Despierto entre pedazos de cristal del parabrisas de la camioneta, la espalda me está matando y mis brazos… están bien… juraría haber sentido como se partían en mil pedazos.
¿Acaso Adler…?
No tengo tiempo para intentar entender las cosas, no sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero Nicolás está en peligro. No me detengo a pensar en un plan elaborado, entro a la camioneta, la enciendo y piso el acelerador a fondo.
Empiezo a recubrir mi cuerpo completo con piedra imitando la estructura de un casco a la vez que me acerco a la entrada del estacionamiento a toda velocidad.
Aun si algo me pasa… si al menos uno de los dos sobrevive será una victoria.
Alcanzo a ver a Nicolás por una fracción de segundo, está corriendo a la salida mientras aprieta su brazo probablemente roto con el coloso tras él. Ambos parecen percatarse de mi al mismo tiempo, aunque solo Nicolás logra entender lo que estoy por hacer.
Respiro profundo… y cierro los ojos listo para el impacto.
Es solo un segundo pero los choques tienen esa curiosa particularidad de hacer que todo se sienta en cámara lenta aun sin usar tiempo Bala.
La sensación de aturdimiento es intensa, todo da vueltas y escucho un pitido en mi tímpanos. A unos metros veo al cristalizado tendido en el suelo, la grieta en su pecho ahora es un agujero enorme… pero su núcleo sigue intacto. El frente de la camioneta esta desecho, con humo saliendo por todas partes. Al ver por el retrovisor alcanzo a divisar a Nicolás exclamando algo que no logro entender.
El coloso sigue vivo y la camioneta aún no se apaga. Esto aún no termina.
Vuelvo a acelerar llevando a la camioneta al límite. Atropello al cristalizado y el torque de la camioneta es suficiente para empujarlo hasta estrellarlo contra una columna detrás suya.
Ese último golpe casi me deja inconsciente. Siento los músculos entumidos y mi visión del lado derecho se tiñe de rojo por la sangre que sale de alguna parte de mi cabeza. El motor hace un ruido extraño, pero lo que predomina son los gruñidos guturales del coloso que se niega a morir aun con su núcleo visiblemente agrietado.
Maldito monstruo obstinado.
Con el motor funcionado casi de puro milagro meto reversa, retrocedo unos cuantos metros y acelero a fondo una vez más. La velocidad que alcanzo en unos pocos metros es increíble, sin duda Cruz sabía lo que hacía con este motor.
Resiento el golpe en cada musculo, cada hueso, cada nervio… pero al abrir los ojos alcanzo a ver el núcleo de esa cosa apagarse para luego tornarse de un brillo azulado… la señal de que ahora si… ya acabo.
El cuerpo del coloso empieza a desmoronarse, las grietas se extienden por su pecho, sus brazos, su cráneo, la columna de concreto… espera… ¿La columna…?
Oh… cierto.
El techo empieza a caerse a pedazos creando una reacción en cadena que se extiende por todos lados. El lugar se viene abajo y mi piernas ya no me responden… intento meter reversa, pero el motor ya dio todo de si…
Maldición… heche a perder la camioneta en la que la profesora Cruz y Nicolás trabajaron tanto… la única vía para que él pudiera ver a su familia otra vez… maldita sea…
Los escombros se empiezan a acumular sobre el parabrisas, el polvo empieza a sumir mis alrededores en oscuridad. Sera imposible arreglar la camioneta si el edificio le cae encima… oh… cierto… a este paso también seré enterrado vivo.
La puerta se abre repentinamente llenando el lugar con una nube de polvo que me dificulta respirar.
—Cúbrete con esto —reconozco la voz de Nicolás quien pone un paño sobre mi cara a la vez que me ayuda a salir.
—Perdón… —todo da vueltas… y me siento muy culpable…—, la camioneta…
—¡Cállate! —me regaña sin razón mientras pasa mi brazo sobre sus hombros—. Concéntrate en no perder el conocimiento, no vamos a morir aquí.
—Es muy tarde… no alcanzaremos a…
—¡Patrañas!
Una intensa luz azul me ciega en cuanto dice esas palabras. Cuando mis pupilas empiezan a ajustarse logro divisar a Nicolás extendiendo su mano hacia el núcleo del coloso, la fuente de la intensa luz. Lo saca de su pecho mientras crea un techo de piedra usando la camioneta como apoyo.
