Chereads / Amor de cristal / Chapter 26 - Capítulo 25

Chapter 26 - Capítulo 25

La forma en como había expresado esas palabras, el misterio y la seducción que habia empleado casi me hacieron perder la cabeza, pero mi orgullo femenino me hizo permanecer en silencio, no debia perder el control.

—¿Qué piensas al respecto?

—Es bien sabido que cualquier monarca que así lo desee, puede tomar en su lecho a cuantas mujeres desee, siempre y cuando no degrade u ofendan a la reina. Así que no encuentro ningún inconveniente.

—Sabia respuesta—murmuro esta vez cambiando el tono seductor de su voz por un tono enigmático. Lo que me hizo preguntarme si nuevamente estaba probándome. ¿Cuántas veces estaría bajo la sombra de su aprensión? ¿O más bien, cuando confiaría en mi completamente-ya puedes retirarte.

Su agarre perdió fuerza y entonces sus manos se alejaron de mi cuerpo, al sentirme libre, camine sin mirar atrás, sentí que si lo hubiese hecho hubiera perdido mi dignidad como la reina que se suponía que era. Abrí una de las puertas y enseguida vi a la Condesa de Yuhles. Hizo una reverencia cansada, seguramente sus pies y su espalda ya no resistirían mucho tiempo los tacones que llevaba puestos por lo que hice caso omiso de su fatiga. Durante el trayecto, no deje de pensar en lo que habia escuchado, en el zar de Cromenia y en su hermana la cual, aparentemente sería la primera consorte de William.

De alguna forma, la idea me incomodaba, solo que no sabía si era por el hecho de ser desplazada en mi primer día como reina o si realmente sentía algo por él, la segunda opción la descarte enseguida, mi respiración se paralizaba cada vez que veía su profunda mirada azul, pero debía ser por causa del miedo, si, eso debía ser, miedo. Después de seguir a la condesa por varios pasillos, los cuales no lograba reconocer, finalmente llegue a mis aposentos. La habitación era extraordinaria, sí, pero algo fría y hasta cierto punto melancólica, podía percibir tristeza en el aire.

—Majestad, se me ha informado que su madre ha marchado de vuelta a su hogar—menciono después de un par de segundos en silencio—pero volverá pronto una vez que terminen las reparaciones de su nuevo hogar en sacris.

—¿Mi madre vivirá en sacris?— mire en su dirección.

—Así es, majestad.

Descubrir que al menos ella disfrutaría de los frutos de mi sacrificio me dio consuelo, pero saber que mi vida estaba siendo controlada me frustraba.

—Condesa, me siento indispuesta para bajar a cenar, por favor informe de mi malestar para que puedan servir la cena aquí-solicite tratando de aparentar calma, aunque no habia rastros de ese sentimiento en mí.

—Pero majestad, no debe faltar a la primera cena en familia— explico tratando de convencerme de ceder para cumplir mis obligaciones como reina. Deje escapar un sonoro suspiro para que ella entendiera que no quería ser contrariada, al menos no en ese momento.

—No bajare, así que no insista-respondí en un tono de voz algo irritado— y por favor, cualquier acontecimiento que tenga que ver con mi vida o la de mis allegados, hágamelo saber antes que nadie.

Mi actitud estaba lejos de ser la de una reina, pero que clase de vida tendría si dejaba que mi vida estuviese controlada por otras personas, quizás era una tonta o más bien una niña que no entendía de costumbres y tradiciones de la realeza, no obstante, no me retracte de lo que dije. La condesa hizo una reverencia, esta vez me pareció que habia desaparecido todo rastro de cansancio en su cuerpo, su movimiento habia sido rápido y ágil, después de eso se retiró.

Una vez sola, pude respirar. Habia tantas cosas en mi cabeza que era difícil procesarlas, necesitaba poner en claro todos mis pensamientos. William aun no confiaba plenamente en mi o quizás le divertía ponerme a prueba, también estaba el hecho de que el zar de cromenia llegaría muy pronto junto con su hermana y en realidad ¿Qué sabia acerca de ese reino o de ellos?

