Chereads / Gaia - La Ira de los Dioses / Chapter 9 - Capítulo 5: ̶D̶e̶s̶ Esperanza (2)

Chapter 9 - Capítulo 5: ̶D̶e̶s̶ Esperanza (2)

—Estamos muertos… —suspira Santiago con una expresión de penumbra dejándose caer en el sillón de la casa de dos pisos que esta noche usaremos de refugio.

—No digas eso Tiago, los tres estamos… bien… —contesta Rubén poco convencido de sus propias palabras.

—¿Bromeas? No tenemos agua, ni comida, ni armas, estamos heridos y… completamente acabados… —le refuta con un tono pesimista.

—No fuimos aruñados ni mordidos… eso es ganancia… —intenta encontrar el lado positivo en vano.

—Yo me siento mejor, la mayoría de costras se me cayeron y no han reaparecido —añado poniéndome del lado de Rubén.

—Es algo temporal… volverán a crecer, y cuando eso pase serán peores —contesta Santiago sumiéndose en la miseria y arrastrándome con él.

—Quizá necesitamos hacer lo mismo que la otra vez para levantar nuestros… —en cuanto extiende su brazo hace una mueca de dolor.

—¿Estas bien? —le pregunto a Rubén.

—No es nada, solo me duele un poco… —intenta doblar su brazo para demostrar que está bien… pero solo logra la contrario al ser incapaz de hacerlo.

—Déjame revisarlo —le pido al acercarme.

Su codo derecho esta inflamado y enrojecido, el golpe del petrificado debió haberlo herido más de lo que pensé.

—Parece una fisura… o quizá una fractura leve, me es imposible saberlo.

—No, no puede ser eso, fue un simple golpe, luego se me pasara… —replica moviendo su brazo y disimulando el dolor.

—¡Basta! Solo lo empeoraras —lo regaño tomando su muñeca para que pare, la prueba definitiva de lo mal que esta es que soy capaz de detenerlo solo con mi fuerza—. Si es leve, un par de semanas deberían bastar mientras guardes reposo, en caso de ser serio… podría tomar… más de un mes.

Rubén se derrumba por dentro al escucharme.

Él, quien siempre confía en su fuerza y capacidad física, debe sentirse acabado mientras le hago un cabestrillo improvisado para inmovilizarle el brazo.

 Santiago se mantiene acostado con la mirada perdida y yo… no puedo hacer más que intentar lidiar con la idea de que la petrificación volverá mucho peor que antes.

Quizá… si estamos muertos.

 

01 de Agosto de 2021

Día 9

—Enserio que tienen suerte de perro atropellado —a mi alrededor está el, ya familiar y a la vez inquietante, vacío donde siempre me encuentro con Adler. De nuevo viste ropas extravagantes: un traje blanco y brillante con estampados de muchos huesos caricaturescos—. Tienen el agua hasta el cuello y solo se siguen hundiendo… ni siquiera necesito a Delfos para ver como terminara esto.

No le respondo nada, ni siquiera reacciono a sus comentarios, estoy muy cansado y enserio quisiera que esta vez fuera de alguna ayuda.

—Está bien pues, esta vez hare de buen samaritano —dice de la nada… casi como si me leyera la…—, si Marcos, puedo leer tu mente, o sea ubícate, estoy literalmente dentro de ella, pero como sea, seré misericordioso y te concederé un deseo.

—¿Cualquier deseo? —le pregunto con desconfianza.

—No tontito, no te vayas tan arriba, te daré a escoger entre aliviar la petrificación o tus heridas, pero piénsalo bien, tienes que…

—La petrificación —le respondo sin dudar motivado por el miedo que me provoca—, deshazte de ella por favor.

—No, no, no me estas entendiendo —me interrumpe serio—, la verdadera decisión es escoger entre confiar en las dos alimañas que llamas compañeros o empezar a valerte por ti mismo.

—¿De qué hablas? Eso no…

—Shhh, shhh, shhh —me calla poniendo su dedo en mis labios—, recuerda, estamos en tu mente, se la verdad… te sientes como el mal tercio, el que sobra, el desechable… digo, fue obvio tras la escena en los dormitorios.

