Joel supiera nada de su vida anterior, ni de la conexión entre ella y los oscuros trabajos que realizaba. Sabía que Joel no podría comprenderlo, y que no quería perderlo. Pero al mismo tiempo, la necesidad de cumplir con lo que le habían pedido era más fuerte. La lealtad a su jefe, a su deber como sicaria, pesaba más que cualquier otra cosa.

—Voy a trabajar —dijo, mirándole por encima del hombro mientras ajustaba su chaqueta. La frase sonaba tan casual, tan común, pero en su interior sabía que ese trabajo no era como cualquier otro. Estaba a punto de enfrentar a una joven, a alguien que sentía una conexión compleja, alguien que había estado cerca de lo que Nathaly más deseaba: Joel.

Joel, aún medio dormido, asintió sin pensar mucho en sus palabras.

—Cuídate... —respondió entre sueños, sin darse cuenta de la carga que había detrás de esa despedida.

Nathaly dejó la casa con pasos decididos. A medida que caminaba por las calles en dirección a su destino, su rostro se transformó, cambiando de la expresión cariñosa de la mañana a una mirada más fría y calculadora. No podía permitir que nada ni nadie la distrajera de su objetivo.

La misión estaba clara: Gaby debía ser eliminada. Pero dentro de ella, una parte aún dudaba. Tal vez el destino la había llevado a este punto. Tal vez, el encuentro con Gaby y la conexión con Joel la habían puesto en una encrucijada más profunda de lo que pensaba. Pero Nathaly no podía permitirse vacilar.

El reloj avanzaba, y con él, el tiempo se acortaba. La decisión estaba tomada. Y aunque una sombra de incertidumbre rondaba su mente, Nathaly ya no podía dar marcha atrás.

El día estaba tranquilo, con la luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles que bordeaban la calle. Gaby caminaba, sumida en sus pensamientos, tratando de borrar la inquietud que sentía desde la fiesta de la noche anterior. A pesar de estar rodeada por el bullicio cotidiano, algo en su interior le decía que algo no estaba bien, que había algo que aún no entendía. La sensación de vacío seguía ahí, como una sombra que se negaba a desvanecerse.

Con los ojos fijos en el camino, Gaby no se percató de inmediato cuando una figura se cruzó en su camino. Unos pasos más y, de repente, una voz femenina la hizo detenerse.

—Vaya, ¿no es Gaby? —dijo Nathaly, con una sonrisa encantadora en el rostro.

Gaby levantó la vista, sorprendida por la aparición de Nathaly. Por un momento, sus ojos se encontraron, y aunque Gaby no lo supiera, las dos compartían algo más que una simple mirada. La conexión no era solo casual, sino el encuentro de dos mundos que, en cierto modo, se habían estado observando en las sombras.

—Oh, Nathaly, ¿qué haces por aquí? —respondió Gaby, tratando de sonar natural, aunque por dentro un nudo comenzaba a formarse en su estómago. Algo en la presencia de Nathaly la incomodaba, y no sabía bien por qué.

Nathaly, con su actitud relajada y esa energía que transmitía, parecía completamente ajena al conflicto interno que Gaby sentía. Su sonrisa era encantadora, pero en sus ojos había una determinación helada que Gaby no pudo captar al principio.

—Solo paseando, disfrutando del día —dijo Nathaly, mirando a Gaby con una expresión de interés, como si realmente estuviera disfrutando del momento. Pero su mente estaba lejos de esos pensamientos tranquilos. Su misión, el trabajo que la esperaba, se deslizaba en su mente como una sombra persistente.

Gaby intentó no mostrar que algo no estaba bien, pero la sensación persistente de que algo era extraño le hizo sentir incómoda. Estaba claro que no conocían demasiado la una de la otra, pero la tensión no desaparecía.

—¿Y cómo está Joel? —preguntó Nathaly, cambiando de tema abruptamente, pero con una sonrisa que hacía difícil leer sus verdaderas intenciones. Gaby frunció el ceño levemente, sorprendida por la pregunta. ¿Cómo era posible que Nathaly preguntara por Joel de forma tan casual?

—Está bien —respondió Gaby, sin poder evitar una pequeña pausa. Algo en su interior la estaba alertando, pero no podía ponerle un dedo encima.

Nathaly asintió, sin dejar de sonreír. La conversación continuó, pero dentro de Nathaly, la misión era lo único que importaba. Si bien estaba fingiendo ser amable y despreocupada, en su mente ya había planeado cada detalle. Este encuentro, aparentemente fortuito, no era más que una coincidencia para Gaby. Para Nathaly, sin embargo, era el preludio de lo inevitable.

Mientras las palabras fluían entre ellas, el aire se volvía cada vez más pesado para Gaby. Algo no encajaba, y su intuición la estaba alertando de que, de alguna manera, este encuentro casual podría no ser tan casual después de todo.

Gaby estaba a punto de responder, pero la interrupción de Nathaly la dejó sin palabras. Nathaly, con una expresión de satisfacción en el rostro, sacó un pequeño paquete de su bolso y lo abrió con una calma desconcertante. Con una sonrisa ladeada y un brillo de superioridad en sus ojos, mostró una prueba de embarazo.

