¿? De ¿¿¿??? De ¿¿??
Día ¿?
¿Qué paso?
¿Dónde estoy?
¿Soy un petrificado?
¿Estoy muerto?
Lo último en mis recuerdos una extraña sensación de calidez en mi pecho, justo cuando sentía que mi mente se desvanecía tuve una sensación de libertad y paz que di por hecho que era la muerte.
Abro mis ojos lentamente… pero lo único que veo es un techo de concreto y una lampara fluorescente sobre mí. Aun desorientado y acostumbrándome poco a poco a luz me siento y veo a mi alrededor, siendo lo primero que llama mi atención, la silueta de un desconocido frente a mí.
—¡Nombre, edad y producto de 37x4! —me grita apuntando el cañón de una escopeta a pocos centímetros de mi cara.
—¿¡Eh!? —exclamo asustado al ver el arma y notar que algo me impide mover mis brazos y piernas.
—¡Nombre, edad y producto de 37x4! —repite impacientemente con una voz grave pero no tan rasposa como podría esperar dada su abundante y canosa barba.
Me retuerzo asustado intentando liberarme, pero las cadenas que me retienen lastiman mis muñecas… Espera ¿Me… lastiman?
Dirijo mi mirada a mis manos… están completamente libres de costras de piedra al igual que mis brazos, piernas y todo mi cuerpo.
—¡¡Nombre, edad y producto de 37x4!! ¡¡No lo repetiré de nuevo!! —el hombre da un ultimátum con aun más impaciencia poniendo su dedo en el gatillo del arma.
—¡Marcos! digo, ¡Marco! tengo 21 años, no dispare —respondo de inmediato
—¡Producto de 37x4! —vocifera sin apartar el arma ni un milímetro
—¿¿Cómo?? —respondo desconcertado a lo que él pone el cañón directo en mi frente—, es… es… ¿148?
El hombre aparta la escopeta de mi cara con un suspiro de alivio… aunque soy yo el que debería suspirar.
—Te pido una disculpa por tal recibimiento de mi parte —se disculpa con una voz suave y un tono muy elegante que contrasta con toda la situación—, no obstante, era imperativo confirmar que estuvieras en pleno uso de tus facultades.
El hombre se acerca a mí y empieza a quitarme las cadenas, la situación me tiene tan perplejo que ninguna palabra sale de mi boca… sin embargo, al verlo más de cerca noto que no es tan viejo como sus canas aparentan, quizá este entre los 45, pero es difícil asegurarlo, tiene los músculos y el físico de un deportista de 25, y aun con eso, lo que más me extraña es lo pulcro y limpio que se ve, con una camisa y un chaleco en perfecto estado asi como una barba muy bien cuidada…
¿Quién diablos es esta persona?
—Has de estar desconcertado, después de todo estuviste a poco de ser consumido por completo —dice dándose la vuelta y sirviendo algo caliente en un par de tazas—, no obstante, tuviste mucha suerte muchacho.
—¿Suerte? —logro salir de mi desconcierto solo para cuestionar esa afirmación tan estúpida.
—En efecto, te encontré en la última fase de la cristalización, incluso dude en socorrerte debido a que considere que podría ser muy tarde —sus palabras me confunden un poco pero creo saber de qué habla—, toma esto, te servirá para despejarte.
Me extiende una de las tazas humeantes, en principio dudo en si aceptar la bebida de un extraño es buena idea… pero tras verlo tomarse la suyo como si nada y sumado a la sed que tengo, le doy un sorbo.
—Dios… —exclamo tras casi escupir del asco— ¿Qué es esto?
—Té de jengibre, excelente para la salud, pésimo sabor, aquí tienes un poco de miel para aminorar lo picante.
Me cuestiono si realmente no se trata de veneno… pero no creo que vaya a intentar algo asi después de tenerme encadenado y a punta de escopeta… O al menos eso quiero creer…
—¿Cómo lo hizo…? —pregunto tras acabar mi taza con más miel que té y ver nuevamente mi piel libre de costras o heridas— ¿Cómo me sano?
—Si te refieres a la cristalización, es sencillo, solo use estos: —saca unos cuantos cristales de formas irregulares de su bolsillo, todos con un extraño brillo azul—. Aunque por tu expresión doy por hecho que no los reconoces, dime ¿Cuánto tiempo tienes de haber despertado tras el cataclismo?
—No estoy seguro… hace poco más de una semana… quizá dos… —volteo a mi muñeca en busca de mi reloj pero no lo tengo conmigo.
