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Chapter 14 - ova 11: Traumas

En una línea de tiempo distinta, Gaby y Joel vivían una historia de amor única. Con 24 y 25 años respectivamente, su relación florecía en un pequeño pueblo lleno de paisajes serenos y una comunidad acogedora. Ambos compartían una vida sencilla pero plena, disfrutando de cada momento juntos mientras planeaban un futuro lleno de sueños compartidos. Gaby, apasionada por la pintura, solía pasar horas creando obras inspiradas en la naturaleza que los rodeaba, mientras Joel, un amante de la música, componía melodías que capturaban la esencia de su amor.

A pesar de los desafíos cotidianos, su vínculo era inquebrantable, basado en el respeto, el apoyo mutuo y una profunda conexión emocional. Cada amanecer era una oportunidad para crecer juntos, y cada atardecer, un recordatorio de lo afortunados que eran al tenerse el uno al otro. Su historia, aunque sencilla, brillaba con la intensidad de un amor verdadero, uno que trascendía el tiempo y las circunstancias.

Joel caminaba por las calles tranquilas rumbo a su trabajo como repartidor de comida, disfrutando del aire fresco de la mañana. Mientras cruzaba una calle poco transitada, notó a una chica sentada en la acera, con la ropa desgastada y algunas heridas visibles. Parecía cansada y vulnerable. Sin dudarlo, Joel se acercó con amabilidad.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad, agachándose a su lado.

La chica levantó la vista, mostrando una expresión mezcla de desconfianza y agotamiento. Su cabello desordenado enmarcaba un rostro joven pero marcado por el cansancio. Alrededor de su cuello llevaba un collar de perro con una placa que decía "Dani" y, debajo, el apodo "Skelly".

—¿Te duele algo? Puedo ayudarte —añadió Joel, ofreciendo su mano.

Dani, o Skelly como parecía preferir ser llamada, dudó por un momento antes de tomar la mano de Joel. Su voz era apenas un susurro.

—Estoy bien... solo un poco perdida.

Joel notó que había algo más detrás de sus palabras, pero decidió no presionarla. En cambio, le ofreció una botella de agua que llevaba en su mochila.

—Toma, necesitas hidratarte. ¿Quieres que te lleve a algún lugar seguro?

Dani aceptó el agua, agradecida por el gesto. Aunque todavía desconfiada, algo en la calma de Joel le transmitía seguridad. Sin saberlo, ambos estaban a punto de cruzar caminos en una historia que cambiaría sus vidas para siempre.

Al terminar su jornada como repartidor, Joel se acercó a Dani, quien aún parecía perdida y desconfiada. Después de un día entero sin hablar mucho, ella había dicho solo algunas palabras sueltas, lo que inquietaba a Joel. Consciente de que necesitaba ayuda pero sin querer presionarla, decidió llevarla a su casa, esperando que el ambiente familiar la hiciera sentirse más cómoda.

—Vamos, te llevaré a mi casa. No te preocupes, mi novia es buena gente —le dijo Joel con una sonrisa tranquila, intentando aliviar la tensión. Dani asintió lentamente y lo siguió en silencio.

Al abrir la puerta, Gaby estaba en la sala, esperándolo. Cuando vio a Dani, su rostro cambió de inmediato. No era enojo total, pero sí una mezcla de sorpresa y ligera molestia. Sin decir una palabra, se acercó a Joel, lo tomó suavemente pero con firmeza de las orejas y lo arrastró hacia el baño.

—¡Joel! ¿Me puedes explicar qué está pasando? —demandó Gaby en voz baja pero firme, cerrando la puerta detrás de ellos.

Joel, frotándose las orejas, intentó calmarla.

—Gaby, tranquila. Encontré a Dani en la calle, estaba maltratada y sola. Solo quiero ayudarla. No dice mucho, pero creo que necesita un lugar seguro por ahora.

Gaby cruzó los brazos, aún algo molesta pero empezando a entender la situación.

—¿Y no podías llamar a la policía o a alguien? ¿Por qué traerla aquí?

