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Chapter 30 - Capítulo 17: Corazón Roto

28 de Octubre de 2021

Día 97

Un extraño ruido me despierta de golpe. El sobresalto me hace tirar los lápices de la mesa y acabar con el poco orden que tenía sobre el mapa que encontré en el cual intentaba trazar un plan… antes de quedarme dormido.

 Volteo hacia el origen del ruido con miedo de ver un cristalizado… en cambio, me encuentro con algo aún más preocupante: Santiago cojeando y respirando con dificultad hacia mí, apoyándose con la pared en un intento de no desplomarse en el suelo.

—¿Que? ¿Por qué…? —cuando mis ojos se acostumbran a la oscuridad veo la expresión de dolor que carga en su rostro, asi como la herida abierta en su sien izquierda de la cual brota suficiente sangre como para recorrer su cara y gotear desde su barbilla—, ¿¡Que paso!? ¿¡Acaso un petrificado…!?

—No… no…. Shhh —me calla rápido y con miedo—, no fue eso…

—¿¿Entonces?? —me acerco rápidamente en su auxilio para que pueda sostenerse de mí.

—Rubén…

—¿¡Rubén!?

—Shhh… no debe escuchar que vine contigo… —me ruega dándole más importancia a eso que a sus heridas.

—¿¿Qué diablos sucedió? —arranco un pequeño trozo de mi playera para ayudarle a limpiar la herida.

—Se enojó conmigo… —empieza a explicarme sin oponer la usual resistencia—, por hablarte… sobre Lilith…

—No puede ser…

—Marco… tienes que creerme… tú no lo conoces… —solloza con un nudo en la garganta—, Rubén ya no es… él.

—No me malentiendas, creo que ahora se bien a que te referías —instintivamente toco mi mejilla, el hinchazón del golpe disminuyo pero sigue doliendo—. Los cristalizados nos interrumpieron en aquella casa, pero no dejare que esto se quede…

—¡No! Sigues sin entenderlo, algo dentro de él está mal… algo que no se puede arreglar con palabras.

—No podemos pasar esto por alto —replico decidido a confrontarlo cara a cara sin importar que tenga que recurrir a los puños de ser necesario.

—¡Por favor no! —me suplica—, no lo empeores… no más… ya no quiero sufrir más…

—Estarás bien, iré solo yo.

—¿Y después qué?

—¿Qué?

—¿Qué planeas yendo a discutir con él? ¿Qué piensas poder lograr…? —me pregunta desesperanzado—, cada día esta más inestable y ahora que es capaz de usar la petrificación… solo es peor. Si se pone violento…

—Soy más fuerte de lo que crees —contesto intentando reflejar una confianza que no tengo, estamos hablando de Rubén, sigue siendo una mole de 1.95 metros.

—Marco, no lo hagas… —me detiene tomándome de la muñeca mientras lagrimas salen de sus ojos—, ya no quiero más violencia, más sangre… ya no quiero más muertes…

—No, no… no hablo de llegar a tal extremo… —intento tranquilizarlo en vano.

—Eso no es elección tuya… él es un monstruo.

—Pero…

—Solo… huyamos de aquí, escapemos antes de que sea tarde, antes de que la tragedia se repita… antes de que pierda la cabeza de nuevo…

—No es como que podamos solo irnos caminando, el lugar está rodeado —respondo para evitar discutir con él—, mientras tanto no podemos quedarnos de brazos cruzados si de verdad te lastimo.

—Seguirle la corriente es la única manera… esta demente Marco, asi empieza, de poco a poco, subiendo la intensidad cada vez más… hasta… hasta… hasta que explota brutalmente contra alguien… como con ella… o con el siguiente… y el siguiente… —me dice casi hiperventilándose con una voz temblorosa y una expresión de pánico—, es una bomba de tiempo…

Esta tan sumido en el terror que parece olvidar la herida sangrante causada, probablemente, por repetidos golpes. Solo eso debería ser la prueba fehaciente de que Rubén es un salvaje, de hecho, sumándole a la manera en que me ataco antes no habría razón para dudar… no obstante, aún hay algo extraño, algo que no logro descifrar, una última pieza de información que me dejaría claro si hay algún tipo de explicación detrás de todo esto… o de que solo he sido un necio que se ha negado a ver la realidad frente a sus ojos.

