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Chapter 11 - ova 8: La maldición es desatada.

Victor y Nine Sharon se enfrentan en un combate a muerte, sus energías chocando y creando ondas de choque que desgarran el terreno desolado de Yadaratman. Los dos luchan con una intensidad brutal, mezclando fuerza, velocidad y técnicas devastadoras.

—Siempre fuiste el débil entre nosotros, Victor. Este será tu final. —grita Nine Sharon mientras lanza una ráfaga negra que consume todo a su paso.

Victor apenas logra esquivar, pero sus fuerzas están al límite. Siente la presencia dentro de él, el poder oscuro que ha temido desatar desde que fue maldito por Karla'k.

—No dejaré que termines esto... No aquí.

Con un grito de desesperación, Victor permite que la maldición tome el control. Sus ojos castaños brillan con un rojo intenso, y su energía cambia drásticamente. Una risa oscura y gutural emerge de su garganta mientras su postura y movimientos se vuelven más agresivos y erráticos.

—¿Qué eres ahora, Victor? —pregunta Nine Sharon, retrocediendo ligeramente al sentir el cambio.

—No soy Victor. Soy... Evil Victor.

Evil Victor se lanza al ataque con una fuerza abrumadora. Cada golpe es como un terremoto, cada movimiento más rápido de lo que Nine Sharon puede seguir. La energía caótica se arremolina a su alrededor, creando tormentas que rasgan el cielo púrpura de Yadaratman.

Nine Sharon, a pesar de su poder, se encuentra en desventaja. Intenta contraatacar con una técnica masiva, invocando pilares oscuros que emergen del suelo, pero Evil Victor los destruye con una sola ráfaga de caos.

—¿Esto es lo mejor que tienes, Sharon? —se burla Evil Victor, su voz cargada de desprecio y poder.

Finalmente, Evil Victor utiliza su técnica más devastadora: invoca una esfera gigante de caos puro que absorbe toda la energía circundante. Con una sonrisa fría, lanza la "Explosión del Alma Caótica", una onda apocalíptica que consume todo a su paso.

Nine Sharon cae al suelo, gravemente herido y sin energía para continuar.

—Este es el fin, viejo amigo. No mereces otra oportunidad.

Evil Victor lanza la explosión final, creyendo haber terminado con todo. El polvo comienza a asentarse, y Nine Sharon, gravemente herido, yace en el suelo. Su cuerpo está cubierto de sangre, y su respiración es entrecortada. Pero, contra toda probabilidad, se levanta lentamente, tambaleándose, con una mirada de pura determinación.

—No dejaré que me ganes. —gruñe Nine Sharon, mientras pequeñas ráfagas de energía oscura comienzan a envolver su cuerpo.

Evil Victor lo observa, con una mezcla de sorpresa y burla.

—Eres terco, como siempre. Pero esta vez, no importa cuánto te esfuerces. Ya perdiste.

Nine Sharon concentra lo que queda de su fuerza, canalizando una última técnica. Una esfera negra envuelta en llamas aparece en sus manos, temblando con la inestabilidad de su condición. Con un grito de furia y desesperación, lanza el ataque hacia Evil Victor.

Evil Victor, confiado en su poder, extiende una mano y absorbe parte de la energía del ataque antes de detenerlo por completo. La explosión resultante apenas logra rasguñarlo, pero la intensidad del ataque quiebra el terreno a su alrededor.

—Eso es todo lo que tienes, Sharon. Admite tu derrota.

Nine Sharon, tambaleándose, sonríe con los dientes manchados de sangre.

—Prefiero morir... que verte ganar.

Se lanza directamente hacia Evil Victor, dispuesto a pelear hasta el último aliento, pero este lo intercepta fácilmente. Con un movimiento rápido y brutal, Evil Victor lo inmoviliza, sosteniéndolo por el cuello.

—Tu resistencia es admirable, pero inútil. Este es el fin.

Sin más palabras, Evil Victor concentra una ráfaga de caos en su mano y atraviesa el pecho de Nine Sharon. La energía se desborda, consumiendo lo poco que quedaba de vida en él.

Nine Sharon mira a su antiguo amigo una última vez, sus ojos llenos de ira y algo de arrepentimiento.

—Esto... no acaba aquí... —murmura antes de desplomarse, su cuerpo quedando inerte mientras su energía se disipa en el aire.

Evil Victor lo suelta, observando cómo el cuerpo sin vida de su viejo amigo cae al suelo. Por un breve instante, una chispa de humanidad parece regresar a los ojos rojos de Victor, pero desaparece tan rápido como llegó.

—Sí, Sharon... Ha terminado.

Sin mirar atrás, Evil Victor se marcha, dejando atrás el desolado campo de batalla y el cuerpo de quien alguna vez fue su mejor amigo.

Mientras Evil Victor caminaba, creyendo que todo había terminado, un débil sonido lo detuvo. Era una tos. Giró lentamente y vio a Nine Sharon, malherido pero aún con vida, levantándose con dificultad. Sangre goteaba de su boca, y su cuerpo temblaba al intentar mantenerse en pie.

—Aún... no he terminado... —jadeó Nine Sharon, apenas pudiendo hablar.

Evil Victor frunció el ceño, su paciencia agotándose. Se acercó rápidamente y, sin una palabra, golpeó a Nine Sharon con una fuerza brutal, lanzándolo al suelo una vez más.

—Deberías quedarte abajo, Sharon. Tu persistencia no es más que una molestia.

Nine Sharon intentó levantarse nuevamente, pero Evil Victor levantó ambas manos. Sus ojos rojos brillaron intensamente, y un calor abrasador comenzó a emanar de él. Llamas púrpuras surgieron de sus manos, retorciéndose con energía caótica mientras empezaba a moldearlas.

—Eres una sombra de lo que alguna vez fuiste, Sharon. Es hora de acabar contigo.

El fuego en sus manos se comprimió y tomó forma, convirtiéndose en una flecha ardiente que vibraba con una energía peligrosa e inestable. Evil Victor apuntó directamente a Nine Sharon, su mirada fría y sin compasión.

—Este será tu verdadero final.

