Mae
Mae enjugó su rostro y respiró profundamente varias veces. Intentó absorber la presencia de la Diosa de la Luna que la rodeaba. Fue reconfortante saber que, incluso en su momento más oscuro, no estaba sola. Se sentía reconfortada por estar del lado correcto de la Diosa. De repente, una sensación de bienestar la invadió, como si la Diosa de la Luna le estuviera diciendo que había actuado adecuadamente.
Un cambio en el ambiente se hizo evidente, como si una nube se hubiera levantado. Mae sabía que el hechizo había sido deshecho. En su corazón, no había duda: Henry era su compañero, creado con amor por la Diosa de la Luna. Mae se giró y comenzó a descender lentamente la colina.
Esforzándose por apartar la inquietante experiencia con Raveena de su mente, Mae se concentró en el apoyo que había recibido de la Diosa de la Luna. Cuando llegó abajo, Henry, Circe y Nathan la esperaban. Henry la abrazó apresuradamente y acercó su rostro al de ella.