.... hoy será uno de esos días horrorosos en los que estás en la cama durmiendo y antes de abrir los ojos sabes que se te va a hacer eterno. Sentía un dolor de cabeza que me impedían responder a los estímulos externos parea que despertase. Mantenía los párpados cerrados, no quería despertar hasta que el dolor remitiese.
De pronto me sobresalté, no me hallaba en mi casa, estaba en la cama de un hospital, lo que añadió a la pesadez de mi estado físico el esfuerzo psíquico de tener que orientarme. ¿Por qué estaba allí?, ¿qué me había pasado. Debía recordar si quería reaccionar.
- ¡Alex, Alex!, ¿Alejandro Rus me escucha?
Desde que era niño no oía ese nombre, ¿cuánto tiempo hace de ello?, no puedo situarlo
cronológicamente, sé qué hace muchos años, pero no sabría decir cuánto.
- Dejémosle tiempo, va retomando poco a poco la consciencia.
- Necesito saber que no son estímulos reflejos. ¿No entiendo porque no queréis que lo
conecte a un TE-6G?
- Expresamente lo ha prohibido. Por su importancia conoce secretos de estado que no
deben desvelarse, sólo le podremos conectar cuando le tengamos que hacer una copia integral. - Hemos perdido un tiempo precioso, sigo sin entender porque no ha ingresado
directamente en la URM, ahora debemos intervenir nosotros para salvaros el culo.
- Fabián no te impacientes, estaba en casa y su mujer creyó que era un colapso cerebral
y nos llamó a nosotras. Le reanimamos y nada más se estabilizó te lo transferimos.
- Doménica, la suerte que tuvisteis es que se trata de una simple lipotimia sino tú y
Estela os hubieseis metido en un buen lío, debisteis bifurcarlo nada más entrar.
- ¿Por qué dices que es una simple lipotimia?
- Porque no tiene nada, sus análisis clínicos son perfectos, están dentro de los valores
ideales, se ve que se cuida muchísimo, ¡quién pudiera tenerlos!
- Fabián, lo que yo te diga, al final estos naturalistas tendrán razón y deberemos hacerles
caso.
- Pienso que, pasadas las veinticuatro horas preceptivas en observación, se podrá ir a
planta.
Oía la conversación, pero no podía participar para tranquilizarlos. Intentaba ubicarme en
el tiempo. Los recuerdos, aunque borrosos comenzaba a llenar mi consciente, estaban haciéndome una copia mental y, no consigo acordarme de que pasó cuando me quitaron los electrodos, ¿soy un clon? No puede ser, no he autorizado mi clonación integral, o tal vez sí. Tengo que despertarme y hablar con Doménica. Alex, cálmate, me dije, esto debe ser una pesadilla que terminará al abrir los ojos. Sólo tienes que calmarte y despertar. Acuérdate de aquellas pesadillas repetitivos que tuviste, soñabas que no podías moverte, tenías la sensación de estar muerto, querías levantarte y no podías, querías mover un brazo y era inútil, querías doblar las rodillas y estaban agarrotadas, hasta que por fin jadeando saltabas sobre la cama. Volvieron una vez y otra vez, pero al final conseguiste dominarlas y cuando ella te
inmovilizaba, la reconocías, te tranquilizabas y terminabas despertando apaciblemente Esto debe ser una variante sofisticada de aquello.
Bien las voces han desaparecido, yo sigo aquí durmiendo en mi lecho, pero me gustaría espabilarme. Qué más da, estoy tranquilo soñando, ya me levantaré cuando no me duela la cabeza. No sé qué día es, pero si tengo que trabajar seguro que Natividad me llamará, lo hará y entonces me encontré mejor, mucho mejor. No la siento, estábamos desnudos, abrazados, hicimos el amor y nos quedamos fundidos entrelazados, pero no la siento, no huelo su dulzura, ¿se habrá levantado?, ¡es tan vital! Cuán extraño me resulta estar toda la noche soñando y soñar que quiero despertar, de lo cansado que estoy creo que hoy no podré ir a trabajar.
- ¿Alex?, amor mío, ¡despierta!
- Por fin, gracias, todo se acabó.
Balbucí mis primeras palabras, levanté levemente la cabeza de la almohada y de golpe, se
desplomó sobre ella.
