El plan de William dio resultado después de esa bochornosa situación, las damas a mi alrededor comenzaron a mostrarse más respetuosas, pero al pasar los días un nuevo tema surgió y se convirtió en la gran novedad. La princesa de Cromenia, única hermana del actual Zar se convertiría en la primera consorte del rey y esa noticia opaco con su sombra mi alrededor, sabía que de una u otra manera las personas comenzarían a preguntarse el porqué de su llegada y sus conjeturas llegarían a la misma conclusión a la que yo había llegado, que entre el rey y la princesa existía algo más que una simple relación diplomática, aunque la condesa se esforzara por negarlo.
A veces me era imposible prestar atención a lo que estaba haciendo, puesto que tenía que soportar las miradas de la gente en las ceremonias a las que debía asistir y por si fuera poco debía soportar el peso de espléndidos vestidos que estaba obligada a usar y que aún no lograba acostumbrar. Mi cuerpo suplicaba un descanso, pero por mucho que lo deseara no podía ignorar mis nuevas obligaciones por mucho que mi espalda doliera o mis pies punzaran ¿Cuánto debía soportar una reina para poder agradar al pueblo?
Aunque se me había enseñado cuál era el comportamiento de una reina, la condesa y sobre todo mis damas de compañía habían asumido la tarea de corregir mis errores, como recordarme los gestos que debía realizar en cada aparición pública o el uso correcto de las palabras con las que debía dirigirme al pueblo para evitar ofender a alguien.
Después de aquella mañana William me evito por completo y honestamente agradecí el gesto porque no estaba preparada para enfrentarlo de nuevo, no después de lo que paso. Al volver cada día podía ir a mis aposentos sabiendo que lograría descansar plenamente sin sentirme incómoda con él a mi lado. Si acaso dormía conmigo yo nunca lo supe, puesto que al acostarme y al levantarme él no estaba ahí.
El día antes de la llegada del zar y la princesa, la duquesa Sofía, quien se encontraba guardando reposo en cama debido a un resfriado, mando por mí y por cortesía tuve que cumplir su petición por mucho que odiara tratarla. Cuando entre me encontré con una mirada mordaz casi asesina, pero antes de que pudiera dirigirme a ella, la duquesa avanzo con gran rapidez hasta llegar a mí y sin previo aviso me abofeteo.
Mantuve la mirada en el suelo, donde los ultimo rayos del sol alcanzaban a iluminar antes del anochecer, tratando de comprender que había ocurrido o más bien porque había pasado,
—Sabía que mi hijo había cometido el peor error de su vida al darte la corona—amedrento con severidad sin importarle la presencia de mis damas. La condesa, sorprendida, se interpuso entre las dos impidiendo que golpeara mi rostro nuevamente— ¿Qué persona se atrevería a mostrarte respeto con una amante en la cama de tu esposo? ¿O debería preguntar por qué permitiste que esto pasara?
—¡No voy a permitir que vuelva a hablarle tan deliberadamente a nuestra reina, duquesa Sofía!—objeto la condesa.
—¡Condesa de Yuhles! ¿Se atreve a desafiar mi autoridad como la madre de su rey?
—Discúlpeme, pero ser la madre del rey no le da autoridad para golpear a la reina, le pido humildemente que, si tiene argumentos que justifiquen esta conducta y desea amonestar a la reina, hágalo debidamente y en presencia del rey.
—Condesa—toque su hombro para atraer su atención, quizás no era la reina que quería ser, era ingenua, indecisa y desconfiada, pero de una u otra forma debía aprender a enfrentar mis propios problemas—condesa, si la duquesa desea reprocharme algo, por favor, no vuelva a protegerme de sus sermones.
Note un brillo de satisfacción en la mirada de la condesa cuando giro en mi dirección, luego hizo una reverencia y se apartó un poco.
—La presencia de una consorte provocará una mala opinión pública de mí, pero eso no quiere decir que descuidaré mis obligaciones como todo el mundo cree. Así que si me disculpa tengo deberes que atender, espero tenga una linda tarde.