Nine Sharon, jadeando y casi sin fuerzas, apenas podía mantenerse de rodillas mientras observaba la flecha. Su rostro reflejaba una mezcla de desesperación y desafío.

—Hazlo... pero no olvides quién eras antes de convertirte en esto.

Evil Victor apretó los dientes, pero no respondió. La flecha en sus manos se intensificó, ardiendo con un brillo cegador mientras se preparaba para lanzarla.

Mientras Evil Victor apuntaba la flecha directamente a Nine Sharon, el aire alrededor se volvió pesado por la energía acumulada. Estaba a punto de lanzarla cuando, de repente, una figura emergió rápidamente de entre los escombros cercanos. Era María, cubierta de polvo y con heridas visibles, pero con determinación en su mirada.

Antes de que Evil Victor pudiera reaccionar, María se lanzó hacia él con una velocidad sorprendente, girando su cuerpo y mandando un golpe con su pierna hacia la flecha. El impacto desvió la trayectoria de la flecha justo antes de que fuera disparada, enviándola hacia una montaña lejana.

La flecha se hundió en la montaña, y un segundo después, una explosión titánica sacudió el área. La energía liberada era equivalente a la de una bomba nuclear, desintegrando completamente la montaña y enviando una onda expansiva que rompió el suelo y levantó una tormenta de polvo y escombros.

Evil Victor dio un paso atrás, sorprendido por la interrupción. Su mirada fría se fijó en María, quien ahora estaba frente a él, con una postura defensiva y el rostro serio.

—¿María...? Sigues viva. —murmuró, aunque su voz carecía de emoción.

—No permitiré que mates a Nine Sharon. Ni a él, ni a nadie más, Victor. Esto no eres tú. —dijo María, su voz cargada de firmeza, pero también de tristeza.

Evil Victor entrecerró los ojos, el brillo rojo en ellos intensificándose.

—Esto soy yo ahora, María. Y no tienes idea de lo que estás enfrentando.

María no retrocedió. Su mirada se mantuvo fija en los ojos de su antiguo amigo, intentando encontrar en ellos alguna señal del Victor que conocía.

—No te dejaré seguir así. Recuperaré al verdadero Victor, incluso si tengo que enfrentarte.

Evil Victor observó a María en silencio, su expresión cambió de fría a aparentemente arrepentida. El brillo rojo en sus ojos comenzó a desvanecerse, volviendo a su tono castaño habitual. Su postura se relajó, y dejó caer las llamas que aún ardían en sus manos.

—María... tienes razón. No sé en qué me he convertido. Esto no es lo que quería. —su voz sonaba débil, casi como si el verdadero Victor hablara.

María, al escuchar esto, bajó ligeramente la guardia y se acercó lentamente a él, con una mezcla de precaución y esperanza.

—Victor... aún hay tiempo para detener esto. Eres más fuerte que esa maldición. Puedo ayudarte.

Cuando estaba lo suficientemente cerca, Evil Victor alzó una mano como si fuera a aceptar su ayuda. Sin embargo, de repente, con un movimiento rápido y despiadado, conjuró una espada de energía caótica y perforó el brazo derecho de María.

María gritó de dolor, retrocediendo mientras intentaba sujetar su brazo herido. La sangre comenzó a manchar el suelo.

—¿De verdad pensaste que había regresado? —dijo Evil Victor, su voz ahora más profunda y cruel. Sus ojos volvieron a brillar con el rojo intenso del caos mientras una sonrisa siniestra se dibujaba en su rostro.

—¡Victor! ¡Lucha contra esto! ¡Sé que aún estás ahí! —gritó María, con lágrimas en los ojos mientras intentaba mantenerse en pie.

Evil Victor se inclinó hacia ella, mirándola directamente con una frialdad aterradora.

—Victor ya no existe. Solo queda Evil Victor.

Mientras Evil Victor se burlaba de María en el mundo físico, en lo más profundo de su mente, una batalla completamente diferente estaba ocurriendo.

Victor se encontraba en un lugar oscuro, un vacío infinito donde todo lo que podía escuchar eran sus propios pensamientos y la risa burlona de Evil Victor. Frente a él, la figura de su versión maldita se materializó, con sus ojos rojos brillando como brasas ardientes y una sonrisa que destilaba maldad.

—¿Crees que puedes detenerme, Victor? Yo soy lo que realmente eres. Tú me creaste cuando aceptaste el trato con Karla'k. —dijo Evil Victor, mientras daba un paso adelante, sus movimientos seguros y dominantes.

Victor, con una mirada determinada, se puso en posición de combate.

—No. Tú no eres yo. Eres una manifestación de mi debilidad, de mis errores. Pero no dejaré que controles mi cuerpo ni que lastimes a quienes me importan.

Evil Victor soltó una carcajada que resonó en el vacío.

—¿Tus errores? Yo soy tu fuerza, Victor. Soy lo que te permitió sobrevivir, lo que te hizo más poderoso que nunca. Sin mí, estarías muerto.

De repente, Evil Victor se lanzó contra Victor, desatando un golpe cargado de energía caótica. Victor apenas logró bloquearlo, siendo empujado hacia atrás por la fuerza del impacto. Los dos comenzaron una batalla física en ese plano mental, cada golpe resonando como un trueno en el vacío.

Evil Victor dominaba inicialmente, usando movimientos rápidos y brutales que parecían imparables. Sin embargo, Victor comenzó a recordar momentos importantes: las veces que había protegido a sus amigos, su lucha por su hijo, y las palabras de María.

—No eres mi fuerza. Mi verdadera fuerza viene de mi familia, de mis amigos, de mi deseo de protegerlos. Y nunca permitiré que alguien como tú los lastime.

Victor canalizó esa determinación, bloqueando un ataque de Evil Victor y contraatacando con un golpe cargado de pura energía luminosa, una representación de su voluntad y humanidad. Evil Victor gritó de rabia cuando la luz comenzó a quemarlo, desintegrando parte de su figura.

—Esto no ha terminado... Victor. Siempre estaré aquí. Siempre. —dijo Evil Victor, mientras su figura se desvanecía, arrastrada por la luz que Victor había invocado.