Como en un barco todo se tambaleaba hasta que una amarga arcada llegó a mi boca para
expulsar todo el líquido que mi estómago contenía, era una sustancia que no sabría definir, áspera como la acetona.
- No te preocupes, mi vida, no pasa nada ahora llamaré a una enfermera para que lo limpie todo.
Asentí moviendo la cabeza. Me sorprendió que me tratase con tanta delicadeza, como si estuviese enfermo. Estoy en un hospital y tal vez acabo de expulsar la causa de mi afección. Volví a quedar exhausto sobre mi lecho, que ahora sí, sabía que era una cama de hospital. ¡Por fin desperté de mi sueño!, estaba fatigado pero consciente. Transcurridas unas horas de estar en aturdida vigilia, pude articular alguna palabra con más fuerza.
- ¿Qué me ha pasado?
- Nada, no te preocupes, lo importante es que estés bien. – y tras lanzar un profundo llanto, se abrazó a mí llorando – ¡me has dado un susto de muerte, no lo vuelvas a hacer más, nunca jamás! ¡Te quiero, te quiero muchísimo, siempre te querré!
No cesó de besarme durante un largo tiempo. Luego se mostró silenciosa y esquiva. Estaba distante, me ocultaba algo, lo sé, no era un presentimiento, era una certeza. Por mucho que intenté que me contara lo que le preocupaba, no me dijo nada. Tampoco Doménica, ni Estela, que vinieron a visitarme. Me encontraba apático, tenía una sensación de, no sé cómo calificarlo, de estar en otro mundo captando la realidad desde un ángulo diferente, mis recuerdos no sabían, como tampoco tenía sabor la reciente realidad que estaba viviendo.
Desde que ingresé en el hospital, algo no encajaba y nadie quería decirlo. La presencia de Fabián y Estela clarificó mi situación.
- Por mi parte le puedo dar el alta, no tiene sentido que siga en la URM, está recuperado. Los encefalogramas y pruebas neurológicas que necesita se las podéis hacer estando ingresado en planta. – Dijo Fabián.
- Ya los has oído Alex te vienes conmigo, te vamos a trasladar a planta, mejor dicho, al sótano, con tu equipo de investigación que tiene el mejor material de este hospital.
Allí, en la cama que estuvo Petraclon, en las profundidades del Memorial Cinco de Enero me enteré de que era una copia, de que era un homograma.
Lo conocían tres personas, Doménica, Estela y Natividad. Me dejaron tres días, los que faltaban para darme el alta médica, para que decidiese si quería hacerlo público o prefería mantener el secreto de mi clonación. Doménica y Estela no eran partidarias, estaban convencidas de que podría desempeñar mis cargos y mis conocimientos sin ningún problema. Si desvelaba que era una homograma, es decir, un clon con mi mente aligerada de los recuerdos de mis vivencias no esenciales, mi trabajo había terminado. Me apartarían inmediatamente de la dirección del equipo de investigación, del CeCAR y de todas mis responsabilidades profesionales y eso significaría no trabajar durante, por lo menos, cien años. Por eso no eran partidarias de hacerlo porque querían que siguiese a su lado y porque no tenían sentido esas precauciones moralistas que los políticos se sacaron de la manga para posponer el debate social y no arriesgar sus poltronas.
Natividad, me quería a mí, el resto le daba igual. Como lo demás le importaba un bledo, no quiso opinar para no influir sobre mi voluntad.
La última sorpresa que tuve, antes de abandonar el hospital, me la deparó Estela. Por primera vez manipuló la copia optimizada del simulador y añadió al modelo los recuerdos más interesantes que viví entre el día que realicé mi copia mental y el día que fallecí. Lo que yo humorísticamente los denominé recuerdos post mortem y que le daba continuidad a mi vida, por eso hoy conozco la última noche que pasé con Natividad el día en que morí. Le estoy tremendamente agradecido que se le ocurriese incluirlos, porqué hace que sienta el transito como si me hubiese despertado con resaca tras una noche de desenfrenada efervescencia.
Comencé a vivir la vida, mi segunda vida, mi otra vida.