No obstante, el ruido de escombros cayendo sobre nosotros se intensifica cada vez más. La estructura empieza a ceder y a agrietarse. Nicolás pelea en contra, repara el daño a la misma velocidad que aparece, logra mantener el ritmo bastante tiempo hasta que, sin previo aviso, un golpe retumba sobre nosotros y la estructura se viene abajo.
Ambos caemos a ras de suelo, a salvo solo porque en el último momento logro mantener en pie lo que queda de la estructura. Deja salir un grito ahogado, probablemente por el esfuerzo sobrehumano que eso supuso.
Tras unos minutos el ruido empieza a desaparecer asi como la desorientación que nublaba mi mente.
—¿Puedes moverte…? —pregunta Nicolás con debilidad.
—Creo… —la sensación de confusión aún se mantiene, intensificada por la casi completa oscuridad, pero al menos estoy más consciente.
—Arrástrate hacia delante —masculla con dificultad—, levante un pequeño túnel hacia el exterior.
—¿Qué…? —pregunto confundido, aunque no obtengo respuesta, solo su pesada respiración.
Con mis brazos y piernas adoloridos sigo sus órdenes, me arrastro hasta dar con un pasillo muy estrecho por el cual apenas y caben mis hombros. La distancia se siente interminable, pero la oscuridad poco a poco empieza a desvanecerse conforme una luz a lo lejos se hace más clara.
Llego al exterior solo para encontrarme con escombros por doquier y una nube de polvo que bloquea casi por completo al sol y que también dificulta respirar.
Nicolás tambien empieza a salir por la estrecha abertura, pero con más dificultad que yo, por lo que intento darle una mano… aunque en mi condición actual no es mucho el apoyo que le doy.
Apenas y podemos mantenernos en pie. Ni siquiera puedo ubicarme para saber en qué dirección ir, hay demasiado…
Como si el universo me hubiera escuchado una gran corriente de aire disipa el polvo a nuestro alrededor, permitiéndome dar un verdadero respiro y a su vez ver mis alrededores.
¿Adler…?
—Que conveniente fue esa…
—¡Idiota! —Nicolás me interrumpe enfurecido con una bofetada
—¿¡Que…!?
—¿¡Qué diablos fue…!? —me cuestiona a gritos aun luchando por mantenerse en pie— ¿¡Porque diablos hiciste algo como eso!?
Ni siquiera siento el dolor de la bofetada, estoy más en shock por su reacción.
—Lo siento… —respondo realmente angustiado—, perdimos la camioneta por…
—¡No! ¡Idiota! ¿¡Porque arriesgaste tu vida de esa manera!? —refuta con su voz empezando a quebrarse.
—Era lo que se necesitaba, la única opción —respondo un poco confundido—, con que uno sobreviviera…
—¡Sacrificarse nunca es una opción! ¡Es solo una ilusión egoísta! Piensa en el daño que le haces a los que dejas atrás, las cicatrices de seguir vivos a costa de alguien más.
—Era la única…
—¡Patrañas! Siempre hay una tercera opción… una en la que no mueras…
El dolor en sus palabras me rompe el corazón… y a la vez hace que sienta una extraña alegría que no comprendo…
—Lo siento… yo solo quería ayudar…
—No… yo lo siento, la bofetada estuvo de más… —Nicolás me toma por sorpresa con un abrazo, que, pese a lo destrozados que están mis músculos… no duele.
¿Cuándo fue la última vez que sentí algo así? No un abrazo formal de mi padre o uno exagerado como los de Rubén… sino uno… cálido.
—¿Estas herido? ¿Ves con claridad? —me pregunta palpando mi espalda y brazos con su tono de voz normal.
—No lo sé… todo me duele tanto que no sé qué tan herido estoy…
—Entiendo bien eso… ahora lo que debemos… —Nicolás pierde el equilibrio de repente pero logra aferrarse a mí.
—Creo que tampoco está en su mejor condición… —mascullo con dificultad al hacer fuerza para sostenerlo—, vayamos al sótano… debemos atender nuestras heridas…
Caminamos juntos apoyándonos el uno en el otro. Todo el lugar está rodeado de escombros, el edificio se desplomo llegando hasta… el refugio…
Esto ya no puede empeorar más.
Los restos del derrumbe llegaron hasta el sótano, creando un enorme agujero en el suelo, o más bien, el techo.
—Mierda… —maldigo al ver muchas de las cajas que tenían comida bajo los escombros.