—Eso fue solo… una cosa del momento —digo en un intento de convencerme a mí mismo.

—Lo ves, ni siquiera tú te lo crees, piensa un poco en las opciones que te estoy dando… se más cosas sobre tus "amiguitos" que tú, no puedo asegurar lo que harán contigo aun si la petrificación se alivia un poco, seguirás siendo un estorbo con lo herido que estas por lo que seguirías dependiendo de ellos —exclama Adler mientras se acerca flotando a mi oído con una voz maliciosa—. Si alivio tus heridas y cansancio estarás en una mejor posición, si alguien se queda atrás no serás tú y te aseguro que el otro te seguirá y obedecerá solo para no estar solo… dime… ¿Apuñalar o ser apuñalado?

Una sonrisa siniestra y pícara se forma en su cara contrastando con las supuestas intenciones de ayudar que dice tener.

—Confío en ellos —le refuto con determinación.

Adler contiene una pequeña risa ante mi respuesta.

—Si, si, lo que tú digas Marcos —exclama con un tono condescendiente dejando de flotar y poniéndose de pie frente a mi—. Terminemos con esto entonces, deberías despertar lo más pronto posible.

—¿Qué? ¿Por qué lo dices? —pregunto intrigado solo para ser ignorado.

—Yo, Adler, te ofrezco mi favor divino, elige: ¿Deseas que la petrocris… digo, la petrificación se revierta parcialmente? —pregunta mientras extiende su mano derecha hacia mí— ¿O deseas aliviar tus lesiones y fatiga? —continua mientras extiende su mano izquierda de la misma manera.

—Quiero que reviertas la petrificación.

—Cada quien elige su condena… asi que así será —responde mientras mi conciencia se empieza a desvanecer— Aaaaunque… a comparación de tus heridas lo que puedo hacer con la petrificación no es tanto, menos después de que te arrancaran todas de golpe, asi que no me culpes si mi favor divino no es taaaan efectivo… suerte, bye, bye ♪♫.

—Espera… ¿Qué…?

Tras decirme ese dato de vital importancia que omitió, todo se vuelve oscuro… ese maldito jugando conmigo de nuevo…

 

—¡Rápido! ¡Tenemos que irnos! —grita una voz que se siente muy lejana.

—¡Marcos! ¡¡Marcos!! ¡¡Despierta ya!! —esa es la voz Rubén… sus gritos se escuchan muy cerca y muy lejos al mismo tiempo…

—¡¡Tenemos que irnos!! —insiste la que reconozco como la voz de Santiago, se escucha llena de terror y conforme empiezo a recobrar la conciencia ruidos fuertes y estruendosos de fondo resuenan en mis oídos.

—Pero… Pero… —replica Rubén conflictuado…

¿Qué está pasando…?

Me levanto de golpe cuando mi cuerpo responde… la habitación está hecha un desastre aún peor que cuando llegamos. Un prominente agujero en el suelo me llama la atención, a través de él puedo ver el primer piso en incluso peor estado. En la pared hay un agujero igual de grande por el cual… la silueta inconfundible de Rubén esta por salir, sin embargo, nuestras miradas se cruzan antes de que pueda saltar.

¿Acaso… estaban por dejarme atrás…?

Un rugido descomunal me sobresalta, viene del piso de abajo, al voltear en esa dirección diviso algo realmente grande y aterrador corriendo sin control.

—¡¡¡Vente!!! —grita Rubén haciéndome señas.

Me intento levantar rápido pero la petrificación se ha extendido por mi espalda, tanto que ponerme de pie por mi cuenta me es muy difícil.

Maldito dios inútil.

Rubén corre hacia mí y me levanta de un solo jalón para que saltemos al exterior, desde donde Santiago, completamente en pánico, nos hace señas de que nos apuremos. No es tanta altura, pero con mi casi nula flexibilidad actual, al aterrizar siento el golpe en todos mis huesos.