Deseaba que los días se pasasen rápido, que se consumiesen veloces para adquirir experiencia en sentimientos, que no en conocimientos. Ahora lo sentía en mis propias carnes. Durante todas las validaciones que realizamos nos preocupamos de los razonamientos, de la lógica, de la ética, en definitiva, nos centramos en la funcionalidad y en los comportamientos, pero no en los sentimientos. Ni lo hicimos, ni sabíamos cómo evaluarlos. A mis recuerdos les faltaba la emoción, aquello que hace que a una idea se le asocie un ambiente, un olor, un sabor. A mis más íntimos recuerdos les faltaba vida, no tenían sentimientos, estaban muertos y por eso me resultaban extraños. Como si no fuese yo quién los hubiese vivido, como si los hubiese adquirido viéndolos en una película, en la película de mi otra vida. Mi dilema era simple, estos recuerdos o la muerte, ya que sobre ellos se cimentaba mi nueva vida, aquella que me permitía ser inmortal y alcanzar la vida eterna.
Ahora sabía cuál era el precio de la eternidad. Para vivir longevamente debías vaciar la vida vivida y verter sus sentimientos, para después volverla a llenar. Me encontraba ante el
abismo, ante el vacío que crea la eternidad y si quería taparlo tenía que llenar de emociones los recuerdos de mi antigua vida.
Más que nunca necesitaba a Natividad, a mi amor, para que a la vez colmase de sentimientos mis dos vidas, la que recordaba, porque me la contaron, y la que junto a ella comenzaba a vivir.
Reclinados en el sofá escuchando dulces melodías, su cabeza sobre mis piernas, iba acariciándole el pelo mientras le confesaba estos temores.
- Morenín, no llego a comprenderte. Ahora, tú y yo tenemos aproximadamente la misma edad y a mí también me quedan cuatrocientos años por vivir y no me asustan, al contrario, me ilusiona tenerlos por delante para poderlos disfrutar.
- Sí, eso es así porque tus recuerdos son completos, tienen sentimientos y no notas el vacío en tu pasado. Lo que a mí me ocurre es como si de repente este hogar se convirtiese en una casa, es decir, las mismas paredes, los mismos muebles y ningún complemento.
- Yo te ayudaré a llenarla otra vez. Juntos adornaremos tu mente cargándola de sentimientos.
- ¡¿Y si te pierdo, y si te vas?!
- No me iré, no me perderás. Debes ser valiente para andar los primeros pasos de la desconocida eternidad. Acabas de traspasar una puerta, no de chocar con la pared que la sostiene.
- Pero hoy sólo siento el frío vacío que a este lado produce la soledad.
- Mi amor, yo tampoco sé lo que mañana me ocurrirá, pero quiero vivir y estar a tu lado y contigo ser feliz.
Se incorporó, fijó sus verdes ojos en mi profundo interior y me besó, llenando mis recuerdos con un poco de amor.
Era verdad, ambas cosas eran verdad, debía dejar de obsesionarme por la vida que me quedaba por vivir y comenzar a vivir la nueva. Al terminar mi convalecencia física decidí recuperarme psíquicamente y disfrutar de unas experiencias que llenase de emociones mi interior, recorriendo mi pasado. Le pedí a Natividad que me acompañase y se negó porque primero tenía que completarme como individuo y después como pareja.
Rápidamente cogí la forma física, la mental tomaría más tiempo. Doménica y Estela me hacían un seguimiento periódico para controlar mi evolución tras la eclosión en mi nueva vida. Un día quise intercambiar con ellas el vacío que tenían mis más íntimos recuerdos.
- Como clonadora no puedo aportar mucho – dijo Doménica – tu anatomía es correcta nadie te distinguirá de tu predecesor. Creo que Estela es la más capacitada para ayudarte a encontrar las respuestas que nos permitan diagnosticar el problema.
- Lo que buscamos no se encuentra en el campo de psiquiatría, las respuestas funcionales son impecables, deberíamos profundizar en el campo de la psicología, del cual no soy experta. - Desgraciadamente – les dije – aquí estamos los únicos que tenemos que dar respuesta
al problema.
Pasé mucho tiempo sometiéndome a los exámenes que Estela me preparó, y al final encontramos lo que buscábamos. La reprogramación cerebral tal como la conocíamos acarreaba que los recuerdos se quedasen grabados sin conexiones emocionales, es decir, sin la parte intangible de la vida. El impacto psicológico de la grabación era lo mismo que se produce cuando vemos una película. La falta de intuición era el efecto secundario que ello provocaba. Analizado en profundidad este síntoma no era preocupante puesto que es lo que les ocurre a los niños, que la sustituyen por la imaginación y la acción irreflexiva.