Por otro lado, también estaba la reacción que William habia tenido, fue inesperado e incluso estremecedor, no creí que un hombre inamovible se quebrara de esa forma tan aterradora, comencé a sospechar que tenía algo oculto entre manos, un secreto que tenía que ver con el zar de cromenia o quizás, su hermana.

Al cabo de veinte minutos, supuse que, en tiempo récord, la condesa volvió con la cena lista para servir en mis aposentos, un sequito de sirvientas le siguieron para servir lo que llevaban consigo sobre la mesa disponible donde descansaban adornos florales. A pesar de todo, el lugar me pareció agradable, pero solo porque mi asiento miraba hacia el balcón donde podía contemplar un paisaje maravilloso.

—Condesa—me atreví a pronunciar después de terminar de cenar—¿Cómo es la relación de nuestro reino con cromenia?

Alzo las cejas, sorprendida por mi respuesta, pero no se negó a decirme nada, al contrario, coloco su mano sobre su mentón como si eso le ayudara a recordar lo que sabía y entonces se aclaró su garganta

—La relación con cromenia ha ido bastante bien estos últimos años, a pesar de los incidentes pasados que nuestra historia cuenta sobre cromenia— se detuvo un momento como si no quisiera continuar con su relato.

—¿Sabe de algún evento o enfrentamiento que mi esposo haya tenido contra el zar de cromenia?—me detuve al darme cuenta que habia pronunciado la palabra esposo.

—Por el contrario, majestad. Sé de buena fuente que nuestro rey fue en sus años mozos fiel amigo del actual zar.

Sus palabras me dieron un mal presentimiento, si su comportamiento no se debía al zar, entonces debía ser por causa de la princesa Ileana.

—¿Debo suponer que también existe alguna amistad con la princesa ?—cuestione sin darme cuenta en el momento que mi pregunta habia sonado recelosa, quizás la condesa ya debía estar imaginando lo mismo que yo pensé al escucharme, que estaba celosa.

—Ya no majestad—afirmo con una sonrisa, tal vez entretenida creyendo que trataba de apaciguar mis inquietudes—por lo que tengo entendido el rey rompió toda relación con la joven una vez que asumió el trono.

No habia la menor duda de que entre ambos habia existido algo, quizás algo más que una amistad, pero William nunca me lo diría, aunque me atreviera a preguntarselo. Esbocé una sonrisa, no quería parecer preocupada por tan significante asunto. Después de todo, se trataba del pasado y aunque fuera cierto o no, el que ellos hubiesen compartido sentimientos no debía alterarme, por supuesto mientras mi dignidad como la reina y esposa no se viera afectada al volverse a encontrar, no me importaba ¿O sí?

—Entiendo—dije dejando a un lado el tema de la princesa, ahora lo que necesitaba era tratar de entender porque el zar habia ofrecido a su hermana como consorte y para ello necesitaba aprender sobre Cromenia—condesa ¿De casualidad la biblioteca del palacio dispone de algún libro sobre el reino de cromenia que pueda pedir prestado?

—Por supuesto majestad, pero no hace falta pedirlos prestados, ahora que es la reina todo lo que hay en el palacio es suyo.

Cierto, lo habia olvidado. Me ruborice y sonreí al darme cuenta de mi error, pero, aunque fuera cierto aun no acababa de creerlo.

Al terminar la cena me dispuse a leer lo que la condesa habia traído para mi después de descubrir que estaba muy interesada en Cromenia. Después de retirar mis platos vacíos y todo lo que habia en la mesa dejo un total dejo seis libros, el grosor de algunos de ellos era bastante grande y los temas eran variados, entre costumbres y tradiciones, moda, gastronomía geografía y opinión política-militar.