De vuelta en el mundo físico, los ojos de Victor brillaron intensamente con un destello de su antiguo color café. Sujetó su cabeza con las manos, cayendo de rodillas mientras luchaba por recuperar el control total de sí mismo.

—María... lo siento... —murmuró con esfuerzo, mientras Evil Victor era sellado temporalmente en su subconsciente.

Victor, exhausto y tambaleante después de la batalla mental contra Evil Victor, alzó la mirada. Sus ojos, ahora de un castaño apagado, reflejaban una mezcla de dolor y determinación. Observó a María, aún sosteniendo su brazo herido, y luego a Nine Sharon, que apenas se mantenía de pie, cubierto de sangre y jadeando por el esfuerzo.

El silencio del campo de batalla era ensordecedor. Las cicatrices de su enfrentamiento estaban por todas partes: cráteres, fuego, y la devastación de lo que una vez fue un paisaje intacto. Victor caminó lentamente hacia Nine Sharon, con cada paso pesando como si cargara el peso de todo lo que habían perdido.

Nine Sharon alzó la mirada, sus ojos mostrando una mezcla de miedo y desafío. Sabía que no podía enfrentarse a Victor en su estado actual, pero no estaba dispuesto a retroceder.

—¿Qué haces, Victor...? ¿Acaso quieres terminar lo que empezaste? —jadeó Nine Sharon, escupiendo sangre al suelo.

Victor no respondió de inmediato. Simplemente se detuvo frente a él, mirándolo fijamente. Había una ira latente en su rostro, pero también una tristeza que no podía ocultar.

—Solo quedamos nosotros tres... —dijo Victor finalmente, su voz ronca pero cargada de significado. Su mirada se endureció.

—Y aun así, todo lo que te importa es el dinero. Todo lo que has hecho, toda tu ambición, nos ha llevado a este punto. Nuestra raza está al borde de la extinción, y tú solo pensabas en ti mismo.

Nine Sharon apretó los dientes, intentando defenderse, pero sus palabras no salieron. Sabía que Victor tenía razón, aunque no lo admitiría.

—No entiendes lo que tuve que hacer, Victor. Tú nunca lo entenderás. —murmuró, desviando la mirada.

Victor tomó un profundo respiro, cerrando los ojos por un momento para calmarse.

—Tal vez no lo entienda, pero sí sé esto: ya no tenemos tiempo para ambiciones egoístas. Si seguimos así, lo perderemos todo.

María, debilitada pero decidida, se acercó lentamente, sosteniendo su brazo herido.

—Victor, Nine... esto tiene que parar. Somos los últimos de nuestra raza. No podemos seguir destruyéndonos.

Victor miró a María, su semblante suavizándose ligeramente, pero aún había un destello de dureza en sus ojos.

—Esto no es una tregua, Sharon. Si vuelves a poner en peligro lo poco que queda de nuestra gente, no dudaré en detenerte.

Sin esperar respuesta, Victor dio media vuelta y comenzó a alejarse, dejando a Nine Sharon y a María detrás, en el silencio de un mundo que apenas sobrevivía.

Victor se detuvo en seco después de caminar unos pasos. Su cuerpo temblaba ligeramente, y una intensa presión comenzó a emanar de él. Giró lentamente hacia Nine Sharon, su mirada ahora cargada de una furia apenas contenida.

—Quiero matarte. —dijo con una voz firme, cargada de odio.

Al pronunciar esas palabras, sus ojos comenzaron a cambiar, parpadeando entre su tono castaño y un rojo ardiente. Era evidente que Evil Victor estaba intentando liberarse nuevamente, alimentado por el odio que Victor sentía hacia Nine Sharon.

María, alarmada, dio un paso hacia adelante.

—¡Victor, no! ¡No dejes que te controle otra vez! ¡Tú eres más fuerte que él! —gritó, pero su voz parecía lejana para Victor, atrapado en su conflicto interno.

Nine Sharon, aunque apenas podía mantenerse en pie, levantó la cabeza y lo enfrentó con una mezcla de desafío y resignación.

—¿Entonces qué esperas? Hazlo. Si ese es tu destino, si eso es lo que eres ahora, Victor, adelante. —jadeó, con una sonrisa amarga en el rostro.

Las palabras de Nine Sharon parecieron encender aún más la lucha dentro de Victor. Su cuerpo se inclinó hacia adelante, como si estuviera a punto de atacar, pero se detuvo. Sujetó su cabeza con ambas manos, apretando los dientes mientras luchaba por mantener el control.

—No... no otra vez. No te voy a dejar... salir. —gruñó entrecortadamente, dirigiéndose a Evil Victor en su mente.

Los ojos de Victor seguían oscilando entre el rojo y el castaño, un claro reflejo de la batalla que se libraba dentro de él. La presión en el aire aumentó, y pequeñas grietas de energía se formaron a su alrededor.

María se apresuró a colocarse entre Victor y Nine Sharon, ignorando el dolor de su brazo herido.

—Victor, mírame. ¡No eres él! No tienes que seguir este camino. Déjalo ir.

Victor levantó la mirada hacia María, sus ojos aún fluctuando, pero por un breve momento, el tono castaño pareció ganar fuerza. Con un grito de frustración y rabia, cayó de rodillas, golpeando el suelo con ambas manos, mientras la energía roja alrededor de él comenzaba a disiparse lentamente.

Finalmente, sus ojos volvieron completamente al castaño. Respiraba con dificultad, el sudor cubriendo su rostro. Sin levantar la mirada, murmuró:

—Nine... no mereces mi perdón... pero no te daré el placer de matarte. No todavía.

Se levantó lentamente, tambaleándose mientras intentaba recuperar el control total de sí mismo. María observó a Victor con preocupación, mientras Nine Sharon, aún herido, mantenía el silencio, sabiendo que había estado a un paso de la muerte.

Nine Sharon, aún sentado en el suelo, se llevó una mano al pecho, respirando con dificultad mientras el dolor punzante en su cuerpo le recordaba la intensidad de la batalla. Su mirada recorrió lentamente el paisaje devastado: cráteres en el suelo, montañas partidas, fuego y cenizas por doquier. El aire estaba cargado de humo y un pesado silencio.

