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Chapter 3 - Engaños y ruedas

Golpes estridentes y un dolor agudo fueron lo que Criss sintió después de escuchar la voz enfadada de aquel hombre de negro. Su cuerpo cayó como una marioneta a la que le habían cortado las cuerdas. Su brazo y pierna le advertían del daño recibido con una oleada de dolor que se dirigía a su cerebro.

"¡¿señor?!, ¡¿por qué le dispara a un civil?!"

"No seas tonto, ¿acaso no te diste cuenta de que este hombre aquí es el único que tiene la misma complexión en todo el área de actuación de artes? Encaja perfectamente"

"Pero entonces, ¿por qué no habló desde el principio?" Tocándose con molestia el ceño, el hombre con el arma en la mano dijo: "Novato. Estamos peleando con verdaderos monstruos, si hay una oportunidad de golpear de forma sorpresiva podemos evitar las represalias que el demonio pueda lanzar".

Mirando con asombro a su superior, el hombre de negro con la pantalla avanzando, "Entiendo, señor. Lo tendré en cuenta para la próxima".

Los hombres se acercaron a Criss y uno de ellos sacó una extraña maleta. Después de abrirla, de ella salió un antiguo revólver de color plateado que fue recargado con balas doradas con extraños símbolos tallados en él.

"Recuerda novato, una bala por demonio", y terminando su frase, apuntó el cañón del arma a la cabeza de Criss.

Los dedos pasaron por el seguro del arma y después de liberarlo, llegaron al gatillo. Antes de poder accionar el mecanismo de disparo, Criss se levantó e intentó golpear al hombre que tenía frente a él. Falló miserablemente, pero antes de caer otra vez, liberó un golpe con su mano izquierda, derribando el arma de las manos del hombre.

El miedo es un gran motor de acción, al menos si no te paralizas por él. Pero esto no le sucedió a Criss. Debido al gran dolor que sintió en su pierna y brazo derecho, pudo actuar. Saltando con la mayor cantidad de fuerza que su cuerpo pudo juntar. Alcanzó al hombre de la tableta y, cojeando lo más rápido que pudo, se dirigió en dirección hacia el primer piso de la universidad de artes, donde se encontraba la enfermería y la gran mayoría de las personas.

Paró en la esquina del pasillo y entró en su salón de clases, pero al llegar no encontró ni a sus compañeros ni a su profesor.

"¡¿Dónde rayos están todos?!… Sacaron a todos para borrar la evidencia."

Teniendo en cuenta cómo intentaron matarlo y lo que le había sucedido en este día, llegó a una conclusión. "Soy un experimento del gobierno o algo… por lo que me persiguen…"

Con un gran dolor en su cuerpo y una gran tristeza, se dejó caer en el suelo. "¡¿Dónde viviré de hoy en adelante?! ¡¿Acaso hice algo malo para ser cazado por las fuerzas especiales?!"

Unas voces resonaron en el pasillo. "Debió entrar en ese salón, no puede correr mucho, debemos entrar con mucho cuidado, No sabemos qué puede hacer."

Dejando atrás esos pensamientos pesados, empezó a concentrarse en encontrar una forma de salir de esta situación tan espantosa. Por lo que había notado, actuaban con cierta precaución al intentar eliminarlo, como si fuera una especie de bomba a punto de explotar o algún criminal muy bien entrenado. Pero… lo único que podía hacer era hacer crecer flores de sus manos y utilizarlas como si fuera ambidiestro. No podía generar un daño real solo con eso. De algún modo se le ocurrió un plan…

El objetivo había escapado, una desgracia para cualquiera de nosotros, los exorcistas de la nueva inquisición. Por ahora, el objetivo no había puesto mucha resistencia y parecía ser un novato en lo que respeta a los poderes heréticos que cada uno de estos desagradables seres poseía.

Entramos junto a mi aprendiz, que la escuela de la inquisición me dio para enseñarle a rastrear santuarios. A decir verdad, él no debería estar cazando un demonio, pero si no lo cazo yo mismo, mi castigo será muy severo al llegar a la sede.

Señalando la puerta del aula más cercana que teníamos, la puerta se abrió y mi compañero y yo saltamos al centro de la habitación con nuestros brazos sujetas con ambas manos y nuestras miradas serias. Pero una voz sorpresiva nos habló.

"Bienvenidos al espectáculo, prometo que esta vez no los defraudaré", dijo el demonio inclinado. Luego, de una forma algo grotesca, una rosa roja creció de su mano, él la arrancó y luego la lanzó hacia nosotros.

Mi compañero y yo lo sabíamos. Algo había cambiado; no solo era la atmósfera teatral, sino el hecho de que el demonio podía estar de pie y moverse con sus heridas de hace un rato. Sin perder más tiempo, disparé una ráfaga en dirección al demonio y mi compañero me siguió. Pero como si fuera una especie de acróbata, rodó hacia una mesa al costado. Aunque ya le habíamos conectado unos disparos, nunca lo vimos sangrar.

Miré a mi compañero a los ojos y él también lo entendió. El demonio había aprendido a utilizar sus habilidades o estaba jugando con nosotros. Después de todo, no es raro que una criatura de estas juegue con sus presas antes de matarlas.

Un sudor frío recorrió mi frente. El demonio se levantó de la mesa e hizo aparecer un ramo de flores en su mano izquierda y lo lanzó hacia nosotros. Las flores nos nublaron el campo de visión y antes de que pudiéramos hacer algo, derribó un gran escaparate hacia donde estábamos. Esto por sí solo no podría detener a un soldado entrenado, pero al revisar alrededor de nuestros pies, donde habíamos caído. Encontramos algunos arbustos moviéndose de manera extraña. ¡Estaba claro que podía controlar las plantas! En una decisión rápida, decidió retirarnos al pasillo donde no tenía poder o alguna planta.

Entonces, el demonio subido a una silla de oficina con rueditas. Salió impulsado de la habitación, como si fuera un experto patinador, su impulso solo creció. Apunté mi arma y disparé dos veces, una al estómago y otra a la cabeza, pero solo logré dañar su hombro y aunque lo retrasó, él siguió adquiriendo impulso y finalmente se deslizó descuidadamente por la rampa de personas discapacitadas, bajando al primer piso.

Al darme cuenta de que el demonio se había escapado, grité a mi compañero que lo seguiría. ¡Habíamos sido engañados! Quiso escapar desde un principio.