Mae
Mae examinó su nuevo rincón junto a Henry, sintiéndose aún más apegada a él ahora que habían dejado su huella en ese lugar. Deslizó sus dedos por la delicada lámpara de cristal que Henry le había regalado para su tocador. Los rayos de sol danzaban en la habitación, reflejándose en el cristal colgante.
Peinó su cabello apartándolo de su rostro, mientras esperaba que su abuela fuera más comunicativa que su padre.
—¿Estás segura de que no quieres que te acompañe? —insistió Henry, saliendo del armario ya vestido. Mae le dedicó una sonrisa.
—Será un viaje rápido y sencillo. Estaré de vuelta esta noche. Además, si mi abuela tiene algo que decirme, es más probable que lo haga si estoy sola. No quiero abrumarla.
—¡Claro! Somos una pareja avasalladora, ¿verdad? —bromeó Henry acercándose y jugueteando con su cabello recogido.