23 de Octubre de 2021
Día 92
Un ruido me despierta a mitad de la madrugada, de nuevo será una noche de mierda.
Me debato internamente si siquiera intentar descifrar que lo causo… los muebles, las tuberías, un cristalizado fuera de la casa… en cualquier caso no creo que…
Mis ojos se abren de par en par y la poca somnolencia que perduraba en mi desaparece al instante que escucho pasos fuera de la habitación.
Me intento poner de pie de un salto preparándome para defenderme… pero mi cuerpo me traiciona a último minuto. Mis piernas no me responden y trastabillo logrando sostenerme solo gracias a la pared.
Me levante demasiado rápido… o quizá sigo medio dormido… me cuesta mantener el equilibrio y veo borroso.
La perilla empieza a girar encendiendo todas las alarmas de mi cerebro en el proceso.
Los cristalizados normales no saben abrir puertas.
La mezcla entre el pánico y adrenalina me hacen actuar precipitadamente por lo que para cuando me doy cuenta ya estoy liberando la estaca del cañón ballesta en dirección de la desgarbada silueta que se asoma por la puerta.
—¡Cielos…! —exclama con miedo una voz poco varonil pero cuya respuesta me deja en claro dos cosas: No se trata de un cristalizado… pero sobre todo, falle el disparo.
Recobrando poco a poco mis sentidos recargo la ballesta antes de que pueda atacarme.
—¡Detente! ¡Detente! Estoy desarmado —ruega con una voz que… no puede ser…
—¿¿Santiago…?? —pregunto mientras mis ojos se acostumbran a la oscuridad.
—¿Como…?
El previamente nublado firmamento nocturno se despeja de un momento a otro, permitiendo que la intensa luz de la luna ilumine la habitación por completo.
—¿Marco…?
Ambos nos quedamos anonadados por la sorpresa. Apenas y puedo procesar lo que ven mis ojos para cuando una segunda persona entra. No necesito ver su rostro para saber de quién son esos 1.95 metros.
—¿¡Rubén!? —exclamo con una mezcla de sentimientos indescifrables arremolinándose dentro de mí.
—Ma… Marco… —responde atónito dando un paso atrás por la sorpresa.
El ambiente se torna extrañamente tenso, ambos me ven con expresiones difíciles de leer, como si estuvieran viendo un…
Oh…
Es cierto, para ellos yo debería estar muerto… probablemente todo esto es más difícil de procesar para ellos que para mí…
—Ha pasado tanto… —digo nervioso sin saber que hacer o decir… o sentir.
—Estas… vivo… —me interrumpe Santiago, quien sorpresivamente es el primero en mostrar una sonrisa de alivio y felicidad mientras… ¿Se acerca a abrazarme?—, no lo puedo creer, aquel día pensé que… que no volveríamos a encontrar.
—Yo igual…
—Es bueno… verte —dice Rubén carente de ese ánimo y efusividad que lo caracteriza.
—¿Esta todo bien…? Ambos parecen…
—¿¿Cómo sobreviviste?? —me interrumpe Santiago nuevamente—, estabas a las puertas de la… no entiendo.
—Es… una larga historia… —respondo con un tono más melancólico del que quisiera—, pero eso puede esperar, necesito un momento para procesar todo esto…
—Y que lo digas…
Me siento en el suelo intentando ordenar mis pensamientos a la par que la desorientación y mareo disminuye. Al menos no soy el único en estado de shock, Santiago parece tener la mente tan atiborrada de pensamientos como yo, mientras que Rubén… él se mantiene aún paralizado, de pie al lado de la puerta viéndome fijamente con un rostro que pareciera palidecer cada vez más.
—Yo… realmente pensé que iba a morir —empiezo a hablar tras unos minutos—, aquel día, en el último minuto alguien me salvo… fue Nico… el profesor Ni…
En mi garganta se crea un nudo cada que intento decir su nombre en voz alta.
—¿Un profesor?
—Si… —le respondo a Santiago—, el profesor Sapiens de la universidad. Él me salvo haciendo uso de esto…
—Cristales de energía… —musita Rubén al verme sacar uno de mi bolsillo.