Corremos a toda velocidad sin gastar un solo aliento en decir lo que sea, solo corremos y corremos más, lo hacemos sin rumbo alguno hasta sentirnos mínimamente seguros.

La luna ilumina nuestro camino de manera parcial pese a ya estar acercándose al horizonte. Mi reloj marca las 3 de la mañana aunque no siento como si hubiera podido dormir ni media hora. 

 

—¿Qué rayos era esa cosa? —pregunto una vez que nos aseguramos que el pequeño restaurante en que nos escondemos esta despejado.

—No sabemos, hizo un agujero en la pared y luego el piso de madera bajo sus pies se hizo polvo —me explica Rubén sosteniendo con su brazo izquierdo el extintor al que se aferró como nueva arma.

—Pero era un segundo piso… ¿Cómo pudo entrar por la pared?

—Arranco la pared como si fuera de papel… era como una monstruosa fusión entre un gorila y un toro… —añade Santiago con la mirada fija en el suelo, aterrorizado por el simple recuerdo—. Sin duda era un petrificado… pero diferente…

—Un petrificado especial… como el de antes —respondo mientras la silueta que vi en el edificio regresa a mi mente—, entre la horda que el larguirucho atrajo logre ver a uno que juraría que iba a cuatro patas, era muy robusto… podría ser el mismo…

—Imposible… —niega Rubén con un tono incrédulo pero atemorizado—, nos alejamos mucho… no nos pudo haber seguido…

—¿Una coincidencia? —sugiero nada convencido.

—Si, eso debe ser —afirma en un tono tan optimista… que suena falso.

—Deberíamos hacer guardia al dormir… por si acaso… —sugiere Santiago.

—No creo poder dormir más por hoy —digo aun agitado.

—¿Estás seguro...? Quizá deberías… descansar —contesta Rubén con un tono y una mirada… nerviosa.

—Por qué lo… —me quedo sin palabras al volverme consciente de la extraña sensación en mis brazos… muevo mis mangas y veo como la petrificación se extendió cubriendo gran parte de ellos, llegando incluso hasta mis codos. Fue solo por la frenética huida que no me había dado cuenta.

Toco las costras en mi cuello y las sigo con las yemas de mis dedos subiendo hasta… mi cara. Busco verme en el reflejo de uno de los ventanales del local solo para ver mi oreja derecha cubierta de piedra mientras la petrificación se acerca de manera peligrosa a mis ojos.

—Siempre regresa… —repite Santiago con lastima en su voz—, paso sin que nos diéramos cuenta, cuando despertamos ya estabas… asi...

—No… no debería ser así —murmullo confundido—, se supone que no sería tan efectivo… pero esto… se suponía que el la revertiría.

—¿Cómo dices? —pregunta Rubén al escucharme.

—¡Adler…! Adler me dijo que revertiría la petrificación —le respondo frustrado.

—¿Te encontraste con él? ¿Dijo algo importante? —interviene Santiago.

—Dijo que me ayudaría… pero… siempre es lo mismo con ese maldito…

—Quien sabe Marcos, quizá estarías peor —intenta animarme con su respuesta, pero no tarda en darse cuenta de que algo asi no es reconfortante en absoluto—. Creo que… lo mejor es que descansen, yo vigilare.

Me sonríe intentando mantenerse positivo… pero me es imposible sentir algo más que miseria. Ni siquiera sabemos si tengo cura… después de todo ni Adler pudo hacer algo…

 

Pese al cansancio, dormir me es imposible, no solo el dolor lo hace difícil, sino que estar escondidos en una cocina no me hace sentir nada seguro… aparte es difícil sacar de mi mente el hecho de que de haber despertado unos segundos después… me habrían abandonado a mi suerte junto a esa cosa…

¿Me vieron como una carga?

¿O me vieron como una buena carnada…?

"Apuñalar o ser apuñalado"

Las palabras de Adler se repiten en mi mente impidiéndome conciliar el sueño y solo se detienen ante el ruido de cristales rotos fuera de la cocina. Santiago despierta de golpe, ambos nos quedamos callados un par de segundos con la esperanza de que no sea nada, pero el escándalo que lo sigue nos hela la sangre.