—Marco —Santiago nota un atisbo de duda en mi—, él no tiene salvación, sus manos están manchadas de sangre… sangre inocente Marco…

—Aun si quisiéramos irnos, la camioneta no…

—La camioneta funciona —me interrumpe con lo que parece culpa en sus mirada—, yo corte el cable de encendido… y se cómo repararlo.

—¿Hiciste qué? —lo cuestiono con desconcierto.

—Perdón, fue algo impulsivo —se disculpa sin saber cómo explicarlo—, al despertar tras el choque supe que era nuestra oportunidad para huir…

—Eso… —ni siquiera sé que decir.

—Tu viste como se puso mientras conducía —responde como justificación—, a causa de su necedad pudimos haber muerto en ese choque… y aunque sé que lo hice tambien nos puso en peligro, le tengo más miedo a Rubén que a esas cosas…

—Primero tenemos que hacer algo con tu herida —lo interrumpo para ganar tiempo y procesar las cosas con un poco más de calma.

—Sientes lastima por él… créeme que lo entiendo, se de primera mano que es experto en verse como la víctima de las circunstancias, pero…

—Los dos nos han parado de mentirme y ocultarme cosas desde que nos reencontramos —lo interrumpo nuevamente antes de que continue con su verborrea—, al punto en que aunque todo apunte hacia él, algo dentro de mi sigue dudando, no sé si es porque no puedo imaginarlo haciendo algo tan atroz como lo que dices o porque sé que tampoco has estado siendo honesto.

—¿Quieres la verdad? —pregunta luchando para disimular el cómo le tiembla la mandíbula claramente indignado ante mi desconfianza—. Rubén asesino a sangre fría a ocho personas.

Tal declaración junto a su expresión atormentada por el simple recuerdo me deja helado.

—"Un accidente", "defensa propia", "para sobrevivir"… siempre había una razón, una justificación, una… excusa. Mi miedo y dependencia ante él eran suficientes para que aceptara sus palabras sin cuestionarlo… no quería abrir los ojos ante la realidad porque… Rubén no es alguien "malo" —dice con voz temblorosa y dándose tiempo para respirar profundamente—, incluso me dio un arma, junto a ella una falsa sensación de control… pero en el fondo él sabía que yo era incapaz de siquiera pensar en apuntarla hacia él.

—Pero… ¿Ocho personas? ¿Cómo es que tu no…?

—Es un ejemplo ridículo pero… ¿Acaso crees que la violencia intrafamiliar empieza con golpizas brutales? —me pregunta con los ojos vidriosos—, conozco eso de primera mano y aun asi no vi las señales… solo termine repitiendo viejos hábitos.

—Oh…

—Está bien, todo esto es mi culpa, para cuando menos me di cuenta estaba atrapado… no solo psicológicamente, sino que sabía que estando por mi cuenta no sería capaz de sobrevivir… —dice riendo por simple y llana frustración—, es por eso que cuando te vi… me sentí inundado por alivio, eras mi salida, mi solución… pero no puedo obligarte a confiar en mí, después de todo, tampoco soy del todo inocente… mis manos tambien están manchadas…

—Aún es… difícil de asimilar.

 —Esta crisis puede sacar lo peor de las personas fácilmente… pero en el caso de Rubén, él siempre fue asi… un monstruo.

 Me quedo en silencio, no hay nada que pueda decir ante la desconsolación que refleja en su rostro. Santiago ha pasado por quizá peores cosas que yo y mi necedad de querer toda la información pese a que tengo la suficiente esta no solo poniéndome en riesgo a mi sino también a él.

—Mañana… veremos que hacer —digo buscando un poco de tiempo para tomar una decisión—, ya sea dejarlo atrás… o que…

—Está bien… por ahora, ¿Puedo quedarme aquí?

—Si, yo ya dormí un poco, tu descansa y mientras hago guardia.

