Una vez conseguimos ambas cosas, el profesor se adentra una vez más al interior de la casa, tras un tiempo sale con unas cuantas playeras y otras cosas que no me detengo a cuestionar su utilidad.
Subimos de vuelta al techo creando unas escaleras de piedra, nuestras reservas de cristales están disminuyendo pero esto tiene prioridad.
Siguiendo sus instrucciones creo varias botellas de piedra con paredes muy delgadas para que se rompan con facilidad al estrellarse, mientras tanto, él vierte la mezcla de gasolina y aceite para después terminar poniendo una mecha improvisada con trozos rasgados de tela. Finalmente, y con los últimos rayos de luz, terminamos con una cantidad más que decente.
—Nunca imagine que haría bombas molotov en un apocalipsis —digo mientras el profesor Nicolás hurga en su mochila en busca de un encendedor.
—Hay muchas cosas que tampoco imagine que haría… como volver a usar de estas —contesta mientras se ríe. En serio, si no estuviéramos en una situación bastante tensa estaría exigiendo la historia detrás de ello—. En cuestión de segundos se armara un caos allá abajo, por lo que será imperativo ser veloces.
—¿Está seguro de que esto funcionara…?
—Estoy seguro —me dice mirándome a los ojos y encendiendo todas las bombas—. Tomaremos el callejón que está al frente y a la izquierda, asegúrate de lanzarlas dejando un camino libre en esa dirección.
Con esas ultimas indicaciones empieza a lanzarlas una tras otra, por lo que lo imito usando la mejor puntería que me es posible. Una gran llamarada nace en cada lugar donde las botellas se rompen. Los cristalizados salpicados por la gasolina se prenden en fuego y empiezan a actuar de manera errática, incluso aquellos que están intactos empiezan a gruñir y correr despavoridos creando un verdadero mar de llamas.
La tenue iluminación del atardecer que ya casi se había extinguido es sustituida por la violenta luz de las llamas. El escenario es tan hipnótico como cautivador. Pese a que el calor llega hasta nosotros y quema mi cara es difícil apartar la mirada, no recuerdo haber visto un incendio tan salvaje alguna vez en mi vida.
—¡Rápido! ¡Sígueme! —el profesor me saca del trance jalándome del hombro.
—¿Qué está pasando? —pregunto mientras bajamos las escaleras— ¿Por qué reaccionan asi?
—Desconozco con certeza la causa, pero el fuego les aterra, es como un instinto vestigial—me explica a toda prisa.
—¿Y cuál es plan ahora? —pregunto cuando llegamos a la puerta que da al exterior.
—Tu iras delante y yo te cubriré las espaldas, no te detengas por nada, si nos separamos nos encontraremos al final del callejón que da a la otra cuadra ¿Entendido?
—Entendido —respondo con firmeza.
—Petrifica tu cuerpo como has practicado, brazos, piernas, espalda, sentirás que te estas asando por el calor pero es mejor que sufrir quemaduras de segundo o tercer grado —me indica a la vez que me da un trapo húmedo—. Cubre tu nariz y boca, no querrás desmayarte por inhalar humo.
—Entendido.
—Aléjate de los carros. Si un cristalizado se te cruza solo quítalo del medio y sigue adelante, en el estado que están no te prestaran mucha atención.
—Entendido —repito por tercera vez con el miedo creciendo en mi interior.
—Y una última cosa… —añade con un tono inseguro—, buena suerte… hay muchos riesgos en este plan, pero es lo mejor que tenemos.
Asiento como respuesta. Respiro profundo activando Respiración Zen. Reúno todo el coraje que me es posible…
¡Y salgo!
En cuanto abro la puerta el calor me golpea con fuerza y la intensa luz me ciega. Me centro en correr a toda velocidad. Hago mi mejor intento de esquivar las llamas que se extienden por doquier asi como a los cristalizados que corren sin control.
La petrificación me protege del fuego, pero tal como me advirtió siento como el calor me cocina por dentro. Intento ignorar todo y centrarme en mi objetivo pero entre el sonido del fuego achicharrando todo y de los cristalizados gruñendo aterrorizados logro percibir un grito ahogado que no proviene de ellos.
¡El profesor Nicolás!
Volteo hacia atrás ignorando sus claras instrucciones de solo seguir adelante. Tres cristalizados en llamas lo tienen acorralado contra un carro prendido en fuego.
Me detengo en seco… todo a mi alrededor se paraliza.
Nicolás está en peligro.
No sé qué hacer.
Son tres cristalizados enloquecidos.
No tengo oportunidad contra todos ellos.
El carro está en llamas.
