En una línea de tiempo alterna, José, el hijo de Victor, vive en un futuro marcado por la paz y la tranquilidad, lejos de los horrores y batallas que definieron la vida de su padre. A los 20 años, José ha crecido en un entorno donde la humanidad ha logrado superar los conflictos que alguna vez amenazaron con destruirlo todo. A su lado, se encuentra Melisa, su pareja, con quien ha construido una vida estable y serena.
La ausencia de su padre, Victor, que murió años atrás, pesa sobre él, pero no lo afecta con el mismo dolor que muchos podrían esperar. En este futuro alternativo, José ha aprendido a vivir sin las sombras del pasado y las luchas por la supervivencia. Aunque la paz reina en su mundo, él nunca ha olvidado las historias sobre las batallas heroicas de su padre, y a menudo se pregunta qué hubiera pasado si las circunstancias hubieran sido diferentes.
Melisa ha sido una compañera fiel, y juntos disfrutan de la vida simple, pero llena de momentos significativos. Sin embargo, José siente que algo más grande está al acecho, como si el destino aún tuviera planes para él, incluso en un futuro aparentemente perfecto.
Un día, mientras José y Melisa disfrutaban de su vida tranquila, un cambio repentino en el cielo interrumpe su paz. En el horizonte, una figura imponente aparece, desafiando las leyes de la física. Es Rigor, el director de la Academia Historia, quien había sido el maestro de su padre Victor en el pasado. Aunque el mundo de José ha estado en calma, la presencia de Rigor indica que algo grande está por suceder.
Rigor, con su energía imponente y su postura firme, desciende del cielo en una ráfaga de luz. A pesar de la paz que ha reinado durante tanto tiempo, su llegada trae consigo una sombra de incertidumbre. José, que había crecido escuchando relatos sobre las proezas de su padre, ahora se enfrenta a un inesperado giro del destino. Rigor, al ver a José, sabe que el joven tiene un papel crucial en los eventos por venir.
"José, ha llegado el momento de que tomes el legado de tu padre", dice Rigor con voz grave, dejando en el aire la sensación de que el futuro que José había conocido hasta ahora está a punto de cambiar para siempre.
José observó con atención mientras Rigor descendía del cielo, pero algo no encajaba. Aunque su maestro siempre había sido serio y elegante, vestido con su traje formal, hoy llevaba un atuendo completamente diferente. El traje negro, ajustado y con detalles metálicos, parecía diseñado para el combate, y los zapatos blancos contrastaban con la oscuridad de su ropa, creando una aura extraña, como si algo estuviera fuera de lugar. Rigor nunca había sido tan imponente, tan... preparado para la guerra.
Cuando Rigor levantó una mano y lanzó un ataque al suelo, la energía desatada hizo temblar el terreno, creando grietas profundas en el suelo. José, acostumbrado a las batallas y poderes extraordinarios, sintió algo aún más inquietante. El poder que emanaba no era el mismo que había conocido en su maestro.
Su mirada se fijó en los ojos de Rigor, y al instante supo que algo no estaba bien. Esa intensidad, esa fuerza... no podía ser la misma que había enseñado a su padre. No era él. No era la alma de su maestro la que estaba en su cuerpo. La presencia que había invadido su ser era ajena, una fuerza oscura y poderosa que no pertenecía a Rigor.
"Esto... no eres tú", murmuró José, dando un paso atrás, con el corazón acelerado. Su mente empezó a hacer conexiones: su maestro siempre había sido un hombre recto, guiado por la sabiduría. Pero este ser, que controlaba su cuerpo, solo tenía una mirada de frialdad, de destrucción.
Rigor—o lo que fuera que estuviera dentro de su cuerpo—sonrió con una malicia perturbadora. "José, no tienes idea de lo que está en juego aquí... y tú, al igual que tu padre, serás una pieza más en este juego."
El aire se volvió denso, y José comprendió que algo mucho más grande y oscuro había llegado. Y su vida pacífica, junto con la de Melisa, ya no sería la misma.
El aire se volvió pesado con el estruendo de las explosiones que resonaban por todo el mundo. José, sin dudarlo, tomó a Melisa en sus brazos y, con una velocidad impresionante, salió disparado hacia el cielo, volando hacia un refugio seguro. La paz que había disfrutado hasta ese momento se desvaneció en un parpadeo, reemplazada por el caos de un ataque sin precedentes.
Mientras se alejaba, las explosiones sacudían la tierra con tal fuerza que el suelo temblaba bajo sus pies, y columnas de fuego y escombros se alzaban en el horizonte. Sabía que no era un simple enfrentamiento; el poder detrás de esos ataques era aterrador y, en su corazón, temía que lo peor estuviera por venir.
"¿José, qué está pasando?" Melisa preguntó, entre angustiada y sorprendida, aferrándose a él mientras la velocidad a la que viajaban hacía que todo a su alrededor se desvaneciera en una frenética ráfaga de viento.
"Esto… no es Rigor. Algo o alguien ha tomado su cuerpo y está destruyendo todo", respondió José, su voz tensa mientras miraba atrás, preocupado por el alcance de las explosiones. Sabía que el refugio más cercano sería su única oportunidad para recalcular su siguiente movimiento.
En el cielo, las primeras explosiones provocaron una serie de detonaciones en cascada, cada una más devastadora que la anterior. Los rumores de una amenaza global empezaban a hacerse realidad. Sabía que Rigor—o lo que fuera que se encontraba dentro de su cuerpo—no estaba actuando por su cuenta. Algo más estaba detrás de todo esto, y si no se detenía pronto, el mundo entero podría caer.
Finalmente, al llegar al refugio, José depositó suavemente a Melisa en un rincón seguro, con un dejo de preocupación en su rostro. "Quédáte aquí", le dijo, su tono firme pero lleno de amor, "Necesito saber más sobre quién o qué está controlando a Rigor. Si no lo hago, el mundo estará perdido."
Melisa asintió, con los ojos llenos de temor, pero entendiendo la gravedad de la situación. Mientras José salía del refugio para confrontar la amenaza, las explosiones continuaban retumbando por el mundo, dejando claro que el futuro de la humanidad estaba en juego.
Cinco años después de la devastación, el mundo que alguna vez conoció la paz era ahora un páramo desolado, lleno de ruinas y sombras. Las explosiones que marcaron el inicio de la destrucción habían dejado a la Tierra casi irreconocible. La civilización, tal como existió, ya no era más que un recuerdo borroso. La población se redujo a unos pocos sobrevivientes, luchando por mantenerse con vida en un entorno donde la comida escaseaba y el aire era pesado con la desolación.
José, ahora mucho más endurecido por los años de guerra y sufrimiento, caminaba entre las ruinas con el rostro marcado por la fatiga. En sus recuerdos aún resonaba la imagen de su padre, Victor, y la promesa que había hecho de proteger a la humanidad, pero ahora todo parecía perdido. Nada quedaba intacto. La batalla final había sido brutal: Jehová y el arcángel Miguel, las figuras más poderosas que habían defendido el universo, ya no existían. Sus cuerpos y sus almas fueron consumidos por la misma oscuridad que había arrasado con todo. Las fuerzas divinas que alguna vez equilibraron el bien y el mal ya no estaban para interceder.