Di media vuelta y salí de ahí sin mirar atrás, incluso si esa conducta enfadaba aún más a la duquesa. Camine dejando muy atrás a mi compañía, estaba tan enfadada, realmente necesitaba un poco de paz y tranquilidad lejos de todo, de la duquesa y de mis damas, necesitaba soledad.
—Condesa—me detuve abruptamente y al mismo tiempo, los tacones detrás de mí dejaron de sonar—Me gustaría dar un paseo, sola.
No gire porque temí que, si lo hacía, posiblemente mis lágrimas fluirían y no quería demostrarles que la bofetada realmente me había afectado.
—¿Sola, majestad?—repitió quizás sin poder comprender mis razones— pero el palacio es muy grande al igual que los jardines, podría perderse.
—Estoy segura de que algún guardia podría ayudarme en caso de que así sucediera—comencé a caminar, pero para asegurarme de que no me seguirían añadí— por favor no me sigan.
Caminé sin rumbo observando el panorama que ofrecían los grandes ventanales de los inmensos pasillos, aunque todos eran parecidos también pude observar las diferencias que hacía a cada rincón único, como las pinturas y murales de cada región del reino, las esculturas de ángeles de mármol pulido y también la decoración de oro blanco, al rey no le molestaba presumir las riquezas del reino aunque deduje que todo el oro blanco al que cualquier sirviente tenía acceso era nada en comparación a lo que existía en las bóvedas reales.
Aunque me encontré algunos guardias en mi camino ninguno se atrevió a indagar sobre el motivo que me había llevado a recorrer el lugar sin compañía, de hecho, lo único que hacían era una reverencia para evitar verme a la cara por lo que no tuve ningún problema cuando llegué a un pasillo que carecía de iluminación, pero que conducía a unas escaleras. Quizás no era una buena idea, pero mi curiosidad no me permitió dar marcha atrás.
Mientras subía mi sentido común comenzaba a advertirme que ese lugar estaba, por así decirlo, abandonado y posiblemente la entrada estaba prohibida, ya que el piso estaba repleto de polvo, se notaba a simple vista el descuido del lugar, aunque mi vista a penas lograra ver las siluetas de varios muebles los cuales estaban cubiertos por una tela que se había desgastado por el paso del tiempo. ¿Qué lugar era ese?
Detuve mi andar al ver un pasillo incluso más grande que los inferiores, este conducía a un par de puertas donde se lograba ver el escudo de la familia real tallado sobre su superficie, este brillaba gracias a la luz de la luna que ya se alzaba en lo alto y su luz se introducía gracias a un tragaluz sobre el cielorraso que me permitió avanzar sin tropezarme con ningún objeto o mueble que ahí se aguardaba.
Cuando llegué me atreví a empujar la puerta, este se abrió sin mucho esfuerzo permitiéndome la entrada a lo que parecía ser un gran salón vacío. Camine, cautivada por un hermoso vitral azul en el que se deslumbraba una corona que parecía coronar algo, quizás un asiento que se encontraba envuelto en una manta grisácea y polvosa.
Mire a mi alrededor solo para asegurarme de que estaba completamente sola, me pareció que sí, así que levante la tela sin importar que esta dispersara el polvo. Un segundo más tarde, quede pasmada al ver que se traba de un trono hecho de oro que poseía pequeñas incrustaciones de joyas sobre cada pliegue.
—¿Qué haces aquí?—dijo una voz masculina muy familiar que me hizo soltar la tela y dar unos pasos lejos de aquel trono.
Aquel que había osado hablarme de tal forma era la única persona que podía dirigirse a mí sin ninguna etiqueta o formalidad.
—¿William?— tragué saliva al escucharme pronunciar su nombre. Intenté mantener la calma, era la reina después de todo— Me perdí.
—¿Y tus damas?
—Les pedí que no me siguieran, necesitaba estar sola.
