Capítulo 5
RECUERDOS
Francamente, pasé una semana dentro de la suite disfrutando yo sola de ella, y nada pudo arruinar esos momentos; no tuve tiempo de pensar en Ryan ni en Dylan y mucho menos en Eros, mientras todo parecía volver a la normalidad para mí. Así, decidí mostrarle al mundo y a mí misma, que ya me había rencontrado con mi propio yo. Luego, tomé un bañador muy sexy y revelador con un pareo transparente, unas gafas de sol y salí de mi camarote, dejando a la imaginación de los demás mi espléndida figura, transformándome de inmediato en el centro de atención de aquel lugar.
Disfrutando del sabor único del whisky con agua de coco, vi a Dylan acercándose hacia mí de nuevo… «Otra vez esa ladilla de gilipollas —pensé—, ¡realmente este hombre me va a volver loca!».
Tratando de lucir lo menos interesado posible, Dylan lanzó una toalla sobre mi cuerpo.
G: ¿Qué piensas que haces, RIDÍCULO?
D: ¿No sabes que es un crimen lucir tan bien y tan provocadoramente sexy?
G: ¡No jodaaa! y Yo que creí que este buen momento duraría más…
Sin palabras que decir, a mi mente vino un recuerdo donde veía que a Psique le gustaba bañarse en el Lago de las Montañas, mientras yo, como su sierva, la esperaba y la ayudaba. En aquel entonces no tenía dueño mi corazón; la joven señora siempre me decía para asustarme que tuviera cuidado con la bestia que guardaba el bosque porque podía venir y robarme.
Solía decirle: «Señora, ¿cómo puede usted creer tal barbaridad?».
Ella siempre se reía de mí, hasta que un día, mientras regresábamos, la señora se cayó y rodó colina abajo, por lo que tuve que correr pidiendo ayuda, pero nadie vino a ayudar. Cuando logré llegar al fondo de la colina, observé que ella no podía caminar, al haberse golpeado con algunas piedras y por eso la tuve que cargar sobre mi espalda y regresar al palacio, donde, en vez de ser premiada, fui duramente castigada por haber permitido que la señora se lastimara. De modo que Eros, preso de la ira, sentenció que yo sería azotada cinco veces y que si derramaba una sola lágrima se incrementaría el castigo, es decir, que por cada lágrima serían cinco azotes más.
Para sorpresa de Eros, aguanté los latigazos sin soltar ni una sola lágrima ni un solo grito; Psique intentó impedir que Eros fuera tan cruel conmigo.
Pero dictó que, como castigo adicional, tendría que perder mi virginidad con el esclavo más tosco de la comarca y de inmediato me envió a la cueva donde éste habitaba, pero al llegar a dicha cueva me dio tanta repugnancia y asco, solo al verlo, que hui despavorida de esa asquerosa covacha y logré en una sola carrera regresar al palacio de Eros quien de inmediato me dijo: «¿Te crees muy astuta, Galt? Pues ahora deberás dormir en el bosque por dos días y si sobrevives y no se te infectan las heridas causadas por los latigazos, podrás volver a retomar tu lugar como sierva e imploraré a Afrodita para que dé su bendición y puedas llegar a ser una de las concubinas de Apolo».
G: Señor, no haga tal petición a la diosa, pues mi deseo no es casarme, sólo concédame su bendición y su perdón.
E: Esta bien Galt, pero igual irás al bosque y esperarás dos días y si no se te infectan las heridas, te recibiré y olvidaré el altercado.
Rápidamente fui lanzada al bosque; tenía hambre y frío y me dolían las heridas, pero con orgullo grité: «¡No seré de nadie!». Tal parece que mis gritos despertaron a la bestia quien en secreto silencio me vigilaba.
Mientras intentaba recoger fruta para comer, caí dentro de un manantial y me dije: «¡Esta es mi desgraciada suerte!». Empapada y con frío, ya me dolían mucho las heridas, las cuales creí que ya se habían infectado por lo que chillé una fea palabrota contra Eros, pero justo en ese momento, surgió de la nada una bestia que me hizo gritar desesperada, pidiéndole que no me comiera porque si lo hacía solo le traería una muy mala digestión.
Sin embargo, la bestia de pronto habló y dijo:
Z: ¿No sabes que es de mala educación hablar mal de alguien qué no está presente?
Pero, ¿qué bestia era ésta que podía hablar? Así, abrí mis asustados ojos y vi que era un Zorro gigante que hablaba, por lo que me apresuré a preguntarle quién era y por qué estaba allí.
Z: Yo soy un Zorro creado y dotado con la gracia de Eros y amo y señor de estas montañas, así que regresa a tu casa, pues no toleraré intrusos en mi bosque.
G: Lamento decirte bestia que hace pocos momentos, logré escapar de un horrible castigo que Eros me había impuesto, por lo que, como castigo adicional, me envió a estas montañas por dos días, sin embargo, me dijo que no podría volver si las heridas se me infectaban.
Z: ¡No podrás volver niña…! Ven conmigo, sígueme…
Así de pronto, me sentí como si estuviera flotando a través de un sentimiento tan hermoso y espontáneo que realmente no me hizo verlo como la bestia que se rumoreaba…
Al llegar a los aposentos del Zorro, me di cuenta de que no era como pensaba que él viviera, ya que habitaba en un pequeño palacio muy hermoso y agradable, además de encantador. De repente, lo vi desaparecer de aquel mágico y admirable lugar, el cual estaba impregnado de su aroma tan masculino.
Al regresar, el Zorro tomó mi brazo y comenzó a curarlo con hierbas; me dolió, pero funcionaba, cubrió mis heridas con una tela muy delicada y me trajo un vestido muy revelador, ya que era semitransparente y se veían claramente gran parte de mis largas y hermosas piernas, además, su comida era deliciosa, yo nunca había probado antes algo tan exquisito.
Así nació está extraña amistad entre el Zorro y yo, la sierva de Eros. Aunque poco sabía de él, me inspiraba mucha confianza, al punto que estando a su lado entre risas y preguntas, quedé encantada con ese Zorro tan agradable… «¿Acaso estos dos días no podrían ir más lentos?», me pregunté…
El hábil Zorro tejió una cinta floral para mí, y sin darme cuenta, ya él había soltado mi peinado de costumbre, mientras adornaba mis cabellos largos y ondulados con dicha cinta floral.
Pensé: «¿Qué estoy haciendo, estará bien vestirse y peinarse así…?». No lo sabía, pero me hacía lucir evidentemente agradable al ojo humano y a mí misma.