—En ese caso… es mejor que tu tenas esto —me extiende el arma de fuego que guardaba tras de si—, en mis manos es inútil… aun mientras golpeaba repetidas veces mi cabeza contra la pared fui incapaz de tener el coraje para siquiera desenfundarla.

—No la necesito —intento negarme, tanto porque confió en mi domino la cristalización… como por el hecho de que no me siento del todo cómodo con la idea de llevarla conmigo.

—Por favor… si no la usas está bien, pero al menos estará más segura contigo —insiste mientras sus manos tiemblan al sostenerla.

—Solo la resguardare —acepto de mala gana.

Antes de que Santiago siquiera pueda acomodarse para descansar un ruido proveniente de las escaleras nos toma desprevenidos. Atraído por lo mismo nosotros, nos encontramos con Rubén frente a las escaleras. Nuestras miradas se encuentran por un momento, pero la suya no tarda en dirigirse a la pistola que, sin darme cuenta, aun sostengo en mi mano. Hay un momento de alta tensión, no logro leer su expresión estoica, pero verme armado no debe complacerle para nada.

—¿Desde cuándo son capaces de hacer eso…? —nos interrumpe Santiago con la voz temblorosa ante la terrorífica escena debajo de nosotros.

De manera casi coordinada, se dejan caer en los escalones para permitirle el paso a los de atrás, que a su vez repiten lo mismo creando una "rampa" que, pese a no ser muy eficiente, les permite subir de poco a poco.

—No es la primera vez que veo algo parecido… pero no pensé que fueran capaces de hacerlo en unas escaleras tan intrincadas… debe haber un "inteligente" entre ellos —mis palabras toman por sorpresa a ambos, quienes me ven con desconcierto y miedo—. Tenemos que salir de aquí antes de que se vuelvan buenos en ello.

—Estamos rodeados, no tenemos acceso a la azotea ni a edificios a los lados —responde Rubén señalando lo obvio.

—Entonces bajemos al segundo piso —en contra de toda lógica, desciendo a toda prisa pese a que significa acortar la distancia con la horda— ¡Santiago, ayúdame a encontrar cuál de las calles que nos rodean esta más despejada!

—¿¡Que!? —me cuestiona con miedo, no obstante, no tarda en hacerme caso tras ver que esta por quedarse a solas con Rubén.

Me acerco a una ventana que da a la avenida donde está la camioneta, es donde más petrificados hay y que por lo tanto, no será difícil atraer a los demás.

Creo un megáfono de piedra lo más grande que puedo, necesito hacer el mayor ruido posible.

—¡¡Por acá bastardos!! —grito a todo pulmón a través de la ventana, logrando escuchar el eco retumbar por toda la calle.

—¡No es suficiente! —me grita Santiago a la distancia—, los de este lado ni siquiera reaccionaron, se necesita algo más fuerte.

Dudo unos segundos mientras veo a mis alrededores algo que pueda lanzar y que cause el mayor estruendo posible… pero mis ojos se detienen en lo que ya tengo en la mano.

Supongo que esto debería funcionar.

Es un arma de alto calibre, pero el retroceso no debería compararse con la escopeta de Nicolás, por lo que solo apunto hacia el exterior, me preparo mentalmente y…

¡BANG!

La explosión me aturde más de lo que pensé y el empuje es mayor de lo que podría esperar de algo tan pequeño, no obstante, los resultados se notan al instante. En segundos se arremolinan una gran cantidad de cristalizados, incluso aquellos subiendo por las escaleras parecen perder coordinación.

—¿¡En que rayos estas…!?

—¿¡Como vas Santiago!? —grito al aire ignorando a Rubén.

—¡Despejado! ¡Por este lado ya es seguro! —me grita desde otra oficina a un costado del edificio.

Ambos corremos hacia él, no es necesario intercambiar palabras ya que el plan es bastante obvio llegados a este punto… claro, el problema es no haber considerado lo absurdamente alto que estamos pese a ser solo el segundo piso.

—Háganse a un lado —exclama Rubén empujándonos con brusquedad para acercarse al ventanal—, si no quieren romperse una pierna hagan lo que yo.