—Porque no confía en nadie, ni siquiera en mí del todo. Solo quiero que se sienta segura, y luego veremos qué hacer. Por favor, confía en mí.

Gaby suspiró, suavizando su expresión.

—Está bien, pero solo por esta noche. Y tú te encargas de todo.

Joel sonrió, aliviado.

—Gracias, Gaby. Sabía que entenderías.

Salieron del baño juntos y, aunque Gaby aún estaba un poco recelosa, decidió darle una oportunidad a Dani, observándola con curiosidad mientras Joel le preparaba algo de comer.

Joel suspiró profundamente mientras se dirigía a la cocina para preparar algo de comer para Dani. Aunque cansado por el largo día de trabajo, estaba decidido a ayudarla de la mejor manera posible. Dani se sentó en la mesa, aún en silencio, observando todo a su alrededor con cautela. Joel trató de entablar una conversación ligera, pero las respuestas de Dani seguían siendo escuetas y evasivas.

Gaby, por su parte, se sentó justo al lado de Joel, cruzando las piernas y fijando una mirada intensa en ambos. No era una vigilancia casual; era una inspección minuciosa. Cada movimiento que Joel hacía, cada palabra que decía, era meticulosamente analizada por Gaby.

El ambiente era tenso, aunque Joel intentaba mantener la calma. Sabía que cualquier paso en falso sería motivo suficiente para que Gaby interviniera.

—¿Quieres más agua, Dani? —preguntó Joel, pasando un vaso.

—No, gracias —respondió ella en voz baja, bajando la mirada.

Gaby, sin perder detalle, entrecerró los ojos. Sus pensamientos eran claros: Si veo algo raro, intervengo de inmediato.

Cuando Joel accidentalmente rozó la mano de Dani al pasarle un plato, Gaby se enderezó en su asiento. Joel, sintiendo la tensión, rápidamente retiró su mano y le dirigió a Gaby una sonrisa nerviosa.

—Solo fue un accidente, ¿ok? —murmuró Joel, sin atreverse a mirar directamente a su novia.

Gaby no dijo nada, pero el mensaje estaba claro: Un movimiento más, y ambos estarán en problemas. Dani, aunque ajena a la dinámica entre ambos, percibía la atmósfera pesada.

Con un suspiro resignado, Joel siguió ayudando a Dani bajo la atenta mirada de Gaby, consciente de que cualquier gesto equivocado podría terminar en un "accidente" mucho más serio.

Con el paso de los días, Joel continuó ayudando a Dani con paciencia y amabilidad, siempre asegurándose de respetar los límites que Gaby había dejado muy claros. La tensión inicial fue disminuyendo, y poco a poco, Dani comenzó a abrirse. Aunque seguía siendo reservada, empezó a confiar en Joel, aceptando su ayuda sin tanta desconfianza.

Gaby, al ver el progreso y la sinceridad de Joel en su intención de ayudar, también bajó la guardia. Incluso, en algunos momentos, compartía pequeños gestos de apoyo hacia Dani, aunque siempre manteniendo su carácter firme y protector.

Una tarde, mientras todos estaban en la sala, Dani, ya más relajada, se dirigió a Joel:

—Gracias… por todo. No sabía que podía confiar en alguien otra vez.

Joel sonrió, sincero pero humilde.

—No tienes que agradecerme. Solo quiero que estés bien.

Dani asintió, visiblemente emocionada. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba sola. Con el apoyo de Joel y, eventualmente, Dani, empezó a conectarse con otras personas, encontrando poco a poco un lugar seguro en el que podía sanar y reconstruir su vida.

Gaby, aunque seguía vigilante, reconoció la importancia de lo que habían logrado juntos. Al final, la experiencia fortaleció no solo la confianza de Dani en el mundo, sino también la relación de Joel y Gaby, quienes aprendieron a trabajar en equipo para ayudar a alguien en necesidad.

Dani caminaba tranquila por la calle, disfrutando de la sensación de libertad y seguridad que había recuperado gracias a Joel y Gaby. El atardecer teñía el cielo de tonos anaranjados, y por un momento, todo parecía estar en paz. Sin embargo, esa calma fue rota abruptamente por un estruendo seco y distante: un disparo.

