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Tambaleándome sobre piernas temblorosas, me acerqué al siguiente alfa que parecía devorarme cruda solo con sus ojos. Era el tipo de hombre que te hace querer cubrirte el cuerpo de su mirada sucia.
—Espero que aún no estés lo suficientemente cansada —se rió entre dientes y se lamió los labios mientras me miraba como un perro hambriento por un hueso.
Aún temblando y tratando de recuperarme del orgasmo negado anteriormente, le ofrecí la bandeja aún intacta de helado.
Agarró un helado de vainilla. Esta vez no cometí el error de seguir adelante.
—Ahora estás aprendiendo —se rió y agarró la parte trasera de mis muslos.
Acercándome a él, agarró mi cuello y me atrajo hacia su cara. Levantando el vasito de helado, dejó caer el frío pegote por el lado de mi cuello y gotear hasta mi pecho.
Su boca se prendió inmediatamente al helado chorreante en mi cuello, succionando y mordiéndome. No dejando lugar sin tocar de su boca y labios hambrientos.