Me levanto y tomo la primer cosa a mano, en este caso una sartén de hierro. Abro la puerta y veo ahora de manera clara a esa cosa… la descripción de Santiago era bastante acertada, un extraño monstruo de piedra con la complexión de un toro y los rasgos de un gorila.

Usando una mesa como escudo, que no durara mucho, Rubén se encuentra acorralado. Sin pensarlo alzo el sartén y lo lanzo hacia esa cosa, como era de esperar, no le hace ningún rasguño aunque si me gano su atención.

Con un solo un par de saltos recorre todo el restaurante y ante el pánico causado por ver su agilidad y destreza mi mejor plan es darme la media vuelta y cerrar la puerta de la cocina… algo no muy inteligente ya que esta solo aguanta un golpe antes de venirse abajo, no obstante, esa cosa es tan robusta que no logra pasar a través del marco de la puerta, algo que no parece comprender y embiste repetidas veces empecinado en entrar a la fuerza… lo que parece no ser imposible dado como las paredes empiezan a agrietarse.

—¡Salgamos por la puerta trasera! —le grito a Santiago.

—¡Esta bloqueada! —responde ya frente a ella forcejeando sin lograr hacerla ceder.

—¡Ustedes encárguense de eso! —nos grita Rubén montándose sobre el petrificado y alzando el extintor con su brazo bueno—, ¡Déjenme este a mí!

Empieza a propinarle varios golpes en la cara deteniendo temporalmente sus embestidas mientras Santiago y yo buscamos la manera de forzar la puerta.

—Joder… —gruñe Rubén al ser derribado hacia el interior de la cocina entre forcejeo y forcejeo.

Hay un momento de tensión en que el petrificado estruja el extintor entre sus colmillos mientras sus gruñidos reverberan en el estrecho espacio. Desconocemos si esas cosas pueden "sentir" algo, pero jurar que esta enfurecido.

Dejo la puerta atrás para alcanzar a tomar a Rubén y jalarlo lejos de la inevitable explosión del extintor, la cual no se hace esperar. En un espacio tan reducido el sonido de la explosión golpea nuestros oídos con fuerza a la vez que una nube blanca cubre la entrada.

—¡A un lado! —le ordena Rubén a Santiago mientras corremos a la salida.

—¡No! ¡Tu brazo! —intento detenerlo cuando veo sus intenciones… pero es muy tarde.

No habíamos logrado hacerle mucho daño a la puerta, sin embargo, los más de cien kilos de Rubén cargando contra ella son suficiente para abrirla de par en par.

—Mierda… —se retuerce de dolor en el suelo del callejón de afuera apretando su brazo entablillado.

—¿¡Estas bien!? —pregunto de manera estúpida.

—Pensé que usando el brazo bueno…

—Asi no funciona.

—¡Vámonos de aquí mientras podamos! —nos interrumpe Santiago con esa cosa reanudando sus golpes contra el marco para poder alcanzarnos.

—¿A dónde…? —pregunto con miedo—, es claro que esa cosa nos está siguiendo de alguna manera…

—Solo tenemos que alejarnos lo suficiente… —me responde Rubén poniéndose pie.

No hay tiempo de hacer un plan… solo podemos correr, correr y no parar, alejarnos lo más posible para dejar a esa cosa atrás ignorando el cansancio, el dolor y el miedo.

 

05 de Agosto de 2021

Día 13

Cada día es un infierno, cada día pierdo más la esperanza, cada día… empiezo a anhelar la muerte…

No hemos dejado de huir. Solo un par de horas de sueño de vez en cuando es el único descanso que hemos tenido estos últimos días, ni hablar de la comida, comemos solo si tenemos suerte de encontrar algo… dedicarle tiempo a buscarla activamente solo acorta la distancia entre el acechador y nosotros, llegamos al punto de recurrir a tomar el agua directamente del arroyo, entre arriesgarnos a una infección o que esa cosa nos alcance… la decisión no fue difícil, después de todo, el final sería el mismo.