—Mira, Gaby, ¿no es increíble? —dijo Nathaly con un tono sarcástico, dejando que las palabras se deslizaran lentamente—. Quedé embarazada de Joel.

El aire a su alrededor pareció volverse espeso y pesado. Gaby, sorprendida y desconcertada, parpadeó varias veces, sin saber si lo que había escuchado era real. La prueba de embarazo en las manos de Nathaly era un recordatorio cruel de la vida que estaba tomando forma a su alrededor, una vida que Gaby no había anticipado y que, de alguna manera, sentía que le pertenecía.

Por un momento, Gaby no pudo decir nada. La ira, la confusión y el dolor se apoderaron de ella, pero se vio obligada a mantener la calma. La imagen de Joel, su relación con él, todo lo que había creído que era suyo, ahora se desmoronaba frente a sus ojos. La simple mención del embarazo le rompió algo por dentro.

—No sé qué quieres lograr con esto, Nathaly... —dijo Gaby con voz temblorosa, pero intentando mantener la compostura.

Nathaly dejó escapar una pequeña risa, como si la situación fuera más bien una broma que un conflicto real.

—Oh, no quiero nada, Gaby. Solo quería compartir mi felicidad contigo —dijo Nathaly, el sarcasmo evidente en su tono—. Después de todo, ahora soy yo quien llevará a su hijo. No tú.

Gaby sintió cómo las palabras de Nathaly la golpeaban como un puño, cada sílaba encajando en su mente como una espina clavada. El dolor en su pecho era intenso, pero había algo más: una creciente furia que comenzaba a nublar su juicio. El encuentro que había comenzado con una simple conversación había tomado un giro oscuro, y Gaby no sabía cómo responder.

Pero al mirar a Nathaly, esa fría sonrisa llena de orgullo, Gaby comprendió algo. Este no era solo un juego de poder, ni un simple recordatorio de que Joel estaba con Nathaly. Era una guerra silenciosa, y si no actuaba, podría perderlo todo.

—Felicidades, entonces... —dijo Gaby con una sonrisa tensa, forzada, mientras sentía que el vacío en su interior se expandía—. Supongo que, al final, siempre conseguías lo que querías.

Nathaly, aún con esa sonrisa desafiante, guardó la prueba de embarazo en su bolso y dio un paso hacia atrás.

—Oh, claro que sí, Gaby. Porque no hay nada que me detenga —respondió con un tono venenoso—. Nos vemos pronto.

Y, sin decir una palabra más, Nathaly se dio la vuelta y comenzó a caminar, dejándola sola en medio de la calle, con el peso de las palabras flotando en el aire.

Gaby se quedó allí, mirando cómo Nathaly se alejaba. La sensación de vacío y traición era tan fuerte que apenas podía mantenerse de pie.

El aire frío de la mañana se tensó en un instante. La furia que Gaby había estado conteniendo explotó de forma inesperada. Sin pensarlo, con rapidez y precisión, dio un paso hacia adelante y, con toda la fuerza que pudo reunir, golpeó a Nathaly en la cabeza. El impacto fue brutal, tan fuerte que se creó un cráter en el lugar donde el puño de Gaby había aterrizado, destrozando el pavimento y enviando a Nathaly volando hacia el suelo.

El sonido del golpe resonó en la calle, pero lo que sucedió después fue aún más impactante. Ambos cuerpos cayeron a través de la grieta que se había formado, y la fuerza del impacto los arrastró hasta lo que parecía ser una estación de tren subterránea. Los escombros llovieron por todos lados mientras las dos mujeres caían en el caos de concreto y metal roto.

El polvo cubría el ambiente, y por unos segundos, todo fue silencio. Gaby, respirando agitadamente por la adrenalina, se levantó primero. Sus músculos estaban tensos, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Se sacudió los restos de polvo y escombros mientras miraba a su alrededor, evaluando la situación. La estación de tren estaba en ruinas, pero eso no la preocupaba. Lo que le preocupaba era que Nathaly, aunque caída, aún respiraba, aunque débilmente.

Nathaly, con la cabeza ensangrentada pero no del todo fuera de combate, intentó levantarse lentamente. El golpe había sido fuerte, pero ella no era una simple víctima. Había sido entrenada para resistir el dolor, para sobreponerse a todo lo que la vida le arrojara. Con un gruñido de esfuerzo, se incorporó, mirando a Gaby con furia en los ojos.

—Te vas a arrepentir de esto, Gaby... —dijo Nathaly entre dientes, su voz grave y llena de veneno.

Gaby no respondió de inmediato, pero sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa. El dolor de ver a Nathaly, a la mujer que ahora compartía la vida con Joel y estaba embarazada de él, se transformaba en rabia pura. No podía soportarlo más. La sensación de traición la envolvía, y esta pelea, aunque inevitable, era la única manera de liberar todo lo que había estado reprimido.