La ausencia de estos pilares cósmicos dejó a los sobrevivientes en un vacío espiritual. Sin su guía, la humanidad y las razas del mundo cayeron en la desesperación. Los cielos, alguna vez llenos de esperanza y luz, ahora eran opacos y distantes. No había ningún otro universo al que pudieran recurrir para pedir ayuda, pues la conexión con otras realidades había sido destruida.
José, con el peso de todo lo perdido, se encontraba junto a Melisa, quien seguía a su lado pero también marcada por el sufrimiento. Ambos sabían que las opciones se agotaban rápidamente. Las fuerzas oscuras que destruyeron el mundo seguían dominando, y aunque algunos pequeños grupos de sobrevivientes luchaban por mantenerse con vida, la realidad era que estaban al borde de la extinción. No solo la comida escaseaba, sino que la esperanza, la última fuente de resistencia, también comenzaba a desvanecerse.
"¿Qué queda para nosotros, José?" preguntó Melisa con voz cansada, pero decidida. "No hay nada más que ruinas. Todo lo que conocíamos... ya no existe."
José miró al horizonte, las estrellas apenas visibles en un cielo oscuro y sin vida. No podía responder. Las palabras se le atoraban en la garganta, pero en lo profundo de su ser, una chispa de resistencia seguía viva. Sabía que había algo más en juego, algo que aún no comprendía completamente. La oscuridad había destruido todo, pero no había acabado con la esencia misma de la lucha humana.
"No hemos perdido todo, Melisa. Mientras estemos juntos, todavía hay esperanza", dijo, aunque su voz sonaba vacilante, consciente de que su creencia en la esperanza era todo lo que les quedaba.
Sin embargo, la verdad era innegable. El futuro estaba sumido en la oscuridad, y la única opción era enfrentarla, aunque el camino hacia la supervivencia parecía tan incierto como la eternidad misma.
José y Melisa caminaron en silencio, su paso firme pero cauteloso, con el peso de lo que significaba ese viaje. El mundo había cambiado tanto que salir de sus refugios se había vuelto una tarea peligrosa, pero había algo que no podía ignorar: su madre, antes una científica brillante, había hablado en su juventud sobre un proyecto secreto, algo relacionado con el viaje en el tiempo. La máquina del tiempo, una pieza de tecnología tan avanzada que podría ser la última esperanza para alterar el curso de la destrucción y salvar lo que quedaba de la humanidad.
A medida que avanzaban, la desolación del mundo les rodeaba. La ciudad que antes estuvo llena de vida ahora era solo un conjunto de escombros y edificios colapsados. La vegetación, alguna vez exuberante, se había marchitado, y los pocos sobrevivientes que quedaban parecían haber perdido toda voluntad de resistir. El aire estaba cargado de una tristeza palpable, como si el propio planeta estuviera de luto por la pérdida de sus protectores y la muerte de los dioses.
José, con el rostro tenso, mantuvo la mirada fija en el horizonte mientras Melisa caminaba a su lado, manteniendo el ritmo. Sabía que, al acercarse a la casa de su madre, se arriesgaban a ser descubiertos por Dark Rigor, el ser que ahora controlaba el cuerpo de su antiguo maestro. Aunque lo llamaban "Dark Rigor", lo que realmente había sucedido era mucho más siniestro. La esencia que había invadido su cuerpo había corrompido todo lo que una vez representó el hombre que José había conocido, convirtiéndolo en un ser oscuro y destructivo.
"Si Dark Rigor se entera de lo que estamos haciendo...", murmuró Melisa, sin poder terminar la frase. El simple hecho de nombrar al nuevo "Rigor" causaba escalofríos. Sabían que, si eran atrapados, no solo perderían la oportunidad de encontrar la máquina, sino que sus vidas estarían en juego.
José asintió, su mente enfocada en una sola cosa: encontrar la máquina del tiempo. Si lograba activarla, si aún quedaba algo de esa tecnología funcional, tal vez podría regresar al pasado, antes de que todo comenzara. Podría evitar la catástrofe, salvar a su padre y, quizás, cambiar la tragedia que ya había marcado su vida.
Finalmente, llegaron a la casa de su madre. Aunque el lugar había sido saqueado en los primeros años de la destrucción, José conocía todos los rincones, todos los pasadizos ocultos. Con Melisa a su lado, se deslizaron por la casa, evitando hacer ruido y manteniéndose alejados de cualquier posible vigilancia.
Llegaron al sótano, el lugar donde su madre había trabajado en secreto, lejos de la vista de los demás. Un lugar oscuro y polvoriento, lleno de máquinas desmanteladas y papeles esparcidos por el suelo. Entre el caos, algo brilló débilmente en una esquina: una consola cubierta con una tela vieja, como si estuviera oculta a propósito.
José se acercó con cautela, su corazón latiendo con fuerza mientras levantaba la tela. Ahí estaba. La máquina del tiempo, en estado de descomposición, pero intacta.
"Lo logramos", dijo con voz baja, sus dedos recorriendo la estructura de la máquina, como si aún pudiera sentir la energía que una vez contenía.
Melisa se acercó, preocupada. "¿Está... funcionando?"
José dudó, observando las complejas partes tecnológicas que parecían haber sido diseñadas para resistir el paso del tiempo. Sabía que no sería fácil. La máquina estaba dañada, pero algo en su interior le decía que había una forma de hacerla funcionar, aunque solo fuera por un breve momento.
Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que esto no solo era una carrera contra el tiempo. Si Dark Rigor descubría lo que estaban haciendo, todo terminaría.
Cuando José tocó los controles de la máquina del tiempo, sintió una presencia detrás de él, una sensación que lo hizo detenerse en seco. Se dio la vuelta, y en la penumbra del sótano, una figura conocida apareció en la puerta: Luci, su madre. Su rostro estaba iluminado débilmente por la luz que emanaba de la máquina del tiempo, y aunque su cuerpo mostraba signos de desgaste, sus ojos brillaban con una calidez reconfortante.
"Si tu padre te viera, estaría feliz", dijo Luci con una sonrisa suave, pero llena de sabiduría. Su voz era tranquila, pero había un dejo de orgullo que resonó en el aire. Era una frase que José había oído en tantas ocasiones cuando era joven, pero ahora, en medio de la desesperación, sus palabras tenían un peso mucho mayor.
José sintió una mezcla de alivio y angustia al verla. Había pasado tanto tiempo desde que había perdido a su madre, y aunque su mente intentaba racionalizar lo que veía, su corazón simplemente se llenó de emoción.
"¿Madre?" José preguntó con una voz temblorosa, su mente aún tratando de procesar la realidad de la situación. "Pensé que... pensaba que habías..."
"Sí", dijo Luci, interrumpiéndolo suavemente. "Pensaste que había muerto. Pero he estado aquí todo este tiempo, trabajando en la máquina, esperando el momento adecuado para que pudieras usarla." Sus ojos se suavizaron mientras miraba a su hijo, y sus palabras fueron llenas de ternura y dolor. "Sabía que llegarías algún día, José. Sabía que tendrías que hacerlo por el bien de todos."