Con sus nudillos petrificados arranca la ventana con todo y marco con un par de golpes, abriéndose paso a la cornisa en la que apenas y puede mantenerse de pie de cara al interior. Se agacha lentamente y con bastante cuidado se pone en cuclillas en el reducido espacio que tiene, con un pequeño salto pasa a sostenerse del borde solo con sus manos, seguido a esto, empieza a mecerse de izquierda a derecha hasta alcanzar el suficiente impulso para soltarse y dar una voltereta en el suelo para amortiguar la caída.

 

Nueva habilidad Aprendida

Aterrizaje – Las caídas de 3 metros pueden ser amortiguadas con facilidad usando parkour

 

Una habilidad bastante oportuna, aunque, aun usándola, mi caída no es tan limpia. Logro evitar heridas solo por la cristalización con la que cubrí parcialmente mi extremidades para absorber el impacto.

Santiago ve hacia el suelo con miedo, parece que su problema con las alturas es peor que el mío, sin embargo, al igual que yo logra sobreponerse al miedo motivado por los gruñidos de los petrificados que no tardan en subir las escaleras.

—¡Vámonos rápido! ¡Nos van a rodear! —exclama Rubén empezando desesperarse con lo mucho que Santiago tarda en ponerse de pie tras aterrizar en el suelo.

—Mi tobillo… —gruñe con dolor.

—Joder… —con nuestra maldita suerte esto no podía faltar—, recárgate en mi e intenta avanzar lo más rápido posible.

Cuando salimos hacia la calle principal nos ganamos la atención de varios cristalizados que no dudan en perseguirnos. Dejarlos atrás es imposible con Santiago en este estado pero al menos nos las arreglamos para tampoco ser alcanzados… al menos no aun. Por su lado, Rubén esta varios metros delante de nosotros, es obvio que no está dando todo de si, de hacerlo ya nos habría dejado atrás, no tengo idea del porqué lo hace, tras todo lo que ha pasado suena más plausible que esté pensando en usarnos como carnada de ser necesario y no que se trate de un atisbo de misericordia.

Un viento frio que, llegados a este punto es casi familiar, me causa escalofríos en la espalda. Me doy media vuelta mientras activo tiempo bala al encontrarme frente a las fauces de un sabueso, el susto me deja paralizado por un instante… algo que me habría costado muy caro de no ser por Santiago quien me empuja salvándonos a ambos en el proceso.

Me reincorporo sin perder un segundo más… sin embargo, el sabueso pasa por completo de nosotros y salta hacia el único que aún se mantiene corriendo, clavándole las garras mientras lo aplasta contra el suelo.

Doy un paso hacia el frente con toda la intención de ir en su auxilio… pero mi cuerpo y todo mi alrededor se paraliza cuando una simple pregunta cruza por mi mente.

¿Realmente debo… Salvarlo?

Esta es la situación perfecta para que Santiago y yo huyamos, nos libramos de él sin mancharnos las manos y sin el riesgo de volvernos a encontrar.

Pero… aun con lo que se supone que le ha hecho a Santiago… a esa chica… ¿Se merece esto?

No logro llegar a la respuesta para cuando mi puño ya está incrustado en el cráneo del sabueso, mientras Rubén, aun bajo las garras de este, me mira un tanto sorprendido.

Esta puede haber sido la peor decisión que haya tomado, pero también la mejor, me es imposible saberlo y estando en una situación tan crítica como esta… no es momento de hacer cosas precipitadas.

—Vamos —le extiendo la mano, es mejor que estemos en tregua por el momento.

Me mira a los ojos con duda, un poco reacio a aceptar mi ayuda, pero tras un pequeño suspiro toma mi mano.

—Gracias —masculla en voz baja.

—¡Tengo un plan! —Santiago se acerca cojeando hacia nosotros con una mirada esperanzadora—, pero… se los tendré que explicar en el camino, viene un grupo de esas cosas desde otra calle.

—Maldita sea… —maldigo con ansias de que esta noche se acabe.

 

Entre ambos logramos sujetar a Santiago para avanzar a una mayor velocidad, aunque a causa de las heridas que el sabueso dejo en la espalda de Rubén no puedo evitar notar que le está costando mantener el ritmo.