—¿Los conocen?
—Si —contesta Santiago—, creo que llegados a este punto, solo los que saben usarlos son quienes siguen vivos.
—Eso es cierto…
Los tres cruzamos miradas en un extraño e incómodo silencio. Con una mirada rápida puedo ver que por el estado en que se ven, deben haber pasado por mucho… sin mencionar que tienen enfrente a alguien que, de una u otra manera, dejaron atrás para que muriera.
—Y… sobre el profesor Sapiens, ¿Dónde está? —Santiago rompe el silencio haciendo la peor pregunta posible.
—Él… —ese maldito nudo en la garganta otra vez—, él ya no está…
—Oh... ¿Él…? Entiendo… —responde con incomodidad.
—Nos vimos superados por un cristalizado que… era demasiado fuerte…
—¿Cristalizado? —pregunta Rubén extrañado.
—Si… es el nombre que le dio el profesor Sapiens a esas cosas.
—Interesante… —musita Santiago pensativo—, es bastante acertado, engloba a aquellos de diferente elemento.
—Exacto —digo ligeramente asombrado de que sepa sobre ellos, aunque ciertamente, por algo han sobrevivido.
—Hemos pasado por… bastante —responde con un tono un tanto afligido, quizá leyendo mi expresión de sorpresa ante sus conocimientos.
—Quizá no sea el momento o la manera pero… ¿Cómo es que están aquí? —pregunto lo que más ha estado rondando mi mente—, es decir, bloquee las entradas.
—Em…
—Por el patio trasero —responde Rubén aun en el marco de la puerta.
—¿Se metieron a la casa de al lado para saltar al patio y luego meterse a esta casa…? —pregunto extrañado.
—Te seré honesto —interviene Santiago queriendo ocultar un poco el miedo en su voz—, te estábamos siguiendo… no sabíamos que se trataba de ti, solo que eras un sobreviviente.
—Eso es… —aterrador, inquietante, preocupante.
—Lo sé, suena muy mal… pero no teníamos malas intenciones, lo juro, solo queríamos asegurarnos de que se tratara de alguien de fiar —intenta explicarme apenado—, ya deberías saber que… la mayoría de sobrevivientes no son muy amigables.
—Si, eso lo entiendo, pero lo que hicieron fue muy peligroso, pude haberte herido… o peor —dirijo mi mirada a la estaca clavada en la pared.
—No sabíamos que tenías un arma de ese calibre —responde Santiago sin apartar la mirada de mi brazo—, no habíamos visto a nadie con algo similar, ¿Qué…?
—¿Han tenido contacto con más sobrevivientes?
—Pues…
—Sí, una chica —responde Rubén con una voz apagada—, ella fue quien nos enseñó sobre los cristales y sobre los "cristalizados".
—Y ella…
—Murió —me responde completamente estoico.
—Oh… —es inquietante la manera en que lo dice… pero se de primera mano lo doloroso y difícil que es.
—Fuera de ello… aquellos con los que nos hemos topado no han sido muy… amables… —suspira Santiago.
—¿Qué es eso en tu brazo? —pregunta Rubén señalando el cañón.
—Es… una especie de ballesta que diseñe con ayuda del profesor.
—Pero… está hecha de piedra… ¿Lo esculpiste? No veo uniones o… lo que sea… —dice Santiago con la mirada confundida al intentar descifrarlo.
—La moldee controlando la cristalización, o petrificación, no sé cómo lo llamen ustedes —sus miradas de incomprensión hacen evidente que desconocen algunas cosas acerca de los cristales— ¿Qué tanto saben de la petrificación?
—Que es una especie de infección… y se puede revertir con los cristales de energía —contesta Santiago dudando a causa de mis palabras.
—O acelerarla —añade Rubén.
—Si, eso es lo básico, pero va más allá… —digo sin saber por dónde empezar—, es más fácil mostrarlo.
Me quito la ballesta del brazo ya que al ser permanente no la puedo deshacer. Con el antebrazo libre solo me hace falta concentrarme un poco y asi recubrir mi piel hasta formar el tipo de lanza que suelo usar.