Melisa, al estar cerca, observó en silencio, comprendiendo la importancia de ese encuentro. A pesar de la destrucción que los rodeaba, había algo reconfortante en ver a Luci, una figura materna, a pesar de todo lo que había sucedido.
"Pero ¿por qué ahora, madre? ¿Por qué la máquina?" José le preguntó, incapaz de ocultar la confusión en su voz. "¿Qué es lo que aún falta por hacer?"
Luci suspiró profundamente, como si una carga pesada se hubiera levantado de su pecho al ver a su hijo tan cerca de lograrlo. "La máquina no solo es para retroceder el tiempo. No puedes solo cambiar los eventos pasados y esperar que todo se resuelva. El tiempo es más complejo que eso. Debes comprender que la solución no es solo un viaje físico, sino una elección que tendrás que hacer, una que puede afectar a todos los mundos."
José se quedó en silencio, escuchando atentamente a su madre, su mente llena de preguntas. Sabía que la máquina podía ser la clave para salvar lo que quedaba del mundo, pero Luci hablaba de algo más grande, algo que él no terminaba de entender.
"Tu padre te dejaría llevar esa carga, José. Siempre lo hizo. Pero ahora, debes ser tú quien decida si este es el camino que quieres tomar", continuó Luci, mientras sus ojos se posaban en la máquina, con una mirada que parecía atravesar el tiempo mismo.
José, aunque lleno de incertidumbre, asintió lentamente. Sabía que no era solo el futuro de la Tierra lo que estaba en juego, sino algo mucho más vasto, algo que podría alterar la estructura misma de su existencia y de aquellos que habían caído.
"Gracias, madre", dijo, su voz firme a pesar de la duda que sentía. "Lo haré. Encontraré la manera de cambiar las cosas. No dejaré que todo lo que hemos perdido sea en vano."
Luci le sonrió una vez más, esa sonrisa que siempre le daba cuando aún era un niño, diciéndole sin palabras que creía en él. Luego, se acercó a la máquina y, con un gesto preciso, activó un conjunto de controles ocultos que había diseñado en secreto. La máquina cobró vida, y las luces titilaron, indicando que el viaje en el tiempo estaba cerca de volverse realidad.
"Recuerda, José", dijo su madre con voz suave pero llena de determinación. "El tiempo no solo es un camino hacia atrás. Es un reflejo de las decisiones que tomas. Si cambias el pasado, debes estar preparado para lo que el futuro traerá. Pero siempre recuerda que lo importante es el ahora, lo que hagas en el presente puede ser el verdadero cambio."
José miró la máquina una vez más, ahora sabiendo que no solo tenía que salvar a su mundo, sino encontrar el equilibrio entre lo que se había perdido y lo que aún podía salvarse. La máquina estaba lista. Su viaje estaba por comenzar, pero aún quedaba una última pregunta por responder: ¿estaba preparado para las consecuencias de alterar el tiempo?
José sintió una corriente de energía recorrer su cuerpo cuando, con un gesto decidido, presionó el botón en la máquina del tiempo. La máquina se redujo al tamaño de una canica, un objeto diminuto que cabía perfectamente en la palma de su mano. Al esconderla dentro de su pantalón, un suspiro de alivio escapó de sus labios. Al menos, por ahora, nadie sabría lo que había hecho. Nadie sospecharía que la clave para cambiar el curso de la destrucción del mundo estaba guardada en su bolsillo.
Pero la paz momentánea fue breve. De repente, una explosión resonó a través de las paredes del sótano, sacudiendo el suelo y haciendo que el aire se llenara de polvo y escombros. José, alertado por el estruendo, se giró hacia el origen del sonido, y sus ojos se abrieron al ver a Dark Rigor descendiendo con una sonrisa malévola en el rostro, su presencia intimidante llenando la habitación.
La energía oscura que irradiaba de su cuerpo era palpable, como si el mismo aire se hubiera vuelto denso a su alrededor. La sensación de que todo a su alrededor se volvía más sombrío lo envolvía.
Con un movimiento rápido, Dark Rigor lanzó una explosión directa al suelo, reduciendo la estructura del sótano a escombros. José reaccionó instintivamente, su mente buscando una manera de atacar a su antiguo maestro, el hombre que alguna vez le enseñó todo sobre el combate y la disciplina. Pero antes de que pudiera actuar, vio cómo Dark Rigor, con una fuerza sobrehumana, levantaba a Luci del suelo por el cuello, sus dedos apretando su garganta con una facilidad escalofriante.
Luci, aunque claramente afectada por la violencia del ataque, mantuvo la calma. Sus ojos se encontraron con los de José, y en ese momento, un torrente de emociones cruzó entre ellos. Había algo que sabía, algo que José tenía que entender para sobrevivir.
"No lo hagas, hijo", dijo Luci con voz rasposa, pero firme. "¡Lárgate! Tú y Melisa, ahora. ¡Vete!" Su voz era llena de urgencia, y su mirada se suavizó por un instante, como si le estuviera pidiendo perdón por lo que estaba a punto de hacer.
José se detuvo, el impulso de salvar a su madre chocando con la realidad de lo que sucedía. Sabía que enfrentarse a Dark Rigor en ese momento era suicida. Además, su madre lo estaba enviando lejos para que no perdiera lo poco que quedaba de esperanza.
"¡No!" gritó José, su rostro torcido por el dolor de la impotencia. Pero Luci, con la mirada llena de determinación, le dio una orden que no podía desobedecer.
"¡Hazlo ahora, José! ¡Ve con Melisa! ¡Ve!" repitió, su respiración cada vez más entrecortada mientras Dark Rigor la mantenía a su merced.
En ese instante, José entendió lo que debía hacer. Con una mirada llena de pesar y determinación, dio un paso atrás, tomando a Melisa de la mano y comenzando a retroceder hacia la salida. La máquina del tiempo en su bolsillo parecía pesar más que nunca, pero no podía rendirse. No aún. Su madre había sacrificado demasiado para que él fracasara.
Dark Rigor los observó desde lejos, su sonrisa cruel no desvanecida. "No hay escape para ustedes, José", dijo con una calma aterradora. "El tiempo no cambiará nada. No podrás detenerme."
José no respondió, pero en su corazón sentía una mezcla de desesperación y resolución. Mientras se alejaban, el futuro ya no parecía tan claro. Sin embargo, su mente estaba decidida: no importaba lo que costara, él cambiaría el curso de los eventos. No iba a dejar que todo lo que habían perdido fuera en vano.
El sótano se quedó en silencio, con Dark Rigor observando a su alrededor. Sabía que la batalla apenas comenzaba, y que no se detendría hasta ver a José caer. Pero algo en su interior, tal vez una chispa de lo que alguna vez fue, no pudo evitar sentirse incómodo por lo que acababa de hacer.
La escena se desarrolló en un suspiro de horror. Dark Rigor, con una calma macabra, levantó su mano derecha y, con un solo movimiento, atravesó el pecho de Luci. La sangre brotó rápidamente, tiñendo el aire con un carmesí oscuro. El dolor y la sorpresa se reflejaron en los ojos de Luci mientras su vida comenzaba a desvanecerse.
