Melia llevaba 2 semanas trabajando en el bar y simplemente no daba más, la situación de su madre se agravó, su cáncer volvió, si bien ambas sabían que eso podía pasar, llevaba más de una semana sin dormir bien y probablemente debería dejar la universidad, a la cual no acudia desde que su madre enfermó de nuevo, para poder cuidar de su madre...
—Mel, te ves pesima.— Bromeó con vergüenza Helen, amiga de Melia.
Desde que la madre de Melia, Maria recayó, Helen se encargada de cuidar de ella por las noches en lo que Melia iba a trabajar al Bar, lo mismo hacia Liam por las tardes, ayudándola de a ratos a cuidar a Maria y de a ratos encargándose de la florería.
—Lo sé, esto es una locura pero te agradezco que estés aquí para apoyarme.— Melia saludó a Helen y se apresuró a dar un beso en la mejilla a su madre despertándola. —Mami, ya me voy al trabajo.— dijo en voz baja, ya era bastante tarde.
—Yo me encargo de ella ve con cuidado.
Estoy cansada.
Se secó la lágrimas mientras entraba al trabajo, ya la habían regañado por llegar tarde antes, pero el jefe quien era amigo de Liam, entendía la situación de Melia.
—Melia, voy a necesitar que te encargues de atender las mesas por hoy, se que no es de tu agrado, pero Lucresia no vino, así que te encargaras tú, no tengo otras opciones.— Explicó...
Melia asintió, mientras escuchaba atentamente las indicaciones que Rupert, su actual jefe le indicaba.
La noche estaba tranquila, para ser jueves. Había atendido uno que otro tipo castroso, pero Melia, paciente, somo respondía con una sonrisa a las descaradas palabras que algunos, la mayoría hombres mayores, le tiraban. Ella entendía que no podía sobrepasarse con los clientes, pero más de una vez tuvo la intención de abofetear a más de uno ahí, aunque eran molestos ella reconoció que dejaban buena propina.
Ya daban las 03:30 a.m, le quedaba al menos una hora de trabajo, estaba agotadisima y no solo por tener que llevar botellas de alcohol, cócteles, etc, de mesa en mesa, o el hecho de que no ha podido sentarse en horas, si no por los días que lleva sin dormir bien y que el ánimo lo traía por los suelos.
—Disculpe señorita.— Se escuchó una voz ronca llamándola tras ella. Melia se giró y con una sonrisa.
Un hombre guapo, vestido de traje de cabello negro, tez blanca y ojos oscuros estaba sentado en una de las mesas, sólo.
Un hombre elegante, demasiado para este lugar.
—Me traes un Old Fashioned y más hielo.— Espetó con arrogancia, Melia ya nada sorprendida solo se limitó a asentir mientras lo anotaba en su cuadernillo de notas.
El Old Fashioned es un cóctel elaborado con azúcar, bíter, whisky, y adornando con un twist cítrico.)
—Enseguida, señor.—
Habían pasado al menos 45 minutos y ya casi toda la clientela "la mayoría clientes habituales" se habían retirado. Quedaban 3 mesas ocupadas, en una, una pareja de novios que ya casi se retiraban, ya habían pagado y solo estaban terminando de consumir sus bebidas, en otra mesa, un hombre un tanto mayor que estaba dormido, claramente estaba borracho hasta los codos, pero el guardia enseguida lo despertaría y sacaría del establecimiento.
En la última mesa se encontraba aquel hombre elegante, se había bebido 3 tragos de lo mismo y solo ha mirado el celular desde que llegó, Melia resolvió ir a avisarle que en unos minutos cerrarían el establecimiento.
La chica se acercó a la mesa y carraspeó levemente para avisar al hombre, quien se encontraba tecleando en su movil que ella se encontraba ahí. Aquel hombre levantó la mirada.
—Disculpe señor, en breve llegará la hora de cerrar el establecimiento, ¿quisiera que le traiga la cuenta?.— Preguntó ella.
—Un vaso de agua junto con la cuenta.— Demandó y volvió su mirada al móvil.
Un tanto arrogante
Melia
Mientras iba con la cuenta y el vaso de agua para aquel hombre, iba sumida en mis pensamientos, tanto así que al momento de intentar poner el vaso de agua en la mesa, torpemente tumbé el vaso de agua empapando los pantalones elegantes del hombre.
Desesperadamente comencé a disculparme al escuchar el gruñido que produjo al sentir el agua helada, inconscientemente agarre una servilleta me agaché y comencé a intentar secarle los pantalones con aquella tela.
Me sonroje por completo al sentir el agarre de su mano sosteniendo la mía, estaba tan despistada que no me fijé que en realidad estaba frotando mi mano junto con la servilleta sobre su miembro, levanté la mirada y mis ojos se cruzaron con los ojos oscuros de aquél hombre, sentí un hormigueo recorrer mi espalda y un fuerte ardor en mis mejillas.
Tenía una mirada fría pero a la vez hermosa, me perdí por unos segundos en esos ojos café oscuros y la respiración se me hizo más pesada. Movió mi mano y reaccioné disculpándome y retrocediendo rápidamente.
—Lo, lo siento de verdad no fue mi intención...
Se levantó sin decir nada y cogió el móvil que anteriormente había botado al suelo, se sacudió los pantalones y sacó una billetera de su saco, dirigió su mirada a mi mientras dejaba dos billetes de cien dólares en la mesa.
Aún me sentía apenada y no me animé a decir nada más.
—Siempre tan distraida.— Dijo entre dientes. Su voz era gruesa, muy varonil... una voz exquisita de escuchar. Una sonrio levemente con la comisura de sus labios antes de darse la vuelta y marcharse.
"Siempre tan distraida"
¿Siempre tan distraida?
Confusa vi como se alejaba por aquella puerta, ¿de que está hablando? ni siquiera lo conozco.