El impacto fue inmediato. La bala atravesó su brazo izquierdo, perforando el hueso y continuando su trayectoria hasta alojarse cerca del corazón. Dani se tambaleó, el dolor lacerante recorriendo su cuerpo mientras caía de rodillas al suelo. Su respiración se volvió errática, cada latido del corazón enviando oleadas de dolor insoportable.

Con las fuerzas que le quedaban, se llevó una mano al pecho, sintiendo la humedad caliente de la sangre que comenzaba a empapar su ropa. Sus ojos se llenaron de pánico, pero también de determinación. Sabía que tenía que llegar a un lugar seguro, a Joel y Gaby. Con pasos tambaleantes y dejando un rastro de sangre tras de sí, se obligó a avanzar.

Cada movimiento era una lucha contra el tiempo y el dolor. A pesar del mareo y la debilidad, Dani no se rindió. Finalmente, llegó a la puerta de la casa de Joel, golpeándola débilmente antes de desplomarse en el umbral.

Dentro, Joel y Gaby escucharon el golpe y corrieron a abrir. Al ver a Dani ensangrentada en el suelo, ambos quedaron paralizados por un segundo antes de reaccionar.

—¡Dani! —gritó Joel, arrodillándose a su lado mientras Gaby llamaba de inmediato a emergencias.

Dani, con la voz apenas audible, murmuró:

—Lo siento… no quería causar problemas…

—No hables, aguanta. Te vamos a ayudar, ¿me escuchas? —dijo Joel, intentando mantener la calma mientras presionaba la herida para detener la hemorragia.

Gaby, aunque asustada, tomó el control de la situación, guiando a Joel y asegurándose de que todo estuviera listo para cuando llegara la ambulancia. La lucha por la vida de Dani acababa de comenzar.

Joel hizo todo lo posible por detener la hemorragia, presionando con fuerza el lugar donde la bala había entrado. A pesar de sus esfuerzos y de los intentos de mantener la calma, veía cómo Dani perdía color y sus respiraciones se volvían cada vez más débiles.

La ambulancia llegó rápidamente, y los paramédicos tomaron el control de la situación, subiendo a Dani a la camilla y llevándola al hospital. Joel quiso acompañarla, pero Gaby lo detuvo, preocupada por su estado emocional. Aún así, no se separó de él, sosteniendo su mano mientras esperaban noticias.

Pasaron cinco largas horas, cada minuto lleno de incertidumbre y ansiedad. Joel no dejaba de pensar en todo lo que Dani había sufrido y en cómo había logrado abrirse a ellos después de tanto tiempo. Finalmente, un médico salió con expresión seria y cansada.

—¿Familiares de Daniela?

Joel se levantó de un salto, Gaby a su lado.

—Yo... soy su amigo. ¿Está bien?

El médico bajó la mirada, el silencio hablando por sí solo antes de pronunciar las palabras que Joel temía escuchar.

—Lo siento mucho. Hicimos todo lo posible, pero la bala causó un daño irreparable en su corazón. Dani falleció hace unos minutos.

Joel sintió como si el mundo se derrumbara a su alrededor. Un nudo se formó en su garganta mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. Gaby, viendo el dolor en su rostro, lo abrazó con fuerza, dejando que él se desmoronara en sus brazos.

—Ella era fuerte... —murmuró Joel entre sollozos—. No merecía esto.

El pasillo del hospital se llenó de silencio, excepto por el llanto ahogado de Joel. Aunque el dolor era inmenso, sabía que siempre recordaría a Dani como alguien que luchó hasta el final.

Joel permanecía sentado en una banca fuera del hospital, con la mirada perdida y el rostro aún húmedo por las lágrimas. Aunque solo había conocido a Dani por un corto tiempo, el vínculo que habían formado era profundo. La forma en que ella luchó por confiar en él, a pesar de su pasado difícil, había dejado una huella en su corazón. No podía evitar sentir una tristeza inmensa por su partida.

