El comienzo fue muy desesperante, ambos tenían todos sus recuerdos, pero la situación era distinta. Si bien ahora estaban vivos como unos recién nacidos, los últimos recuerdos que tenían les afectaron de distintas formas. De uno, sus últimos recuerdos fueron el conversar con Gabriel y dar el consentimiento para llegar a esta situación, por lo que si bien era desesperante el no poder hablar o ser entendido, no tener control sobre ciertas acciones de su cuerpo entre otras cosas, la situación no era tan confusa y de echo podría referirse hacia ella como novedosa, por el contrario, en el caso del otro, toda esta situación solo pudo describirse como la más brutal de las pesadillas. Solo piénselo, está al final de su vida rodeado de personas que amó con todo su corazón y cuando el cansancio te hace cerrar los ojos y caer dormido, lo siguiente que observa es estar rodeado de figuras que no puede diferenciar o reconocer, es desesperante, pero no acaba ahí. Los primeros días de un recién nacido los pasas prácticamente durmiendo, entonces una vez se te acaban las fuerzas para llorar, siendo tu único método de expresión, caes dormido solo para despertar y darte cuenta que no, no es una pesadilla, es la realidad. Con esta realidad solo te quedarían dos opciones, aceptarla o volverte loco, aunque sinceramente es lo mismo, aceptar algo de esta magnitud sin estar preparado no es otra cosa que una locura. En este caso la locura poco a poco empezaba a apoderarse de su mente y de no ser por aquel suceso, entonces la historia habría terminado antes de empezar.
- ¡Guuu! ¡Guuu!
Pasado un mes y con la resistencia a punto de llegar a su limite, fueron las quejas de un bebé lo que extrañamente tranquilizó su mente y fue el calor trasmitido a través de la toma de sus manos lo que le trajo paz. Sus ojos se abrieron, las siluetas aún estaban borrosas pero al girar su cabeza pudo ver a su lado a su compañero, aquel que lo dejó hace tiempo, aunque esto era solamente un espejismo ya que el que estaba a su lado sería imposible que sea él, pero no pudo evitar empezar a llorar y esto de alguna forma lo hizo sentir mucho mejor y así logró aceptar la realidad. Aunque en el futuro no podríamos descartar que se volvió loco.
Pasaron los días y pronto se volvieron meses, entonces, cuando sus cuerdas vocales estuvieron lo suficientemente desarrolladas, las primeras palabras que intercambiaron fueron dichas.
- ! ¡Arturo!
- ¿Eh?
Hubo una gran diferencia entre lo dicho, pero poco importaba porque después de todo "Arturo", su nombre del pasado, fue gritado de una forma muy torpe.
Ambos habían nacido al mismo tiempo, al igual que en el pasado, las únicas diferencia es que sus padres en esta vida ya se conocían y eran mejores amigos de toda la vida. Por eso, sin necesidad de depender del destino, encontrarse era inevitable. Los padres de ambos iban a trabajar después de la comida y era ese momento en el que las madres se encontraban para hacer varias tareas juntas y disminuir la carga de cada una. Por eso, luego de cierto tiempo, todos los días aproximadamente entre las dos y tres de la tarde, se reunían en una gran cuna donde eran dejados a descansar.
Como bebes que eran no había mucho problema ya que solo debían llorar cuando tenían hambre y después de eso los dejarían tranquilos. Aunque de vez en cuando las madres venían a cargarlos y jugar con ellos. Así eran los días, pero hoy fue distinto, ya que con la llamada de su antiguo nombre las lágrimas empezaron a brotar sin control de sus ojos. Él lo había sentido, el bebé que ahora lo llamaba por su antiguo nombre, y que fue su apoyo en los últimos meses, era aquella persona que le fue arrebatada hace mucho.
Ambos podían gatear y antes de este día era lo que hacían para pasar el rato, pero ahora Arturo estaba sentado, tratando de parar las lágrimas que salían de sus ojos, aunque esto sería imposible, él lo había extrañado, y siempre deseo volverlo a encontrar aunque sea solo una.... Una ultima vez. Las lágrimas fueron acompañadas por un fuerte llanto cuando su Mejor amigo, que reapareció frente a él como un milagro, llego gateando y lo abrazo. Sus cabezas se golpearon por lo torpe que eran sus movimientos pero poco importo.
-¡Kayn!
-¡Abel!
Al escuchar los llantos de ambos, sus madres fueron donde ellos sin espera, ya que era muy extraño que sus hijos lloren fuera del horario para comer. Al entrar preocupadas solo se toparon con una escena que enterneció sus corazón. Aunque esta vista sería algo que quedaría lejano en sus recuerdos, ya que pronto, cuando los días pasaron y se volvieron meses, el dúo se volverían un dolor de cabeza.