Leerlos antes de que el gobernante de cromenia arribara me sería imposible, por lo que decidí que únicamente leería las secciones que hablaran sobre la familia real. Tan solo hojeé las primeras páginas del libro más grueso cuando encontré mis primeros indicios, era la representación de una pintura de la familia que gobernaba actualmente, el pie de la imagen nombraba a la pintura como "La familia imperial, Sidorov Isaev de Cromenia" pero el libro no era reciente, quizás de unos cinco o diez años atrás.

En la imagen habia un hombre de avanzada de edad, aparentemente de tez morena y barba blanca con una expresión aterradora sobre sus facciones arrugadas. A su lado se encontraba una joven sentada, la posición que habia elegido para la realización de esa pintura era incomoda, pero para el ojo común o mejor dicho para la vista masculina, esa posición le hacia ver delicada y grácil. De pie y tomando del hombro a la joven estaba un hombre, alto y algo fornido, su cabello estaba pintando de tal forma, que se viera de un tono rubio oscuro casi castaño, su piel era un poco mas clara que la del anciano no muy lejos de él, toda la familia gozaba de ese singular tono de piel que le hacia lucir mas saludables e incluso felices, aunque en sus labios no hubiese rastro de una sonrisa.

Mas abajo se mencionaban los nombres de los integrantes de la familia: "Ileana Arinka Sidorov Isaev princesa imperial" "Dimitri Adrik Sidorov Isaev, príncipe heredero" "Su majestad imperial Egor Sidorov Ivano zar de Cromenia"

El libro hablaba sobre los ideales del zar, objetivos militares y alianzas políticas, pero la información que habia leído no me sirvió de mucho puesto que el libro hablaba del padre del actual zar y no estaba del todo segura que su hijo tuviese los mismo ideales e intereses que su padre, por lo que continúe leyendo hasta muy entrada la noche, creí que en cualquier momento William aparecería por la puerta, pero mientras buscaba información eso no ocurrió.

—¿Qué es lo que busca específicamente, majestad?—musitó la condesa en cierto momento, estaba tan concentrada en mi lectura que habia olvidado que ella seguía aquí-tal vez pueda ayudarla.

Se acercó y hojeo los libros que me habia proporcionado, específicamente el de geografía. Lo dejo abierto sobre una pagina y luego coloco el libro en la mesa para después acercarlo a mí, al echarle un ojo note que se trataba de Capria, la ciudad fronteriza que habia sido atacada el día anterior. Mi día habia estado tan cargado de cosas innecesarias que habia olvidado ese asunto, seguramente el reino entero debía estar hablando del tema, pero en el palacio no se habia pronunciado ni una sola palabra.

—¿Sabe algo sobre el atentado en Capria, condesa?—pregunte algo avergonzada por ni siquiera haber mencionado el tema durante el día.

—Los afectados son innumerables al igual que las muertes—explico afligida—escuche decir que la ayuda de Sacris ya fue enviada a Capria, pero tardara algunos días en llegar por lo que se temen que el numero de muertos se incremente.

Se apodero de mí una angustiosa sensación, tal vez era culpa por no preocuparme y sufrir como lo hacía la condesa y por no atreverme a preguntarle a William que podíamos hacer al respecto.

—Aunque ya se han tomado las medidas necesarias, se rumorea que muchas personas han aprovechado este momento de angustia para incitar a la población a protestar en las ciudades aledañas a la capital de Capria, los ciudadanos le piden clemencia.

—¿Al rey?

—A usted, majestad.

—El rey, aunque benévolo, es poco tratable por lo que la gente pide que abogue por ellos.

Era el colmo, el pueblo gritaba por mí, pero yo no lograba escucharlos desde donde me encontraba y mi pregunta era ¿Por qué no escuchaba sus gritos aquí? ¿Por qué me aislaban de lo que estaba ocurriendo allá afuera, aunque de una u otra forma lo sabría?