Nathaly, a pesar de su dolor, se lanzó hacia Gaby con velocidad. Sus movimientos eran rápidos y calculados, y aunque su cuerpo estaba dañado por el golpe, su entrenamiento la mantenía alerta y lista para la pelea.

Pero Gaby no se quedó atrás. Saltó hacia un lado, esquivando un intento de golpe y, en un abrir y cerrar de ojos, aprovechó la oportunidad para lanzar un puñetazo directo al costado de Nathaly, haciéndola retroceder con fuerza.

Ambas mujeres estaban cubiertas de polvo y sangre, pero el combate no se detenía. La estación de trenes se convertía en su campo de batalla, los ecos de los golpes y el crujir de los escombros resonando a través de las paredes caídas. Gaby estaba decidida a acabar con esta confrontación, pero sabía que Nathaly no era una oponente fácil de vencer.

El conflicto que había comenzado con una simple conversación había escalado hasta convertirse en una lucha feroz y sin cuartel, donde todo estaba en juego: su orgullo, su dolor, y quizás, su futuro.

Gaby, con la furia aún latiendo en sus venas, no pensó ni un segundo más. En un movimiento rápido y preciso, se posicionó delante de Nathaly, adelantándose a su siguiente ataque. Con una mirada decidida y el cuerpo tensado por la adrenalina, Gaby concentró toda su energía en su puño. En su interior, resonó la imagen de su padre, Victor, el hombre que siempre había sido su modelo y su fuerza. El poder heredado de él nacía de su alma y la energía acumulada en su puño brillaba con intensidad, creando un resplandor cegador.

—¡Destello Solar! —gritó Gaby mientras liberaba el golpe.

El puño de Gaby, rodeado de una explosión de energía brillante como el sol mismo, se estrelló con fuerza en el pecho de Nathaly. El impacto fue como un rayo, la onda expansiva de la energía pura empujó a Nathaly hacia atrás a una velocidad inhumana. La fuerza del golpe fue tan brutal que, antes de que Nathaly pudiera reaccionar, su cuerpo se estrelló contra el lateral de un tren que estaba estacionado en la estación subterránea. El choque resonó como una explosión, y el tren tembló ante el impacto de su cuerpo contra el metal.

El aire se llenó con el sonido del tren crujir, la vibración del impacto sacudiendo la estructura de la estación. Nathaly, aparentemente inconsciente por un momento, cayó al suelo, desorientada y con la respiración entrecortada. Sus ojos, aunque nublados por el dolor, aún reflejaban odio y furia. La técnica de Gaby había sido poderosa, pero Nathaly, aunque golpeada, no estaba derrotada.

Gaby respiraba con dificultad, su cuerpo todavía vibrando por la energía que había liberado, pero no dejó de mirar a Nathaly. El golpe había sido devastador, pero ella sabía que aún no había acabado. No podía relajarse, no podía permitir que Nathaly se levantara.

A pesar de su posición vulnerable, Nathaly comenzó a moverse lentamente. Los restos de sangre en su rostro y su cuerpo, aunque marcados por el impacto, no habían logrado detener su voluntad de pelear. Con una mueca de dolor, se puso de pie con dificultad, mirando a Gaby con ojos llenos de rabia y desprecio.

—No... me vas a detener tan fácil... —gruñó Nathaly, mientras un brillo asesino iluminaba su mirada.

Gaby se preparó para lo que fuera que viniera a continuación. La batalla no estaba ni cerca de terminar, y, aunque sentía una satisfacción amarga por haber logrado un golpe tan contundente, sabía que la guerra, en su interior y en esa estación de tren, aún estaba lejos de concluir.

Nathaly, respirando con dificultad, tocó el botón en su reloj con un movimiento preciso. Un suave zumbido resonó por el aire, y en un abrir y cerrar de ojos, una armadura de diamante comenzó a formarse alrededor de su cuerpo. El material relucía bajo la luz tenue de la estación, cubriéndola por completo, una capa casi impenetrable de cristales brillantes y afilados que se unieron en una estructura perfecta. Su presencia se volvió aún más aterradora, su figura ahora era como la de una guerrera invencible, imparable.

Gaby, que estaba lista para un nuevo ataque, observó con atención, sabiendo que este nuevo desafío sería mucho más complicado. Nathaly, ahora equipada con la armadura de diamante, no era solo una sicaria mortal, sino una fuerza imparable, y eso la hacía aún más peligrosa. Sin embargo, no iba a retroceder.

Antes de que Gaby pudiera reaccionar, Nathaly aprovechó su nueva velocidad y fuerza, y con un grito desafiante, se lanzó hacia ella. Con un impacto brutal, su puño de diamante chocó contra Gaby con tal fuerza que el sonido del golpe fue ensordecedor. Gaby fue empujada hacia atrás, el aire expulsado de sus pulmones por la fuerza del golpe. El impacto la dejó tambaleando, pero no la derribó.

—¡Qué bien se siente hacer esta misión! —dijo Nathaly, su voz llena de arrogancia, mientras observaba a Gaby con una sonrisa cruel. —Mi mayor logro es haberme enamorado de mi príncipe... Y ahora, sabes, tendremos un descendiente cuando te mate.