—Bajemos para hacer un recuento de daños…
—Quizá primero debamos buscar el botiquín.
—¡Oh! —exclama Nicolás una vez adentro.—, la tetera sobrevivió.
—Creo que esa era la menor de mis preocupaciones —le respondo dejándolo recargado contra la mesa mientras busco con que tratar nuestras heridas.
—No menosprecies la utilidad de una tetera y mucho menos la de un buen té, hay algunos que… —se queda callado de golpe y al voltear hacia él veo su mirada clavada en mi costado izquierdo—. Estas sangrando… mucho…
—¿Qué? ¿No…?
Toqueteo con mi mano el lugar que me señala… y cuando la veo teñida de rojo levanto mi playera para buscar la herida, sin embargo, mis costillas, mi cadera, mi espalda… no hay nada.
—Estoy… bien —digo extrañado.
—Es demasiada sangre, una herida como esa… —Nicolás gruñe de dolor al intentar dar un paso hacia mí.
Es en ese momento en el que me percato de la masiva mancha de sangre que él tiene en el lado derecho de su playera y que se extiende hasta su pantalón.
—La sangre no es mía… es suya.
—Oh… —levanta su ropa dejando a la vista lo que parece ser un pedazo de varilla enterrado en su espalda.
—¡Por dios! ¡Tenemos que tratar eso! —rebusco con pánico entre las cajas hasta encontrar la de medicinas—. Necesitamos alcohol, gasas, algo con lo que suturar… vendajes..
—Tranquilízate… —me interrumpe sentándose en un banco con mucho cuidado—, solo es necesario desinfectarla y utilizar cristales.
—Cierto… cierto, los cristales son la solución… —me intento calmar poniendo mi mente en orden.
Tomo el alcohol etílico y me acerco para revisar que tan grave es. El sangrado no es mucho pero si constante, no sé qué tan profunda es la herida, por lo que hay que ser muy cuidadosos al sacarla.
—¿Cómo lo ves…? Tu eres el aficionado a la medicina… —me dice mientras se ríe con dificultad.
—No estoy seguro… ni siquiera sé cómo camino hasta aquí sin darse cuenta…
—Bueno, la adrenalina hace milagros… sin contar que el excruciante dolor en mi brazo se robó el protagonismo.
—Intente no hablar mucho… conserve las fuerzas…
Es una varilla muy gruesa… debió clavarse cuando estábamos bajo los escombros. A juzgar de la manera en que entro, con mucha inclinación y desde la parte media de su espalda, quiero pensar que no es muy profunda, de otro modo hubiera perforado un pulmón u otro órgano, no hubiera logrado llegar hasta aquí de ser el caso.
Dios mío…
Se me hela la sangre de tan solo pensar que probablemente estuvo a centímetros de ser un golpe fatal…
—No es por presionarte… pero la adrenalina está dejando de funcionar como sedante…
—Si, si, seré rápido… solo aguante… —asiente ligeramente a la vez que se lleva un pañuelo doblado a su boca… es obvio que esto será doloroso
Vierto alcohol en mis manos, en el cristal y finalmente en la herida, lo cual lo hace gruñir de dolor. Respiro hondo y agarro la varilla con unas improvisadas pinzas de piedra, sin embargo, en cuanto la muevo un solo milímetro, Nicolás reacciona de manera violenta, gritando y contrayéndose como nunca había presenciado, seguido de un desmayo que me toma por sorpresa y que lo lleva al suelo, dejándome en shock y con la varilla en la mano.
—¡Mierda! ¡Nicolás!
Salto al suelo en pánico para atenderlo, está completamente inconsciente y en cuestión de un par de segundos un charco de sangre ya se está comenzando a formar.
Empiezo el proceso de cristalización a las prisas en un intento de parar el sangrado, suplicando al universo, Adler o a cualquiera… que no sea demasiado tarde.
10 de Octubre de 2021
Día 79
—Ver directo al fuego por tanto tiempo te dañara la vista… —las palabras de Nicolás me sacan del abismo de pensamientos que me habían estado consumiendo en el silencio de la madrugada.
—¡Despertó! —exclamo lleno de alivio y emoción mientras me acerco a él— ¿¡Cómo está!? ¿¡Cómo se siente!?
—Estoy… vivo —contesta con dificultad—, pero muy confundido.
—Se desmayo por el shock… creo que la varilla alcanzo a lastimar su hígado, al intentar sacarla debí haber tocado algún nervio… es un órgano muy sensible.
