Mae
El regreso a la casa del padre de Henry, con todas las pertenencias importantes de la casa de su padre empacadas en maletas, trajo un alivio inmenso a Mae. Subió las escaleras sin más deseo que refugiarse en el abrazo seguro de Henry y disfrutar del silencio.
Al abrir la puerta de su habitación, se encontró con un espacio vacío, como si alguien hubiera salido apresuradamente. Sintió una breve preocupación, pero decidió no darle demasiada importancia. Si algo estuviera realmente mal, se habría enterado.
Mae dejó su bolso en un rincón y, agotada, tomó una almohada de la cama. Se hundió en ella, deseando relajarse y liberar la tensión acumulada.
El tiempo parecía detenerse mientras Mae se perdía en sus pensamientos y sus músculos se relajaban. No sabía cuánto tiempo pasó antes de que la puerta se abriera lentamente y Henry entrara con una expresión radiante.
—¡Mae! —exclamó con alegría—. ¡Me alegra tanto que hayas vuelto!