El tono sarcástico en sus palabras era evidente. Nathaly se sentía en control, segura de que su armadura la hacía prácticamente invencible. El amor que sentía por Joel, combinado con su feroz determinación, la había impulsado a llegar hasta este punto, a ser tan fuerte y letal.

Gaby, mientras se recuperaba del golpe, sentía su corazón latir con fuerza. La rabia seguía ardiendo en su interior, pero también la impotencia. La idea de que Nathaly pensara que estaba por ganar la peleaba con una furia renovada.

—No... vas a ganar —respondió Gaby, su voz tensa mientras se levantaba, limpiándose la sangre de su boca. A pesar de la armadura de Nathaly, ella sabía que no todo estaba perdido. Había una manera de derrotarla, solo tenía que ser más inteligente, más rápida.

Con un giro de muñeca, Gaby activó su energía interna una vez más, preparándose para la siguiente fase de la pelea. No podía fallar. Aunque Nathaly estaba cubierta de diamante, Gaby sabía que incluso la armadura más fuerte tenía sus puntos débiles. Y eso, eso era lo que ella iba a buscar.

La pelea entre Gaby y Nathaly se intensificó, el aire mismo cargado de la furia de dos fuerzas inquebrantables. Ambas se lanzaron con tal rapidez que, antes de que el ojo humano pudiera seguirlas, ya se estaban golpeando una y otra vez. Gaby, con su energía brillando alrededor de sus puños, y Nathaly, blindada por su armadura de diamante, intercambiaron golpes brutales. Cada impacto resonaba como una explosión, sacudiendo los cimientos de la ciudad y haciendo que el suelo temblara.

Un puño de Gaby se estrelló contra la cara de Nathaly, pero la armadura de diamante amortiguó el golpe, apenas dejándola retroceder. En respuesta, Nathaly, con su fuerza aumentada por la armadura, devolvió el golpe con un puño directo al abdomen de Gaby. El impacto fue tan fuerte que Gaby fue lanzada varios metros hacia atrás, chocando contra la pared de un edificio cercano. Los vidrios estallaron en mil pedazos al momento del impacto, y la estructura del edificio crujió.

No dio tiempo para respirar. Apenas Gaby se levantó de entre los escombros, Nathaly ya estaba encima de ella, lanzando un combo de golpes rápidos, uno tras otro. Cada golpe sonaba como un trueno, el sonido de la armadura de diamante chocando contra el cuerpo de Gaby se mezclaba con el estruendo de los edificios dañados por la fuerza de la pelea.

Gaby, aunque aturdida, no se dejó vencer. Esquivó el siguiente golpe de Nathaly y, con un movimiento ágil, contraatacó con una patada giratoria que alcanzó la costura de la armadura de Nathaly. El impacto fue fuerte, pero la armadura apenas cedió. Sin embargo, Gaby había encontrado una grieta, y eso era suficiente para ella.

Ambas chicas fueron lanzadas por la fuerza del impacto hacia diferentes direcciones. Nathaly fue empujada hacia otro edificio, destrozando una pared y cayendo dentro de lo que parecía un taller vacío. Gaby, por su parte, fue lanzada a través de las puertas de otro edificio, atravesando cristales y estructuras metálicas hasta estrellarse contra las vigas del techo.

El aire se llenó de polvo y escombros mientras ambas se levantaban, respirando pesadamente, con la mirada fija en la otra. La furia que las consumía no tenía límites, y aunque ambas habían sufrido los daños de la batalla, ninguna mostraba signos de rendirse.

Gaby, con los ojos llenos de determinación, se sacudió los escombros de encima. La batalla estaba lejos de terminar. Por su parte, Nathaly, aunque herida, se puso de pie con una sonrisa torcida. Estaba dispuesta a acabar con Gaby, y no dejaría que nada ni nadie se interpusiera entre ella y su objetivo.

La ciudad, testigo de este enfrentamiento, ya no era el mismo lugar. Ambos luchadoras, con cada golpe y cada caída, dejaban una huella imborrable en el paisaje. Y a medida que se acercaba el momento del desenlace, la tensión aumentaba, pues el resultado de esta batalla no solo determinaría el futuro de las dos, sino que cambiaría la vida de aquellos que se encontraban en su órbita.

Gaby, con los ojos brillando con determinación, no dio tiempo a que Nathaly se recuperara. Con un movimiento veloz, concentró toda su energía en sus puños. La energía solar comenzó a concentrarse en su interior, destellando con una intensidad cegadora. Con un grito de fuerza, Gaby lanzó su ataque: el Destello Solar.

La onda de energía pura se desató a una velocidad imposible, viajando en un instante hacia Nathaly. La armadura de diamante, por muy resistente que fuera, no estaba preparada para un ataque de tal magnitud. La energía solar chocó con la armadura, y con un destello cegador, la armadura de diamante se fracturó como cristal ante un martillo. La vibración del impacto se sintió en todo el sector, y la armadura de Nathaly se desintegró en pedazos, cayendo a sus pies como escombros.