A su lado, Gaby cruzaba los brazos, claramente molesta. Sus ojos brillaban con una mezcla de enojo y frustración. Finalmente, rompió el silencio:

—No entiendo por qué estás así. Apenas la conocías.

Joel suspiró, sin apartar la vista del suelo.

—No se trata del tiempo, Gaby. Es lo que vivió, lo que pasó... Ella solo quería sentirse segura. Y… no pude ayudarla lo suficiente.

Gaby bufó, todavía incómoda.

—Pero lloras por otra mujer, Joel. ¿Qué se supone que piense yo?

Joel giró la cabeza hacia ella, con los ojos llenos de dolor.

—Esto no tiene nada que ver con eso. No es sobre amor, ni sobre ti o sobre mí. Es sobre alguien que necesitaba ayuda y confianza. Y ahora ya no está.

Gaby, al escuchar el tono sincero en su voz, comenzó a comprender la profundidad de lo que Joel sentía. No era una amenaza para su relación; era la pérdida de alguien que había llegado a significar algo importante en un nivel humano, no romántico.

Después de un momento de silencio, Gaby relajó su postura y tomó la mano de Joel.

—Lo siento... No lo entendí antes.

Joel apretó suavemente su mano, agradecido.

—Gracias. Solo… necesitaba sacarlo.

Gaby, ahora comprensiva, decidió acompañarlo en su duelo, sabiendo que, aunque Dani se había ido, su recuerdo viviría en ambos como un recordatorio de la importancia de ayudar a quienes más lo necesitan.

Joel y Gaby caminaban en silencio por las calles vacías, aún procesando lo ocurrido con Dani. El ambiente estaba cargado de una calma inquietante, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. De repente, un sonido seco y potente rasgó el aire: un disparo.

En un instante de pura adrenalina, Joel sintió el tiempo desacelerarse. Sus sentidos se agudizaron, y por un breve segundo, pudo ver la trayectoria de la bala. Sin pensarlo, empujó a Gaby hacia un lado, apartándola del peligro.

El impacto fue brutal. La bala atravesó su pecho, perforando su pulmón izquierdo. Joel sintió el dolor punzante y la dificultad inmediata para respirar. La bala no se alojó en su cuerpo, sino que salió por el otro lado, dejando un rastro sangriento.

Gaby gritó su nombre, pero todo parecía un eco lejano para Joel. Su mirada se alzó y, a lo lejos, distinguió una figura encapuchada sosteniendo un rifle de francotirador, una DXL-5, con una mira capaz de alcanzar objetivos a 7 kilómetros. El tirador, al notar que había fallado en matar a su objetivo de un solo disparo, desapareció rápidamente entre las sombras.

Joel tambaleó, llevando una mano al pecho mientras el dolor lo consumía. Sentía cómo el aire se escapaba de sus pulmones, cada respiración más difícil que la anterior. Dio unos pasos hacia atrás, sus piernas cediendo bajo su peso, y finalmente cayó al suelo, jadeando y con la vista nublada.

—¡Joel! —Gaby corrió hacia él, desesperada, intentando detener la hemorragia con sus manos temblorosas.

Joel intentó hablar, pero solo logró soltar un hilo de aire entrecortado. Sabía que estaba en peligro crítico, y aunque su cuerpo se debilitaba, su mente seguía aferrada a la idea de proteger a Gaby. Con sus últimas fuerzas, tomó su mano.

—Corre... Gaby... corre... —susurró antes de perder la conciencia.

Gaby, negándose a abandonarlo, sacó su teléfono y llamó a emergencias, mientras sus lágrimas caían sobre el rostro de Joel, rogando que llegaran a tiempo.

Gaby, llena de pánico y determinación, se agachó junto a Joel. Su corazón latía con fuerza, sabiendo que no podían perder más tiempo. Con todo lo que tenía, lo levantó con dificultad, apoyando su peso sobre ella. Aunque Joel estaba débil y desorientado, Gaby sabía que no podía dejarlo caer. Su mente trabajaba rápido, cada segundo contando.