Suspiró profundamente, su rostro reflejando una mezcla de cansancio, remordimiento y resignación.

—Míralo... —murmuró para sí mismo, apenas audible. Su voz era áspera, casi rota.

—Todo esto... ¿valió la pena?

Sus ojos, pesados por el cansancio, se posaron en María, quien aún intentaba calmar a Victor. Recordó los días en los que los tres eran amigos, unidos por un propósito común, una esperanza para su raza. Ahora, ese vínculo estaba roto, y lo único que quedaba era destrucción y odio.

—No somos mejores que las bestias... —continuó, cerrando los ojos mientras apoyaba su cabeza contra una roca detrás de él.

—Mi ambición... mi codicia... ¿en qué nos ha convertido?

Victor, aunque exhausto y temblando por su propia lucha interna, escuchó las palabras de Nine Sharon y lo miró de reojo. Había ira en sus ojos, pero también una chispa de comprensión, una pequeña parte de él que reconocía el peso de esas palabras.

María, sosteniendo su brazo herido, se volvió hacia Nine Sharon, observando cómo bajaba la cabeza, claramente abatido.

—Sharon... aún podemos detener esto. No tiene que terminar así. —dijo con un tono suave pero firme.

Nine Sharon negó con la cabeza lentamente, dejando escapar una amarga sonrisa.

—¿Detenerlo? Es demasiado tarde, María. Míranos. Todo lo que tocamos se convierte en cenizas.

Victor dio un paso adelante, su mirada intensa clavándose en Nine Sharon.

—Todavía tienes una elección, Nine. Si realmente te importa lo que queda de nuestra raza, lo que queda de nosotros, entonces empieza por aceptar lo que hiciste. Porque si sigues negándolo... te aseguro que la próxima vez no habrá nadie para detenerme.

Nine Sharon levantó la cabeza, observando a Victor con una mezcla de culpa y desafío, pero no dijo nada más. En silencio, ambos comprendieron que este enfrentamiento había dejado cicatrices más profundas que cualquier herida física.

Victor, que apenas había logrado retomar el control de sí mismo, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Algo no estaba bien. Antes de que pudiera reaccionar, una risa fría y malévola resonó en el aire, proveniente de María.

—¿Qué demonios...? —murmuró Victor, sus ojos abiertos de par en par mientras observaba a María cambiar.

El cabello de María, normalmente de un tono violeta brillante, comenzó a tornarse de un rojo intenso, como si estuviera ardiendo. Sus ojos también cambiaron, pasando de su color habitual a un rojo incandescente, idénticos a los de Evil Victor. El cuerpo de María se erguía con una confianza peligrosa, y una sonrisa burlona apareció en su rostro.

Evil Victor, ahora completamente en control del cuerpo de María, levantó su cabello, dejando que cayera libremente sobre sus hombros. Observó a Victor y Nine Sharon con una mirada de absoluto desprecio.

—Vaya, vaya... —dijo con una voz suave pero venenosa, claramente diferente de la de María.

—Parece que mi querido anfitrión no es tan interesante como pensaba.

Victor dio un paso adelante, apretando los puños.

—¡Déjala, maldito! Esto es entre tú y yo. No tienes por qué involucrarla.

Evil Victor soltó una carcajada, divertida por la desesperación de Victor.

—¿Por qué debería? Este cuerpo es más... refinado, más poderoso. —giró lentamente, dejando que el cabello rojo se moviera como si tuviera vida propia.

—Además, mocoso, ¿quién te dio permiso para hablarme?

Se inclinó ligeramente hacia Victor, con una sonrisa retorcida.

—Ahora, dime... ¿qué vas a hacer? ¿Luchar contra ella? ¿Arriesgarte a matarla para detenerme? ¿O simplemente vas a suplicarme como un perro que la deje ir?

La ira hervía dentro de Victor, pero se contuvo. No podía permitirse perder la cabeza; sabía que cualquier error podría costarle la vida de María. Mientras tanto, Nine Sharon, aún herido, observaba la escena en silencio, su mente trabajando para encontrar alguna forma de intervenir.

Evil Victor extendió los brazos, disfrutando de la tensión en el aire.

—Ah, esto es perfecto. La desesperación, el conflicto... es delicioso. Pero no te preocupes, Victor. Te prometo que haré esto rápido. O quizás no.

Victor respiró profundamente, intentando calmarse mientras sus pensamientos se llenaban de estrategias.

—No voy a permitir que sigas jugando con nosotros, maldito. —dijo con firmeza, sus ojos castaños centelleando con determinación.

Evil Victor simplemente sonrió, disfrutando del desafío que tenía frente a él.

Evil Victor, envuelto en la malevolencia de un poder que parecía infinito, desapareció en un destello rojo, reapareciendo frente a Victor en un instante. Su voz, cargada de crueldad y autoridad, resonó como una sentencia final:

—¡Destello Divino!

En un parpadeo, el golpe impactó directo en el pecho de Victor, con una fuerza tan devastadora que el suelo se agrietó bajo sus pies y el aire se comprimió con un estruendo ensordecedor. El cuerpo de Victor tembló, arqueándose por la explosión de energía que lo atravesó. Sus ojos se apagaron por un instante, su cabeza cayó hacia adelante, pero su cuerpo no cayó. Permanecía de pie, inerte, como si una fuerza desconocida lo mantuviera en pie pese a la devastación.

Evil Victor retrocedió, dejando escapar una risa sombría mientras observaba su obra.

—Míralo… El héroe de una raza extinta. Ahora, sólo un cascarón vacío. —su tono goteaba desprecio y burla.

—¿Es esto lo que queda de tu voluntad, Victor? Un hombre incapaz siquiera de morir con dignidad.

Desde el suelo, Nine Sharon, herido y cubierto de sangre, levantó la mirada con esfuerzo. Su respiración era pesada, y el horror en sus ojos era inconfundible.

—¡Victor! ¡No puedes dejar que gane! —gritó con la voz quebrada por la desesperación.

Evil Victor giró lentamente, sus ojos rojos brillando con malevolencia mientras caminaba hacia Nine Sharon.

—¿Dejar que gane? —su risa era oscura, helada.