No tengo tiempo de hacer un plan…
Ni siquiera me percato de cómo o cuando, pero de un momento a otro ya estoy saltando sobre uno de ellos con mi brazo en forma de hacha. De un solo un golpe en el cráneo logro mandarlo al suelo.
—¡Te dije que no te detuvieras! —me reclama mientras le da un golpe fatal a otro de ellos.
Ni siquiera le respondo, solo ataco al último en un costado, creando la apertura idónea para que el profesor lo apuñale en el pecho. Cruzamos miradas y antes de poder decir algo, de entre las llamas emerge una aterradora figura que solo me trae malos recuerdos.
Empujo al profesor recibiendo solo yo la embestida de esa cosa, es lo suficientemente fuerte para azotarme contra el carro y dejarme al filo de la inconsciencia.
Intento ponerme de pie pero cada respiración duele. No es que este tan herido, es el calor el que me quema los pulmones… perdí el maldito paño húmedo.
Levanto la mirada, el sabueso esta inmóvil y el profesor cojea en mi dirección… escucho su voz intentando decirme algo que no logro entender.
—¡Mueve…! —conforme la desorientación se desvanece el pitido en mis oídos también lo hace— ¡El carro! ¡Muévete!
¡Mierda!
El miedo y la adrenalina impulsan mis músculos en el momento que mis neuronas entienden que estoy al lado de una bomba a punto de…
En una fracción de segundo todo a mi alrededor desaparece y es sustituido por una intensa y ardiente luz, son mis tímpanos reventándose por el ensordecedor sonido que lo acompaña lo que me hace comprender que ya es demasiado tarde.
No sé si los pocos metros que me aleje hicieron la diferencia o fue gracias a la protección de piedra, pero tras solo un par de segundos tortuosos, el dolor desaparece casi por completo. Es difícil estar seguro si estoy bien… o es el shock haciéndome perder la consciencia.
31 de Agosto de 2021
Día 39
Una tenue luz blanca ilumina la desconocida habitación en la que me encuentro. A través de la ventana logro ver la luna… me sigue sorprendiendo lo brillante que es…
¿Dónde estoy?
¿Qué paso?
Recuerdos fugaces se amontonan conforme voy despertando, el fuego por doquier, la espalda de alguien, un callejón oscuro…
Cuando mis ojos se acostumbran a la poca iluminación diviso la silueta del profesor Nicolás junto a la ventana, absorto ante la luna en el cielo, con la misma expresión de admiración y melancolía que pone cada que la ve. Cuando hago el intento de levantarme siento mucho dolor pese a no ver heridas en mi piel… lo cual contrasta bastante con mi ropa parcialmente calcinada.
—Quemaduras de tercer grado… —dice fríamente sin siquiera voltear a verme—, solo había una manera de tratarlas.
—Supongo que eso explica la mayoría de mis preguntas… —el dolor en mis músculos es muy similar al que sentí tras la primera vez que uso la cristalización forzada en mi… al menos esta vez estaba inconsciente como para recordar algo.
Me tomo mi tiempo para ponerme de pie, no es tarea fácil. Intento decir algo al acercarme, pero el intenso resplandor rojo que se extiende a lo lejos llama mi atención, el fuego se extiende sin control engullendo carros, casas e incluso edificios completos.
—¿No deberíamos hacer algo…? —pregunto viendo como las llamaradas no muestran signos de ceder… aunque tampoco sé que podríamos hacer en nuestras condiciones.
—Se extinguirá por su cuenta eventualmente, las calles y avenidas limitaran su alcance.
—Toda las cosas útiles que se podrían haber obtenido de todos esos lugares quedaran calcinadas… es una pena…
—Lo siento…
—No tiene porque, no es como si…
—No me refiero a ello —aclara con amargura en su voz—, cause toda esta crisis y nos puse en extremo peligro por haber fallado en acabar con aquel aullador.
—Pero logramos salir vivos… es lo importante —respondo intentar imitar su usual positividad.
—Tuve que dejar el diésel atrás… —continua con sus lamentos sin apartar la vista de la luna—, también te hice pasar por algo tan barbárico como la cristalización forzada por segunda vez.
—Fue algo inevitable y en realidad fue culpa mía por descuidado… el lado bueno es que al estar inconsciente no sentí nada —digo con la intención de consolarlo pero fallando por completo—. Gracias al truco del fuego al menos salimos vivos de esta. ¿Cómo aprendió eso?
Intento cambiar de tema y en estas situaciones hacer que saque su papel de maestro es lo mejor… no obstante, su rostro se torna en una expresión de penumbra.
—No lo descubrí por mi cuenta, vi a una persona…. "Intentar" escapar de los cristalizados de la misma manera —hace especial énfasis en esa palabra dejándome claro a que se refiere—. no obstante, es un arma de doble filo.