Santiago no se da el tiempo de explicarnos el plan, solo se centra en darnos direcciones, se mantiene asi hasta que lo que parece ser nuestro destino salta a la vista.

—Una vez adentro estaremos a salvo —señala el polideportivo, el cual, desde donde estamos se ve en "perfectas" condiciones.

—No… —replico con angustia—, es inútil, por dentro está en ruinas.

—No, no, no, ese es el punto —me aclara—, sabemos que está a un pequeño temblor de caerse, los que importa aquí es el levantamiento del suelo que se extiende a lo largo, si nos las arreglamos para subir serán incapaces de seguirnos y para cuando rodeen la cuadra ya los habremos dejado atrás.

—¿Bromeas? ¿Cómo quieres escalar algo asi? Heridos y con una horda a nuestras espaldas.

—De la misma manera con la cual logramos subir hasta tu dormitorio —insiste con su mirada fija en los petrificados que están empecinados en alcanzarnos.

Me detengo un momento intentando dar con la respuesta correcta, mi mirada salta entre el polideportivo frente a nosotros y la horda detrás.

Rubén mantiene una expresión estoica como ha sido usual, mientras Santiago empieza a desesperarse por mi indecisión, suplicándome con la mirada para que me mueva de una vez.

Un viento inquietante nos llega desde el polideportivo… "ese" viento que no entiendo… pero que siento que me intenta advertir algo.

¿Ir hacia allá o alejarme?

—¡Marco! ¡Tenemos que correr! —me suplica Santiago con una mirada de angustia.

—Si quieres cuestionar nuestro mejor plan, hazlo mientras corres —espeta Rubén reanudando el paso y obligándome a hacerlo.

 

Alcanzamos las puertas con el tiempo exacto para cerrarlas, justo antes de que cualquiera de esas cosas pueda entrar, aunque eso no evita que uno se estrelle con toda su fuerza contra ellas, en principio nada de qué preocuparse, pero segundos después se vuelve el primero de muchos que eventualmente terminan haciendo temblar la débil infraestructura.

—Será mejor no perder tiempo —exclamo mientras los tres nos atrincheramos contra las puertas en un intento de que no se vengan abajo.

—Lo haremos igual que aquella vez —indica Santiago—. Rubén, sube primero, luego me ayudan a mí y al final subimos a Marco.

—Espera, quizá… —no puedo evitar sentir dudas con respecto a un plan en el que tengo que ir al último.

—¡No hay tiempo! —replica con la puerta siendo aporreada cada vez más—, a la cuenta de tres, tiene que ser rápido.

—¡Ok! —respondemos al unisonó.

—Una… y dos… ¡Y tres! ¡Ya!

Rubén se despega de la puerta y corre hacia el muro. Aun con su envidiable agilidad y fuerza la altura es suficiente para suponerle un reto, por suerte no lo suficiente para que le sea imposible.

Una vez él arriba, es hora de hacer mi parte.

Las bisagras rechinan en cuanto doy un paso lejos de las puertas, solo espero que resista un poco más.

—¡Listo! —exclamamos Rubén y yo al estar en posición.

Santiago corre en mi dirección reprimiendo lo mejor que puede el dolor de su tobillo y hace un salto que es bastante impresionante para su condición física… supongo que no soy el único que se volvió más fuerte.

En cuanto logra subir procedo a tomar distancia del muro para ganar un mejor impulso a la vez que intento ignorar el golpeteo cada vez más intenso y frecuente a mis espaldas.

—¿¡Listos!? —pregunto sin obtener respuesta.

Ni siquiera logro ver sus sombras o siluetas cerca del borde.

—¿¡Me escuchan!? ¡Ya voy! —los golpes de los petrificados retumban en mis oídos empeorando el pánico que me empieza a invadir— ¡¡Hey!! ¿¡Están listos!?

—¡¡Rubén, por favor no!! —un grito desgarrador proveniente de Santiago hace que deje de escuchar todo lo demás.

—¿¡Que está pasando allá arriba!? —pregunto aterrorizado con las cosas que cruzan por mi mente.

Si me quedo aquí más tiempo terminare muerto.