—Él ya perdió. Ahora, te toca a ti.

De repente, el aire alrededor de Victor comenzó a cambiar. Una vibración imperceptible recorrió su cuerpo inmóvil, y un débil resplandor surgió desde su pecho, justo donde había recibido el golpe.

Evil Victor se detuvo, su sonrisa desvaneciéndose mientras observaba con desconfianza.

—¿Qué es esto? —su tono ya no era de burla, sino de intriga.

El brillo crecía, pulsando con una energía que resonaba como un latido. Los dedos de Victor, que hasta entonces colgaban inertes, comenzaron a moverse lentamente, y un temblor recorrió su cuerpo.

—¡No puede ser! —Evil Victor dio un paso atrás, sus ojos rojos ahora llenos de incredulidad.

Dentro del subconsciente de Victor, una tormenta rugía. Allí, en un paisaje infinito de oscuridad, Victor se encontraba frente a su némesis: Evil Victor, una manifestación de su caos interno.

—Finalmente, sólo nosotros dos. —Evil Victor sonrió con arrogancia, su figura emanando una amenaza tangible.

—¿De verdad crees que puedes detenerme? Yo soy todo lo que siempre has temido ser. Yo soy tu verdadero poder.

Victor, con los puños apretados y la mirada llena de fuego, dio un paso hacia adelante.

—Tal vez seas fuerte… pero no eres invencible.

Evil Victor rió, una carcajada que resonó como un trueno.

—¿Y qué harás? Aquí, no tienes nada. Aquí, yo soy el amo.

Victor cerró los ojos, recordando los rostros de María y Nine Sharon. Recordó los momentos que lo definieron, su lucha por sobrevivir, y el amor que una vez tuvo por aquellos que confiaron en él.

—Tal vez no tengo nada aquí… pero aún tengo mi voluntad. Y eso es suficiente para acabar contigo.

El brillo en el pecho de Victor, en el mundo real, estalló como un faro, iluminando incluso la sombra que Evil Victor proyectaba. La batalla entre ellos apenas comenzaba, una lucha por el alma de un hombre que aún se negaba a rendirse.

Victor abrió los ojos de golpe, jadeando como si hubiera regresado de las profundidades de un abismo. La energía que lo había sostenido en pie lo abandonó por un momento, haciéndolo tambalearse, pero rápidamente recuperó el equilibrio. Sus ojos volvieron al color café, y la determinación ardió en ellos como nunca antes.

Frente a él, Nine Sharon luchaba desesperadamente contra Evil Victor, atrapado en un juego de poderes que lo superaba en fuerza y velocidad. La risa sádica de Evil Victor resonaba mientras lanzaba golpes rápidos, disfrutando de la evidente agonía de Sharon.

Victor observó la escena, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en su pecho. Esa cosa había utilizado su cuerpo, su poder, y ahora estaba a punto de destruir todo lo que quedaba de su raza. No podía permitirlo.

—Ya tuve suficiente de ti. —Victor murmuró con un tono grave, sus palabras cargadas de furia contenida.

Con un movimiento veloz, Victor apareció detrás de Evil Victor, quien no lo notó, demasiado ocupado con su presa. Victor levantó su puño, concentrando toda la energía que aún quedaba en su cuerpo. Su poder, combinado con los restos de la habilidad que Evil Victor le había forzado a adquirir, comenzó a arder como un sol naciente.

—Gracias… —dijo con una calma helada. Evil Victor giró apenas la cabeza, sus ojos rojos abriéndose con sorpresa al sentir la presencia detrás de él.

—...Me diste una buena habilidad.

Victor levantó su puño, el resplandor alcanzando un brillo cegador mientras gritaba con toda la fuerza de su ser:

—¡Destello Solar!

El impacto fue devastador. El golpe directo a las costillas de Evil Victor, justo en la espalda, generó una onda de choque que sacudió el suelo y el aire a su alrededor. Un grito de pura agonía salió de Evil Victor mientras su cuerpo era lanzado hacia adelante como un proyectil, atravesando varios escombros antes de detenerse contra una pared destrozada.

El silencio llenó el campo de batalla por un instante eterno. Victor permaneció en el mismo lugar, su puño aún levantado, brillando con los últimos restos de la energía. Su respiración era pesada, pero sus ojos no mostraban ni miedo ni duda.

Nine Sharon, sentado en el suelo, miró a Victor con una mezcla de incredulidad y alivio.

—¿Eso… realmente eras tú? —preguntó con voz entrecortada.

Victor no respondió de inmediato. Observó el lugar donde Evil Victor yacía, entre los escombros, su cuerpo convulsionando mientras su aura oscura comenzaba a disiparse.

—Sí. —dijo finalmente, con una voz firme.

—Y me aseguraré de que no vuelva a controlarme. Nunca más.

La batalla aún no había terminado, pero por primera vez, la balanza parecía inclinarse a favor de Victor y Nine Sharon.

En el plano físico, la lucha contra Evil Victor era una tormenta de pura devastación. María y Nine Sharon, a pesar de sus heridas y el agotamiento, se lanzaron contra él con todo lo que les quedaba. Evil Victor, ahora en el cuerpo original de Victor, irradiaba un poder abrumador, y cada movimiento suyo parecía diseñado para aplastarlos sin piedad.

María, con el cabello alborotado y los ojos determinados, gritó mientras lanzaba una patada giratoria que rasgó el aire con una velocidad asombrosa. Evil Victor la bloqueó con facilidad, atrapando su pierna en el aire y sonriendo con malicia.

—¿Esto es todo lo que tienes, María? Qué decepción. —la arrojó como si no pesara nada, haciendo que se estrellara contra un muro de roca.

Antes de que pudiera rematarla, Nine Sharon se abalanzó desde un costado, con una espada improvisada hecha de energía pura. Con un grito de furia, lanzó un golpe hacia Evil Victor, apuntando a su pecho.

—¡Déjala en paz!

Evil Victor giró rápidamente, deteniendo la espada con una sola mano, su sonrisa cada vez más amplia.

—Oh, Sharon, ¿sigues intentándolo? —Con un movimiento brutal, rompió la espada en dos y golpeó a Nine Sharon con un puñetazo que lo envió al suelo, tosiendo sangre.