—¡Caramba! Eso es inaudito, pensaba que no habría quienes "hiper hibernaron" por más de un mes… y tú lo hiciste por tres —el hombre se ve bastante sorprendido y empieza a divagar sobre ello hasta notar mi confusión—, una disculpa, estábamos hablando de los cristales, bueno Marco, doy por hecho que ya has tenido encuentros con cristalizados.
—¿Qué cosa…?
—Los cristalizados, los hombres roca, las estatuas vivientes, los que quizá tu generación podría denominar "zombis" —dice mientras hace comillas—, considero que cristalizados es un mejor termino, ya que, hasta donde llegan mis conocimientos y teorías, son el resultado de un proceso bioquímico que cristalizó el interior de los humanos y simultáneamente petrificó el exterior dando nacimiento a estas insólitas criaturas.
—Esos cristales… ¿Está diciendo que los saco del interior de una de esas cosas?
—En efecto, todos cuentan con un núcleo de cristal brillante y de tonalidad morada en su interior, al fracturarlo este se torna de un color azulado como el de estos —continua con su explicación—, son el secreto para revertir la cristalización… o "zombificacion" si te es más familiar ese término.
—Increíble… me es difícil procesarlo, ni hablar de entenderlo… creí que iba a morir y ahora me sale con todo esto…
—No te angusties muchacho, yo tampoco lo entiendo del todo, aunque eso lo hace aún más fascinante —expresa mientras se mantiene observando el cristal con admiración—. Lo malo es que son difíciles de estudiar y se gastan muy rápido, revertir la cristalización en tu cuerpo me costó bastante tiempo y una gran parte de los que tenía en mi posesión, inclusive a la mitad del proceso no estaba seguro si lo lograría.
—¿Por qué ir tan lejos…? —pregunto mientras intento procesar la idea de que ese hombre me encontró en aquel estado, me trajo hasta este lugar, gasto esos cristales que parecen ser bastante valiosos… sin siquiera saber quién soy.
—¿Acaso no es evidente? —responde más desconcertado que yo—, fue porque estabas a punto de perecer, te vi a ti y a tus colegas rondar por las calles, los intente alcanzar pero te encontré en ese deplorable estado y… henos aquí.
—¡Los acechadores! Había dos de ellos, si lo siguieron entonces estamos en peligro —exclamo al recordar que teníamos esas cosas pisándonos los talones— ¿¡Cuánto tiempo ha pasado!? ¿¡Cuánto nos alejamos!?
—Tranquilo —dice mientras evita que me ponga de pie—, si con "acechadores" te refieres a los cristalizados cuadrúpedos tipo sabueso entonces no tienes de que preocuparte, ya los neutralice.
—¿Neutralizar…? ¿Usted acabo con esas cosas…? —pregunto incrédulo al pensar que él podría contra no uno… sino dos de ellos.
—Si, a priori, intentar enfrentar a dos a la vez sería una tarea intrincada de la cual difícilmente saldrías ileso, pero con paciencia todo es posible, después de todo, siguen patrones muy predecibles.
—Yo… no estoy entendiendo, durante estos días he estado al borde de la muerte múltiples veces a causa de esas cosas… y usted habla de ellos de manera tan… despreocupada…
—Marco, en el campus se los dije muchas veces, en palabras de Francis Bacon: "El conocimiento es poder". Tras solo dos semanas despierto es normal que este mundo te parezca incomprensible, el primer mes después de despertar ensucie mis pantalones decenas de veces, pero heme aquí, sobrellevando la adversidad.
—¿En el campus…? Espere, ¿Cómo sabe mi nombre?
—No soy el mejor, pero soy capaz de recordar a la mayoría de mis ex alumnos —responde con naturalidad mientras le da un sorbo a su picante bebida para luego levantar las cejas al notar mi desconcierto—. Oh, mea culpa, doy por hecho las cosas muy a menudo, pero en efecto, no siempre me he visto asi. Me presento nuevamente Marco, soy Nicolás, quizá me recuerdes mejor como "profesor Sapiens", te impartí la asignatura de cálculo el semestre anterior.
Eso si no lo venir. Pese a que ahora puedo ver las similitudes, el profesor Sapiens que recuerdo no tenía el cabello y barba tan largos… sin mencionar lo fornido que está actualmente, aunque con esa manera de vestir y hablar sin duda se trata de él.
—No puede ser… —digo asombrado viéndolo de arriba abajo.