—Vamos, Joel, aguanta… —dijo, su voz temblorosa pero firme mientras lo apoyaba contra su hombro y comenzaba a caminar a paso apresurado, sin importar el dolor que sentía en su propio cuerpo por el esfuerzo.

Joel, apenas consciente, miraba a Gaby con los ojos entrecerrados. No quería ponerle más peso, pero el dolor y la debilidad se apoderaban de él, haciéndole casi imposible mantenerse en pie.

—Gaby... —logró susurrar entrecortadamente—. No... no dejes... que me... caiga...

Gaby lo miró con firmeza, no dejando que sus emociones la controlaran. Necesitaba mantenerse fuerte, por él y por ellos.

—No te voy a dejar, Joel. Vamos a salir de esta.

Poco a poco, Gaby logró llegar al hospital, luchando contra el cansancio y la creciente desesperación. Cuando finalmente llegaron a la entrada, los médicos salieron corriendo al ver el estado de Joel, ya casi inconsciente, con la sangre empapando su ropa y el dolor reflejado en su rostro.

—¡Urgencias! —gritó Gaby, prácticamente entregando a Joel a los paramédicos que lo llevaron a toda velocidad dentro.

Gaby se quedó allí, sin fuerzas, temblando mientras observaba a Joel ser llevado al interior del hospital. En ese momento, el mundo parecía detenerse. Lo único que podía hacer era esperar, esperar que todo lo que habían vivido no llegara a su fin tan rápido.

Pero no podía rendirse. No lo haría.

Los médicos rápidamente tomaron el control de la situación, llevándose a Joel a la sala de operaciones con una rapidez que hacía eco de la gravedad de su estado. Gaby, a pesar de la angustia, no pudo evitar quedarse atrás, observando cómo lo llevaban, su rostro pálido y cubierto de sangre. Un médico la detuvo brevemente antes de que pudiera seguirlos.

—Necesitamos que espere aquí. Haremos todo lo posible por salvarlo —le dijo el doctor con una expresión seria, pero que intentaba transmitir algo de esperanza.

Gaby asintió sin poder articular palabra, pero su mente no dejaba de repetirse una y otra vez que no podía perderlo. A medida que los minutos pasaban, su mente viajaba de vuelta a aquellos momentos tranquilos con Joel, las risas y la confianza que habían cultivado. Nunca había imaginado que esto sucedería.

El tiempo se estiró interminablemente mientras Gaby esperaba en la sala de espera, con la angustia apretándole el pecho. Los segundos se sentían como horas. No importaba cuántas veces intentara distraerse, sus pensamientos siempre regresaban a la imagen de Joel, luchando por su vida.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el doctor salió de la sala de operaciones. La mirada en su rostro no era tan seria como la anterior, pero había un aire de agotamiento.

—Logramos estabilizarlo. La herida en el pulmón fue grave, pero hemos logrado repararlo. Todavía está en estado crítico, pero ahora tiene más probabilidades de sobrevivir. —El médico hizo una pausa, mirando a Gaby—. Puede verlo, pero debe estar preparado para cualquier cosa. Está descansando ahora.

Gaby respiró con alivio, aunque el miedo seguía presente en su corazón. Se levantó rápidamente y siguió al médico hasta la habitación donde Joel estaba. Cuando lo vio, conectado a varias máquinas, con tubos en su pecho y una máscara de oxígeno cubriendo su rostro, el alivio y el dolor se mezclaron dentro de ella.

Se acercó lentamente, tomando su mano con suavidad, sintiendo la fría respuesta de sus dedos. No había palabras para describir lo que sentía, pero sabía que tenía que estar a su lado. Joel había sobrevivido a lo peor, y aunque su camino hacia la recuperación no sería fácil, Gaby no lo dejaría ir.

—Te prometo que no te dejaré, Joel... —susurró con lágrimas en los ojos, mientras acariciaba su mano, esperando que él, de alguna manera, pudiera escucharla.

