Una vez que termino de desayunar el profesor se mantiene en silencio bebiendo su té, por mi lado, intento ordenar mis pensamientos acerca de que más podría preguntarle, entre ellos esta hablarle sobre Adler… pero me es imposible no recordar la reacción de Santiago cuando les conté y tratándose de un "hombre de ciencia" como dice, quizá piense que estoy loco si le digo… será mejor guardármelo por ahora.
—El muro se ve muy sólido y con acabados muy detallados, ¿Hicieron todo eso a mano? ¿De dónde sacaron tanto cemento por aquí?
—Empezó como la mejor manera de despejar la escotilla que da al sótano, si alguna vez te diste un paseo por este rumbos recordaras que la escotilla no estaba en el exterior, estaba dentro de un almacén.
—Cierto… —respondo apenas percatándome de ello.
—Fuimos apilando escombros y con unos pequeños trucos que te enseñare más adelante lo convertimos en lo que es —me explica a medias dejándome intrigado—, aunque me llevo el crédito sobre tu halago acerca de los acabados, mis estudios en arquitectura han demostrado ser bastante útiles estos meses.
—¿Es arquitecto? ¿Ser maestro de cálculo no está un poco alejado de ese campo? —pregunto olvidando lo demás.
—En efecto, aunque no son materias tan distantes como podrías pensar, lo cierto es que mi objetivo no era ser maestro… eso cambio tras conocer a quien fue mi esposa, fui contagiado por su pasión por la pedagogía, ella me hizo darme cuenta que era más satisfactorio hacer crecer y sonreír a las jóvenes promesas del mañana en vez de solo hacer casas y edificios para empresarios o gente adinerada —sus ojos brillan acompañados de una sonrisa mientras habla.
—Y ella… ¿Dónde está? —pregunto con miedo de arruinar el ambiente.
—Debe estar la ciudad vecina a unos kilómetros al norte, no tengo ninguna manera real de saber cómo le está yendo… pero sé que está bien, es una mujer fuerte, primero nos moriremos todos antes de que ella permita que algo le suceda a Nick.
—¿Nick?
—Mi hijo, Nicolás tercero, pese a tener apenas 12 años es muy valiente e inteligente —exclama con orgullo—, ellos dos son mi motivación para luchar cada día y enfrentarme a lo que sea.
Saca una foto en no muy buen estado del bolsillo de su camisa, se puede ver a un niño sonriente acompañado de un hombre y una mujer, supongo que son él y su esposa, aunque por el mal estado en que esta es difícil estar seguro.
El profesor continua hablando a rienda suelta de su familia, o más bien sobre su hijo: "El mejor de todos los niños exploradores", "Un experto en clave morse" y "Muy inteligente para su edad" son algunas de las maneras en que lo alaba, y ciertamente, con lo que me cuenta suena como un niño sobresaliente. Continua asi hasta que se percata de que lleva hablando sin parar bastante tiempo.
—Lo siento Marco… realmente los extraño… —se disculpa con un poco de tristeza—, háblame un poco de ti ¿Tienes alguna idea de donde puede estar tu familia?
—Pues… —preferiría que siguiera hablando sobre sí mismo...—, no tengo idea de donde está mi padre, ni siquiera se en donde podría haber estado el día que inicio todo, viajaba mucho por lo que el que haya estado aquí o al otro lado del país es igual de posible… no hablábamos muy seguido.
—Donde sea que este debe estar intentando llegar a ti.
—No lo sé… ser padre nunca fue una prioridad para él, los negocios si —respondo con apatía—, sobre mi madre se aún menos, se divorciaron hace más de 15 años y no la he vuelto a ver desde entonces.
—Bueno… perder a la mujer que amas puede ser muy difícil de superar, quizá él también ha pasado por muchas cosas.
—No creo, mi padre no es de ese tipo, solo le importan la política y el dinero.
—A veces los padres no sabemos cómo acercarnos a nuestros hijos, a su manera él…
—No necesita consolarme o algo parecido —lo interrumpo al saber exactamente que sermón me dirá, he pasado por suficientes consejeros escolares para saberlo—, después de tantos años no es algo que me aqueje, he aprendido a sobrellevar la situación y sé que si no estoy en un internado o en algún lugar lejos de él es porque a veces le conviene jugar la carta de padre ejemplar por su imagen política, aun si eso conlleva inscribirme en una escuela diferente cada pocos meses.