—Es posible controlar las "costras de piedra" para que se extiendan y crezcan a voluntad, es de esta manera que hacerle frente a los cristalizados es posible, ¿Cómo se defendían ustedes? —mi pregunta se queda en el aire ya que ambos se mantienen boquiabiertos tras ver lo que debe parecer brujería.
—Eso es… impresionante… es como una pica medieval —Santiago esta tan asombrado como maravillado— ¿Cómo es posible? ¿Cómo puedes controlar algo asi?
—Es difícil de explicar… una vez que aprendes a "sentir" la energía de la petrificación que yace dentro de nosotros, es posible controlarla —a la vez que hablo moldeo la piedra en maneras cada vez más intrincadas—, con practica se convierte en algo tan natural como flexionar un musculo.
—No lo entiendo… ¿Me estás diciendo que también podríamos aprender a hacer armas como esas? —pregunta Rubén mientras se acerca a ver mi brazo más de cerca.
—Con la suficiente práctica sí. El profesor Sapiens me enseño las bases que descubrió tras meses investigándolo.
—Suena como alguien impresionantemente inteligente —señala Santiago.
—Y que lo digas… él era asombroso como no tienen una idea… —respondo con melancolía—, incluso tenía un plan para salir de aquí, junto a una profesora, que en paz descanse, armaron una camioneta a prueba de cristalizados.
—Oh…
—Aunque actualmente está en pésimo estado y varias de las herramientas que necesitaban fueron…
—Marco… —me interrumpe Santiago con la mirada fija en el suelo y un tono muy apenado—… lo siento, en serio lo siento…
—¿Que pasa…? —Santiago solo levanta la cabeza para ver a Rubén pero este solo desvía la mirada.
—Creo que… robamos tus cosas… —dice con dificultad—, hace días… encontramos una camioneta en mal estado, modificada y reforzada… pero muy dañada.
—Ustedes fueron…
—¡Lo siento! ¡De verdad! —exclama sin poder verme a los ojos—, no sabíamos que era tuya… pensamos que estaba abandonada… no era nuestra intención que…
—Está bien, está bien —lo intentó calmar ya que parece estar muy angustiado—, al momento supe que fue mi culpa por dejar las cosas solas por tanto tiempo, en realidad, me alivia saber que no cayó en malas manos.
—¡Y te lo regresaremos todo! —afirma al instante.
—Está bien, está bien… —digo un poco incomodo.
—Fue a causa de eso que te encontramos, ¿Verdad Rubén?
—Si…
—Acampamos en las cercanías y hace un par de días vimos señas de una fogata, fue ahí cuando te encontramos y empezamos a… seguirte… —termina su oración un poco incomodo por como suena eso.
—Y… ¿Tendrán algo de esa comida? —pregunto algo avergonzado y conflictuado por pedir algo asi.
—Si, no solo la que tu tenías en la camioneta, hemos conseguido bastante… oh… ¿No has comido?
—No mucho la verdad.
—Por nuestra culpa… lo siento…
—De verdad… está bien, en una situación asi cuando encuentras recursos no puedes darte el lujos de dejarlos por si son de alguien… quizá yo he robado de otros sin darme cuenta.
—Eres muy comprensivo…
—Solo estoy aliviado de encontrarlos… de ya no estar solo… además, esto cambias las cosas —cambio de tema de inmediato tras darme cuenta de lo vergonzoso que sonó eso ultimo—, si tienen comida… y las herramientas de la camioneta, es un paso menos para salir de aquí.
—¿Salir a dónde?
—Atravesando la zona helada se puede alcanzar a ver una zona con vegetación y eso solo significa…
—¡Vida! —exclama Santiago.
—Exacto… aunque atravesar esa zona es más fácil de decir que de hacer, con todas las averías que tiene la…
—¿Qué es lo que le falla? —me interrumpe Rubén.
—Sin entrar mucho en detalles el problema principal es la caja de cambios, pero fue arrojada por los aires por un coloso… digo, un cristalizado gigante, asi que también tiene problemas con la alineación, la suspensión y… demasiadas cosas para enlistar.