Nathaly, ahora vulnerable sin su protección, intentó reaccionar, pero antes de que pudiera levantarse, Gaby aprovechó la apertura. Con una rapidez asombrosa, Gaby cargó su siguiente movimiento. Un golpe certero de energía la lanzó al aire, y Nathaly fue catapultada con una fuerza impresionante.

Golpeando edificios a su paso, Nathaly fue lanzada contra las paredes de tres edificios consecutivos, destruyéndolos a medida que avanzaba, dejando una estela de escombros y polvo en su camino. El último impacto fue tan fuerte que la estructura del edificio final colapsó parcialmente, enterrando a Nathaly bajo una montaña de escombros.

Gaby, respirando pesadamente, se quedó mirando la nube de polvo y escombros, sin bajar la guardia. Sabía que no podía subestimar a Nathaly, incluso si parecía derrotada. Con su energía solar drenada, Gaby se acercó cautelosamente a la zona del impacto, lista para cualquier movimiento sorpresa.

El silencio que siguió al estallido fue ensordecedor. La ciudad estaba devastada, y solo el sonido del viento y los escombros caídos podían escucharse mientras ambos se recuperaban, preparándose para el siguiente acto de esta feroz batalla.

Gaby descendió con una mirada fría, sus ojos llenos de rabia mientras caminaba hacia el lugar donde Nathaly yacía, entre los escombros. La energía solar en su cuerpo comenzaba a estabilizarse, pero la furia en su corazón aún ardía como una llama incontrolable.

Al ver a Nathaly levantarse con esfuerzo, cubierta de polvo y escombros, Gaby dejó escapar un suspiro de desaprobación. Nathaly, con la sonrisa torcida y los ojos brillando con una arrogancia implacable, se incorporó lentamente. La armadura de diamante había desaparecido, pero su actitud desafiante seguía intacta.

"Joel no te merece", dijo Gaby con una voz baja, pero cargada de enojo. "Eres una chica despiadada, que solo juega con las vidas de los demás. No tienes nada de valor."

Nathaly se levantó completamente, riendo con desprecio ante las palabras de Gaby. Su risa era una mezcla de burla y desafío, como si no le importara ni un poco lo que Gaby pensara. "¿Acaso tú también eres una buena chica?", dijo, burlándose. "¿Crees que eres mejor que yo? ¿Que porque eres la hija del héroe más poderoso, tienes derecho a juzgarme?"

Gaby frunció el ceño, sus puños apretados con fuerza. "No, no soy buena. No lo soy", respondió, su voz ahora llena de dolor y rabia contenida. "Pero al menos no destruyo vidas por diversión ni juego con los sentimientos de los demás. Y tú, Nathaly, eres lo peor de lo peor."

Nathaly rió nuevamente, esta vez de forma más macabra. "¿Y qué harás al respecto, Gaby? ¿Me vas a matar? ¿De verdad crees que puedes con todo lo que soy? ¿Qué te hace pensar que eres diferente a mí?"

Gaby la miró fijamente, su energía brillando ligeramente en su cuerpo mientras sus pensamientos pasaban a toda velocidad. Sabía que estaba enfrentando a una mujer peligrosa, una sicaria, alguien que no dudaba en hacer lo que fuera por obtener lo que quería. Pero también sabía que, al final del día, sus principios la hacían diferente. Y eso era lo que la hacía más fuerte.

"Soy diferente porque, a pesar de todo lo que has hecho", dijo Gaby con una calma inquietante, "yo lucho por lo que es correcto. Y si eso significa detenerte, entonces no me detendré hasta que lo logre."

Nathaly la miró de nuevo, esta vez con una sombra de duda cruzando su rostro, como si realmente considerara que Gaby podría estar dispuesta a llegar hasta el final. Sin embargo, esa duda se desvaneció rápidamente cuando una sonrisa diabólica volvió a aparecer en su rostro.

"Entonces ven, Gaby", desafió Nathaly, tomando una postura defensiva, "demuéstrame que eres tan buena como dices ser. Pero recuerda, no soy una presa fácil."

Gaby no contestó con palabras. En su lugar, su energía solar comenzó a arder con intensidad una vez más, dispuesta a terminar lo que había comenzado. El enfrentamiento no había terminado; de hecho, ahora estaba más cerca que nunca de llegar a su fin. Ambas estaban dispuestas a luchar hasta el último aliento.

El aire se cargó de tensión mientras Gaby y Nathaly se lanzaban una mirada desafiante, como si ambas supieran que este combate decidiría todo. Con un rugido, Gaby dio el primer paso, sus puños brillando con energía solar. Nathaly, por su parte, reaccionó al instante, utilizando su agilidad y sus reflejos para esquivar la primera ráfaga de golpes.

Pero Gaby no se detuvo, avanzó con velocidad y precisión. Con un movimiento fluido, su puño derecho golpeó a Nathaly en la quijada con una fuerza devastadora. El impacto fue tan fuerte que la cabeza de Nathaly se giró violentamente, pero no cayó, se mantenía firme, luchando para no perder el control.