—¿Entonces por eso te integraste a mi clase tan tarde?
—Si y para estas fechas probablemente ya estaría en otra escuela a cientos de kilómetros de aquí… —digo mientras miro al suelo con un amargo sabor de boca.
—¿Y tus colegas? ¿Buscaban a sus familias? —pregunta tomándome desprevenido.
—Yo… no lo sé —respondo intentando recordar si alguna vez mencionaron algo—, en realidad no se mucho sobre ellos o sus familias… no éramos realmente "amigos", más bien solo… compañeros.
—Ya habrá una oportunidad para que les preguntes —exclama intentando animarme—. En cuanto los encontremos podremos salir de este foso.
—¿Por qué lo llama foso? —pregunto intrigado pero principalmente para cambiar el tema.
—Porque literalmente estamos en uno —responde de manera simple—, quizá no lo hayas notado pero toda la ciudad se hundió unos cuantos metros, lo puedes comprobar mirando hacia el horizonte, se ve más cercano que antes.
—Honestamente… esa era la última de mis preocupaciones.
—Lo sé y lo entiendo plenamente, no obstante, no hay peor cosa que la ignorancia, ya que si observas lo que hay más allá entenderás que no todo está perdido… ¡Asi que vamos a verlo! —exclama fervientemente.
—¿Ver qué cosa?
—El verdadero mundo que nos rodea, literalmente —explica poniéndose de pie—, sígueme, no tardaremos nada.
El profesor camina hacia el muro, saliendo al exterior sin ningún tipo de arma o protección.
—¿Es seguro…? —pregunto un poco atemorizado—, vamos desarmados…
—Yo soy mi propia arma blanca —responde con firmeza para después reírse—, además es aquí a unos pasos.
Sin más remedio sigo sus pasos y nos dirigimos al edificio de al lado, es bastante alto, aunque parece ser debido a que la tierra bajo él se alzó un par metros, lo que me hace pensar que sus cimientos no deben ser los más estables.
El profesor no parece darle importancia a ese detalle y empieza a subir por las escaleras para incendios que están a un costado. Me explica que ya despejo todo el lugar dejándolo libre de "cristalizados", como los llama él, y que debido a unos derrumbes en los últimos pisos solo es posible acceder a la azotea por aquí.
—¿No es mejor un refugio en una azotea en vez de un sótano? —pregunto concentrando mi mirada en mis pies y nada más.
—En efecto, si solo hubiera cristalizados normales sería una buena idea, pero ya conociste a los sabuesos, son todo terreno, también están los esqueléticos, los colosos, los aulladores, los segadores y quizá muchos otros de los cuales no tengamos idea —su respuesta solo me genera más angustia al escuchar de la existencia de cristalizados a los que bautizo con nombres poco amigables—, y ni hablar de los terremotos, no sé si ya has experimentado alguno pero debes de saber que esos y los lugares altos no van bien juntos.
—Las alturas y yo tampoco vamos muy bien juntos… —añado sujetándome con fuerza del barandal intentando ignorar lo mucho que tiemblan las escaleras.
—No te preocupes, ya estamos aquí —dice dando un paso hacia la azotea.
Un frio viento sopla con fuerza, más allá de eso no hay nada especial, el horizonte se ve como… el horizonte.
—¿Qué es lo que debo de ver? —pregunto mientras miro a mi alrededor solo viendo lugares nublados a lo lejos.
—Concentra tu vista en dirección al norte.
—Y… ¿Cuál es el norte? —pregunto un poco avergonzado.
—El sol sale por el este, gira 90° hacia la izquierda y estarás viendo hacia el norte.
Siguiendo sus instrucciones al pie de la letra, eso creo… sin embargo, en principio no veo nada especial, aunque… a lo lejos, una parte de la ciudad está sumida en la oscuridad. Una cantidad ingente de nubes se arremolina sobre esa zona en la que parece no dejar de llover… no… ¿Nevar? Imposible.
—Usa estos —me extiende unos binoculares que ni siquiera note que traía consigo.
Con ellos confirmo mis sospechas, el norte está bajo una inexplicable nevada, no hay señales de las extrañas estalagmitas de piedra que se pueden encontrar por aquí asi como tampoco arboles petrificados… en cambio, hay hielo por doquier, cubriendo las calles y construcciones o en forma de carámbanos colgando de todos lados.
—¿Nieve? ¿En esta zona del país? ¿En estas fechas? —pregunto consternado.