Joel se encontraba en un espacio extraño, un lugar entre la vida y la muerte, un vacío blanco e interminable. No había cielo, no había tierra, solo la blancura que envolvía todo, como si el tiempo y el espacio hubieran perdido su significado. Todo estaba en silencio, más allá de los latidos de su propio corazón, que resonaban como un eco lejano.

Delante de él, en el suelo, descansaba una flor blanca, perfecta y serena, su delicado pétalo brillando con una luz suave. Joel se inclinó un poco hacia la flor, como si fuera lo único real en todo este vasto vacío. Pero cuando miró a su alrededor, vio dos figuras que se acercaban lentamente desde el horizonte blanco. En un lado, estaba Gaby, con una expresión de preocupación y amor, y en el otro, Dani, su rostro calmado pero lleno de una tristeza que Joel no entendía del todo.

Gaby lo miraba con los ojos llenos de preocupación, como si quisiera alcanzarlo, pero el espacio entre ellos era insalvable. Su silueta era una mezcla de fuerza y vulnerabilidad, una mujer que había estado a su lado y que ahora lo buscaba, sin saber qué hacer para ayudarlo.

Del otro lado, Dani lo observaba en silencio, su expresión era triste, pero serena. Parecía aceptar su destino de una manera tranquila, aunque su presencia irradiaba una calma extraña, como si estuviera preparada para lo que fuera que viniera.

Joel se encontraba atrapado entre ambos mundos, sin saber qué hacer ni a quién ir. La flor blanca seguía a sus pies, casi como si fuera un símbolo de lo que tenía que decidir, de lo que había dejado atrás y lo que aún podría salvarse.

—Joel… —la voz de Gaby resonó en sus oídos, suave pero llena de desesperación—. No te vayas, por favor.

Entonces, la voz de Dani también lo alcanzó, distante pero llena de una calma misteriosa:

—Es tu elección, Joel. Todo lo que has hecho te ha llevado hasta aquí.

Joel miró a las dos figuras, sus rostros ahora fusionándose con el vacío blanco que los rodeaba. No sabía cómo responder, cómo tomar una decisión entre dos mundos, entre dos destinos. La flor blanca, a sus pies, parecía latir con su corazón, como si fuera un recordatorio de lo que debía dejar ir y lo que debía abrazar.

Un tirón en su pecho, casi como un dolor físico, lo hizo caer de rodillas. De repente, se dio cuenta de que no podía quedarse allí para siempre, atrapado entre la vida y la muerte. Algo dentro de él lo empujaba a regresar, a vivir, a no rendirse. Gaby lo necesitaba, el mundo lo necesitaba.

Finalmente, sin palabras, Joel comenzó a caminar hacia Gaby, su mano extendida hacia ella, sabiendo que esa decisión significaba regresar a la vida, a las batallas que aún tenía que enfrentar, a la promesa que había hecho de no rendirse.

Antes de cruzar hacia el lado de Gaby, miró una última vez hacia Dani, quien lo observaba con una sonrisa tranquila, una especie de aceptación en su rostro. A pesar de la tristeza, la mirada de Dani le ofrecía algo que no podía describir: la paz que solo se encuentra cuando uno acepta lo inevitable.

Joel cerró los ojos por un momento, respirando profundamente. Sabía lo que debía hacer.

Regresó.

Joel despertó en la cama del hospital, su cuerpo agotado y cubierto de heridas. Su pecho ardía con dolor, pero lo que lo sorprendió fue la sensación de algo extraño dentro de él, una energía que no entendía bien, pero que se sentía poderosa, como si una fuerza desconocida estuviera despertando en su interior.

La luz del hospital era tenue, y el sonido de las máquinas alrededor lo mantenían anclado a la realidad. Miró su brazo, todavía adolorido, pero pudo sentir una energía vibrando en su cuerpo, como si una parte de él hubiera cambiado. No lo comprendía, pero sentía que algo había despertado en él en ese espacio entre la vida y la muerte, algo que nadie más podía notar.

Se giró lentamente hacia Gaby, quien estaba sentada a su lado, con la cabeza baja y la mirada perdida. El cansancio y la preocupación pesaban sobre ella. Joel observó su rostro con cariño, sabiendo que no debía preocuparla más de lo que ya lo había hecho.