—Eso lo entiendo… he recibido más de un gancho al hígado como para reconocer ese dolor… —responde intentando sentarse—, lo que me tiene confundido es el cómo sanaste la herida, acaso… ¿Lograste purificar la cristalización por tu cuenta?
—Eso creo… digo, si —respondo dubitativo ante su entusiasmo.
—Es maravilloso que hayas podido superar ese obstáculo, sabía que tarde o temprano…
—En realidad no estoy seguro de que paso —le confieso un poco apenado—, usted quedo inconsciente y empezó a perder mucha sangre, me apresure en forzar la petrificación lo más rápido posible… pero sus signos vitales seguían decayendo, no sabía si podría aguantar hasta que despertara… o siquiera si llegaría a hacerlo. Entre en pánico y pese a que se sentía como un esfuerzo en vano intente usar la purificación.
—Y la lograste usar.
—Si… pero no sé cómo, no si ni cuánto tiempo lo estuve intentando, cuando menos me di cuenta lo había logrado. El problema es que ya no pude replicarlo… ni con su brazo, ni conmigo —le explico mientras señalo los vendajes que detienen el sangrado en mi cabeza.
—Eso es… desafortunado. Dame un cristal y ven para acá, lo primero es tratar tus heridas.
—No nos quedan muchos cristales… y no es nada serio —prefiero esperar a que sane en vez de pasar por el dolor de la petrificación forzada.
—Las heridas tienen prioridad, si quedan cristales los usaremos —responde con un tono inflexible—¸ es una infección potencial, asi que tenemos que tratarla nolens volens.
—Supongo que tiene razón… —cedo de mala gana.
—Por cierto, ¿Que son todas estas estructuras? —mientras quita los vendajes me pregunta sobre las columnas improvisadas y mal hechas que cree en el sótano asi como mi intento de cubrir el agujero en el techo.
—Quería evitar que el lugar se viniera abajo… no tuve mucho éxito con la remodelación, quizá si tuviéramos más…
Nicolás me inmoviliza a la fuerza sin previo aviso y antes de que pueda siquiera exclamar algo el dolor de la petrificación forzada se hace presente dejándome sin habla.
—No es sorpresa que no hayas podido arreglar los desperfectos en la estructura, son demasiados —dice con tranquilidad mientras intento recuperar el aliento por el dolor—, llegados a este punto será mejor buscar otro refugio, la protección exterior también fue…
—¿¡Que carajos!? —le reclamo tras recuperarme un poco.
—¿Qué? Te ahorre los angustiantes momentos previos a experimentar el tormento causado por este método.
—A veces de verdad pienso que esta demente —respondo sin querer admitir que al menos fue rápido y no tan estresante.
—Por ahora hay algo que tenemos que hacer con carácter urgente.
—Tenemos que volver a planear todo desde cero… con el sótano en este estado, la camioneta hecha polvo y el tiempo que nos tomara recuperarnos de los golpes… necesitamos un milagro…
—Lo que necesitamos es un té —responde con una sonrisa.
—Estoy hablando en serio —replico muy cansado para sus bromas.
—Yo también —me contesta mientras intenta ponerse de pie.
—¡Debe reposar! La herida que sufrió fue muy profunda —exclamo intentando detenerlo—, su brazo no estará roto pero si en muy mal estado, necesita reposo.
—Patrañas, lo que necesito es estirarme un poco y un buen té.
Su actitud tan necia me hace plantearme si no está delirando por una contusión.
—¿Contento? —le pregunto una vez que pongo la tetera con agua sobre una fogata improvisada debajo del agujero en el techo.
—En efecto, ya estoy de mejor humor —me responde tomando dos tazas.
—Yo paso —digo antes de que intente ofrecerme un brebaje desagradable como la última vez.
—No te preocupes, este no será de jengibre.
—No es eso, solo no soy muy fan del té, se siente como tomar agua… sucia —para mi sorpresa, mi comentario medianamente despectivo, causa que Nicolás empiece a reír a carcajadas.
¿Realmente no tendrá un contusión?
—Perdón, perdón… —masculla mientras deja de reír—, eres la tercera persona que me dice exactamente lo mismo, tanto mi esposa como Nick se quejaron de mi té de la misma manera palabra por palabra.
—Quizá no es una coincidencia —bromeo contagiado por su buen humor.