Con una sonrisa cruel en sus labios, Dark Rigor observó cómo la vida se escapaba de su estudiante. La expresión de Luci cambió, y en sus ojos apareció un destello de comprensión y, tal vez, de paz. Miró al hombre que había sido su amigo, su compañero y, al mismo tiempo, su mayor dolor. En ese instante, no había odio, solo una tristeza profunda y resignada. El fin había llegado.
Con un último suspiro, Luci cerró lentamente los ojos, como si aceptara su destino, dejando un vacío que resonó con una tristeza profunda.
Entonces, como si el tiempo se hubiera detenido por un segundo, una explosión gigantesca sacudió la casa. El sonido retumbó por todo el vecindario, y el edificio se desintegró en pedazos de concreto y madera, lanzando escombros a todas partes. El eco de la destrucción atravesó el aire, y José, quien apenas había sido testigo de la última imagen de su madre, sintió cómo el mundo se derrumbaba a su alrededor.
Cuando el polvo se disipó, José se quedó paralizado por la sensación de vacío absoluto. No quedaba nada. No quedaba poder, no quedaba vida, no quedaba rastro de la mujer que lo había criado, de la mujer que había dado todo por él. Solo una profunda oscuridad se extendía por su alma. Su madre estaba muerta.
José, con el corazón destrozado y una furia indescriptible ardiendo en su pecho, tomó la mano de Melisa, la única persona que aún permanecía a su lado, y comenzó a correr, arrastrado por una fuerza interna que no podía controlar. Las lágrimas caían por su rostro mientras avanzaba sin rumbo fijo, solo movido por la necesidad de escapar, de sobrevivir.
Sabía lo que eso significaba. Sabía que Dark Rigor los alcanzaría, que no había escapatoria. Pero aún así, corría, desesperado, con la esperanza de que algo, en algún lugar, pudiera ofrecerles un refugio. El futuro ya no tenía forma; solo quedaba el dolor y la búsqueda de una salida que no parecía existir.
El sonido de sus propios pasos era lo único que escuchaba mientras corría, su corazón latiendo con fuerza. Las calles estaban vacías, el mundo destruido, y en el aire flotaba una sensación de desesperanza, pero también de una rabia contenida. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo podría enfrentarse a alguien como Dark Rigor, quien había arrasado con todo lo que él había amado?
Pero Melisa, al ver la angustia de José, lo apretó con más fuerza, dándole el coraje que necesitaba. Sabía que su viaje no terminaba aquí. No dejaría que todo fuera en vano. El dolor de perder a su madre, de ver a su maestro convertido en el monstruo que ahora era, era insoportable. Sin embargo, algo dentro de José se despertó, algo más fuerte que el dolor: la determinación de luchar, de no rendirse ante lo que parecía ser un destino inevitable.
Así, mientras las ruinas de su hogar se desvanecían en el horizonte, José y Melisa continuaron corriendo, sabiendo que la batalla estaba lejos de terminar. La oscuridad los perseguía, pero la luz en su interior aún no se apagaba.
La explosión de Dark Rigor fue devastadora. El aire explotó con una fuerza abrumadora, enviando a José y a Melisa volando por los aires como muñecos de trapo. El impacto fue brutal, y la tierra retumbó bajo sus cuerpos. Melisa cayó al suelo sin moverse, su rostro pálido y su respiración inexistente. José, completamente aturdido, sintió que el mundo a su alrededor se desmoronaba.
El dolor se intensificó cuando miró a Melisa, tendida sobre el suelo, inmóvil. Un frío paralizante le recorrió el cuerpo, y el miedo lo invadió. En su pecho, la angustia se transformó en terror. Sintió su propio corazón latir erráticamente, pero al mirar a Melisa, no pudo escuchar nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. El silencio se volvió insoportable.
¿Está muerta? Esa pregunta se repitió una y otra vez en su mente. Las manos de José temblaban mientras se acercaba a Melisa. Su rostro, marcado por el miedo y el dolor, se reflejaba en la desesperación que se apoderaba de su ser. No. No podía ser.
Al extender la mano hacia su pecho, buscó un pulso. Nada. Nada. Su respiración se detuvo por un segundo, y el mundo pareció detenerse también. El vacío lo invadió por completo, una sensación de que todo lo que conocía se había ido de golpe. ¿Por qué no podía salvarla?
La oscuridad se hacía más densa alrededor de él. La impotencia lo aplastaba, pero en ese instante, algo en su interior, una chispa de rabia contenida, lo empujó hacia adelante. No podía rendirse. No la perdería.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, una sombra se proyectó sobre él. Dark Rigor apareció sobre un edificio cercano, observando desde lo alto con su presencia imponente. Su mirada fija y fría caía sobre José como una losa de concreto.
"Qué patético", dijo Dark Rigor con una sonrisa que reflejaba una mezcla de diversión y desprecio. Su voz resonó como una amenaza en el aire. "¿Creías que podrías escapar de mí? ¿Que podrías salvar a tu querida Melisa? No hay esperanza, José."
La figura de Dark Rigor estaba rodeada por una aura de poder oscuro, y la ciudad parecía temblar bajo su influencia. Cada palabra de él era como un peso en el aire, y José podía sentir cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de su cuerpo.
Pero a pesar de todo, José no miró hacia arriba, donde Dark Rigor lo observaba. En su mente, solo existía una cosa: Melisa. Aunque la desesperación lo envolvía, un fuego nuevo comenzó a arder dentro de él. No la perdería.
Con una rapidez feroz, José se arrodilló junto a Melisa, tomando su rostro entre sus manos. Las lágrimas, a pesar de su rabia, cayeron sin control. Necesitaba encontrar una manera de salvarla, de no dejar que todo se desmoronara como lo había hecho con su madre. No la dejaría ir.
Con cada fibra de su ser, deseó con todas sus fuerzas que el destino, o algo, le diera una oportunidad más. Pero en lo más profundo de su ser, sabía que el futuro ya no dependía de la suerte, sino de la decisión que tomara a continuación. Él sería el que cambiaría las reglas, aunque el precio fuera demasiado alto.
Pero las palabras de Dark Rigor resonaron en su mente, como un eco cruel. "No hay esperanza, José..." ¿Sería cierto? ¿Había llegado el momento de enfrentar la realidad?
La tensión en el aire era palpable. José se preparó para el combate con Dark Rigor, el hombre que había sido su mentor y amigo, pero ahora se había convertido en un monstruo imparable. José sabía que no podía permitir que su dolor lo venciera. Melisa estaba en juego, y aunque su cuerpo aún estaba agotado y adolorido, no había vuelta atrás. La batalla ya había comenzado.
Ambos se lanzaron al mismo tiempo, Dark Rigor avanzando con una velocidad impresionante, y José esquivando y contraatacando con agilidad. Los golpes resonaron en el aire, la fuerza de ambos parecía suficiente para desmoronar el mismo terreno bajo sus pies. José sintió el impacto de un golpe directo de Dark Rigor, que le destrozó el brazo, causando una fractura dolorosa. José gritó por el dolor, pero no dejó que eso lo frenara.