—Pese a que te integraste a mi curso en la recta final recuerdo que fuiste un alumno sobresaliente.
—No creo que esa sea la mejor manera de describir mis calificaciones en esa materia.
—En efecto, tus habilidades en cálculo fueron deficientes y en otras materias solías tener calificaciones promedio, sin embargo, pese a no demostrar mucha pasión o visión… podía ver el potencial dentro de ti.
—Tengo muchas preguntas… —cambio de tema ya que hablar de la escuela en este momento es un desperdicio.
—Adelante, ¿Qué es el conocimiento sino para compartirse? —exclama el profesor mientras acerca su banco hacia mi—, confió en que mis dotes como maestro me servirán para aclararte cualquier duda de esta surreal situación.
Son tantas las cosas que no entiendo que mi cabeza está hecha un lio y no logro articular ninguna palabra.
—No hay necesidad de desesperarse, tenemos tiempo y no hay límite de preguntas.
Sus amenas palabras me calman un poco, quizá me malacostumbre demasiado a Adler. Respiro profundo activando Respiración Zen inconscientemente y ordeno mis pensamientos.
—¿Dónde estamos? —pregunto viendo a mí alrededor.
—En el sótano exterior del edificio de mantenimiento, al noroeste del campus.
—¿En serio…? —pregunto confundido, aunque ciertamente, tras huir tanto tiempo y dar vueltas por todos lados en realidad no se ni donde estábamos antes.
—En efecto.
—¿Qué día es? ¿Cuánto tiempo estuve dormido? ¿Dónde está mi reloj? —las preguntas vuelven a arremolinarse en mi mente.
—Contestando en ese orden: hoy es jueves 07 de Agosto de 2021, dormiste alrededor de 30-32 horas y tu reloj está en la caja contigua a tus zapatos —responde señalando mis cosas.
—Eso es mucho tiempo…
—La cristalización es de temer.
—¿Qué hay en todos esos baúles y cajas? —señalo al montón de cosas repartidas en estanterías, mesas y el suelo.
—Cuento con una gran variedad de recursos tales como comida enlatada, deshidratada, medicina, ropa, herramientas y todo lo que podríamos necesitar para sobrevivir un muy buen tiempo.
Al escucharlo mencionar la comida me vuelvo consciente del hambre que tengo, mi estomago también parece recordarlo ya que al instante suelta un gruñido muy fuerte, lo cual me avergüenza un poco.
—Ya hace hambre ¿Cierto? —me pregunta mientras se levanta. Pareciera como si hubiera leído mi mente—. El resto del agua ya debe estar hirviendo, iré por ella para cocinar algo y asi continuamos con las preguntas mientras aliviamos la gazuza, a menos que prefieras continuar con nuestra charla.
—No… puedo esperar… —respondo aun con muchas dudas pero con el hambre callándolas.
—Entonces regreso en un santiamén.
El profesor sale por una puerta y se le escucha subir unos escalones, lo cual, sumado a la falta de ventanas me confirma que debe ser un sótano. A mi alrededor no hay mucho que ver, solo cajas por doquier, si realmente contienen todo lo que dijo debió haber pasado mucho tiempo buscando… o robando…
No debo confiar ciegamente en él, era un profesor amable pero eso no significa nada en este mundo… aunque… no logro entender porque me salvo si ese fuera el caso.
La escopeta recargada en la mesa de al lado se roba toda mi atención… ¿Qué diablos? ¿Cómo puede dejar su arma desprotegida? Soy prácticamente un desconocido… ¿Realmente confía tanto en mí? ¿O es solo… demasiado inocente?
Todo este lugar es suyo… y si yo tomara la escopeta en este momento…
—Dame un par de minutos y te daré un festín —vocifera al entrar con una tetera humeante interrumpiendo ese pensamiento intrusivo.
Disipo esa idea de mi mente e intento ver que está cocinando, aunque sentado en estos tendidos en el suelo me es imposible.
—No intentes moverte mucho —dice al escuchar como trato de ponerme de pie con dificultad. Siento los músculos entumidos—. La reversión de la cristalización no es magia, pone una gran carga en el cuerpo del individuo, por lo que es imperativo que descanses y comas algo contundente.
Lo obedezco y después de unos minutos un delicioso aroma cubre el lugar, el profesor se acerca a mi sosteniendo un plato caliente, cuando me lo entrega veo que son unos fideos instantáneos con un pedazo de carne de extraña apariencia, acompañado de algunas verduras y champiñones que, por su apariencia, probablemente salieron de una lata.