El acechador, ese extraño petrificado cuadrúpedo, es imposible de perder o vencer. A donde sea que vayamos y sin importar cuánto corramos, termina alcanzándonos… ni con la emboscada más elaborada hemos logrado algo que no sea enfurecerlo más.

El ciclo del día y noche perdió significado, tengo el reloj conmigo, pero los números que marca no cambian nada, esa cosa no necesita dormir, asi que ya sea en la completa oscuridad o bajo el raso del sol tenemos que seguir huyendo, limitándonos a descansar tras alejarnos lo suficiente y solo hasta que nos alcance, tras lo que toca repetir todo de nuevo… un ritmo que no creo poder seguir más tiempo…

La petrificación me consume cada vez más, mi ojo fue cegado por las costras… ni siquiera sé si aun puedo decir que tengo un "ojo derecho", todo lo que es cubierto por la piedra pierde completa sensibilidad, aunque no puedo decir lo mismo de las constantes yagas que se forman por el roce entre mi piel viva y la petrificación.

 

—Rubén… ¿Podrías parar de una… maldita vez? —exclama Santiago irritado desde una de las esquinas de la tienda.

—Perdón… solo así puedo ignorar el hambre… —contesta sin energía dejando de tocar su guitarra que, de alguna milagrosa manera, sigue entera después de todo lo hemos pasado.

—El hambre y el dolor ya me ponen suficientemente difícil el dormir, como para que lo empeores.

—Ya, ya… ya lo dejo Tiago…

—Ya no tiene caso… —masculla molesto—, ya es hora de que nos movamos… no debe estar lejos…

Los tres estamos muy estresados, somos conscientes de que no podremos seguir asi por mucho… moriremos de hambre o seremos asesinados por el acechador.

Ambos se levantan sin ánimo, sin embargo, al yo intentar ponerme de pie, caigo al suelo de bruces.

—¿Estas bien Marcos…? —pregunta Rubén sin sorprenderse o siquiera voltear… supongo que verme asi ya se volvió algo normal para ellos…

—Si… solo fue… —dejo de hablar al ver mi rodilla… hace tiempo que la petrificación se estaba acercando a ella, pero ya llego al punto de que me dificulta moverla.

—¿Qué cosa?

—Un tropiezo, solo eso… —respondo de manera nerviosa…

Ambos se dirigen hacia afuera sin siquiera esperar a que me levante…

"Apuñalar o ser apuñalado"

 

Ni siquiera intentamos correr, de todos modos esa cosa nos alcanzara, por lo que es mejor guardar energías para ese momento… aunque la realidad es que probablemente yo sea la razón por la que no intentemos avanzar más rápido, aun a este ritmo me cuesta tanto trabajo como si estuviera corriendo a toda velocidad, ahora más a causa de mi rodilla.

—¿Pasa algo…? —pregunta Santiago al notar mí intento de disimular la cojera.

—Solo un calambre… no es nada —respondo intentando sonar convincente.

—Tenemos que dar media vuelta… —Rubén, quien va a la cabeza, se detiene en seco y nos interrumpe hablando entre susurros—, puedo ver al acechador a unas cuadras delante.

—Eso es… imposible… —dice Santiago aterrorizado.

—Lo estoy viendo con mis propios ojos…

—No, no… es imposible… —repite temblando—, si tú estás viéndolo frente a nosotros… ¿Qué es lo que yo veo viniendo detrás…?

Siguiendo su mirada veo al acechador a lo lejos corriendo en nuestra dirección… pero al voltear hacia donde lo hace Rubén también está la inconfundible figura de un acechador deambulando unas cuadras delante.

—Hasta aquí llegamos… —suspiro derrotado con la misma expresión de desesperanza de ellos dos.

—¡Me niego a morir aquí! —refuta Rubén decidido—, rápido, entremos al edificio de enfrente y subamos a la azotea.

Sin esperar nuestra respuesta cruza la calle y entra por un ventanal roto, ambos lo seguimos por inercia pero con la misma palidez en nuestros rostros, sabemos que las escaleras no son un obstáculo para un acechador… lo hemos aprendido a la mala.