—Touché —responde con una sonrisa—, pero te responderé lo mismo que a ellos: El té no sabe mal, solo no has probado uno ad hoc a ti.
—¿Entonces que es lo que planea preparar?
—Eso es un secreto, tendrás que probarlo para averiguarlo.
—Está bien, está bien, beberé un poco… pero solo un poco.
—Ya veremos qué dices después.
Mientras el agua hierve rebusca entre sus cosas los ingredientes que necesita, negándose a que lo ayude para proteger su receta secreta, llegando al punto de preparar el té dándome la espalda para que no vea ni como lo hace.
—Disfruta —tras unos minutos me extiende una taza tibia que emite un aroma realmente hipnotizante.
No me dejo llevar por la fragancia. Aun dudando de su sabor decido dar un sorbo antes de decir cualquier cosa.
El dulzor me toma por sorpresa, es muy ligero pero me hace cosquillas en la boca, más lo calientito y suave de la bebida da como resultado que todo mi cuerpo se relaje. Ni siquiera era consciente de toda la tensión que cargaba.
—Excelso ¿No? —me pregunta al ver mi reacción.
—Es dulce y… "cálido", pero no hablo de la temperatura, no sé cómo describirlo.
—Es mi receta secreta de té de manzanilla, o infusión si quieres ser estricto con los términos, con esto logre complacer las exigentes papilas de Irina y Nick —responde inflando el pecho con orgullo.
—No sabía que teníamos azúcar.
—Es miel, el mejor endulzante en un apocalipsis.
—Si no es azúcar, ¿Qué es ese polvo blanco en la mesa? —señalo el lugar donde hizo la preparación.
—Oh, es uno de los ingredientes secretos, un toque de limón, específicamente ácido cítrico, preferiría usarlo fresco pero esta alternativa no compromete del todo su sabor.
—No pensé que diría esto de un té… pero sabe muy bien.
—Sus cualidades no se limitan a su sabor, también tiene propiedades muy positivas, en especial en esta situación —añade entre sorbos—. La manzanilla es un relajante muscular, endulzar con miel le aporta nutrientes y antioxidantes, el limón, pese a estar ausente en esta ocasión tiene sus propias beneficios y si me pusiera a enlistar las propiedades de la canela y el jengibre estaríamos aquí toda la noche.
—Dijo que no usaría jengibre.
—Dije que no sería un té de jengibre, pero en las cantidades correctas le da un excelente toque.
—¿Y qué paso con todo el secretismo de antes?
—Solo te estaba tomando el pelo —responde sonriendo—, las recetas son para compartirse… aunque aquí entre nos, eres al primero que se la revelo.
—Oh, es un honor ser otorgado con tales conocimientos —le hago una reverencia a manera de broma.
—En efecto, y es mejor que te la aprendas muy bien, la siguiente vez yo seré el juez.
Nicolás empieza a preparar una segunda taza de té tanto para él como para mí, aunque ni se molestó en preguntarme.
Yo solo conocía el método de abrir un sobrecito y meterlo en agua caliente, mientras que su receta implica todo un ritual con un nombre extraño.
◆Nueva habilidad Aprendida◆
◆Gongfu Cha — Puedes hacer infusiones mediante el estilo tradicional "Gongfu Cha"◆
◆Nuevo Conocimiento Aprendido◆
◆Receta Secreta: Té de Manzanilla de Nicolás◆
—Esto roza lo absurdo —exclamo con una leve risa.
—¿Sucede algo? —me pregunta mientras sirve la infusión.
—Nada, solo que obtuve una habilidad para hacer té, literal, con todo y ventana flotante.
—¡Oh! —exclama genuinamente asombrado—, eso suena interesante, ahora tengo más expectativas para cuando sea tu turno.
—No prometo nada —respondo sonriendo.
—Y con respecto a tus inquietudes de hace rato —cambia de tema mientras empieza a beber—, no hay porque angustiarse, saldremos adelante.
—¿Cómo?
—Primero que nada, en efecto, el sótano es inhabitable en este estado —declara ignorando mi pregunta—, podríamos intentar continuar con las reparaciones… pero ya no es un refugio seguro, por lo que será imperativo buscar un nuevo, de hecho, ya tengo un destino en mente, abordaremos eso en la mañana.
—Pero…
—Permíteme contestar tus preguntas de hace rato y posteriormente las que surjan —me pide amablemente a lo que me quedo callado—. La camioneta quedo completamente irrecuperable e irreparable, de eso no hay dudas, pero gracias a la previsión de la profesora Cruz contamos con una de repuesto que no quedo enterrada bajo los escombros y que quiero pensar que no sufrió tantos daños.