Con una rapidez feroz, José concentró toda su energía en su puño y lanzó un golpe directo al pecho de Dark Rigor. El impacto fue tan fuerte que Dark Rigor retrocedió varios pasos, tambaleándose por un momento. La expresión de José se endureció, su rostro marcado por la rabia y la determinación.
"Blaster Solar," murmuró, una técnica que su padre había usado en sus tiempos más oscuros. José extendió ambas manos, canalizando una explosiva cantidad de energía solar en su interior. Una esfera brillante de luz pura comenzó a formarse entre sus manos, iluminando todo a su alrededor con su resplandor cegador. Sin pensarlo más, José lanzó la energía hacia Dark Rigor con una velocidad mortal.
El ataque impactó de lleno, creando una nube de humo denso y una pequeña explosión que reverberó por todo el área. Los escombros volaron por el aire y el terreno quedó marcado por la poderosa onda de choque. Pero el resultado no fue suficiente. Dark Rigor estaba herido, sí, pero no destruido. Su risa se oyó a través del humo, y aunque estaba debilitado, su presencia seguía siendo amenazante.
José, consciente de que el combate no era sostenible, sabía que necesitaba huir. Dark Rigor podría haberlo alcanzado, pero José utilizó su último recurso: la teletransportación. Un destello de energía y desapareció de la zona en un parpadeo, trasladándose rápidamente hacia el refugio donde él y Melisa se habían refugiado.
El refugio estaba lejos, protegido por múltiples capas de seguridad, y aunque había otros refugios disponibles, este era el más seguro. José llegó rápidamente, adolorido y agotado, pero con la urgencia de asegurar que Melisa estuviera a salvo. Sabía que Dark Rigor no dejaría de buscarlo, así que hizo lo que debía hacer: desaparecer su poder.
Para asegurarse de que Dark Rigor no pudiera rastrearlo, José selló su energía y poder, dejándolos en un estado de latencia absoluta. Su presencia se desvaneció, haciendo que fuera casi imposible para Dark Rigor detectarlo, al menos por ahora. Aunque el refugio era seguro, José sabía que la paz sería solo temporal. La batalla, aunque ganada momentáneamente, aún no había terminado. Dark Rigor lo perseguiría, y José tendría que estar preparado para lo que viniera.
El refugio de José comenzó a desvanecerse en la lejanía cuando sacó la máquina del tiempo, un vehículo tan avanzado que solo la tecnología más antigua sabía cómo usarla adecuadamente. Era un aparato pequeño pero poderoso, con la capacidad de cruzar dimensiones y tiempos. José sabía que, en su situación desesperada, no tenía otra opción. Con un suspiro lleno de determinación, subió al vehículo, el cual comenzó a vibrar a medida que lo encendía.
El techo del refugio se rompió con un estruendoso sonido cuando la máquina comenzó a elevarse hacia los cielos, atravesando las nubes y la atmósfera de la Tierra. José miró por última vez hacia abajo, sabiendo que si permanecía en ese mundo, Dark Rigor lo encontraría, y todos sus esfuerzos serían inútiles.
Pero apenas comenzó a elevarse en el aire, Dark Rigor lo detectó. Viendo cómo la máquina del tiempo se elevaba, Dark Rigor extendió su brazo hacia el cielo. Su mano se llenó de una energía oscura, que crepitaba y giraba en torno a sus dedos. Con una sonrisa siniestra, lanzó un ataque devastador hacia José, pero en ese preciso momento, José activó el sistema de salto temporal en la máquina, y con una destreza inesperada, el vehículo fue arrastrado por un vórtice de energía temporal que lo llevó a través del espacio-tiempo.
La luz se distorsionó a su alrededor mientras la máquina atravesaba el portal. José luchaba por mantener el control mientras su cuerpo comenzaba a sentirse cada vez más débil debido al esfuerzo de controlar la máquina en ese salto tan inestable. La presión era demasiado, y antes de que pudiera hacer algo más, su conciencia se desvaneció, y cayó en un profundo sueño.
Cuando Dark Rigor observó que la máquina desaparecía en un destello de luz, sus ojos se entrecerraron. José había desaparecido, pero ¿a dónde se había ido? Su frustración creció, y su mente empezó a cavilando todas las posibilidades. Se quedó un momento en silencio, la furia se mezclaba con la intriga. José podría haber ido a cualquier punto en el tiempo, cualquier lugar en el universo, y eso significaba que tenía que rastrear cada rincón de la Tierra, y tal vez más allá, para encontrarlo.
Sin perder más tiempo, Dark Rigor comenzó su búsqueda, desplazándose por todo el planeta Tierra primero, usando su poder para escanear los lugares más remotos. Pero José había ido mucho más allá de lo que Dark Rigor podía imaginar, cruzando el tiempo y el espacio hacia el pasado, hacia momentos antes de que todo el caos comenzara.
Mientras tanto, en el pasado, José se desmayó dentro de la máquina, que continuaba su viaje a través del tiempo. La máquina aterrizó en un lugar desconocido, en una era lejana, y aunque José estaba inconsciente, algo en el flujo temporal lo protegía, esperando que se despertara en el momento adecuado.
Mientras José se perdía en el flujo del tiempo, en un rincón devastado de lo que quedaba de la Tierra, un pequeño grupo de sobrevivientes encontró el cuerpo desmayado de Melisa. Estaba herida, con marcas de batalla y un pulso débil, pero seguía con vida. Los sobrevivientes, un grupo que se había mantenido oculto durante los años de destrucción causados por Dark Rigor, la recogieron con cuidado.
Melisa fue llevada rápidamente a su refugio subterráneo, un lugar oculto entre las ruinas de la civilización. Era un búnker reforzado con tecnología antigua, equipado para atender a los heridos y proteger a los últimos remanentes de la humanidad. Al llegar, la colocaron en una camilla improvisada y comenzaron a trabajar en ella de inmediato.
Uno de los médicos improvisados, un hombre de mediana edad con cicatrices de las muchas guerras que había vivido, examinó a Melisa con preocupación. "Sus heridas son graves, pero podemos salvarla", dijo, tomando vendas y aplicando un ungüento medicinal para desinfectar los cortes.
Melisa fue cuidadosamente vendada, y le administraron líquidos para estabilizar su condición. Durante horas trabajaron sin descanso, haciendo todo lo posible para asegurar su recuperación. Poco a poco, su respiración se estabilizó y su pulso volvió a ser regular, pero seguía sin despertar.
Los sobrevivientes discutieron entre ellos. "¿Quién es ella?", preguntó una joven con cabello corto, sus ojos llenos de sospecha. "No lo sé, pero parece que fue atacada por alguien poderoso", respondió otro. "Si logró sobrevivir ahí afuera, puede que tenga información importante".
Decidieron vigilarla mientras se recuperaba, esperando respuestas cuando despertara. Sabían que cualquier fragmento de información podía ser crucial para entender lo que estaba ocurriendo y quizás, encontrar una forma de sobrevivir a la tiranía de Dark Rigor.
Mientras tanto, en el búnker, había un murmullo de esperanza entre los sobrevivientes. La llegada de Melisa parecía un signo de algo más grande. Tal vez, solo tal vez, aún quedaba una oportunidad de luchar. Pero por ahora, todo lo que podían hacer era esperar a que Melisa despertara, con la esperanza de que trajera consigo alguna pista para cambiar su destino.
