Karla'k, el Dios del Caos, flotaba en la nada absoluta. Su esencia era un torbellino de sombras y deseo. En su soledad, decidió dar forma a su anhelo más profundo: los Hijos de la Oscuridad.
Con un gesto, Karla'k convocó a la materia primordial. De la negrura emergieron figuras etéreas, sin forma definida. Sus ojos brillaban con malicia y sus cuerpos se retorcían como humo oscuro. Eran los primeros de su creación.
Karla'k: "Hijos míos, nacéis de la ausencia, de la negación. Sois la antítesis de la luz. Sed libres, sed caos."
Los Hijos de la Oscuridad se dispersaron, explorando su nuevo dominio. Algunos se convirtieron en sombras acechantes, otros en pesadillas que se deslizaban entre los sueños de su padre. Cada uno llevaba una chispa de la esencia de Karla'k.
El Dios observó su obra con satisfacción. Los Hijos de la Oscuridad serían sus agentes en el universo, sembrando discordia, miedo y desesperación. En su soledad, Karla'k encontró compañía en la oscuridad que había creado.
Karla'k extendió sus manos y moldeó a los Hijos de la Oscuridad. Cada uno tomó forma a su imagen y semejanza, portando fragmentos de su esencia. Sus nombres resonaron en el vacío:
Kakfa: Su piel era como tinta derramada, sus ojos brillaban con secretos ancestrales. Kakfa era el maestro de las sombras, capaz de desvanecerse en la penumbra y susurrar pesadillas en los sueños de los mortales.
Kimi: Kimi emergió con alas de murciélago y garras afiladas. Era la seductora, la que tentaba a los corazones más puros hacia la oscuridad. Su risa era un eco retorcido en los pasillos olvidados.
Saucher: Saucher llevaba una corona de espinas y ojos sin pupilas. Era el arquitecto de la locura, el que tejía laberintos de desesperación en las mentes humanas. Su risa era un lamento eterno.
Adriene: Adriene tenía la apariencia de un ángel caído, con alas rotas y cabello de fuego. Era la rebelde, la que desafiaba incluso a Karla'k. Su espada de sombras cortaba a través de la realidad misma.
Los Hijos de la Oscuridad se arrodillaron ante su creador, sus ojos ardientes con lealtad y anhelo. Karla'k sonrió, sabiendo que había dado vida a la discordia y la belleza en igual medida.
Kakfa: (susurra) ¿Qué es este lugar, Kimi? La oscuridad es tan densa que parece palpable.
Kimi: (con una sonrisa retorcida) Este es el abismo primordial, Kakfa. El vientre del caos. Aquí nacimos, y aquí sembraremos el miedo en los corazones de los mortales.
Saucher: (con voz melancólica) ¿Y si fuéramos más que meros agentes del caos? ¿Qué tal si creamos algo... inesperado?
Adriene: (con desdén) ¿Crear? Somos Hijos de la Oscuridad, no arquitectos de mundos. Nuestra existencia es la negación, no la creación.
Kakfa: (señalando hacia la nada) Pero, ¿y si hay belleza en la destrucción? ¿Y si nuestros actos pueden ser más que simples sombras?
Kimi: (se acerca a Kakfa) Interesante pensamiento. Tal vez podríamos tejer pesadillas que también inspiren. ¿Un equilibrio entre el terror y la esperanza?
Saucher: (se frota las manos) O podríamos desencadenar el caos absoluto. Hacer que los mundos colapsen en sí mismos.
Adriene: (se ríe) Siempre tan dramático, Saucher. Pero quizás tengas razón. La oscuridad puede ser un lienzo para algo más profundo.
Kakfa: (mira a Karla'k) ¿Y tú, nuestro creador? ¿Qué deseas de nosotros?
Karla'k: (con ojos ardientes) Quiero que despierten el miedo, la duda y la pasión. Que sufran y anhelen. Que el mundo tiemble ante su presencia.
Y así, en la nada absoluta, los Hijos de la Oscuridad debatieron su propósito y destino, mientras el caos los envolvía como un abrazo eterno.
En la penumbra del abismo, Karla'k se dirigió a sus hijos de la Oscuridad. Sus voces resonaron como ecos distorsionados:
Karla'k: "Mis queridos hijos, nacidos de la negación y la sombra, escuchadme. Sois los portadores del caos, los tejedores de pesadillas. Pero ¿qué deseáis?"
Kakfa: "Anhelo sembrar dudas en los corazones humanos. Que la realidad se desgarre y muestre su fragilidad."
Kimi: "Yo deseo la belleza en la corrupción. Que el miedo sea un arte, una danza siniestra."
Saucher: "La locura es mi dominio. Quiero que los mortales se pierdan en sus propios pensamientos, quebrándose como espejos rotos."
Adriene: "La rebelión me llama. Quiero desafiar incluso a los dioses. Que mi espada de sombras corte a través de la creación misma."
Karla'k: "Entonces, sed fieles a vuestros deseos. Extendamos la oscuridad por los mundos, dejando nuestra huella en la eternidad."
La maldad siempre perdura hasta en los corazones más pequeños.
Fin.