—Ahora al sureste.
El profesor me toma de los hombros y me gira poco menos de 180°. Frente a mi ahora hay un escenario muy diferente, sin petrificación ni nieve, pero al poner un poco de atención es posible ver algo que solo puedo describir como una intensa tormenta de polvo y… No puede ser…
Hay carros… malditos carros elevándose por los aires…
—Esto es… absurdo —bajo los binoculares boquiabierto.
—Esto es el mundo real, como puedes observar, hay una zona nevada y una que solo puedo describir como de vientos huracanados, siguiendo el patrón, en algún lugar puede haber surgido actividad volcánica igual de inexplicable, eso haría sentido para completar los cuatro elementos —dice con total seriedad, para luego cambiar a un tono más animado—. Ahora toca un examen sorpresa.
—¿Cómo?
—Primera pregunta, aparte de los cristalizados y los terremotos ¿Cuál es la mayor amenaza en nuestros alrededores inmediatos? —aunque me toma por sorpresa intento pensar en una respuesta rápido.
—La falta de comida, no hay animales para cazar, ni tierra para cultivar, los enlatados y conservas no duraran para siempre.
—Correcto, 10 puntos, la única fauna que podemos encontrar son aves que sobrevuelan a demasiada altura para ser cazadas —dice mientras apunta hacia el cielo, hasta ahora no he visto pájaros, pero tampoco los he buscado—. Siguiente, misma pregunta pero ahora considera al área nevada.
—Bueno… no creo que ninguna planta pueda crecer allí.
—¿Y fauna?
—Podría haber… aunque no creo que muchos animales hayan podido adaptarse al frio que debe de hacer allí, quizá algunos cuantos con suerte…
—Buena suposición, 8 puntos, te falta hablar con firmeza acerca de tus ideas —me desconcierta un poco su manera de calificar—, siguiente, continuamos con la misma pregunta pero ahora en la zona de viento.
—Es difícil decirlo… hay coches elevándose por los aires… pero dentro de los edificios o casas podría haber animales escondidos, incluso podría plantarse algo dentro de las casas.
—Incorrecto, ráfagas de viento capaces de levantar coches destrozarían cualquier ventana, desertificarían cualquier zona fértil y probablemente secarían cualquier rio o arroyo —me corrige al instante—. Ultima pregunta, ¿Cuál sería el mejor lugar para vivir?
—La… ¿Nieve…? parece la menos peligrosa… creo…
—Incorrecto, era una pregunta capciosa, ninguno de los tres lugares es idóneo.
—¿Podemos dejar este juego de lado? —exclamo un poco frustrado—, si ninguno es bueno ¿Entonces cuál es el punto?
—El punto es que no te limites solo a lo que ves, después de todo hoy en la mañana sabias que el mundo se había petrificado, hace unos segundos sabias que existían otros dos tipos de "biomas", quien sabe que sabrás mañana —exclama buscando algo con los binoculares—, ahora mira en esta dirección y dime que ves.
Me los pone en los ojos y gira mi cabeza en la dirección exacta que él estaba viendo, donde colindan la zona de nieve y la de viento.
—Veo… ¿¡Verde!? Esta muy a lo lejos pero veo… ¿Vegetación?
—En efecto Marco, tras buscar por horas algún indicio de una zona habitable descubrí aquel lejano lugar. Es difícil determinar su extensión, pero si crece vegetación, la vida es posible.
—Entonces… ¿Cuándo se refería a salir de este foso…?
—Me refería a literalmente salir de este foso con aquella zona como nuestro destino.
—Pero… ¿Cómo?
—La respuesta se encuentra abajo —me responde a la vez que da media vuelta y camina hacia las escaleras.
Al fin de nuevo a nivel de suelo, continua caminando sin decirme nada más hasta llegar al estacionamiento bajo techo que tiene el edificio. Por todos lados hay chatarra y coches destartalados, excepto por un par de camionetas que destacan por tener las ventanas y los parabrisas protegidos con barrotes soldados a la carrocería, asi como una defensa frontal que recuerda a la de un quitanieves aunque saltaba a la vista que una estaba apenas a medio terminar.
—Impresionante…
—En efecto, son el resultado de un arduo trabajo que inicio desde el día uno… aunque últimamente apenas y he podido hacer algo, quien sabia de mecánica automotriz era la profesora Cruz —explica mientras le da unas palmadas a la carrocería—, por eso tuve que dejar de lado la segunda, no hay mucho que pueda hacer con respecto al motor, la transmisión y todas esas partes de las que carezco de conocimientos detallados.