Ambos aprendieron a caminar y pronto aprendieron a correr, entonces empezaron a vivir su vida una vez más. La curiosidad de ambos había sido encerrada todo este tiempo, así que cuando cumplieron 4 años y habían aprendido a hablar y escribir el idioma de este mundo, lo último que hacían era estar encerrados en su casa. Aunque por su corta edad, su libertad estaba limitada hasta la valla que rodeaba sus casas, pero esto no impidió que por fin puedan observar su nuevo mundo.
Ellos lo sospechaban, pero este mundo era muy diferente a la tierra, atrasada en cuanto a la tecnología o algunos aspectos, pero estaban seguros que a su vez era avanzada en otras áreas.
La casa de ambos era construida de manera rústica asemejándose a cabañas del bosque, ambas con un gran patio y los límites eran marcados por vallas.
Pero a ellos no les importo mucho la arquitectura, sino que dirigieron su interés por algo más sorprendente, siento estos los "artefactos u objetos" que cargaban consigo algunos mayores, como sus padres y recientemente sus madres también.
En el caso de Abel, antes llamado Arturo, su padre al salir de casa en las mañanas, después de comer, llevaba una enorme espada en su cintura, muy similar a la famosa espada claymore de su mundo, conservando su elegante y enorme forma esta seria arrastrada de no ser por el gran tamaño de su padre. Abel había ganado una gran admiración hacia las espadas luego de observarla por primera vez, y siempre solía tratar de tomarla en sus pequeñas manos cuando su padre llegaba a casa.
Por el contrario, el padre de Kayn, llevaba consigo un bastón casi tan grande como el mismo, aunque ambos no se interesaron por ello, ya que era más interesante una espada que un gran garrote.
Si hablamos de la madre de Abel, entonces su madre empezó a llevar consigo unos guantes y antebrazos hechos de algún metal y tenían acabados dorados que los hacia fáciles de admirar. por otro lado, la madre de Kayn no llevaba más que un pequeño palo de madera.
Si cambiamos el tema y hablamos de vestimenta entonces no solo sus padres, sino también todos los habitantes de su pequeño pueblo vestían ligero con algunos abrigos y botas, ambos hechos con lo que parecía ser pieles de animales. Las ropas que Kayn y Abel vestían eran de lana, pero eso siempre les pareció curioso, ya que por lo general solo los niños y las camisas o polos de los mayores eran hechos de ese material. Con todo eso dicho, ambos pensaron que el mundo en el que ahora viven es uno en la edad media, un mundo de cruzadas y caballeros, con grandes reinos y reyes.
El tiempo paso y pronto cumplieron cinco años, ahora siendo lo suficientemente altos como para llegar a lugares donde antes no lo hacían, siendo su primer objetivo un estante en la casa de Kayn.
- Vamos... ya casi... Abel no te muevas tanto
- Es que... eres pesado... apúrate y tómalo.
Haciendo uso del trabajo en equipo, ahora con su nueva altura, Kayn se estiraba hasta sus límites tratando de tomar un libro negro ancho de al menos mil hojas. No había nada especial en aquel libro, salvo su color negro, pero no era por eso era su objetivo, sino que la razón principal de su interés era que los padres de Kayn, quienes eran unos grande lector, siempre leyendo libro tras libro, nunca los habían visto tomar aquel.
- Ya ca... si.... ¡Lo tengo!
- Bien, ahora... baja lentamenteeee- woa *estruendo*
El libro era pesado, lo suficiente como para que cuando Kayn lo tuviera en sus brazos este lo tirara hacia adelante y posteriormente llevara a ambos al suelo.
- ¡Te dije que lento!
- ¡No fue mi culpa, es muy pesado!
Las voces altas de ambos y el estruendo causado porque ambos cayeran al suelo resonó por la casa. Para suerte de ambos sus madres habían salido temprano después de comer y eran sus padres quienes los estaban cuidando, pero en este momento habían salido a hablar con algún vecino o a traer leña, dejándoles un breve aviso sobre comportarse bien, aunque esto lo sabían y esa fue la razón por la que alzaron sus voces sin miedo y llevaron a cabo esta acción.
- Lo siento, pero ahora vayamos a lo importante ¿sí?
- "… está bien." - Abel no estaba enojado, pero quizás el tener que actuar como un niño tanto tiempo había empezado a cambiar su comportamiento natural, después de todo, como los niños que ahora son ellos siempre discutían y reían de todo.
Dejaron de lado su discusión y rápidamente llevaron su atención hacia el contenido del libro en el suelo y -"¿Historia?" - ambos exclamaron al mismo tiempo. Su expresión parecía complicada, después de todo era algo importante que debían de saber pero... podría haber sido algo más interesante.