—Tu ambición al dinero te trajo aquí. Qué ironía que yo sea el que te dé la última lección.

María, aturdida pero decidida, se levantó de entre los escombros. Con una explosión de energía violeta que brotó de su cuerpo, se lanzó nuevamente al combate. Cada golpe que lanzaba era un recordatorio de su conexión con Victor y de la promesa que alguna vez compartieron: proteger a quienes quedaban de su raza.

—¡Victor! ¡Sé que estás ahí dentro! ¡Lucha! —gritó mientras esquivaba y atacaba con rapidez, intentando ganar tiempo.

Pero Evil Victor, imparable, contrarrestaba cada movimiento con precisión letal.

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En el subconsciente de Victor, la batalla era aún más feroz. En ese espacio infinito y oscuro, Victor y Evil Victor chocaban una y otra vez, cada golpe retumbando como un trueno en ese vacío caótico.

Victor estaba exhausto, pero no cedía. Sabía que lo que ocurría en su mente era tan crucial como la batalla física. Cada golpe que daba estaba cargado de desesperación y esperanza al mismo tiempo.

—¡No dejaré que lastimes a nadie más! ¡Este cuerpo es mío! —rugió Victor, lanzándose con un gancho que Evil Victor esquivó con facilidad.

Evil Victor reía, su figura imponente y llena de oscuridad.

—¿De verdad crees que puedes detenerme? Yo soy tu verdadero yo, Victor. Soy lo que siempre has sido: ira, dolor y caos. Acepta eso, y todo será más fácil.

Victor negó con la cabeza, sus ojos brillando con determinación.

—Tal vez tú seas parte de mí, pero no soy solo eso. ¡Soy más fuerte que tú!

Con un grito, Victor reunió toda su energía y se lanzó de nuevo, dispuesto a terminar la lucha, mientras en el plano físico, María y Nine Sharon resistían con cada fibra de su ser, dándole tiempo para recuperar el control.

Evil Victor, tanto en la mente como en el cuerpo físico, comenzaba a sentir algo que no había experimentado antes: una pizca de duda.

En el plano físico, la tensión era casi insoportable. María, con los ojos llenos de lágrimas, había tomado la difícil decisión de perforar los pulmones del cuerpo de Victor con una lanza de energía que ella misma había formado. Su corazón se rompía al ver a su amigo, su hermano de batalla, siendo manipulado como una marioneta por el caos que era Evil Victor.

Evil Victor, sin embargo, no mostró ni un atisbo de dolor. Su sonrisa se ensanchó, casi burlándose de su intento desesperado.

—Oh, María... ¿Creías que con esto me detendrías? Este cuerpo es mío, y aunque lo destruyas, yo seguiré. —su voz era un eco profundo, lleno de maldad y burla.

Sin perder la compostura, Evil Victor levantó lentamente una mano. Sus dedos se movieron con una fluidez casi ritualista, entrelazando el índice y el del medio como si estuviera mintiendo. La postura parecía anticuada, casi irrelevante, pero la energía que comenzaba a emanar de él era aterradora. Una corriente oscura y serpenteante se arremolinaba alrededor de su cuerpo, formando un aura amenazante.

Nine Sharon, observando esto, supo que no podía quedarse quieto. A pesar de sus heridas, reunió lo poco que quedaba de su energía y se lanzó hacia Evil Victor con un grito de determinación.

—¡No permitiré que lo destruyas todo!

El movimiento de Nine Sharon fue rápido, pero no lo suficiente. Evil Victor, sin siquiera voltear a verlo, estiró un brazo hacia él con desprecio. Una explosión de energía invisible emanó de su mano, deteniendo a Nine Sharon en seco y lanzándolo hacia atrás como si fuera un muñeco de trapo.

—Eres tan predecible, Sharon. Siempre tratando de ser el héroe cuando ya es demasiado tarde.

Mientras Sharon luchaba por levantarse, Evil Victor giró lentamente hacia María, sus ojos rojos brillando con una intensidad escalofriante.

—Y tú, María... Qué decepción. Pensé que serías más interesante. —la energía que canalizaba en su postura se intensificó, provocando que el suelo temblara bajo ellos.

María apretó los dientes, sosteniendo la lanza que aún estaba clavada en el cuerpo de Victor.

—No me importa lo que digas. Si tengo que destruir este cuerpo para salvarlo, lo haré.

Evil Victor soltó una carcajada, profunda y cruel.

—¿Salvarlo? Él ya no está aquí. Yo soy Victor ahora. Pero adelante, sigue intentándolo. Me encanta ver tu patético intento de heroísmo.

La batalla estaba lejos de terminar, tanto en el plano físico como en el subconsciente, donde Victor luchaba desesperadamente por recuperar el control, enfrentándose a la manifestación del caos que amenazaba con consumirlo por completo.

Evil Victor, con una sonrisa llena de malicia, susurró con voz profunda y amenazante:

—Infernal Caótico.

En un instante, la dimensión alrededor de ellos se transformó por completo. Las paredes de la realidad parecían distorsionarse, tornándose oscuras y borrosas, mientras el aire se volvía denso y opresivo. Las vibraciones del lugar comenzaban a resonar con una frecuencia inquietante, distorsionando todo lo que tocaba, atrapando a María y Nine Sharon junto con él en un espacio aislado donde las leyes de la física parecían no aplicar.

A su alrededor, el paisaje se distorsionaba y aparecían varias armas afiladas, flotando en el aire. Espadas, cuchillos, lanzas y dagas, todas brillando con un brillo mortal, pero Evil Victor no hizo ningún movimiento para usarlas. En cambio, se quedó allí, observando mientras la oscuridad comenzaba a presionar aún más sobre sus enemigos.

—¿Creíste que esto era solo una pelea física? —dijo Evil Victor, su voz resonando en la distorsionada dimensión. —En esta dimensión, solo yo decido cuándo acaba todo.

María, con su brazo extendido, intentó liberar el poder que aún quedaba en su interior, pero el lugar parecía drenarla lentamente, como si la propia esencia de su ser fuera absorbida por la oscuridad. Nine Sharon, por su parte, intentaba concentrarse en su respiración, cada vez más debilitado, pero sin rendirse.