—¿Porque haría falta más de una?
—Veras, Cruz era el tipo de persona cuyo lema era "Persona precavida vale por dos", por lo que trabajó a la par en ambas pese a mi insistencia respecto a enfocarnos en solo una para ser más eficientes.
—¿Pero esta de aquí funciona? —pregunto señalando la que se ve en mejor estado.
—Por supuesto, funciona a la perfección, no obstante, por alguna razón la radio no parece sintonizar ninguna estación —dice haciendo una broma muy mala.
—Entonces, ¿Porque usted sigue aquí?
—Aún quedan algunos detalles que afinar con respecto a la seguridad de la camioneta, no podemos subestimar a los cristalizados —explica sin entrar en detalles—, pero la razón fundamental es la escasez de combustible, las estimaciones que hicimos Cruz y yo dictan que son necesarios alrededor de 30 litros mínimo.
—Es poco…
—En efecto, no es mucho ya que solo estamos contemplando llegar hasta la ciudad vecina asi como diversos percances que podrían surgir en el transcurso.
—Me refiero a que son pocos litros… con la cantidad de carros abandonados en las calles debería ser sencillo conseguir eso en un día, el problema sería encontrar la manera de sacarlo… sé que hay un truco con mangueras pero…
—Oh, no, sacar el combustible no es problema, Cruz me enseñó a la perfección, el verdadero contratiempo es que ambas funcionan a base de diésel y no de gasolina.
—¿Qué? —respondo confundido— ¿Por qué diésel? Es menos común, ¿Por qué complicarse?
—Use ese mismo argumento contra Cruz, pero logro convencerme al final —continua su explicación recargándose en la camioneta—, en pocas palabras, se supone que es una mejor alternativa a largo plazo, un motor a diésel es más confiable y con más torque, también se conserva mejor que la gasolina, ya tarda más en degradarse.
—Creo que entiendo… —al menos la parte de que quien sabia de coches tomo esa decisión y no soy quién para cuestionarla—. ¿Pero porque tantas defensas? ¿También hay petrificados en la zona nevada?
—Esa es otra razón por la cual bautizamos a los cristalizados con dicho nombre, el problema con el término "petrificado", o términos que hagan referencia a la piedra en general, es que solo toma en cuenta a aquellos que se encuentran esta zona.
—Diablos… —maldigo comprendiendo la respuesta a mi pregunta anterior.
—El termino no toma en cuenta a los cristalizados de hielo, viento o cualquier otra variante que estos entes violentos tengan y que desconozcamos.
No puedo evitar sentirme decepcionado, tuve la efímera esperanza de que dejando este lugar atrás no tendríamos que seguir lidiando con esas cosas.
—Ok, lo capto —respondo tras unos segundos— ¿Entonces qué sigue?
—¡Empezar con tu entrenamiento ipso facto!
—¿Itzo facdo?
—Ipso facto, inmediatamente —me aclara—, continuar con la búsqueda de combustible es importante, no obstante, para ello necesitas poder defenderte lo cual nos lleva al verdadero primer paso: conseguir cristales, necesitamos un par para tu entrenamiento.
—Con conseguirlos se refiere a que… ¿Ira por petri… digo, cristalizados?
—Iremos —me corrige para mi mala suerte—, vayamos de una vez.
—¿¡Ya de ya!? —pregunto sin estar preparado mentalmente para ello.
El profesor empieza caminar a paso veloz en dirección opuesta al refugio y de nuevo, sin más remedio, camino detrás suya.
Tardamos un rato en dar con un par de ellos, en palabras del profesor, dada la poca afluencia de gente en esta zona durante la explosión y por la nueva topografía, los cristalizados no suelen vagar por aquí.
—¡Al fin! —exclama aliviado sin aminorar el paso, se dirige hacia ellos sin ningún cuidado ni atisbo de duda—, nos viene de perlas que sean dos, toma nota Marco.
Ambos cristalizados se percatan de su presencia y arremeten contra él mientras gruñen, sin embargo, él ni se inmuta, se mantiene firme mientras sus brazos empiezan a cubrirse de costras de piedra igual que ayer.