—No podemos asegurar eso… —respondo ante el recuerdo de la camioneta rodando varios metros.
—Esperemos que si —insiste con una sonrisa—. Finalmente, si, estamos heridos, pero no subestimes las nuevas capacidades de nuestros cuerpos, ¿Recuerdas que te conté que además de conseguir la habilidad de controlar la cristalización nuestros cuerpos también se desarrollaron a un nivel sobrehumano?
—Si…
—Entonces considera que tras las peripecias por las que pasamos, ni tu ni yo deberíamos poder movernos.
—Eso es cierto… —respondo al darme cuenta de que pese a que el dolor es intenso, algo asi llevaría a un humano normal a una camilla por días.
—Por lo tanto, hay que aprovechar la noche para reposar y recuperarnos ¿Alguna pregunta?
¿Qué refugio tenía en mente?
¿Cómo llegaríamos hasta allá?
¿Cómo terminaríamos una camioneta que está a medias antes del invierno?
¿Dónde conseguiríamos más combustible para reponer todo el que acabamos de perder?
—¿Ha pensado en que hará una vez que estemos del otro lado? El cómo encontrara a su hijo y a su… digo, a Irina —de entre todas las preguntas que tenía sobre problemas inmediatos y más importantes, por alguna razón esa fue la que salió de mi boca.
Incluso Nicolás es tomado por sorpresa y se mantiene en silencio meditando su respuesta unos momentos.
—Ya tengo un plan, pero la realidad es que es solo parcial —me contesta llevándose su taza a la boca—, este lugar es relativamente pequeño y fue arrasado por la petrificación, no obstante, en nuestra ciudad vecina que aún conserva vegetación deben haberse concentrado grupos de gran tamaño a manera de campamentos de sobrevivientes.
—Eso tendría sentido.
—Por lo que mi primer objetivo será buscar en esos lugares, por otro lado, en caso de que no existan estos grupos o de no encontrarlos allí, buscare en cada rincón de la ciudad dejando notas en papel, en paredes o incluso en la radio.
—¿En la radio? —pregunto incrédulo.
—Como te comente, mi hijo era parte de un grupo de exploradores, de hecho, el mejor de ellos —exclama quizá exagerando bastante—. Una de las mejores cosas de ese tipo de grupos es que les brindan conocimientos y habilidades para actuar de manera adecuada ante catástrofes.
—Esto va un poco más allá de un terremoto o un ciclón.
—Lo se… —dice luchando por ocultar su preocupación—, pero confió en que actuara de manera inteligente, es un prodigio con las radios y sé que estará atento en busca de transmisiones del gobierno y/o de albergues.
—Ni siquiera me había detenido a pensar en ello.
—Te sorprendería la poca energía que necesitan, aun menos cuando se trata de clave morse.
—¿Esta bromeando?
—Mi hijo y yo tenemos diplomados en ello… aunque he de admitir que estoy un poco oxidado.
—Cada vez encuentra diferentes maneras de sorprenderme.
—No creas que sobreviví tantos meses con mi experiencia de arquitecto y de maestro, muchas de las cosas que se son gracias a la insistencia de mi hijo en incluirme en sus excursiones y simulacros.
—Creo que ambos estamos vivos gracias a él, tan solo hace unas semanas ni siquiera sabía prender el carbón en un asador.
—Él te puede iniciar una fogata hasta con un goma de mascar y una batería, Nick tiene talento y un hambre de conocimiento sin igual, es todo un prodigio en lo que se propone —exclama con una inusual mezcla de orgullo y melancolía en su voz—, aunque creo que todo padre diría lo mismo de su hijo.
—No, no es asi —le respondo intentando disipar las agrias memorias que yo tengo—. Nick tiene mucha suerte de tenerlo.
Nicolás solo sonríe como respuesta
—Aún queda de agua, ¿Me acompañas con una última taza?
—Claro, no puedo rechazar tal oferta.
—Te lo dije, es un té excelente cuando estas agotado, nunca podía faltar en mis días de acampada con Nick.
Ambos nos tomamos esa última taza de té mientras conversamos hasta que el cansancio y la relajación causada por la manzanilla nos empieza a superar. De un momento a otro, entre bostezo y bostezo, ambos caemos dormidos.