De repente, se desató una ráfaga de cortes invisibles que comenzaron a impactar contra ellos, cortando la piel y desgarrando la ropa sin previo aviso. Los cortes eran tan rápidos y precisos que parecía que el mismo aire se convertía en una hoja afilada que desgarraba todo a su paso.

María apenas pudo esquivar algunos, pero los más rápidos la alcanzaron, dejando líneas rojas a lo largo de su piel. Ella jadeaba, pero su determinación no se quebraba.

—¡Esto no acabará así, Evil Victor! —gritó, aunque la voz se le quebraba por el dolor.

Nine Sharon, herido pero furioso, se levantó a duras penas, tratando de enfocar su energía, pero los cortes continuaban, invisibles e implacables.

—¡Maldito, detente! —dijo con el aliento entrecortado, mientras miraba a Evil Victor con los ojos llenos de rabia.

Evil Victor observaba el sufrimiento de ambos, disfrutando cada segundo. Su sonrisa se ensanchó aún más.

—¿De verdad crees que puedes derrotarme en este lugar, donde la misma realidad me sirve a mí? No tienen ninguna oportunidad. Ninguna.

Los cortes continuaban, el aire cortado por la energía caótica de Evil Victor, que dominaba la dimensión a su antojo. Cada movimiento de sus manos parecía generar una nueva ráfaga de cortes invisibles que impactaban con una fuerza terrible, haciéndolos sangrar y debilitándolos aún más.

Era una tortura mental y física. Pero la lucha de María y Nine Sharon no había terminado. Aunque la oscuridad se cernía sobre ellos, aún seguían resistiendo.

A pesar de las heridas que se acumulaban sobre su cuerpo, María no se detuvo. La sangre caía de sus brazos, su rostro estaba marcado por el dolor, pero sus ojos brillaban con una determinación feroz. Había una técnica que nunca había querido usar, por el riesgo y las consecuencias que traía consigo, pero en ese momento, sabía que no tenía otra opción. Si no lo hacía, perderían todo.

Con un esfuerzo sobrehumano, María empezó a caminar a través de los cortes invisibles que la rodeaban, cada paso la hacía tambalear por el dolor. Su respiración era entrecortada, pero su voluntad era inquebrantable.

—¡No puedo rendirme ahora! —susurró para sí misma mientras se acercaba a Evil Victor, que la observaba con una sonrisa burlona.

A medida que avanzaba, su energía interna comenzó a concentrarse, y de sus manos surgieron raíces oscuras y espinas afiladas. Su técnica, conocida como "Espinas del Alma", era una habilidad secreta, un ataque espiritual que podía dañar no solo el cuerpo, sino también el alma misma. María había jurado nunca usarla, pues sabían que las consecuencias serían catastróficas para ambos, pero la situación ya no tenía vuelta atrás.

Con un grito de dolor, pero lleno de determinación, María se lanzó hacia Evil Victor, golpeando su pecho con toda su fuerza. Las espinas de energía se abrieron en su interior, atravesando su cuerpo físico, pero también atacando su alma. Una onda de dolor recorrió a Evil Victor, pero también impactó a Victor, quien sintió la presión de la técnica en su mente, debilitando aún más su control.

Evil Victor emitió un grito gutural, como si el dolor fuera indescriptible. Sus ojos brillaron intensamente con un rojo venenoso, y por un momento, su cuerpo tembló, perdiendo el control momentáneamente.

—¡No...! —gritó, sujetándose el pecho como si fuera incapaz de respirar.

El ataque de María no solo había afectado a Evil Victor, sino que también había debilitado a Victor en su subconsciente, dañando la conexión entre ambos. Las espinas no solo perforaron su cuerpo físico, sino que dañaron la esencia misma de su ser, una presión que ambos compartían, reduciendo su fuerza.

Evil Victor, jadeando de dolor, cayó de rodillas, mientras las espinas comenzaban a desaparecer. La sonrisa burlona que solía mostrar se desvaneció, reemplazada por una expresión de agonía.

—Esto... esto no puede ser... —murmuró, incapaz de soportar el impacto de la técnica.

Victor, en su subconsciente, luchaba por mantenerse en pie. El dolor que sentía debido al ataque de María lo debilitaba, pero también le daba una chispa de esperanza. Esa era la oportunidad que necesitaba para recuperar el control de su cuerpo y derrotar a Evil Victor de una vez por todas.

María, de rodillas y agotada, observó cómo Evil Victor luchaba por mantenerse en pie. Su energía era casi nula, pero había dado lo que tenía. Ahora todo dependía de Victor.

Evil Victor, rodeado por la distorsionada dimensión que él mismo había creado, comenzó a desintegrarla con un rugido de furia. El aire se partió en ondas violentas a su alrededor, y la estructura misma de la dimensión comenzó a colapsar, como si estuviera siendo devorada por un vacío oscuro. Su cuerpo brillaba con una intensidad cegadora mientras sus manos se alzaban hacia el cielo, rompiendo las barreras que lo mantenían confinado en ese espacio.

—¡No me detendrán! —gritó con una furia indescriptible, su voz retumbando a través de la distorsionada realidad.

María y Nine Sharon, que apenas lograban mantenerse de pie debido a las heridas y al agotamiento, fueron catapultados hacia afuera a gran velocidad. El impacto contra la barrera de la dimensión los arrojó como si fueran muñecos de trapo, pero la energía caótica de Evil Victor continuaba desgarrándolos.

Con un esfuerzo tremendo, María logró tomar aire y empujar su cuerpo hacia adelante, mientras Nine Sharon, tambaleante, apenas conseguía mantenerse consciente. Pero antes de que pudieran reaccionar completamente, la explosión de energía de Evil Victor los alcanzó y los envió volando aún más lejos, sacándolos de la dimensión quebrada.

Al salir disparados de la distorsionada dimensión, aterrizaron en un terreno rocoso y árido, fuera de cualquier influencia de la distorsión. María, con dificultad, se levantó, mirando hacia el lugar de donde habían venido. La oscuridad aún se mantenía flotando a su alrededor, y la atmósfera era pesada, llena de la amenaza de una catástrofe inminente.