Antes de que Nathaly pudiera reaccionar, Gaby aprovechó la oportunidad y, con un giro, lanzó un golpe directo al plexo solar de su oponente. El golpe hizo que Nathaly respirara con dificultad, como si todo el aire fuera expulsado de su cuerpo, su torso se dobló por el dolor. Gaby sabía que el plexo solar era un punto vital, y ella no iba a dejar que Nathaly se recuperara tan fácilmente.

Finalmente, con una rapidez mortal, Gaby usó su puño izquierdo para atacar directamente al cuello de Nathaly, una técnica precisa para desestabilizar y hacer que su oponente no pudiera seguir luchando. Nathaly apenas pudo bloquear el golpe, pero el impacto fue suficiente para hacerla tambalear. Sus piernas perdieron fuerza momentáneamente, y la lucha pareció detenerse por un breve segundo mientras Nathaly se tambaleaba, casi cayendo al suelo.

Sin embargo, Nathaly, a pesar del dolor, no se dio por vencida. Con una mueca de furia y desafío, se levantó, sacudiendo los restos de energía de su cuerpo. Su respiración era entrecortada, pero su mirada era tan fría como siempre.

"¿Eso es todo, Gaby?" dijo con una sonrisa torcida, su voz cargada de sarcasmo. "¿Crees que me has vencido con unos pocos golpes?"

Gaby, agotada pero imparable, mantuvo su postura, sabiendo que aún quedaba mucho por hacer. "No he terminado, Nathaly", dijo, su voz firme como una roca. "Esto termina hoy."

Ambas se miraron, el silencio pesado entre ellas, pero sabían que el combate estaba lejos de terminar. El suelo bajo sus pies temblaba, y el aire parecía estar cargado de energía, esperando que una de las dos fuera la que finalmente cayera.

Gaby, con su cuerpo agotado pero lleno de determinación, reunió toda la energía solar que había estado canalizando a lo largo del combate. Con un grito desafiante, lanzó un último golpe directo al pecho de Nathaly. El impacto fue brutal, haciendo que Nathaly retrocediera y su cuerpo se tambaleara hacia atrás. Pero Gaby no se detuvo allí, sabía que no podía permitir que Nathaly se levantara.

Con una rapidez mortal, Gaby apuntó con su dedo índice hacia el corazón de Nathaly. Su dedo brilló con una luz intensa, como si estuviera concentrando toda la energía de su ser en ese único punto. Un destello cegador de luz solar salió disparado, el rayo de energía atravesó el aire con un sonido ensordecedor, y se dirigió hacia Nathaly.

El ataque alcanzó a Nathaly en pleno pecho, justo en el área del corazón. El golpe fue como un impacto de una explosión concentrada, y el sonido de la energía liberada resonó a través de las calles. Nathaly gritó, el dolor era insoportable, como si su propio corazón estuviera siendo aplastado por la fuerza de la energía solar.

La fuerza del impacto la hizo caer de rodillas, su respiración era irregular y su cuerpo temblaba. La armadura que había usado para protegerse había desaparecido, y su resistencia estaba al límite. Mientras se sostenía en el suelo, su mirada se volvió vacía y perdida, como si la vida comenzara a desvanecerse de ella.

Gaby se acercó lentamente, su respiración pesada, pero sus ojos reflejaban la frialdad de alguien que había llegado al final de su lucha. Nathaly levantó la mirada, su expresión era de rabia, pero también de desesperación, dándose cuenta de que su tiempo había llegado a su fin.

"Esto es lo que pasa cuando juegas con las vidas de los demás", dijo Gaby, su voz baja, pero llena de resolución. "No hay nada que te salve ahora."

Nathaly, con una última sonrisa débil, susurró: "Creí que ganarías... pero al final, todo... siempre acaba igual." Su cuerpo comenzó a desmoronarse, y, con una exhalación final, Nathaly cayó al suelo, derrotada.

Gaby se quedó allí, mirando el cuerpo de Nathaly por un largo momento, el peso de todo lo que había ocurrido cayendo sobre ella. El conflicto estaba terminado, pero el costo emocional era algo que no podría sacudir tan fácilmente. Finalmente, Gaby dio un paso atrás, su cuerpo aún brillando con la energía solar, y se alejó, sabiendo que había hecho lo necesario. Sin embargo, en su interior, algo seguía vacío.

Joel llegó corriendo al lugar del combate, su respiración acelerada y el corazón latiendo con fuerza. Había notado la explosión de energía y el brillo intenso, y su instinto lo había impulsado a ir allí sin pensarlo dos veces. Cuando llegó a la escena, lo primero que vio fue el cuerpo de Nathaly, tendido en el suelo, inmóvil, rodeado por los escombros que Gaby había dejado tras su feroz ataque.

Gaby estaba de pie, su energía solar aún irradiando de su cuerpo, pero su rostro mostraba una mezcla de agotamiento y vacíos emocionales. Joel, con el rostro pálido y los ojos desorbitados, corrió hasta el cuerpo de Nathaly sin pensar en nada más.

"Nathaly, no... ¡NO!" gritó mientras se arrodillaba junto a ella, sus manos temblorosas tocando su rostro. La sangre aún manchaba su piel, y su cuerpo no respondía. Nathaly ya no respiraba, su vida se había extinguido en un instante.