Me preparo lo mejor que puedo, corro a toda velocidad y doy un salto perfecto, mi técnica no tiene nada que envidiarle a la de Rubén… no obstante, nuestra diferencia de altura y fuerza decide el resultado, solo logro rozar el borde con las puntas de mis dedos.

—¡¡Carajo!! —maldigo con frustración— ¿¡Que está pasando!? ¿¡Porque no responden!?

El terror me hace perder el control a la vez que las bisagras y los muros empiezan a resquebrajarse al igual que mi espíritu.

¿¡Se fueron!?

¿¡Me abandonaron!?

¿¿¡¡No hay salida!!??

¿¿¡¡Estoy atrapado!!??

¿¿¿¡¡¡Es mi fin!!!???

Siento que me quedo sin oxígeno, a lo que doy una gran bocanada de aire, activando, no sé si consciente o inconscientemente, Respiración Zen.

Por un segundo, el miedo, la angustia y las dudas desaparecen, solo con esa fracción de tiempo logro que la evidente solución salte a mi mente.

Busco con urgencia en el bolsillo interior de mi chaqueta, dando con el cristal del segador que por un momento había olvidado. Con esto puedo escalar la pared sin problemas, solo necesito un minuto para…

Crack.

Las bisagras de las puertas truenan.

No hacen un sonido tan fuerte… pero siento como si me retumbara hasta el alma.

Se acabo el tiempo.

Alzo la vista hacia mi única vía de escape en busca de alguna solución, alguna revelación divina, lo que sea…

—¿¡Rubén!? —grito al ver su silueta asomarse— ¿¡Que mierda!?

No dice nada, solo extiende su brazo hacia mí. El alivio deja mi mente en blanco con el único objetivo de tomar su mano y salir de aquí, las preguntas pueden esperar.

Repito el salto, permitiéndome aferrarme a él con fuerza, la suficiente para que, junto a la suya, logre alcanzar la cima. El alivio inunda mi cuerpo mientras siento la sangre regresar a mi rostro.

—¿¿Qué diablos?? —los cuestiono en cuanto pongo ambos pies en el borde—, por un momento pensé que…

Levanto la mirada al percatarme de la falta de reacción de ambos. Ante mi genuino alivio él solo me mira con unos ojos fríos y un rostro inexpresivo, volteo hacia Santiago queriendo comprender la situación… su expresión es clara… terror puro.

Rubén, quien aún sostiene mi brazo derecho con demasiada fuerza me jala hacia él. Lo que por un segundo pensé que era un golpe en el estómago se empieza a sentir… distinto… es cuando bajo la mirada que veo su brazo izquierdo atravesando mi pecho.

Ni siquiera logro procesar el dolor, miro a Rubén en busca de respuestas, pero sus ojos muestran solo una cosa… simple y llano desdén sin un ápice de culpa.

Libera su agarre de mi brazo para después sacar la enorme estaca de piedra recubierta de mi sangre, es en ese instante en que el dolor me consume y toda gota de mi fuerza desaparece.

Me intento aferrar a él en vano, mi cuerpo ya no me responde a mí, solo a la gravedad, la cual me arrastra sin piedad a una caída de varios metros hacia atrás.

No siento el cómo ni el cuándo me estrello contra el suelo.

Mi consciencia, que se desvanece poco a poco, solo puede enfocarse en los ojos llenos de desprecio, de quien, en algún momento, creí que era mi amigo, viendo como mi vida se apaga.

Quiero gritar de odio… de dolor… de rabia… pero no puedo, no solo por la puñalada que literalmente destrozo mi pecho, sino también por la impotencia de ser traicionado… es la razón por la que aun en el último segundo, soy incapaz de expresar enojo… solo desconsuelo…

 

El dolor quema… pero a la vez se siente frio.

 

El retumbar de las puertas dando lo último de si resuena por el lugar, no obstante, no siento pánico… ni miedo…

 

No es como si quisiera morir, pero… hice lo que pude…

 

¿Qué más podría haber hecho…?

 

Yo nunca tuve oportunidad estando solo…

 

No en este infierno…

 

Mi único alivio es que… ya no tengo porque sufrir más…

 

Todo…

 

…Termino.