El vórtice temporal se desvaneció en un destello de luz, y la máquina del tiempo aterrizó con un fuerte estruendo en el patio trasero de una casa. Era una noche tranquila, solo interrumpida por el repentino impacto de la nave que sacudió el suelo. Víctor, que estaba en su hogar disfrutando de una rara noche de paz, sintió la vibración y escuchó el ruido en su jardín.
Con el ceño fruncido, Víctor salió de su casa, listo para enfrentar cualquier amenaza que pudiera haber aparecido. Pero lo que vio lo dejó completamente perplejo: una máquina que parecía casi irreconocible, pero de alguna manera vagamente familiar. Cuando la puerta se abrió y emergió un joven herido, Víctor entrecerró los ojos para ajustar su visión en la oscuridad.
La figura tambaleante que salió de la máquina no era un extraño. Víctor lo reconoció casi de inmediato: era José, su propio hijo, pero mayor, con un rostro marcado por el sufrimiento y el paso del tiempo.
"¿José...? ¿Eres tú?" preguntó Víctor, sorprendido, con los ojos abiertos de par en par.
José, aún desorientado y débil por el viaje, levantó la mirada al escuchar la voz de su padre. Había soñado con este momento, regresar al pasado para encontrar a su padre antes de que todo se desmoronara. Con un esfuerzo titánico, José salió tambaleándose de la nave, sus piernas a punto de ceder. Víctor corrió hacia él justo a tiempo para sostenerlo antes de que colapsara por completo.
"Papá..." murmuró José, respirando con dificultad. "He venido... para advertirte... algo terrible sucederá".
Víctor, aún procesando lo que estaba viendo, lo ayudó a sentarse en el suelo. "Tranquilo, hijo. Estás a salvo ahora. Respira hondo y dime qué ocurrió", dijo, manteniendo la calma que siempre tenía en momentos de crisis.
José cerró los ojos por un momento, reuniendo fuerzas antes de hablar. "No hay tiempo que perder... Dark Rigor... no es quien crees que es... algo... algo ha tomado su cuerpo. Mató a mamá... destruyó todo... incluso a los dioses...", la voz de José se quebraba por la mezcla de rabia y desesperación.
Víctor apretó los puños al escuchar esas palabras. La idea de perder a su esposa y de que Rigor, uno de sus más cercanos aliados, se convirtiera en un monstruo, lo llenó de confusión e ira. "Dioses... ¿Qué clase de enemigo estamos enfrentando?" pensó para sí mismo.
"Tranquilo, José," dijo Víctor, "ahora que estás aquí, encontraremos una forma de detener esto. Pero necesito que me cuentes todo. ¿Cómo llegamos a este punto?"
José asintió débilmente. "Hay un ser... una entidad que ha poseído a Rigor. Lo llaman Dark Rigor. Ha matado a todo ser poderoso en nuestro universo... y no se detendrá hasta consumir toda la existencia. Te necesito, papá. Eres nuestra última esperanza".
Víctor, con una determinación renovada, miró a su hijo. "Entonces lucharemos juntos, José. No permitiré que esta oscuridad nos quite todo lo que amamos".
Pero antes de planear su siguiente movimiento, Víctor sabía que necesitaban toda la ayuda posible y comenzarían por reunir a viejos aliados antes de que Dark Rigor encontrara una forma de rastrearlos en esta línea temporal.
Esta vez, padre e hijo se unirían para enfrentarse a una amenaza que superaba todo lo que habían conocido.
Mientras José intentaba explicarle todo a su padre, una sombra apareció en la puerta de la casa. Rigor, el director de la Academia Historia y mentor de Víctor, había estado dentro, hablando con su viejo amigo. Al sentir la conmoción afuera, decidió salir a investigar.
José, aún temblando de rabia y confusión, levantó la vista y vio la figura familiar de Rigor. Pero en su mente, el recuerdo de Dark Rigor, la versión corrompida y asesina que había destruido su futuro, fue lo único que pudo ver. Sin pensarlo dos veces, José se lanzó hacia él con un grito de furia, canalizando toda su fuerza en un puñetazo directo al rostro de Rigor.
El tiempo pareció detenerse por un instante.
Con un movimiento fluido y preciso, Rigor atrapó el puño de José en el aire, su expresión era seria pero tranquila. El impacto resonó en el aire, pero Rigor no se movió ni un milímetro, demostrando la fuerza y experiencia que había acumulado durante años de combate.
"¡Cálmate, muchacho!" dijo Rigor con voz firme, mirando a José a los ojos. "No soy quien crees que soy. Respira, y explícame qué está sucediendo".
José, con los ojos desorbitados y la respiración agitada, trató de liberarse del agarre de Rigor, pero no pudo. "¡Tú... tú mataste a mi madre! ¡Destruiste todo!" gritó, luchando por contener las lágrimas que quemaban en sus ojos.
Víctor intervino rápidamente, colocando una mano en el hombro de su hijo. "¡José, escúchame! Este es el verdadero Rigor, no es el monstruo que conociste en tu futuro. Está de nuestro lado".
José, aún con el corazón acelerado, miró de nuevo a Rigor, buscando cualquier signo de la oscuridad que había consumido a su versión del futuro. Pero lo único que vio fue la mirada preocupada de un hombre que una vez fue su mentor y amigo de su padre.
Con un suspiro tembloroso, José finalmente relajó su cuerpo. Rigor soltó su puño lentamente, pero no apartó la mirada de él. "Dime qué ha pasado, hijo. ¿Qué has visto en tu tiempo que te ha llevado a atacarme así?" preguntó Rigor, su voz ahora más suave.
José se tomó un momento para recuperar el aliento antes de hablar. "En mi futuro... algo tomó tu cuerpo, te convertiste en un ser que llamamos Dark Rigor. Mataste a mamá, destruiste a Jehová, a los ángeles, a todo ser que se interpusiera en tu camino... y solo quedamos unos pocos sobreviviendo en un mundo en ruinas".
El rostro de Rigor se endureció al escuchar esas palabras, pero permaneció en silencio, procesando la información. Víctor miró a su viejo amigo con preocupación. "Si eso es cierto, entonces necesitamos prepararnos... porque si Dark Rigor existe en el futuro, podríamos estar enfrentándonos a una amenaza que ni siquiera tú o yo hemos visto venir".
Rigor asintió, la gravedad de la situación era clara para él ahora. "No permitiré que eso suceda. Si hay una entidad que tomó mi cuerpo en tu línea temporal, encontraremos la forma de detenerla antes de que pueda causar más destrucción".
Los tres hombres, unidos por la urgencia del momento, sabían que el tiempo era su mayor enemigo. Juntos, José, Víctor y Rigor comenzaron a planear sus próximos pasos, conscientes de que el destino del pasado, presente y futuro dependía de lo que hicieran a continuación.
El impacto de las palabras de José resonó en el aire, y por un momento, todo se sintió terriblemente irreal para Rigor. Nunca se había considerado capaz de tal crueldad, y la idea de haber asesinado a Luci en un futuro alternativo lo dejó conmocionado. Su rostro, siempre sereno y controlado, mostraba ahora una mezcla de incredulidad y dolor.