Joel, incapaz de procesar lo que veía, la abrazó con fuerza, como si pudiera devolverle la vida con su propio sufrimiento. Su mente era un torbellino de emociones encontradas, pero sobre todo, el amor por ella lo cegaba a la realidad. Gritó nuevamente, en desesperación, mientras su cuerpo temblaba.

"¿Por qué? ¿Por qué la mataste?" dijo entre sollozos, mirando a Gaby con un dolor inmenso en los ojos. Su voz era quebrada, rota, como si algo dentro de él se hubiera partido en ese instante.

Gaby, parada a unos pasos de ellos, sintió una punzada en su pecho al escuchar la desesperación en la voz de Joel. No era su intención causar ese sufrimiento, no era su intención arrebatarle lo que él más amaba. Sin embargo, la lógica de la misión había prevalecido en su mente, la necesidad de proteger y cumplir con su deber. Pero al ver la agonía de Joel, un sentimiento de culpa comenzó a apoderarse de ella.

"Joel... ella estaba... ella estaba aquí por algo mucho más grande que nosotros. No lo hice por ti... ni por ella..." Gaby comenzó a decir, pero sus palabras se quedaron atascadas en su garganta. ¿Cómo justificar lo que acababa de hacer? No podía.

Joel la miró, sus ojos llenos de rabia y dolor, pero también de una tristeza indescriptible. "Tú no entiendes... Ella... ella era mi todo. Mi vida."

El abrazo a Nathaly se aflojó, pero Joel no se apartó de su cuerpo. En ese momento, el tiempo parecía haberse detenido para él, atrapado en la tragedia de haber perdido a la mujer que había creído que sería su futuro, mientras el eco del grito de Gaby retumbaba en su mente.

"Lo siento, Joel. Lo siento tanto", murmuró Gaby, sin poder acercarse más. Sabía que sus palabras no podían hacer que el dolor de Joel desapareciera. Sabía que nada podía deshacer lo que había hecho.

Un largo silencio siguió, y la atmósfera se volvió densa, pesada. Ambos sabían que este momento cambiaría sus vidas para siempre. Gaby dio un paso atrás, dejando a Joel con su dolor, sin atreverse a decir más.

Joel, con los ojos llenos de furia y el rostro demacrado por el dolor, se levantó de golpe y se acercó a Gaby con una rapidez desesperada. Sin pensar, la agarró de la camisa con fuerza, sus manos temblorosas de rabia. Su respiración era agitada, el dolor de perder a Nathaly tan repentinamente le nublaba la mente, y en su corazón solo había un vacío insoportable.

"¡Te odio!" gritó con la voz rota, y, sin poder controlar su furia, golpeó el pecho de Gaby con toda la fuerza que le quedaba. El impacto fue fuerte, resonando en el aire como un golpe de desesperación, un grito ahogado que provenía de un lugar profundo en su interior.

Gaby, sorprendida por la brutalidad de su ataque, retrocedió un paso. El dolor del golpe no fue nada comparado con el peso de las palabras que Joel le lanzó. "No mereces nada. ¡Muérete!" continuó Joel, su voz quebrada por la emoción, pero llena de odio.

Gaby, aunque herida tanto física como emocionalmente, no reaccionó de inmediato. Su corazón latía con fuerza, pero lo que más le dolía era ver a Joel en ese estado, tan lleno de odio hacia ella. No podía culparlo. No podía negar que había matado a la mujer que él amaba. No importaba que ella estuviera cumpliendo con una misión, que lo hubiera hecho por un propósito mayor. Lo que había hecho no podía ser deshecho.

Con un suspiro profundo, Gaby se deshizo del agarre de Joel, sin devolver el golpe, sin intentar defenderse. Se quedó en silencio por un largo momento, mirando a Joel con una expresión que no estaba llena de rabia, sino de tristeza.

"Lo siento, Joel... No quería... nunca quise que esto pasara", dijo finalmente, su voz suave, quebrada, como si las palabras no pudieran expresar el remordimiento que sentía. "Sé que no hay forma de disculparse por esto, pero... estoy tan perdida como tú. Nunca quise que llegáramos aquí."

La batalla interior de Gaby era evidente en su rostro. El dolor por lo que había hecho la estaba devorando desde adentro, pero no había vuelta atrás. Nathaly ya no estaba. Y no había forma de devolverle a Joel la vida que había perdido.

Joel la miró con furia y desesperación, el dolor reflejado en sus ojos, pero también, quizás, la confusión de no saber qué hacer con todo ese odio. Él había perdido a la mujer que amaba, y ahora, frente a él, tenía a la persona que le había arrebatado todo. ¿Cómo podía perdonarla? ¿Cómo podía siquiera verla después de lo que había hecho?

En un susurro casi inaudible, Joel dijo: "No sé si alguna vez podré perdonarte, Gaby. Pero te aseguro que nunca olvidaré lo que hiciste."