- Alex, te queda claro que deberás preocuparte por llenar de experiencias tu cerebro para que así acumulen las emociones.
- ¡Ojalá todos los médicos fuesen como vosotras! No habéis cejado hasta encontrar la respuesta a mis inquietudes. No es fácil ser un niño mayor.
Después de un largo tratamiento, me encontraba casi completo y quise terminar mi ciclo de recuperación sensorial con mi amor, le propuse escaparnos durante una semana para reconstruir nuestras vivencias.
- Natividad, tengo algunos recuerdos a los que me gustaría asociarles nuestros aromas. Quiero que vengas conmigo a mi última escapada de reencuentro.
- ¿Qué te queda por probar de mí que aún no hayas saboreado?
- Nuestra relación es tan intensa, que no la puedo asociar con el ayer.
- Ya hemos viajado y disfrutado de momentos de ocio fuera de nuestra cotidianidad,
¿qué te puede aportar una evasión específica?
- Quiero llenar de sentimientos recuerdos huérfanos de sabor a ti. Vestir mis huérfanos
recuerdos de aromas y sabores de manera que su decorado esté perfectamente ambientado. Esta será mi última dosis de fármacos asociativos y quedarán soldadas mis dos vidas.
- ¿Quién de tu equipo controla las dosis a ingerir?
- Nadie, no hay precedentes y la ignorancia es total, yo buscaré la toma adecuada en función de mis sensaciones. Estela me ha dado unas orientaciones.
Pensé disfrutar con ella una semana en el olimpo griego, recorreríamos el camino de Ulises en su vuelta a Ítaca.
Antes de partir, Natividad tenía que realizar un viaje de trabajo para encontrar unos clientes asiáticos, quince días de separación aportarían un ingrediente adicional de pasión.
Estaba en mi despacho cuando se activó el comunicador. Al fijarme vi, circunspecta, la imagen de un socio de su despacho de abogados, preocupado, pasé de saludos protocolarios y fui directamente al grano.
- ¡Mauro!, ¿sucede algo?
- Alex, ¿has escuchado las últimas noticias?
- No, ¿qué ocurre?
- Natividad ha tenido un accidente aéreo al despegar en el aeropuerto de París. - ¿Qué le ha ocurrido?
- ¡Ha muerto!
- ¿Cómo?
- Que ha muerto, no ha habido supervivientes, pasajeros y tripulación han fallecido, todos ha muerto.
- ¿Y Natividad?
- ¡Todos, Alex, todos perecieron, incluida Natividad!
Qué carajo me importaban los demás, yo sólo quería saber que le pasaba a Natividad. ¿Por
qué me había hecho esto a mí?, ella no tenía derecho a morirse, yo vivía porque me lo pidió y ahora, cuando más la necesitaba decide marcharse y el destino, traicionero, me la roba matándonos a los dos.
- ¿Su cuerpo, cómo se encuentra su cuerpo?
- Esta desintegrado entre las ruinas de la catástrofe.
- ¡¿No la veré, jamás la volveré a abrazar?! – Le pregunté desesperado.
- Alex, lo siento, cuenta con todo el despacho para lo que puedas necesitar, Samuel está
a tu disposición para ayudarte en la repatriación y a preparar las exequias. Seguimos en contacto. Un fuerte abrazo.
- Gracias.
Fue la última palabra que articulé antes de hundirme en la más absoluta de las miserias. No podía clonarla porque no hizo un testamento vital que lo autorizase, tampoco tenía
ninguna copia mental que, a hurtadillas, lo permitiese. Me había dejado sólo con mi vacío cerebro y su eterna soledad. La carga de vivir se me hacía insoportable, sabía que el inmenso dolor que sentía, lo sufriría durante el largo futuro que me quedaba por vivir.
Lloré, todas las vacías noches la lloré, al despertar en la inmensidad de nuestra cama la lloré y siempre que lloraba agotaba, mi cada vez más seco, mar de lágrimas.