"¿Yo... acabé con la vida de tu madre?" repitió en un susurro, casi para sí mismo. No podía imaginarse haciéndole daño a alguien tan cercano a su familia. La confusión y el dolor se reflejaban en sus ojos. Rigor siempre había sido un hombre de principios, alguien que solo recurría a la violencia cuando era absolutamente necesario. La idea de haberse convertido en una versión tan retorcida de sí mismo lo perturbaba profundamente.
José, abrumado por el recuerdo de la muerte de su madre, no pudo contener más sus lágrimas. Todo el dolor que había reprimido durante años de lucha y supervivencia en un mundo devastado se desbordó de golpe. Se tambaleó hacia Rigor, y antes de darse cuenta, se encontró envuelto en un fuerte abrazo.
Rigor, conmovido por el sufrimiento de su antiguo alumno, lo abrazó con firmeza, tratando de transmitirle consuelo y calma. "Tranquilo, José," susurró con voz suave pero firme. "No sé cómo ocurrió eso, pero te prometo que haremos lo que sea necesario para evitar que ese futuro se haga realidad. Yo jamás te haría daño a propósito, ni a ti ni a tu madre."
En ese momento, Luci apareció en la entrada de la casa, atraída por el sonido de voces elevadas y la energía emocional que llenaba el ambiente. Al ver a su hijo, más mayor, agotado y roto por lo que había vivido, su corazón se encogió.
"José..." murmuró Luci, con los ojos llenos de lágrimas. Caminó hacia él lentamente, como si temiera que fuera un sueño que se desvanecería en cualquier momento. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, extendió una mano temblorosa y le acarició el cabello, como solía hacer cuando él era un niño.
José levantó la vista, sorprendido de ver el rostro amable y cariñoso de su madre, vivo y sano frente a él. La visión de ella tan llena de vida, en lugar del cadáver frío que recordaba, le trajo un torrente de emociones. Se desplomó de rodillas, llorando en el regazo de Luci mientras ella lo rodeaba con sus brazos.
"Estoy aquí, hijo... todo estará bien," le susurró Luci con voz temblorosa, pero llena de amor. "No sé qué has pasado, pero estamos juntos ahora."
Víctor observaba la escena con el corazón apretado, su mente corriendo a toda velocidad para entender cómo habían llegado a este punto. Sabía que algo terrible se cernía sobre ellos, algo que transformaría al futuro Rigor en un ser lleno de oscuridad. Pero por ahora, lo único que importaba era que su familia estaba reunida, aunque fuera por un breve momento.
"Rigor," dijo Víctor, llamando la atención de su viejo amigo. "Debemos encontrar la causa de esa corrupción... esa oscuridad que te transformó en el futuro. Si hay una manera de detenerlo antes de que suceda, tenemos que descubrirla ahora."
Rigor asintió solemnemente, aún abrazando a José. "Lo haremos, Víctor. Encontraremos la forma de cambiar ese destino. Y te prometo, José, que no permitiré que te arrebaten a tu familia otra vez."
Con esa promesa en el aire, el grupo se preparó para la misión más importante de sus vidas: evitar la llegada de Dark Rigor y salvar no solo a su familia, sino a todo el universo, antes de que la oscuridad se apodere de él.
El aire se llenó de una energía densa y opresiva cuando un agujero temporal se abrió en el cielo, distorsionando la realidad con su fuerza. Un aura oscura y malévola emanó de él, y Dark Rigor emergió con una presencia imponente, flotando en el aire con una sonrisa arrogante. Vestía su característico traje negro con zapatos blancos, una versión más siniestra del hombre que alguna vez fue el respetado director de la Academia Historia.
Víctor, Rigor, Luci, y José lo miraron con una mezcla de incredulidad y horror. Este ser frente a ellos no era simplemente una versión malvada de Rigor; era la manifestación de una oscuridad pura y despiadada. Dark Rigor observó a cada uno de ellos, como un depredador analizando a su presa, y su sonrisa se ensanchó.
"Mortales insignificantes..." declaró con un tono lleno de desdén y soberbia, su voz resonando como un trueno. "¿De verdad creen que pueden cambiar el destino que he creado? Todo lo que ven, todo lo que alguna vez amaron... lo he destruido una vez, y puedo hacerlo mil veces más."
José apretó los puños, su corazón lleno de rabia y desesperación. El asesino de su madre estaba justo frente a él, la misma entidad que había arrasado con todo su mundo. A su lado, Víctor adoptó una postura de combate, sus músculos tensos como un resorte listo para atacar. Rigor, el verdadero Rigor, frunció el ceño al ver a su oscuro reflejo, tratando de comprender cómo él mismo podría haber sido corrompido de tal manera.
"¡No eres más que una sombra!" gritó José, dando un paso al frente con determinación. "No dejaré que destruyas este mundo como lo hiciste con el mío."
Dark Rigor soltó una carcajada fría, su rostro retorcido en una expresión de desprecio. "¿Y qué harás tú, muchacho? ¿Lanzarme otro patético ataque como el que usaste antes? Todos ustedes no son más que insectos ante mi poder. Ya maté a tu madre una vez, ¿quieres unirte a ella tan pronto?"
El comentario de Dark Rigor encendió una furia ardiente en José, pero antes de que pudiera lanzarse al ataque, Víctor lo detuvo colocando una mano firme en su hombro. "No, José," murmuró Víctor con un tono calmado pero firme. "No dejes que te provoque. Lucharemos juntos, y lo venceremos juntos."
Rigor dio un paso adelante, posicionándose al lado de Víctor. "Yo no sé qué clase de monstruo te has convertido en ese futuro retorcido, pero aquí, en este momento, no eres más que un error que debe ser corregido."
Dark Rigor entrecerró los ojos, visiblemente molesto por la insubordinación de su contraparte más joven. "Tú, el patético remanente de lo que fui, no eres nada comparado conmigo. He trascendido lo que tú jamás entenderías."
La tensión en el aire se volvió insoportable. En un instante, el mundo pareció detenerse, mientras ambas versiones de Rigor, el verdadero y el oscuro, se miraban con una intensidad que podría partir montañas. Víctor, siempre el estratega, sabía que la batalla que se avecinaba no sería nada fácil. Luci, temblando por la presencia abrumadora de Dark Rigor, retrocedió un paso, pero no perdió la fe en los guerreros que estaban a su lado.
De repente, Dark Rigor levantó una mano, y una esfera de energía oscura se formó en su palma, crepitando con un poder destructivo. "Juguemos, entonces. Mostradme lo que esos cuerpos mortales son capaces de soportar antes de desintegrarse."
Sin esperar una respuesta, Dark Rigor lanzó la esfera de energía hacia ellos con una velocidad devastadora. Víctor, con reflejos rápidos como un rayo, creó un campo de energía púrpura con su técnica Energy Cosmic Purple para desviar el ataque, mientras Rigor y José se preparaban para el contraataque.
La batalla final había comenzado. El destino del pasado, presente y futuro pendía de un hilo.