—Ciertamente el problema principal es el más complejo, sin la refacción correcta…
—Ya la tengo.
—Oh, eso es… conveniente.
—Hay un gran taller aquí cerca.
—Si, creo ubicarlo, mis padres conocían a los dueños —responde Rubén sumándole a mi asombro por sus conocimientos en el tema.
—El profesor Sapiens y yo lo despejamos, ahora es un área segura y se iba a convertir en nuestro nuevo refugio… —añado sin poder ocultar el dolor en mi voz.
—¿Iba…? —pregunta Santiago intrigado… pero se da cuenta al instante del porqué de mi tono melancólico—, no tenía ni idea de que fuera tan reciente…
En una muy extraña muestra de simpatía se acerca a darme un abrazo de consolación… pero que principalmente empeora el extraño sentimiento de confusión que me causa la manera en que ambos se comportan.
—Con suerte la refacción que tienes será suficiente —dice Rubén con una voz un tanto… antipática—, cruzar ese rio no es buena idea, de ser necesario conozco algunas buenas tiendas en los alrededores donde podríamos conseguir lo que nos haga falta.
Pese a lo intrigante de que sus personalidades parecieran haberse intercambiado no puedo evitar sentir alivio… alivio de sentir que por fin algo está saliendo bien y sobre todo que ya no estoy a solas con mis pensamientos.
—¿Te sientes mal…? —pregunta Santiago con un tono preocupado, quizá por mi expresión.
—No, todo lo contrario, el panorama frente a mí no era muy alentador… pero vuelvo a sentir esperanza de que las cosas saldrán bien ahora que estamos los tres…
—Te entiendo… me siento igual, por primera vez parece haber un buen futuro delante —responde Santiago con un tono esperanzador en su voz mientras Rubén se mantiene ajeno a la situación.
—Aún tengo muchas preguntas… asi como cosas que contarles… han sido un par de meses muy largos…
—No tienes idea de lo mucho que comprendo eso…
Durante lo poco que quedaba de la noche, y cocinando un poco de la comida que llevaban consigo, les cuento a detalle sobre mi primer encuentro con… el profesor, sobre los descubrimientos que había hecho, de la petrificación, los cristalizados especiales, las "bendiciones"; etc., solo omití algunas cosas específicas como la pelea que tuvimos o esas semanas que los estuve buscando… ambos temas son un tanto vergonzosos de mencionar.
Por su lado, ellos también tuvieron unos meses muy intensos, desde que nos separamos estuvieron huyendo día tras día de los cristalizados hasta encontrarse con una chica llamada Lilith, quien pese a estar en una situación igual de deplorable, no dudo en darles una mano, un techo, comida y mucha información sobre los cristales, por desgracia, no paso mucho antes de que este cruel mundo hiciera de las suyas. No entraron en detalles sobre lo que le sucedió, Rubén era el que parecía más incómodo con el tema, por lo que Santiago fue especialmente cuidadoso con sus palabras.
Tras ese trágico evento las cosas no mejoraron, dicen haber pasado un hambre voraz por varias semanas, rozando la inanición… pero dado el estado en que están no pareciera haber sido asi. Santiago se lo atribuye a que hace poco encontraron un refugio abandonado en una azotea con una gran cantidad de víveres y medicinas, pero moverse con tantas cosas también es difícil, más siendo ellos incapaces de enfrentar cristalizados sin tenderles trampas o emboscadas de antemano.
Tal y como yo, han estado al filo de la muerte más veces de las que a uno le gustaría pasar en su vida… eso te cambia como persona, yo mismo he cambiado bastante desde el día 0, o al menos eso creo.
Santiago, cuya personalidad a veces rozaba lo mezquino o huraño parece estar más sentimental, por el contrario, Rubén tiene una mirada cansada, vacía… triste…
Intento tocar el tema… pero se muestra reacio a hablar lo más mínimo, algo que puso a Santiago particularmente nervioso, incluso diría… asustado.
Algo extraño está pasando.
