Capítulo 3
AMARTE EN SILENCIO
D: Iba a diario a la empresa sólo para conocer más de ti, incluso pagué para que LABEL W-D no fuera a la quiebra, pues no deseaba verte sufrir.
»Al poco tiempo dejé de seguirte, pues no soportaba amarte en silencio.
»Repetidamente salí con una actriz de teatro quien fue la mujer que bajó del barco, y si lo hizo, de seguro fue que ella debió obtener el papel de sus sueños y corrió al encuentro de dicho papel. Luego te vi, tan radiante como siempre, tomando fotos del lugar; y fue cuando entendí que esta sería mi oportunidad…»
Mi corazón se detuvo por un minuto y mis manos sudaron como lo hacían, estando con Ryan.
Fue una oportunidad única para saber si él realmente era Ryan, así que, con suavidad, acercándome, acaricié su rostro y lo único que pude decirle fue: «Sabía muy bien que te irías y que tal vez nunca regresarías, pero déjame que te bendiga porque así es la vida y sé que volverás algún día».
Dylan, sorprendido por mis palabras intentó besarme, pero justo antes que mis labios y los suyos se unieran, lo aparté, decidí marcharme y alejarme, puesto que él no era Ryan y yo en esta vida, en este plano terrenal, solo amaría a Ryan, aunque si él no volviera, siempre sería el hombre a quien juré amor eterno en mis días como sierva del dios Eros… y como Eros me concedió la gracia de recordarlo, también recuerdo cuando Eros lo castigó y condenó a pasar por un Puente de Tormentos, por haberse enamorado de su sierva.
En realidad, Eros se enamoró de mí, pero yo ya había jurado amar solo a aquel Zorro que protegía las montañas a donde yo me escapaba al anochecer de mis aposentos solo para ir a ver a mi amado platónico, admirar la naturaleza y conversar sanamente hasta el amanecer, cuando regresaba a mi vida normal como sierva de la casa de Eros.
Un día cualquiera, Eros quiso hacerle un regalo al Zorro, para lo cual lo llamó e hizo que entrara en el salón principal de la diosa Gea, diosa de la naturaleza, llamada también Madre Tierra.
Al llegar Eros, el Zorro estaba arrodillado frente a Gea esperándolo, quien se apresuró a decirle que como él le había sido fiel y nunca abusó de la belleza física que le había concedido, le daría a escoger entre sus concubinas y siervas a la que fuera de su agrado, pero a que a mí no me podría escoger, puesto que yo era su favorita; que mi belleza solo era para él; y agregó Eros que, aunque aún no pudiera tocarme, yo era y seguiría siendo su preferida.
El Zorro, ardiendo de celos, dijo que no le gustaba ninguna de sus concubinas.
Eros, molesto le preguntó: «Entonces, ¿qué deseas Zorro?»
El astuto Zorro quien estaba cegado por la belleza de la sierva, le contestó:
R: Mi señor, no deseo lo que tú has tocado, pues mi codicia es de aquella a quién no puedes tener.
Eros enojado por la osadía y atrevimiento del Zorro contestó: «Para poder tocar aquello que no puedo tener, deberán sufrir por amor, ambos, de modo que Gea será testigo de lo que sucederá… Tú, mi Zorro, tendrás que caminar cien años por el Puente de los Tormentos y si al terminar de cruzar, aún es de tu codicia mi sierva Galt, te la otorgaré, pero cada siete años inmortales, tendrás que desaparecer de su vida y si ella aún te espera te la entregaré.
»En cuanto a ti, sierva mía, por haberme engañado, sólo te daré como castigo la oportunidad de esperar a tu amado, pero veremos si tus ojos y tus sentidos podrán indicarte quien es en realidad, es decir, que, si tienes la paciencia de esperarlo y reconocerlo, te permitiré casarte con él, pero mientras tanto tú seguirás siendo mi sierva.»
Al volver a mi camarote traté de entender que tú no eras para mí, Ryan, pero ahora me muero por ti… son palabras que quisiera que el viento se llevara… ni siquiera rociar aceite de melocotón sobre mi cuerpo podría calmar mis pensamientos acerca de Ryan y Dylan, por ello, me sentí más confundida que nunca, al darme cuenta de que era evidente que Eros me tendía una trampa, así que traté de aclarar mis pensamientos, pero caí presa del sueño y él vino a mí otra vez.
R: No quiero que te vayas, cada momento nuestro quiero mantenerlo, así que quédate y sólo con tus ojos mátame y ahógame en tus brazos.
»Me vuelve loco está sensación de angustia, me he hecho adicto a ti; todo de ti me embriaga y tanto sufrimiento me llega hasta el alma.»
G: Tu mirada y la mía se ignoran en la lejanía del tiempo; yo deseo dejarte partir en vez ser tu prisionera, pues es mejor el vacío que un olvido.
Así, con mis manos toqué su suave pecho y al pasar mis manos por su cuello, lo miré fijamente y lo besé como a nadie había besado antes, si esto era un sueño no quería despertar, tenía el corazón acelerado y una vez más le dije: «Yo prefiero dejarte partir que ser tu prisionera y no andes por las montañas diciendo ser el dueño de mis sentimientos».
Desperté acalorada, corriendo a bañarme y fingir que ese beso nunca sucedió…
Me vestí con un bonito traje de polcas y unas zapatillas, recogí mi cabello con una pañoleta y salí a desayunar. Al entrar al restaurante pedí el menú y mientras el desayuno llegaba, vi entrar a Eros deslumbrando y provocando placer a todas las mujeres que allí estaban; por mi parte, al verlo, evité mirar, pero éste venía justo frente a mí, por lo que nerviosa le dije:
G: Señor… ¿qué hace usted aquí? No es propio de un dios del Olimpo aparecer en público…
E: Oh sierva mía, regresa conmigo, te pido perdón porque soy yo a quien deberías amar realmente.
G: Mi señor, usted sabe que mi corazón pertenece a alguien más.
E: Me vuelve loco el no poder tenerte, yo aún… soy Eros, el dios del amor y la seducción y me siento inútil al no poseer tu atención y verme obligado a mirarte de lejos.
G: Señor, todas en tus aposentos, son bellezas carentes de defectos y además te adoran.
E: No es fácil aceptar haber perdido ante un Zorro que yo mismo cree y doté.