Víctor miró a Dark Rigor con una determinación inquebrantable. No era la primera vez que enfrentaba a un enemigo poderoso, pero este combate era diferente. Sabía que el futuro de su hijo, de José, y de todos los que amaba estaba en juego. Sin decir una palabra, Víctor cerró los ojos un instante, concentrándose profundamente.
"Ira Dansandankai..." murmuró, activando su técnica más feroz. Un fuego intenso de color rojo brotó a su alrededor, envolviendo su cuerpo en una aura incandescente. Sus músculos se hincharon, llenos de poder desbordante, y su piel brillaba como si estuviera hecha de hierro al rojo vivo. Cada fibra de su ser se preparaba para el combate.
Dark Rigor lo observó con una sonrisa burlona, sin moverse de su posición. "¿De verdad crees que ese poder bastará para derrotarme?" se mofó, con su voz resonando como un eco en la vasta quietud que los rodeaba.
Sin responder, Víctor se impulsó hacia adelante con una velocidad cegadora, dejando un rastro de llamas en su camino. En un abrir y cerrar de ojos, apareció frente a Dark Rigor y lanzó un golpe demoledor con su puño derecho, cargado con toda la fuerza del Ira Dansandankai. El impacto fue tan colosal que hizo temblar el suelo, creando ondas de choque que rompieron ventanas en un radio de kilómetros. Dark Rigor fue lanzado hacia el horizonte como un proyectil, atravesando varios edificios hasta perderse de vista.
La colisión lo envió volando hacia una zona remota, un desierto rocoso, donde su cuerpo destrozó montañas al aterrizar, dejando un enorme cráter en su estela. Víctor no perdió tiempo; sabía que ese ataque no sería suficiente para acabar con un enemigo de su calibre. Se teletransportó instantáneamente al desierto, materializándose justo frente a Dark Rigor antes de que este pudiera levantarse del impacto.
Dark Rigor, aún sorprendido por la fuerza del golpe, se puso de pie lentamente, sacudiendo el polvo y los escombros de su traje. Su sonrisa se había desvanecido, reemplazada por una expresión de fría ira. "Así que este es el poder que te hace famoso, Víctor... interesante, pero insuficiente."
Víctor no respondió con palabras, sino con acción. Se lanzó hacia él con una serie de ataques rápidos, cada golpe resonando como un trueno en el aire seco del desierto. Dark Rigor, por su parte, esquivó y bloqueó con precisión, aunque algunos golpes lograron penetrar sus defensas, dejándolo con rasguños y marcas en su impecable traje negro.
Los dos guerreros se movían a velocidades que superaban la percepción humana, chocando en una feroz danza de fuerza y poder. El desierto se convirtió en un campo de batalla titánico; cada impacto desencadenaba explosiones que convertían la arena en vidrio y formaban cráteres que se extendían por kilómetros.
Víctor, en medio de la pelea, rugió, concentrando aún más el fuego de su Ira Dansandankai, elevando la temperatura a niveles abrasadores. "¡No permitiré que destruyas este mundo como lo hiciste con el futuro de José!" gritó, sus ojos encendidos con una furia inquebrantable.
Dark Rigor respondió con una risa gélida, sus ojos brillando con una malicia infinita. "Tu resistencia solo alarga lo inevitable. No hay salvación para ti ni para tus seres queridos. Hoy, este planeta caerá ante mi poder."
El combate se intensificó, con ambos guerreros desatando ataques que podrían destruir continentes. Víctor, aunque empoderado por su técnica, sabía que necesitaba encontrar una manera de vencer a Dark Rigor antes de que el desgaste lo superara.
Pero en lo profundo de su ser, no peleaba solo por venganza, sino por la esperanza de un futuro mejor para su hijo, para José, y para todos los que confiaban en él.
El desierto rugía, y el destino del mundo se decidía en esta batalla épica entre el héroe que buscaba proteger y la sombra que solo conocía la destrucción.
Víctor y Dark Rigor chocaron sus puños en un último y brutal intercambio, un golpe directo al rostro de cada uno que resonó como un trueno. Ambos retrocedieron, respirando con dificultad, cubiertos de polvo y sudor. El aire estaba cargado de energía, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración.
De repente, un agujero temporal comenzó a abrirse detrás de Dark Rigor, jalándolo con una fuerza incontrolable. Dark Rigor se dio cuenta rápidamente de lo que estaba sucediendo: el tiempo intentaba devolverlo a su línea temporal original. A pesar de la sorpresa, su rostro no mostró miedo, sino una fría determinación.
Justo en ese instante, Víctor, aprovechando la distracción, lanzó un golpe rápido y certero directo al pecho de Dark Rigor, con tal fuerza que lo lanzó hacia el agujero temporal. Mientras Dark Rigor era arrastrado hacia el vórtice, su mirada captó un destello: la máquina del tiempo que José había usado para llegar al pasado.
Con una sonrisa perversa y consciente de que su tiempo se agotaba, Dark Rigor extendió su mano, concentrando su poder en una esfera de energía oscura. "Si no puedo quedarme aquí, me aseguraré de que no haya vuelta atrás para nadie..." murmuró con una voz llena de odio. Luego, lanzó la esfera de energía directamente hacia la máquina del tiempo.
La esfera impactó con un estallido ensordecedor, destruyendo la máquina en una explosión que resonó por todo el área. José, que había estado observando con horror desde la distancia, sintió que su corazón se hundía al ver cómo la última esperanza de arreglar el futuro se desvanecía en una nube de humo y chispas.
Finalmente, el agujero temporal cerró sus fauces, absorbiendo completamente a Dark Rigor y sellándolo de vuelta en su línea de tiempo original. El portal se cerró con un sonido similar a un trueno distante, dejando atrás solo silencio y un rastro de energía residual en el aire.
Víctor cayó de rodillas, exhausto, con los puños aún apretados. Sabía que habían ganado esta batalla, pero el precio había sido alto. La máquina del tiempo, su única oportunidad para cambiar el destino oscuro del futuro, ahora era solo un montón de escombros y piezas dispersas.
José, con los ojos llenos de lágrimas y desesperación, corrió hacia los restos de la máquina. "¡No, no puede ser! ¡Esa era nuestra única oportunidad!" gritó, golpeando el suelo con impotencia.
Víctor se acercó, apoyando una mano en el hombro de su hijo. "Lo sé, hijo. Pero aún no hemos perdido. Si hay una forma de salvar el futuro, la encontraremos, juntos."
Luci, que había estado observando desde la distancia, se acercó lentamente, abrazando a José para reconfortarlo. Aunque el camino por delante parecía más oscuro que nunca, la familia estaba unida, y eso les daba la fuerza para enfrentar lo que fuera que les aguardaba.
El futuro que José conocía estaba perdido... pero con Víctor, Rigor, y sus seres queridos a su lado, aún había esperanza de forjar un nuevo destino. Una nueva misión comenzaba, una que no solo implicaría luchar contra Dark Rigor, sino también encontrar una manera de restaurar la paz que una vez conocieron.
Víctor se levantó, con los ojos llenos de determinación. "Dark Rigor puede haber ganado esta vez, pero juró por mi vida que no dejaré que destruya todo lo que amamos. Preparaos, porque vamos a cambiar el destino, cueste lo que cueste."
Continuará...