Joel cayó al suelo, su cuerpo temblando mientras su mente se debatía entre la rabia, el dolor y la confusión. Se llevó una mano a la cabeza, como si tratara de controlar el torbellino de emociones que lo consumían. Su rostro estaba marcado por la frustración, los ojos llenos de lágrimas contenidas que se mezclaban con la ira. Una sonrisa amarga se formó en sus labios, pero no era una sonrisa de alivio ni de consuelo; era la sonrisa de alguien que se había perdido, de alguien que no sabía cómo continuar.

Se tiró de los cabellos con fuerza, como si pudiera arrancarse de sí mismo ese sufrimiento que lo atormentaba. "¿Por qué? ¿Por qué tú?" murmuró entre dientes, la voz rota, casi inaudible. Su mente no podía entender lo que había sucedido, lo que había perdido. Nathaly, la mujer con la que había compartido su vida, su futuro, ahora ya no estaba. Y la causa de su pérdida estaba frente a él, parada en silencio, observándolo.

"Esto no tiene sentido", dijo en un susurro, la frustración casi palpable en su voz. "Todo lo que me quedaba... se fue en un instante. ¿Cómo se supone que siga adelante con esto?" Sus palabras fueron acompañadas por un sollozo reprimido, pero su rabia seguía ahí, ardiendo con fuerza.

Joel levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los de Gaby, llenos de dolor y desprecio. "¿Qué voy a hacer ahora, Gaby? ¿Qué puedo hacer cuando la única persona que me quedaba... me la has arrebatado? ¿Qué hago con todo esto, con todo este odio que siento dentro?"

La pregunta quedó flotando en el aire, una interrogante que no podía responderse con simples palabras. Gaby, que estaba observando a Joel con una expresión llena de remordimiento, no tenía respuesta. No podía ofrecerle consuelo, porque sabía que no merecía ni el perdón ni la comprensión de Joel. Solo quedaba la dureza de la realidad, el vacío que ambos sentían.

La sonrisa amarga de Joel se desvaneció gradualmente, reemplazada por un cansancio profundo. "¿Cómo pude ser tan tonto?" susurró, la cabeza baja, el dolor desgarrando su ser. La frustración lo consumía, y ya no sabía qué hacer con esa ira que lo quemaba desde dentro.

Gaby, incapaz de acercarse más, se quedó de pie, observando a Joel con pesar. "Lo siento, Joel", dijo una vez más, aunque sabía que esas palabras no serían suficientes para curar el dolor que él sentía. Era imposible devolverle lo que había perdido. Lo único que quedaba entre ellos era el eco de la tragedia, de lo irremediable.

Joel, abrazando su dolor, se desplomó en el suelo, las lágrimas caían sin control, corriendo por su rostro mientras se aferraba a su cabeza, como si tratar de comprender lo que había sucedido pudiera devolverle la paz. Sus sollozos eran profundos, llenos de desesperación, de todo lo que había perdido en ese momento.

"Iba a tener un hijo con ella... todo iba a salir bien...", susurró entre lágrimas, las palabras llenas de tristeza y arrepentimiento. El futuro que había soñado, la vida que había planeado con Nathaly, se desmoronó en un instante, y no podía entender cómo todo había llegado a ese punto. ¿Cómo podría seguir adelante sabiendo que ella ya no estaba? ¿Cómo podría mirar hacia el futuro cuando todo lo que veía era oscuridad?

Gaby, aunque con el corazón roto por el rechazo, se acercó lentamente a Joel, deseando, aunque fuera por un instante, poder aliviar su sufrimiento. Pero tan pronto como dio un paso hacia él, Joel reaccionó con furia. Su rostro, enrojecido por las lágrimas y la ira, lo miró con desprecio.

"No me toques", gritó con rabia, su voz rota por el dolor. "No eres nada, solo eres una chica loca que mató a mi amada. ¡Lárgate!" La furia en sus palabras era abrumadora, un grito desgarrador que resonó en el aire, haciendo que el dolor de Gaby se intensificara aún más.

Con un nudo en el pecho, Gaby retrocedió, su corazón latiendo rápidamente. No esperaba que su intento de consuelo fuera rechazado tan violentamente, pero entendía la magnitud de lo que había hecho. Sabía que nada de lo que dijera o hiciera podría cambiar lo que ya había pasado.

Sin decir una palabra más, Gaby dio media vuelta, sus ojos vidriosos por el dolor, y caminó lentamente, dejando atrás a Joel, que seguía llorando y gritando. Cada paso que daba parecía un peso más pesado sobre su alma, como si estuviera alejándose no solo de Joel, sino de la única forma de redención que podía encontrar.

"Lo siento, Joel..." murmuró para sí misma, las palabras quedando perdidas en el viento, sin que él las escuchara. El dolor que sentía no era solo por lo que había hecho, sino por la separación irreversible que ahora existía entre ellos. Gaby sabía que había destruido todo lo que quedaba de esa conexión, y no había forma de volver atrás.

Mientras se alejaba, sus lágrimas también caían, pero no por el rechazo de Joel, sino por la tragedia que ella misma había causado. Un dolor que no podía ser reparado.

Continuará...