El primero de ellos ataca con un zarpazo, el cual es evadido ágilmente por él, quien de inmediato responde pateando su tobillo y haciéndolo caer al suelo, propinándole un buen golpe en la nuca en el proceso usando la maza con pinchos que cubre su mano.
El segundo no se mantiene quieto e intenta atacarlo de la misma manera, pero esta vez, en lugar de esquivarlo, contrataca con su maza haciendo polvo el brazo de piedra, continua con un segundo golpe directo hacia su pecho haciéndolo pedazos.
—¡Atrás! —le advierto del otro que se levantó de un salto.
El profesor se da la vuelta y se cubre con su brazo izquierdo formando un escudo de piedra, para acto seguido, reemplazar la maza por una lanza y abrir el pecho del cristalizado con una estocada.
En menos de un minuto acabo con dos de esas cosas a la vez… algo que hace un par de días me hubiera parecido imposible.
—¡Eso fue increíble! —exclamo acercándome.
—Cuidado, aun no se acaba.
Da un paso hacia el que apuñaló primero, desde donde estoy soy capaz de ver un brillo proveniente del pecho de esa cosa, algo que obviamente el profesor también nota y se agacha a su lado.
—Justo en el blanco —dice tras sacar un par de cristales—. Estos son los restos de su núcleo, siempre hay que cerciorarse de que se haya roto.
Volteo hacia el otro cristalizado, con un solo golpe le causó gran daño, pero no el suficiente para acabarlo, se mueve de manera errática mientras se regenera.
—Acércate, está controlado —me habla con una tranquilidad que contrasta con la rudeza que usa para perforar el cráneo de esa cosa—, entre más daño reciben más tardan en regenerarse, más si es en su cabeza.
—Si… eso si lo sabía… —me acerco con cautela, después de todo sigue… "vivo".
—Mientras el núcleo no sea dañado seguirá regenerándose hasta quedarse sin energía… al menos en teoría, seria improbable que puedan hacerlo infinitamente.
—Entiendo… —respondo aun sorprendido por el increíble daño que le hizo de un solo golpe.
—Tenemos la ventaja de que todos tienen su núcleo en la misma zona —me explica mientras atraviesa el pecho de piedra justo en el medio.
—En el mismo lugar que el corazón…
—En efecto.
Veo de primera mano cómo saca unos cuantos cristales de diferentes tamaños, todos de un intenso tono morado pero que se tornan a un azul más suave en cosa de segundos.
Durante las siguientes horas continuamos "cazando" cristalizados, tiempo durante el cual el profesor me demuestra el amplio alcance que tiene la cristalización, desde convertir su brazo en todo tipo de armas, hasta crear una compleja "garra", que se asemeja a aquellas hidráulicas que usan en la excavación, ideal para inmovilizarlos.
Tampoco desperdicia la oportunidad para convertir esto en una clase acerca de cómo pelear contra estas cosas. Lo primero que se tiene que hacer es asegurarse de tener en la mira a todas las amenazas para no ser tomado por sorpresa, luego, no importa la cantidad de cristalizados, centrarse en "neutralizarlos", es decir, hacerles suficiente daño para abatirlo o inmovilizarlos de una manera u otra
¿La manera más fácil? En palabras del profesor:
"Rompiendo el eslabón más débil, y en el caso de nosotros y cualquier organismo con algo semejante a un esqueleto o exosqueleto ese eslabón siempre serán las articulaciones"
Una vez que todos estén inmóviles, dar el golpe de gracia y asegurarse de recoger el núcleo es el último paso. La manera en que lo explica lo hace parecer sencillo… y la manera en que acaba con ellos en un abrir y cerrar de ojos lo refuerza, pero no me veo peleando mano a mano contra esas cosas, el profesor Nicolás debe ser una especie de prodigio en las artes marciales o algo asi.
Regresamos al refugio y me siento cansado pese a que realmente no hice nada, por lo que mientras él guarda los cristales y se pone a ver que comeremos hoy aprovecho para sentarme y descansar un momento.
No puedo evitar pensar en Rubén y Santiago… por un lado es un alivio saber que ya no deben estar siendo perseguidos por el "sabueso", ya no tienen que correr sin parar, sin embargo, tampoco puedo evitar sentir una extraña… culpa.
Gracias al profesor estoy en un lugar seguro sin preocuparme de comida o agua… si no nos hubiéramos separado, si no me hubiera rendido en aquel momento… quizá los tres estaríamos aquí.