Desde la distancia, escucharon la voz de Evil Victor, llena de rabia, retumbando a través de la tierra.

—¡Los mataré, malditos mocosos! —su grito se extendió, tan intenso que parecía resonar en lo profundo de sus huesos.

María y Nine Sharon intercambiaron una mirada de preocupación, ambos sabían que la amenaza de Evil Victor aún no había terminado, y que algo mucho más aterrador se desataría en los próximos momentos. Pero, a pesar de las heridas y la oscuridad que los rodeaba, había algo que no podían permitir: rendirse.

—Tenemos que detenerlo... ahora. —dijo María, con la voz rasposa pero decidida.

—Lo sé... —respondió Nine Sharon, su rostro marcado por la fatiga, pero con un brillo de determinación en los ojos.

Ambos sabían que la batalla no había terminado, y que Evil Victor estaba más peligroso que nunca.

Evil Victor, con una furia indescriptible, se lanzó hacia María y Nine Sharon, sus ojos brillando con una intensidad letal, mientras sus manos cortaban el aire con una rapidez mortal. En un instante, sus garras perforaron la piel de ambos, dejando surcos sangrientos en sus cuerpos, pero María y Nine Sharon no se dejaron vencer. La agresión solo alimentó su furia interna, y con un esfuerzo titánico, comenzaron a canalizar su energía.

—¡Ahora! —gritaron al unísono, y sus puños comenzaron a brillar con una luz cegadora. La energía que emanaba de ellos era tan potente que el aire se distorsionó alrededor de sus cuerpos, creando ondas de choque que hacían temblar la tierra bajo sus pies.

Con un rugido de fuerza colectiva, ambos lanzaron su ataque combinado.

—¡Destello Yadaratman! —exclamaron, y sus puños, envueltos en un poder tan destructivo como lo era el mismo caos, golpearon simultáneamente a Evil Victor en el pecho.

La onda de energía golpeó con la fuerza de un cataclismo. El impacto fue tan brutal que el aire se comprimió alrededor de ellos, y Evil Victor, atrapado en el fulgor de la explosión, fue lanzado hacia atrás como un ragdoll, su cuerpo deslizándose por el suelo hasta quedar tendido en una pila de rocas y escombros.

El golpe había sido fatal. El pecho de Evil Victor se desplomó bajo la fuerza del ataque, y su cuerpo, antes imparable, ahora se encontraba completamente inerte. La energía de su maldad se desintegraba en el aire, y su cuerpo no pudo resistir el poder de la combinación de María y Nine Sharon.

Sin embargo, la batalla no había terminado. En el instante en que Evil Victor cayó, el cuerpo de Victor, ahora liberado de la maldición, voló hacia el aire, desplazado por la fuerza del ataque. El vínculo entre Evil Victor y Victor comenzó a deshacerse, y de su cuerpo emergió una masa amorfa, oscura y viscosa, la esencia misma de la maldición que había poseído a Victor por tanto tiempo.

La masa se retorcía, deslizándose como un líquido negro que emanaba una energía oscura y corrupta. La maldición, aunque debilitada, aún luchaba por aferrarse a su anfitrión.

María, al ver la masa que aún se formaba, se acercó a Victor, luchando contra el dolor que la atravesaba. La energía del Destello Yadaratman había drenado gran parte de sus fuerzas, pero no podía detenerse.

—Victor... —susurró, mirando con tristeza cómo la maldición trataba de reconstruirse, aún buscando tomar control de él.

Nine Sharon, a su lado, respiraba con dificultad, pero también se acercaba con cautela.

—No podemos dejar que se recupere. Debemos destruirla de una vez por todas. —dijo, su voz grave, marcada por la tensión.

Con el cuerpo de Victor inerte sobre el suelo y la maldición luchando por manifestarse, María y Nine Sharon sabían que el peligro no había pasado. Aún quedaba la batalla final para liberar a Victor por completo.

María, aún tambaleante pero con una determinación inquebrantable, extendió su dedo índice hacia la masa amorfa de la maldición que aún luchaba por tomar forma. Con una concentración feroz, disparó una ráfaga de energía directa hacia la masa oscura. La energía fue tan precisa y poderosa que impactó en la maldición como un rayo fulminante, lanzándola por los aires y desintegrándola en una explosión de oscuridad.

La maldición, antes de desaparecer por completo, dejó escapar un último susurro lleno de odio:

—¡Mocosos... cómo los odio! —su voz se desvaneció en el aire, dejando un eco sombrío, mientras las últimas partículas de la esencia maldita se disipaban en la nada.

El suelo tembló ligeramente con la fuerza de la explosión, y la calma comenzó a restaurarse en el aire. El peligro que había amenazado a Victor y a todos a su alrededor parecía finalmente haber desaparecido. La masa de oscuridad que había tomado control de Victor se desvaneció sin dejar rastro.

Victor, ahora liberado, cayó de rodillas en el suelo. María y Nine Sharon, aún exhaustos, se acercaron rápidamente a su lado, respirando pesadamente pero aliviados por la victoria. La batalla había sido feroz, pero finalmente la maldición había sido destruida.

María, con una expresión cansada pero aliviada, miró a Victor, su voz suave pero firme:

—Es hora de que vuelvas a ser tú mismo, Victor. —dijo, mientras tomaba su brazo para ayudarlo a levantarse.

Nine Sharon, aunque aún herido, observó a Victor con una mezcla de respeto y alivio.

—Lo logramos... —murmuró, aunque sabía que había sido una victoria muy costosa.

Victor levantó la mirada, sus ojos ahora regresando a su color café habitual, brillando con gratitud y algo de cansancio. Sabía que todo lo que había atravesado, aunque doloroso, lo había llevado a este momento, donde finalmente podía ser libre de la sombra de la maldición.

—Gracias... ambos. —dijo, su voz grave pero genuina, mientras intentaba ponerse de pie por sí mismo.

La batalla había terminado, pero las cicatrices de la guerra aún quedaban en sus cuerpos y en sus almas. Sin embargo, ahora tenían una esperanza renovada.

Fin.