A una parte de mi le preocupa estar juzgándolos demasiado tras todo lo que pasaron… a otra… le da miedo pasar por alto algo que podría traer graves consecuencias…
—Esto está realmente bueno —dice Santiago con la boca llena— no sabía que la comida enlatada podía saber asi de bien.
—Solo tuvimos suerte de encontrar aceite y un poco de especias en la alacena —respondo halagado pese a que realmente no es la gran cosa, solo atún y verduras de lata, todo cocinado de manera apresurada e improvisada.
—Hace mucho que no comía algo asi, digamos que Rubén y yo no somos muy hábiles con la comida, tú por otro lado… me sorprendes.
—Esto no es nada, el profesor Sapiens tenía un sazón mucho mejor, era capaz de convertir jamón enlatado barato en un manjar, aunque sinceramente extraño el sabor de la carne de verdad, ¿ustedes no?
—Y que lo digas.
—No hay nada como la carne fresca… y por desgracia no creo que sea posible volver a comer algo asi en mucho tiempo.
A diferencia de nosotros, Rubén había estado comiendo despacio y en silencio, lo que hace que llame mucho la atención en el momento que baja su tenedor e intenta contener… ¿arcadas?
—¿Estas…?
—No es nada —me interrumpe dejando su plato a un lado.
—¿El atún tiene algo malo? ¿O te sientes enfermo?
—¡No es nada! —reitera molesto.
—Tranquilo, no es razón para…
—Solo déjalo asi —me interrumpe Santiago con una sonrisa inquietantemente forzada.
—¿Que pasa…? —pregunto sin entender el súbito cambio en el ambiente.
—Comeré después —responde Rubén marchándose de la habitación.
—¿Qué le sucede? —le pregunto a Santiago quien fija su tensa mirada en la comida.
—Solo… ignóralo, asi es mejor…
Desisto solo porque es evidente que no lograre nada insistiendo en este momento, solo puedo esperar que cuando se enfríen las cosas pueda obtener unas cuantas respuestas, no obstante, tras un breve descanso y con el sol a punto de salir ambos actúan como si nada hubiera pasado.
Me veo tentado a sacar el tema pero Santiago me gana la palabra y rompe el silencio.
—Necesitamos regresar por nuestras cosas…
—¿Como?
—La comida y demás que cargábamos con nosotros, dejamos todo en el escondite en el que te comente estamos viviendo.
—Entiendo, los acompaño entonces.
—No —refuta Rubén con firmeza haciendo que me sobresalte por el tono de su voz—. Iremos solo yo y Santiago.
—¿Por qué? Puedo ir junto a ustedes y ayudarles con…
—No te preocupes, no te preocupes… —me interrumpe Santiago de nuevo con esa actitud nerviosa—, será rápido.
Rubén ni siquiera espera a que la conversación termine, solo nos da la espalda y sale de la casa.
—No hay razón para separarnos de nuevo —replico un poco confundido y a la vez… con temor de estar solo nuevamente.
—Por favor… no insistas más… —me susurra asustado sin despegar sus ojos de la espalda de Rubén.
—¡Vámonos! —insiste desde la calle.
Santiago se crispa y se da la vuelta de inmediato, pero en un arrebato de impaciencia lo detengo a la fuerza sujetándolo de la muñeca.
—Santiago, ¿Qué rayos está pasando? ¿Por qué Rubén…? No, ¿Por qué ambos actúan de manera tan extraña? —lo interrogo en voz baja para no ser escuchados, dado que eso parece ser lo que teme.
—No… es que… em… —la ansiedad lo hace incapaz de articular palabras por lo que solo titubea sin control como si estuviera a punto de colapsar por un ataque de ansiedad—, él…
—Está bien, tranquilo… —suelto su muñeca en un intento de disminuir la tensión—, solo estoy preocupado por ambos.
—¡Santiago! —grita desde afuera una vez más haciendo que su rostro palidezca ligeramente.
—Marco… —masculla viéndome con una mirada aterrorizada y con una evidente dificultad para terminar su oración—, el Rubén que conocías… está muerto.