"Hola, amor..." susurró, su voz rasposa pero llena de una calma inesperada. La fuerza que sentía en su interior lo hacía sentir más fuerte, más seguro de sí mismo, aunque aún no comprendía por completo lo que había ocurrido.

Gaby levantó la cabeza al escuchar su voz, sus ojos se abrieron con sorpresa y alivio. En cuanto vio que Joel estaba despierto, su expresión cambió a una mezcla de emoción y preocupación.

—Joel... —dijo, casi sin creerlo, mientras tomaba su mano con suavidad, como si temiera que desaparecería en cualquier momento. El alivio inundó su rostro, pero su mirada seguía llena de dudas—. ¿Cómo te sientes? Te... te has quedado ahí tan cerca de... de irte.

Joel respiró hondo, sintiendo la extraña energía recorrer su cuerpo. No tenía respuestas para lo que había sucedido, pero la calma que sentía en su interior le decía que podía superar lo que viniera.

—No... no me fui. No pienso irme tan fácilmente —respondió, sonriendo débilmente mientras sus ojos reflejaban una determinación nueva.

Gaby lo miró con una mezcla de sorpresa y alivio, aún con la preocupación evidente en su rostro. Joel había sobrevivido a lo que parecía imposible, pero había algo diferente en él, algo que no podía identificar.

—¿Estás seguro? —preguntó, mientras apretaba su mano con más fuerza, como si el contacto le diera la seguridad que necesitaba.

Joel asintió lentamente, sintiendo una extraña conexión con ella, como si todo lo que había vivido, cada dolor, cada batalla, lo hubiera llevado a ese momento. Aunque no entendía la fuente de su nueva fuerza, sabía que debía estar allí para Gaby.

—Sí, estoy seguro —respondió con confianza, pero en su interior, comenzaba a preguntarse qué era ese poder que se había despertado en él y cómo cambiaría todo a partir de ese momento.

El encapuchado avanzaba rápidamente, su presencia era casi invisible en la penumbra del hospital. Sabía exactamente lo que estaba haciendo y por qué lo hacía. Los guardias que intentaron detenerlo cayeron sin resistencia, como si su vida no significara nada en el juego de lo que estaba por suceder. No tenía miedo, no sentía remordimientos. Solo sabía que su objetivo estaba cerca.

Subió por las escaleras con una determinación fría, sin prisa, como si todo estuviera bajo su control. Su figura, oculta por la capa oscura que llevaba, se desvanecía en cada paso que daba. Sabía que Joel, su objetivo, estaba en un estado vulnerable, malherido y recuperándose lentamente. Había oído los informes: el hombre había estado al borde de la muerte, y ahora, incluso con una extraña nueva energía dentro de él, se encontraba debilitado. Era el momento perfecto para terminar el trabajo.

Al llegar al piso donde Joel estaba, el encapuchado detuvo su marcha frente a la puerta. La sonrisa que se formó bajo la capucha no era de triunfo, sino de certeza. No había necesidad de hacer ruido. No había necesidad de apresurarse. Su enemigo estaba literalmente dañado, y aunque parecía haber resucitado de alguna manera, eso no lo haría invencible. La vulnerabilidad de Joel lo hacía más peligroso, sí, pero también más fácil de destruir.

Tomó una profunda bocanada de aire, como si se preparara para la tormenta que estaba por desatarse. Podía sentirlo. La atmósfera se volvía más densa a medida que avanzaba, como si el tiempo se alargara a propósito para prepararlo para lo que iba a suceder.

Con un movimiento preciso, empujó la puerta, entrando sin hacer ruido, como un espectro en la noche. Joel, que todavía se encontraba con Gaby a su lado, no tenía idea de lo que estaba a punto de suceder. El encapuchado había llegado, y la última pieza del rompecabezas estaba por caer en su lugar.

—Es hora de que este capítulo termine —murmuró el enmascarado en un susurro casi imperceptible, mientras la oscuridad lo envolvía completamente.

Continuará...