—No es una receta de estrella Michelin, pero el jamón enlatado es de lo mejor que se puede conseguir actualmente —añade mientras empieza a comer.
La apariencia no es de lo mejor, pero con tanta hambre ni siquiera me detengo a pensar en ello. El sabor es celestial, probablemente porque es la primera comida caliente y condimentada que he tenido en semanas, es tan bueno que me nubla la mente.
—Esto esta delicioso —balbuceo con la boca llena.
—No hay mejor condimento que el hambre —bromea con una ligera sonrisa.
Se suponía que continuaríamos con las preguntas mientras comíamos, pero todo desapareció de mi mente en cuanto el primer bocado entro en mi boca.
—Te recomendaría descansar un poco más, no obstante, adelante con cualquier duda —me dice mientras intento no caer rendido de cansancio una vez con el estómago lleno.
—Se que dijo que logro revertir la petrificación con los cristales pero… ¿Cómo es posible algo asi? ¿Hizo alguna medicina con ellos?
—Explicar eso es sencillo… y a la vez complicado… —responde el profesor meditando como proseguir—. Como mencione unos momentos atrás, mi mejor teoría es que la cristalización y/o petrificación y/o "zombificacion" es alguna clase de infección que mediante un proceso bioquímico cambia la composición de nuestro cuerpo.
—Si…
—Pero no hay precedentes para algo asi, por lo que hacer alguna clase de antídoto o vacuna sin recursos humanos y tecnológicos de última generación roza los límites de lo imposible.
—¿Entonces…?
—Soy un hombre de ciencia, pero aun asi lo único que puedo responder es que hay algún tipo de "alquimia" involucrada.
—¿Alquimia…? ¿Cómo magia?
—La magia es una ilusión que esconde un truco tras de sí… la alquimia, por otro lado, es la madre de la ciencia… pero con fundamentos y objetivos que rozaban lo imposible.
—No estoy comprendiendo.
—Una disculpa, quizá me estoy yendo mucho por las ramas, hacia mucho que no hablaba con otro ser vivo —responde riéndose y tomando más té—, la mejor manera de explicártelo es con una demostración, para ello "mantuve" esto.
Se sube ligeramente la manga derecha dejando a la vista cuatro costras alargadas de piedra en su brazo que se asemejan a un arañazo.
—Lo sabuesos son predecibles, pero también muy fuertes —explica mientras toma el cristal con menos brillo—. Asi se ve una herida en fase dos.
—¿Fase? —pregunto mientras se me pone la piel de gallina al recordar como duelen las heridas causadas por esas cosas.
—En efecto, es cuanto la piedra cubre una herida que podemos denominar en fase uno, es decir, abierta e "infectada" por la cristalización.
—Ok, eso lo entiendo…
—Si no tomara contramedidas y dejara pasar el tiempo y/o me viera expuesto a una mayor cantidad del "agente infeccioso", esto avanzaría hasta la fase tres: la expansión, con la cual ya estas familiarizado —continua explicando mientras camina alrededor como si estuviera dando una clase—, posterior a ello sigue y finaliza con la fase número cuatro: la interiorización, es similar al proceso de transición entre una oruga a una mariposa, cuando el exterior ha sido completamente petrificado creando una "crisálida", el proceso continua hacia el interior del cuerpo… Culminando al llegar al corazón, dando origen al núcleo y único punto débil de los cristalizados.
—Entiendo… —repito procesando la información.
—Dada esa explicación, lo siguiente es lo que hasta ahora escapa parcialmente de mi entendimiento dejándome con teorías menos solidas —con el cristal presionado su brazo, el profesor cierra los ojos e inhala de manera profunda.
El cristal en su mano empieza a emitir luz leve y, como si de magia se tratase, las costras de piedra adheridas a su piel se hacen polvo sin dejar marca tras de sí.
—¿Eso es todo…? —pregunto desconcertado— ¿Solo con tocarlo?
—No, ahora toca explicarte la parte… "compleja"… —responde pensando cada palabra antes de decirla—. La teoría es que los cristales están cargados con una energía especial la cual es necesario redireccionar de una manera muy específica.
—Pero usted solo lo puso…
—Piensa en este cristal como una batería —me interrumpe mientras me lo acerca para hacerme ver que ha perdido su color y brillo—, le quedaba poca "energía", la use y ahora está vacío.
—Oh… —exclamo al ver como al momento de presionarlo un poco entre sus dedos este se pulveriza.