—¿Pensando en tus colegas? —me pregunta mientras me da un plato de sardinas guisadas con champiñones.
—¿Por qué lo dice? —respondo intrigado por el hecho de que parece leerme la mente a cada rato.
—Después de tantos años siendo maestro uno aprende a leer a los jóvenes con solo escudriñar sus rostros —responde mientras empieza a comer—, aunado a eso, tras lo que me comentaste sobre tu familia, no es muy difícil inferir que quienes más te preocupen actualmente sean tus amigos.
—No sé si podría llamarlos "mis amigos"… —reitero—, los conocí hace poco, solo pasábamos tiempo juntos de vez en cuando…
—No existe libro que dictamine lo que es la amistad, de hecho, en momentos difíciles como estos, hasta meros desconocidos se pueden volver cercanos en cuestión de días —responde con una afabilidad reconfortante—, en realidad eso aplica siempre, el tiempo no fortalece o debilita los lazos, nuestras acciones y actitudes sí.
—En cualquier caso… no puedo evitar pensar en ellos, nos separamos y no tengo idea si siquiera siguen… —no logro terminar mi frase, solo empeora el cómo me siento por la decisión que tome en ese momento.
—Sientes culpa ¿No? —me pregunta ganándose mi atención e intriga de que realmente pueda leer mi mente—, existe algo llamado la culpa del superviviente, en la que aquellos que, valga la redundancia, "sobreviven" a algún incidente traumático sienten que no lo merecen, pero Marco, el mundo es caótico, el quien vive y quien muere a veces solo parece un capricho del universo por lo que pensar en el "hubiera" no sirve de nada.
—¿Entonces qué? ¿Cuál es la solución?
—No existe… o si lo hace, la desconozco —responde con un tono más lúgubre, aunque cambia a uno más positivo de inmediato—, hay maneras de sobrellevarlo, para mí, como hombre de ciencia, abrazar el caos es de alguna manera reconfortante, nuestra mera existencia es el resultado de un sucesión de eventos improbables y esta cesara de la misma manera.
—Eso suena… muy frio —respondo no muy convencido de poder ver la vida asi.
—Lo sé, no es como realmente pueda aceptar e interiorizar esa verdad yo mismo, pero solo con lograrlo un poco te permite deshacerte de las ataduras del pasado, él hubiera no existe y lo que paso ya paso, solo nos queda recordar a quienes se quedan atrás y cargar con el peso de sus voluntades —añade mientras me da un vaso de agua—, asi que vivamos al máximo y sin remordimientos, siempre dando una mano a quien lo necesite.
—Es difícil pensar que pueda existir gente tan bondadosa como usted y a la vez aquellos que no dudan en usar la fuerza para conseguir lo que deseen a expensas de los demás —exclamo mientras recuerdo con amargura el encuentro con aquellos ladrones que fue lo que nos llevó a la miseria.
—Me halaga que pienses de mí de esa manera… no obstante, no existe gente santa o maldita, solo gente —el profesor se queda unos segundos meditando como proseguir—. ¿El ser humano es inherentemente bueno o malo por naturaleza? Esa pregunta se ha mantenido sin respuesta desde hace siglos y seguirá así para siempre, todos somos bondadosos y egoístas a la vez, somos una existencia caótica… se han cometido atrocidades en el nombre de dios y del amor, a la vez que se han cometido gestos benevolentes con las peores intenciones, por lo que el concepto del bien y el mal es subjetivo y todo se reduce al mañana que quieras alcanzar.
—¿Y cuál es el mañana que usted desea?
—Un mañana mejor que el ayer, uno en el cual mi hijo y mi esposa puedan ser felices —responde con una amplia sonrisa mientras ve el cielo—, para ello tenemos el "hoy", para reconstruir este mundo que ahora está de cabeza, eso solo lo lograremos mediante la unión y cooperación, después de todo son las herramientas milenarias definitivas con las que la humanidad cuenta.
Sus palabras me recuerdan a Rubén, ya que pese a ser muy diferentes, comparten esa inconmensurable positividad natural que los hace ver el futuro con brillo en sus ojos.
Aun con nuestros platos vacíos continuamos platicando durante un tiempo, me cuenta sobre la profesora Cruz y como construyeron este lugar, inevitablemente yo termino hablando sobre los días que pase con Rubén y Santiago… un tema que hubiera preferido no tocar pero que me fue difícil de evadir con sus constantes preguntas.