—Es un pésimo plan… —dice Santiago con la voz quebrada—, ganaremos un poco de tiempo… ¿Pero luego qué? Apenas y podíamos contra uno… pero dos… ya no hay nada que podamos hacer…

—Ustedes síganme —nos ordena buscando las escaleras—, si subimos a la azotea y saltamos entre edificios quizá podamos dejarlo atrás, quizá asi pierda nuestro rastro… o en el peor de los casos lo hacemos caer.

Sin duda es un pésimo plan, pero es lo único que tenemos, no obstante, al subir los primeros escalones me doy cuenta de que ni siquiera sé si lograre subir hasta arriba con mi rodilla en este estado… ¿Y luego saltar? Es imposible que yo…

Quizá… quizá ese es el verdadero plan…

"Apuñalar o ser apuñalado"

 

—¿¡Qué haces Marcos!? No tenemos tiempo que perder —me cuestiona cuando llegando al tercer piso me detengo y me siento en el suelo.

—Olvídalo… —respondo cansado mientras intento recuperar el aliento—, yo ya… ya no puedo.

—¡Déjate de estupideces! Tenemos que seguir —insiste con impaciencia.

—Rubén… —lo veo directo a los ojos a lo que se queda callado—, yo ya no puedo seguir…

Levanto mi pantalón, mostrando mi rodilla a medio petrificar y cubierta de sangre el roce constante.

—No tenemos idea si esto es reversible… y solo seguirá empeorando… no quiero terminar como una carga, asi que hasta aquí llego yo.

—No, no, no, no, no, no —se niega como si le estuviera contando una mala broma.

—Rubén… tienen que irse —le digo con una voz tranquila.

—¡No! Debe haber alguna manera…

—Rubén… es su decisión… sé que es difícil, pero tenemos que respetar eso —interviene Santiago posando su mano en su hombro.

—¡Que no! Podemos…

—Rubén… —lo interrumpo.

—¡Silencio Marcos! Déjame pensar… —me interrumpe de vuelta—, si te llevo en mi espalda…

—Rubén…

—Puede ser doloroso pero podría lanzarte a la otra azotea…

—Rubén…

—Al final saltare por mi cuenta, repetimos y…

—¡Basta! —espeto—, prefiero quedarme aquí por mi propia voluntad… y no ser dejado atrás en un momento de crisis.

Su mirada se llena de angustia y desesperación al no saber cómo responder.

—Pero… —le es imposible decir algo, sabe que no hay nada más que se pueda hacer.

—Esto no tiene que ser un adiós, si se van ahora y despistan al acechador luego nos podremos reencontrar —le miento descaradamente con una sonrisa falsa—, es buen plan ¿No?

—Es cierto, será solo un hasta luego, por ahora lo mejor será dividirnos —Santiago entiende mis intenciones y me sigue la corriente.

—Quizá… tienes razón…—dice Rubén con una mirada triste y una sonrisa poco convincente—, ya que nos encarguemos del acechador… regresaremos a por ti…

—Suena como un buen plan, entonces nos vemos —le digo continuando con la mentira para que se vaya de una vez.

—Si… nos vemos… —responde con una expresión vacía.

—Lo siento… y… gracias… —me dice Santiago en voz baja mientras se despide con un poco de pena en su mirada…

—Adiós… —me despido de ambos mientras suben las escaleras…

Me recargo contra la pared y cierro los ojos… por primera vez en días puedo relajarme tras tanto tiempo torturándome con el miedo de ser abandonado… supongo que esto es lo mejor, si este iba a ser el final prefiero que sea bajo mis propios términos.

"Apuñalar o ser apuñalado"

Me niego a aceptar lo que dice ese dios inútil, siempre existe una tercera opción…

—¿La de sacrificarte por los demás como un mártir? —dice el dios inútil en cuestión, que, pese a que sigo despierto, puedo escuchar como su voz resuena en mi cabeza—, esas son patrañas.

—Déjame descansar…

—Pudiendo traicionarlos para sobrevivir o como mínimo luchar hasta que te dejen atrás decidiste solo dejar de jugar y rendirte… eso es taaaan patético.