—Imagina que esta batería tiene un transistor, solo se activa al recibir una señal de mi parte, a lo que preguntaras: "¿Cómo hago eso?" —dice con su tono catedrático—, esa es la parte complicada de explicar, es más sencillo si directamente prácticas y encuentras tu… "interruptor", no sé cómo llamarlo.
—¿Interruptor?
—Tienes que hacerlo para comprenderlo, una disculpa, no tengo suficiente conocimiento de ello.
—No, no, lo entiendo… en realidad estoy sorprendido de que sepa todo esto…
—Bueno, el método científico nunca falla, probé muchas cosas antes de dar con la manera de combatir esas cosas.
—¿Cómo que combatir? ¿No era para curar?
—Excelente pregunta y de nuevo la mejor manera es mediante una demostración —exclama con emoción—, primero una explicación resumida: Absolutamente todos fuimos petrificados después de aquella explosión, algunos despertamos antes y otros después, pero lo que todos tenemos en común es que mutamos… una energía despertó en nuestro interior, y al igual que con un musculo, podemos entrenar y conseguir cosas increíbles con ella, desde revertir la cristalización hasta cosas como esta:
El profesor extiende su brazo y tras unos segundos unas costras de piedra empiezan a cubrirlo por completo, pero a diferencia de las que había visto antes, estas son uniformes y forman un patrón que convierte su brazo en una imponente espada de piedra lisa, como si hubiera sido esculpida por un artesano.
—¡Por dios! ¿Está bien? —pregunto asombrado y asustado.
—En efecto, esto no me causa ningún daño, es para demostrarte que hay manera de luchar de vuelta, no con este tipo de arma, seria inefectivo, solo moldee algo que se viera fascinante —explica mientras la piedra en su brazo se reacomoda lentamente en la forma de martillo dejándome boquiabierto—, esto si sería más efectivo.
—Increíble…
—Las posibilidades solo se limitan a tu imaginación —exclama subiendo la parte de debajo de su pantalón dejando a la vista lo que parece ser su pierna cubierta de piedra—, perdí esta extremidad hace un tiempo en un desafortunado evento, pero lo solucione creando una prótesis que, fuera del hecho de que tiene nula sensibilidad, la puedo mover con incluso más libertad que antes.
—Pensé que lo había visto todo… pero esto… esto lo hace más extraño y confuso.
—En efecto, cada día que pasa entiendo menos cosas y tengo más preguntas, no obstante, también aprendo nuevas cosas cada día. Sé que debes haber pasado por cosas terribles… pero todo estará mejor, puedes estar tranquilo —me consuela con una sonrisa honesta que hace desaparecer el peso en mis hombros.
—¿Puedo preguntarle una cosa más? O más bien pedirle algo…
—Adelante.
—Quizá es abusar de su amabilidad pero… los chicos que iban conmigo… también eran estudiantes, eran mis compañeros y estaban en una situación casi tan mala como la mía… ¿Hay manera de ayudarlos…? —pregunto con timidez.
—Pero por supuesto, desde un principio mi objetivo era ayudar a los tres —Su respuesta me alivia y me hace darme cuenta que Rubén tenía razón… aún hay buenas personas—, sin embargo, es imperativo que primero recobres tus fuerzas y aprendas lo básico en el control de la cristalización, de otra manera no sobrevivirás allá afuera mientras los buscamos.
—Cierto… deben estar muy lejos… —respondo con desanimo.
—Por lo tanto mañana empezaran las lecciones y también te contare sobre la estrategia.
—¿Estrategia?
—En efecto, la estrategia definitiva para salir de este agujero —exclama con pasión—, hay un mundo muy distinto más allá de este desierto de piedra.
Su respuesta me deja intrigado… sin embargo, sus palabras de consuelo y alivio hacen desaparecer las ansias y el estrés acumulado de hace semanas haciendo que me haga consciente de lo agotado que estoy.
—La paciencia es una virtud Marco, mejor descansa —dice al verme el cansancio en mis ojos asi como mi lucha interna por seguir preguntando cosas.
Decido hacerle y me recuesto una vez más. Por primera vez desde que todo esto empezó puedo cerrar los ojos y dejarme llevar por el sueño.
08 de Agosto de 2021
Día 16
El entumecimiento y el cansancio desaparecieron, una verdadera noche de descanso hace la diferencia. Busco al profesor solo para darme cuenta de que estoy solo, es un sótano amplio pero puedo darme cuenta de ello con una simple mirada alrededor.