El profesor se queda callado mirando el cielo nocturno con profunda tristeza. Entiendo que se sienta culpable, pero estoy seguro que hay algo más, desde la pelea con el esquelético no ha sido el mismo.
¿Pero qué puedo hacer? Siempre soy yo el que termina poniéndose en peligro y termino dependiendo de él…
¿Cómo podría serle de ayuda si ni siquiera se ayudarme a mí mismo…?
Tras resignarme a dormir y pasadas un par de horas, a mitad de la madrugada me veo en la necesidad de levantarme en busca de algún lugar para ir al baño, pero lo primero que noto es la ausencia del profesor.
Supongo que esta es otra de "esas" noches.
Mientras camino casi en completa oscuridad escucho sonidos provenientes del techo, es imposible que un cristalizado se encuentra allá arriba asi que debe tratarse de él lidiando con su insomnio o haciendo guardia, desconozco que está haciendo en realidad o porque lo oculta, quizá quiere evitar preocuparme.
Mi primer pensamiento es ir a acompañarlo… pero no es como si eso fuera a servir de algo, lo único que se me ocurre hacer es darle un poco de espacio. Quizá lo que necesita es un poco de tiempo a solas. Quizá con eso las cosas se arreglen eventualmente…
Asi es como lo manejamos los hombres… ¿No?
06 de Septiembre de 2021
Día 45
El camino de regreso al refugio ha sido relativamente tranquilo… en realidad ha sido muy… "bueno". Como mínimo las cosas mejoraron bastante a comparación de hace una semana.
El profesor Nicolás ha vuelto a ser el de siempre… más o menos, sigue siendo un poco precavido en exceso, pero eso nos ha permitido evadir todo tipo de riesgos, sin embargo, parece seguir teniendo problemas para dormir. Lo que antes era algo ocasional, se convirtió en regla. Se desaparece un par de horas a… no sé, probablemente a hacer guardia para sentirse más tranquilo o meditar.
Fuera de eso encontramos de pura suerte una camioneta de reparto con bastante diésel, no suficiente para alcanzar la meta que habíamos puesto, pero al menos lo compensamos encontrando medicinas y otras cosas útiles en los alrededores.
Falta poco para llegar y estoy ansioso por ello, estas semanas me hicieron apreciar en gran medida esos pocos días de paz que tuve en el refugio, debí haberlos disfrutado más en su momento, o más bien, no apresurar la búsqueda de Rubén y Santiago… que de todos modos no sirvió de nada.
—¡Al fin! —exclamo al ver el refugio a lo lejos—, fue un viaje largo… pero al fin termino.
—No bajes la guardia, aun no estamos seguros —me susurra poniéndose en modo sigilo—, mientras no estuvimos pudieron haber entrado intrusos… y no hablo solo de cristalizados.
Sigo las señas del profesor y avanzamos con extremo cuidado mientras inspeccionamos cada rincón, por suerte todo está en su lugar. En los alrededores nos encontramos con un par de cristalizados errantes, pero me encargo de ellos por mi cuenta, supongo que he aprendido bastante estas semanas.
—Ahora si podemos decir que nuestro viaje concluyo —dice sonriendo con alivio.
Suspiro y le devuelvo la sonrisa, ahora lo que mi cuerpo me exige es comer hasta llenarme y dormir hasta hartarme.
—No se tu pero yo me encuentro severamente hambriento —me dice mientras se da palmadas en el vientre—, algo caliente y contundente seria perfecto.
—Me leyó la mente —le contesto mientras bajamos
Con mi ayuda logramos hacer una cena como las que no hemos tenido en mucho tiempo, usando jamón enlatado y otros "lujos contemporáneos" como los llama el profesor.
Mientras comemos me deja claro que lo que resta del día será libre, unas palabras que me llenan de alivio aunque no tarda en advertirme que lo aproveche bien, mañana retomaremos el entrenamiento y no será tan ligero como el que hemos estado haciendo últimamente.
Me recuesto pensando que al ser tan temprano no podría conciliar el sueño, pero la realidad es que no pasaron ni quince minutos para cuando ya no podía abrir los ojos.
El poder de un estómago lleno y un techo seguro no es de subestimar.
07 de Septiembre de 2021
Día 46
Es la mejor noche de sueño que he tenido en mucho tiempo. Aun asi no pude evitar despertar antes del primer rayo de sol, creo que ya se volvió una costumbre. Aun siendo tan temprano el profesor ya se encuentra en el exterior haciendo estiramientos.
—Despiertas en el momento justo —exclama al verme—, ven y acompáñame.
