Capítulo 6
¡SOY TU SIERVA!
Comencé a jugar y divertirme a diario con el Zorro, ¿será posible que me esté enamorando de él?
Ya pasaron tres días y no deseaba regresar al palacio de Eros.
Recostada sobre la acogedora grama, dejé posar mariposas sobre mi cuerpo.
Z: Volveré pronto, así que no te vayas.
G: Estaré esperando por ti, así tardes en llegar mil años.
Por otro lado, en el palacio de Eros, alguien corrió el rumor de que yo había muerto porque mis heridas se habían infectado irreversiblemente y que por eso nunca regresaría…
Eros, lleno de intriga, decidió ir a aquel bosque donde me dejó a mi suerte, solo para comprobar si los rumores eran ciertos.
Al llegar, se encontró con la escena más incómoda que jamás pudo imaginarse.
Él vio al Zorro despedirse de mí como si fuéramos muy cercanos; luego esperó a que su figura desapareciera entre los árboles y así acercarse discretamente donde yo estaba.
E: Si no supiera que eras mi sierva Galt, te habría confundido con una diosa, ¿no crees que tu ropa es poco apropiada para ser una sierva?
G: ¡Señor! ¿Qué hace usted aquí?
E: Vine a ver por qué no has regresado, Galt.
G: Es que aún no estoy lista para volver, señor…
E: Tu herida ya cicatrizó… no tienes marca alguna sobre tu cuerpo… por eso debes regresar a tu posición como sierva.
G: Pensé que no sería bien recibida, señor, así que preferí quedarme en la paz de estos bosques.
E: Eres mi sierva, si yo no hubiera visto antes lo hermosa que eres de seguro serías tú ahora una de mis concubinas.
G: Señor, no puede hacer tal cosa, pues no deseo ser de nadie.
E: Incluso Apolo y Zeus se enamorarían de ti al verte de esa forma, soy un dios y tú una sierva; si te deseo, te tengo, pues no puedes mandar sobre mí, mas como soy justo, te dejaré decidir a quién amar; ahora, regresa al palacio antes que empiece a llover.
De modo que sin más excusas y sin poder oponerme, me tuve que marchar sin siquiera despedirme del Zorro con un último adiós…
Entonces, sucedido esto, tomé la decisión de mantener en mi mente solo un recuerdo de Ryan y de nadie más.
Ansiosa por compartir con Apolo lo ocurrido, olvidé cambiar mi atuendo y corrí al salón de la belleza verdadera, donde perduraba Apolo, quien, al verme, quedó perplejo por mi bellísima apariencia y hasta trató de seducirme porque no me reconocía, de modo que me apresuré a decirle que era yo, su amiga Galt. Este, aún no podía creerlo, ya que no era usual para mí mostrar tanta piel y usar un traje tan provocativo, tan transparente y tan seductor.
Pasaba el resto del día y Apolo no hacía nada más que hablar acerca de la belleza de la inmensidad de los cielos.
Esto era lo que me agradaba de Apolo, pues no le era satisfactorio cambiar nada que no valiera la pena cambiar…
Por otro lado, Eros estaba buscándome por todo el palacio, pues debía asegurarse que no me hiciera daño a mí misma.
Estando en los aposentos de Apolo, yo lo alimentaba, como de costumbre, mientras él se acostaba sobre mis piernas. Yo jugaba con uvas, bayas y moras que iba colocando en su boca. Aquellas frutas eran de su deleite. Por su parte, Eros fue sorprendido al ver que los siervos de Apolo no le permitían entrar a sus aposentos.
Una sierva corrió a decirnos que Eros estaba por entrar, así que me escondí detrás de una estatua y justo en ese momento entró Eros y vio a Apolo caminando por el lugar.
E: ¿Dónde está mi sierva?
A: Aún no la he visto, Eros.
E: Sé que la escondes, Apolo.
A: Y si fuera así, ¿qué harías?
E: Te repito que es mi sierva, Apolo.
A: Ya te dije que por aquí no ha venido.
E: Hasta para mentir por una sierva eres un inútil. ¿Crees que no sé, que solo ella te alimenta?, si ella no está aquí ¿qué hace ese tazón de frutos y flores por el suelo y por qué quemas incienso?
A: No es de tu incumbencia si poseo una amante, Eros.
E: ¿Amante? Déjame verla entonces…
A: No la verás, pues su belleza solo yo la puedo deleitar.
Justo cuando creí que se iría, movió una mano y todas las estatuas del lugar se derrumbaron, dejándome al descubierto, y evidenciando que estaba realmente muy molesto por las mentiras de Apolo.
E: Seguro que amante, ¿no?
A: No te la llevarás de mis aposentos, pues lo que está aquí me pertenece, Eros.
Fue así como Apolo me tomó en sus brazos y me robó mi primer beso frente a Eros quien, ardiendo de celos, me sacó de ese lugar mientras que a lo lejos Apolo decía:
A: Amada Galt, te veré mañana.
Confundida totalmente, no podía dejar de pensar en que ese protector, Apolo, robó lo que yo creí que era mi primer beso.
Me apresuré a entrar a mi habitación a descansar; tomé un baño de luz de luna, pero no podía olvidar que Apolo se llevó mi primer beso.
«¿En qué cosas estoy pensando? Ese pícaro me las pagará», me dije mientras me iba quedando dormida.
Al despertar, me vestí y me peiné adecuadamente como cualquier otra sierva y así comenzó aquel día,
Traté de evitar a los dioses, pero la madre de Eros, la diosa Afrodita, venía junto con la diosa Gea al palacio, ya que ese día Apolo tendría que escoger esposa y ellas darían su bendición a tal mujer.
Pero espera, Apolo no tenía novias, ni amantes y mucho menos a alguien a quien su corazón le gustara.
Eros, contento, entró al gran salón con Psique quién era una de las mortales más hermosas que podían existir.
Apolo se negaba a entrar a tal lugar, pues sabía que estaría rodeado de lobos, sin embargo, de repente decidió enfrentar a todos esos dioses.
Af: ¿Cuál es el nombre de tu amada, Apolo?
Gea: Dime quién es y otorgaré gracia para ella… E: Dinos quién es la dueña de tu corazón Apolo
A: Lamento decirles que aún no nace mi esposa… ella será la hija de Hebeca con un rey; su nombre se verá en las estrellas y cuando llegue a la edad apropiada de su juventud, será tan hermosa que no tendrá comparación; entonces le otorgaré un encuentro carnal donde quedará plasmada en mi alma como la dueña de mi ser.
»Concederé todos y cada uno de sus caprichos porque para ese entonces, ya estaré cegado por su belleza, pero hasta llegado ese momento, no será permitido para mí, amar a nadie más.»
Eros sabía que Apolo era sabio en lo que decía, pero en secreto hacía otras cosas, tales como enamorar doncellas por palacio; Afrodita sin más, se dispuso a partir del lugar con Gea, pues confiaba en las palabras de Apolo.
Así iban pasando los días y todo parecía calmarse y volver a la normalidad; pero no era del todo cierto, pues Eros me vigilaba en secreto acosándome con sus celos e incluso llegó a enamorarse de mí, descaradamente.
Psique lo notaba, pero no podía hacer nada para evitarlo.
Apolo solía venir a verme seguido; era agradable pasar el tiempo con él, pues a mis ojos, él era el más generoso de los dioses.