Aun con la lámpara apagada el lugar se ilumina por completo gracias a dos tragaluces en las esquinas del techo, por lo que aun sin ver mi reloj estoy casi seguro de que debió amanecer hace rato.
Camino hacia la única salida del lugar con una inevitable tensión, todo lo que sucedió ayer aun parece irreal. Tras abrir las puertas me veo frente a unos escalones que dan hacia una escotilla, que, a juzgar por la luz que entra por las rendijas de esta, da al exterior.
Dudo unos segundos hasta que reúno el coraje para abrirla y asomarme. El intenso sol me deslumbra obligándome a entrecerrar los ojos, seguido de esto siento el viento, el calor, hasta el aroma del exterior, no me había percatado de lo sofocado que se siente allá dentro.
Lo primero que llama mi atención, a unos 20 o 30 metros, es un pequeño muro de apenas un metro de alto que rodea el lugar formando un perímetro bastante amplio y despejado, como toque final, hay una gran cantidad de cuerdas con latas atadas sobre dicho muro, lo cual solo puedo suponer que funciona como un sistema de alarma rudimentario.
En el centro del área se encuentra el profesor, hace ejercicios de barra con una facilidad impresionante, ahora estoy seguro del porque no lo reconocí, el profesor Sapiens que conocía era un señor entrado en años que no estaba en su mejor forma… nada que ver con quien tengo en frente en camiseta de resaque exhibiendo unos músculos envidiables.
—Buenos días Marco, veo que ya estas despierto —me saluda en voz alta en cuanto me ve, dejando de lado su ejercicio para acercarse a mi— ¿Cómo te sientes?
—Bien, mejor que ayer al menos.
—Perfecto, porque tenemos cosas que hacer, aunque tendrás que permitirme terminar con mi rutina matutina primero —dice mientras camina de vuelta hacia donde antes ¿Para qué vino hacia acá entonces?
—Claro… —le respondo mientras camino detrás suya.
—Es de vital importancia mantener el cuerpo y la mente en forma, a partir de mañana me acompañaras en ello.
—¿Que?
—Aunque aprendas a controlar la cristalización no servirá de nada si no tienes la fuerza y resistencia para usarla de manera eficiente —explica bajando a pecho tierra—, puedo ver que te hace falta mucha condición física.
Mi orgullo es herido por su honestidad, pero tiene razón, fue solo gracias a Rubén que logre sobrevivir más allá del primer día.
—Por ahora da una vuelta por lugar, familiarízate con él en lo que finiquito esto —acto seguido empieza a hacer lagartijas con una sola mano dejándome más sorprendido que antes.
Dándole una mirada más profunda a los alrededores me doy cuenta que el lugar está totalmente limpio y libre de escombros o basura, además, del otro lado de los muros hay una profunda zanja de casi un metro. Construir todo esto debió haberle tomado días… o semanas.
Tras unos veinte minutos el profesor parece terminar sus ejercicios dirigiéndose primero a lo que parecen ser los restos de una fogata con una parrilla encima.
—¿Qué te parece este humilde bunker? —me pregunta cuando me acerco.
—Es… impresionante ¿Usted hizo todo esto solo? —su expresión cambia mostrando un poco de melancolía.
—No… lo cierto es que no estuve solo, mi estimada colega, la profesora Ilse Cruz, estuvo conmigo por bastante tiempo, construimos todo esto juntos pero… es un mundo duro y cualquier error significa la muerte.
—Oh… perdón por preguntar…
—Nunca te disculpes por hacer una pregunta, en la vida siempre habrá algunas que sean difíciles, incomodas y/o dolorosas, pero aun así todas valen la pena —expresa con inspiración—. Si, mi colega falleció, pero no fue en vano, la inmortalidad de la humanidad reside en el trabajo en equipo y los avances que hacemos… pero ya fue mucho parloteo contigo en ayunas, iré a prepararte algo.
El profesor baja por la escotilla y lo espero sentado en un pequeño banco de madera bajo la sombra del edificio que tenemos justo al lado.
—Doy por hecho que podrás entender que no podremos tener festines como los de ayer a diario —regresa con un par de latas de atún y verduras asi como con un cambio de ropa distinto, portando una camisa abotonada acompañada de un chaleco al igual que ayer—, la comida sigue siendo un recurso valioso, racionarla correctamente es importante para no sufrir en tiempos de vacas flacas.
—Tras haber pasado hambre por días cualquier cosa me seguirá pareciendo un festín.