—¿Te duele saber que estabas equivocado?

—¿¿Perdoooon?? ¿Equivocado en qué? —refuta ofendido como una diva.

—Disfrutas viendo a los demás sufrir y te convences de que a los humanos también… —respondo en voz alta sin abrir los ojos—, pero de esta manera nadie sufrirá… yo decido quedarme atrás y ellos no tendrán que cargar con ninguna culpa.

—Uy si, que heroico de tu parte —responde con sarcasmo— ¿Así que si ahora te ofreciera salvarte te negarías con tal de mantener tu benevolente sacrificio?

—Si no tuviste el poder de aliviar la petrificación hace días, no tienes nada que hacer contra mi condición actual, acéptalo, no eres un dios tan grandioso como dices —me burlo de él haciéndolo refunfuñar con indignación.

—Eso no tiene nada que ver, además, es otro tipo de trato el que tengo para ofrecerte.

—Deja los juegos, solo quiero un poco de paz.

—Andaleee, no tienes otra cosa que hacer de todos modos —insiste como un niño haciendo pucheros—, de hecho, no tengo porque preguntarte, no es como si pudieras callarme.

—Eres un dolor de cabeza…

—Y a mucha honra, pero pasemos a lo bueno, yo, Adler, te ofrezco mi favor divino, elige: ¿Deseas que te ayude a calmar el dolor? Acelerando la petrificación de manera indolora —pregunta mientras una luz se ilumina en mi conciencia— ¿O deseas que acabe con todo esto? Deteniendo tu corazón y con él, tu existencia en este plano terrenal —continua mientras una segunda luz aparece al lado.

—¿Qué clase de opciones son esas?

—Lo que deseabas: paz… del tipo eterna.

—En ese caso… termina con esto, no quiero convertirme en un petrificado —le digo aceptando que es el final.

—Sabes, detener tu corazón no es algo indoloro, digo, nunca me ha pasado, pero juraría que es doloroso —añade en un intento de convencerme de lo contrario—, además, ¿No piensas en mí? Sin ti tendría una fuente de entretenimiento menos, si te conviertes en esas cosas aún podría ver como termina todo esto, que tan lejos llegas o a cuanta gente matas.

—Me das asco… solo acaba con esto —le repito con firmeza.

—¿Con "Esto"…? —pregunta Adler lentamente—, o sea, cuando hablas de "esto" ¿Quieres decir que acabe con "este" trato y tome la decisión por mi cuenta? A la orden.

—¿Qué? No, no quiero eso, no… —su "presencia" desaparece de mi mente dejándome hablando solo—, Adler, no te atrevas, por una maldita vez no seas un…

Una sensación extraña en mi piel me hace abrir los ojos, la petrificación se extiende por mi cuerpo como si tuviera vida, sube por mis piernas, mis brazos, mi cuello, mi cara…

—Maldito seas… eres un hijo de… —las costras sellan mis labios para después sumirme en la oscuridad al alcanzar mi otro ojo.

En cuestión de minutos, cada centímetro de mi piel ha sido cubierto, inmovilizándome en el proceso. Tras unos minutos muy claustrofóbicos… siento como mi "interior" se empieza a petrificar.

El cómo la piedra atraviesa mi piel y lentamente consume mi interior es una sensación muy desagradable y difícil de describir. Lo que antes pensé que era estar paralizado pasa a ser una nimiedad cuando cada fibra muscular se petrifica, como el respirar comienza a volver aún más difícil conforme mi garganta y pulmones se detienen llevándome a una asfixia dolorosa y aterrorizante que parece durar una eternidad.

 

 

"No quiero morir…"

 

 

Las últimas palabras en el diario de aquel hombre vienen a mi mente como un recuerdo desagradable… pensé que yo ya me había mentalizado… pero… supongo que nadie está realmente preparado …

 

 

 

 

 

Yo tampoco quiero morir…

 

 

 Estoy asustado…

 

 

 Duele…

 

 

 Rubén…

 

 

 Quien sea…

 

 

 

 

 

 

 

Por favor ayúdenme…