Con la confianza de que estas últimas semanas no fueron en vano me preparo para no ser dejado atrás esta vez, he entrenado lo suficiente para notar una diferencia en mi condición física, al menos creo poder seguirle el paso.
—Sin duda has mejorado mucho Marco —me elogia sin sudar una gota dejando en claro la aun diferencia entre nosotros.
—Ya casi… lo alcanzo… —bromeo agitado.
—Aun te falta mucho pero vas en buen camino, por ahora dejémoslo aquí —en cuanto mi cuerpo escucha esas palabras deja de responder.
—Mis músculos arden… —tendido en el suelo intento recuperar el aliento.
—¿Y no es maravillosa esa sensación? —pregunta sin ninguna pizca de sarcasmo—, es catártico, pero no te enfríes, nos tomaremos solo quince minutos de descanso y después de eso empezaremos entrenamiento de combate.
—¿Cómo dice…? —replico consternado, creí que esto sería todo por hoy.
—Tendremos un uno a uno —contesta tranquilamente mientras se estira.
—¿Esta bromeando?
—No, en el sótano hay coderas, rodilleras, caretas y todo lo necesario para tener un enfrentamiento seguro.
Lo miro perplejo esperando el momento en que diga que me está tomando el pelo, pero se limita a darme una mano para levantarme.
—Para enfrentarte a cristalizados como el esquelético es necesario tener mejores reflejos, los cuales no conseguirás peleando contra cristalizados normales —me aclara con seriedad—, sin mencionar que muchas veces será inevitable entrar en conflicto con otras personas, por eso añadiremos esto al entrenamiento.
—Pero… podría herirlo —respondo con inquietud.
Soy consciente de lo mucho que he aprendido y de cómo se me ha facilitado acabar con cristalizados, lo que también me ha hecho ser consciente de lo peligrosas que pueden llegar a ser estas habilidades.
—Aun te falta mucho por recorrer, te daré 100 puntos si logras herirme —alardea conteniendo una pequeña risa ante mi genuina preocupación.
—Está bien… —respondo no convencido del todo.
—Entonces lo retomamos en quince —en ese momento me percato de la ligera pero clara dificultad en su respiración, algo normal después del ejercicio, pero la rutina de hoy en realidad no fue tan intensa, no tanto como otras durante las cuales he visto que termina sin siquiera alterarse lo más mínimo.
Sera mejor no darle muchas vueltas, acabamos de regresar de unas extenuantes semanas, aparte, es normal cansarse después tanta actividad física, él también es humano.
—Primero ponte en guardia —me indica una vez que estamos listos y frente a frente—, petrifica tus puños, no querrás desgarrarte los nudillos
—Entendido —obedezco sus instrucciones confiando en que es más que capaz de protegerse de mí.
—Ahora intenta derribarme —me ordena mientras petrifica sus antebrazos—, pon todo de ti, yo me centrare en solo defenderme.
Lanzo un puñetazo sin muchas intenciones reales de golpearlo, a lo que el profesor rápidamente desvía mi puño, toma mi muñeca y me lleva al suelo en un solo movimiento.
—Si dudas de tus propios golpes no tendrás tiempo ni de reaccionar a la respuesta de tu contrincante —me sermonea mientras resiento el dolor de la caída—, también toma en cuenta que es un buen momento para que practiques a usar la cristalización de manera defensiva.
Tras su pequeña lección me ayuda a levantarme y me dice que una pelea es como el ajedrez, cualquier movimiento que haga tiene que ser pensando en las posibles respuestas de mi oponente asi como mis respuestas a sus respuestas y asi sucesivamente. Gana el que logre prever más escenarios.
—Ok… entonces esta vez iré en serio —respondo con más confianza dando una gran bocanada de aire.
Puede que preocuparme de herirlo seriamente sea sobreestimar mis habilidades. A este paso me hará morder el polvo si no voy en serio.
Pondré mi fe en que la brecha entre ambos es realmente grande asi que iré con todo… y eso me refiero a activar Instintos de Guerrero, no es trampa, él fue el primero en señalarme eso hace mucho… solo espero no terminar yendo demasiado lejos…
—Necesito un respiro —le suplico mientras estoy tendido en el suelo por enésima vez, mis habilidades de Mente Supereminente no hacen magia.
—Tomate el tiempo que necesites, esto fue todo por hoy, ahora solo queda que reflexiones lo que aprendiste… o lo que sentiste —me dice mientras me ayuda a ponerme de pie—, solo no olvides los estiramientos de enfriamiento.
Se supone que estoy en la flor de mi juventud, pero él, estando casi en la mediana edad me supera en creces tanto en conocimiento, fuerza y energía… creo que no hay razón para preocuparme por él.