Sigue, el tiempo pasa y la vida sigue, como una rueda nos atrapa y nos voltea, por eso los antiguos hicieron circular el reloj, para marcar el tiempo y representar que éste nos agarra y jamás nos suelta. La vida da vaivenes y si cortamos el hilo que nos une a su péndulo, entonces nos quedamos quietos y nos liberamos de los balanceos dejándonos caer sobre la verdadera eternidad que es la muerte.
Estaba sumido en mi dolor y apareció ella, la única persona que era capaz de comprenderme, porque también sufrió en sus carnes la amargura de un adiós. Todavía seguía en la memoria de personas autorizadas a entrar y mi H54-hábitat la dejó pasar, llegó sigilosa hasta el sofá donde me encontraba mortificando mis recuerdos, sin que advirtiese su presencia, me acarició.
- Tienes que salir de ese pozo en el que ahogas tus penas.
- Estoy bien, aquí, en el fondo, quieto, cubierto por el húmedo lodazal, sintiendo que su frío cala en mis huesos y poco a poco me consume.
- No tiene sentido, cuanto antes lo abandones mejor, ten en cuenta que al final el tiempo te sacará y entonces lo verás serán las cicatrices que te hayas hecho arrastrando tus miserias, dejándote llevar.
Se sentó a mi lado me cogió la mano, apoyó mi cabeza sobre su regazo y la besó. Mi ángel de la guarda, Itziar comenzó a tirar de la cuerda que remontaría mi vida. Lo primero que hizo fue ayudarme a cortar las amarras de mi hogar sacándome de la casa de Natividad.
Como en un naufragio me mandó llenar una bolsa de recuerdos, sólo podía llevarme los que en ella cupiesen. Me obligó a elegir los más añorados. Le sorprendió mi actitud ante mi pasado, no comprendió que sólo cogiese un tierno oso de peluche que me regaló Natividad, cuando salí del hospital, para que durmiese abrazado a él durante sus ausencias.
- ¿Cómo puedes no tener preferencia por nada?, no entiendo a los hombres, siempre tan insensibles, incluso en los momentos más emotivos.
No tuve gallardía, fui cobarde, era la ocasión para contarle que era una homograma, que mis recuerdos estaban huecos de sus sentimientos. No me gustaba coleccionar objetos, por eso únicamente elegí ese. Lo que había en el apartamento eran simples objetos de coleccionista, cosas que no merecía la pena guardar. Lloré, mientras recorríamos por última vez mi antiguo hogar, pero lloraba de impotencia ante los recuerdos sin sentimientos que allí afloraban.
Durante un largo tiempo compartió conmigo mi apartamento, quería llenarlo de la energía que me diese la fuerza para continuar.
Una mañana, cuando la niebla de mi vida se disipó, me dijo que se iba, había llegado el momento de comenzar a construir mi futuro, ya estaba preparado para caminar sólo.
- Alex, me voy, después de comer recojo mis cosas y te dejo.
- Haz tu equipaje y permíteme que te invite a comer en tu restaurante predilecto, de allí te llevaré a donde quieras.
- Va a ser difícil que me acerques a Boston. - Al menos te acercaré al aeródromo.
Llegó ligera de bagaje y así se fue. La llevé a un sitio especial que le encantaba, había reservado su comida predilecta. Al terminar le ofrecí un regalo, el más añorado que yo poseía. Le pedí que cerrase los ojos, me levante y por detrás le colgué un collar de perlas cultivadas, dejé mis manos sobre sus hombros y le acaricié el cuello mientras hablaba.
- Muchas gracias, por tu ayuda. Era para Natividad y nunca llegó a verlo. - ¡No hace falta!, a ti te será más útil.
- Yo no me lo pondré y tú eres la única mujer que merece tenerlo.
- Es precioso seguro que le hubiese gustado.
- Era la sorpresa que quería darle durante las vacaciones que íbamos a pasar en Grecia y que el destino me arrebató.
- Qué le querías pedir.
- Que tuviésemos un hijo, necesitaba sentirme humano y quería tener un hijo fruto común de nuestros cuerpos.
- Alex, cuídate, estás llegando al final de tu ciclo. No consientas que la dejadez te lleve a la tumba.
- Descuida, gracias por ayudarme a seguir.
La besé y salimos del local para recorrer nuestros diferentes caminos.