Hubo silencio después de eso, un silencio sepulcral en donde creí podría leer todos mis pensamientos, por alguna razón él me hacía sentir vulnerable, aunque probablemente se debía a la vergüenza que me había hecho pasar.
—¿Qué lugar es este?—me atreví a preguntar para evitar el silencio, pero en cambio él caminó hasta un rincón oscuro en donde se podía divisar la figura de un mueble, sin pensarlo dos veces deslizo la tela y descubrió un piano.
—Alguna vez fue la sala del trono—pronuncio al dejar el candil que llevaba en la mano izquierda sobre el piano.
—¿Por qué se encuentra abandonado?
Supuse que no contestaría mi pregunta al verlo tomar asiento sobre el taburete del piano, quizás él también venía a buscar lo mismo que yo buscaba, soledad, por lo que alce los pliegues de mi vestido para salir de ahí antes de exasperarlo.
—Cuando fui coronado clausure este lugar y ordene colocar la sala del trono en un nivel inferior—Su voz me detuvo justo al abrir la puerta—este lugar ha estado vacío desde entonces porque está prohibido su acceso a nadie que no sea el rey y...
—¿La reina?— me atreví a completar su frase.
—Si— asevero.
—¿Por qué clausuraste este lugar?—cuestione al ver la majestuosidad que contenía esa magnífica sala, que aunque descuidada era tal vez el lugar más hermoso de todo el palacio, sospeche inmediatamente que muchos detalles sobre los muros y sobre el techo habían sido elaborados no solo en oro blanco sino también diamantes azules.
—Por respeto a mi padre—suspiro, pero el sonido que emitió me pareció que era más bien agónico.
—Él fue asesinado ¿No es así?— expresé con cierta cautela, ya habían transcurrido diez años de lo sucedido, pero una perdida como la suya, tan repentina, debido ser difícil de afrontar—lamento lo mucho su muerte.
—Si, fue...asesinado—sus manos tocaron las teclas del instrumento ocasionando que este emitiera un sonido desagradable—pero no tienes nada que lamentar, eras una niña cuando eso paso.
En otras circunstancias la palabra "niña" me hubiera ofendido, pero él solo estaba tratando de decirme que cualquier dolor que yo hubiera experimentado en mi vida no se comparaba al suyo o al menos eso fue mi percepción ante sus palabras. Sus manos se movieron ágilmente por el piano, esta vez comenzó a entonar una pieza musical que para mi gusto sonaba melancólica. Permanecí inmóvil sobre mi sitio escuchando la melodía que sus dedos ejecutaban, aunque probablemente habia comenzado a tocar para evitar seguir hablando del tema y así motivarme a salir de ahí.
—¿No me dirás la verdadera razón del porque estas aquí?—musito mientras aun sonaban las teclas del piano.
—¿Disculpa?—pregunte confundida y temerosa avance hacia él, al estar de frente al piano vi seriedad en su rostro, entonces alzo la mirada de las teclas del piano.
—Supe del enfrentamiento que tuviste con mi madre—declaró cambiando el tono de la melodía.
—Se supone...—dije agachando la mirada, afligida y un tanto molesta por lo sucedido-que soy la reina, pero ella no demuestra el respeto que merezco como tal ¿Porque la gente me respetaría si ella no lo hace?
—Como tu esposo, mi obligación siempre será el protegerte de cualquiera que trate de perturbar tu sueño, incluso si es mi madre—levantó la vista y su mirada celeste me ruborizo—pero aunque amoneste su comportamiento sé que ella no se detendrá a menos que tú la obligues a tratarte con el mismo respeto que ella exige.
—¿Estas diciendo que la obligue a respetarme?
La melodía se detuvo repentinamente, se levantó y acorto la distancia que nos separaba.
—Estoy diciendo que te mantengas serena ante cualquier provocación de su parte, eres la reina por lo tanto eres perfecta, hermosa y digna de admirar, solo debes recordárselo.
—¿Dijiste hermosa?—recalque en voz alta sin poder creer lo que habia pronunciado, pero un segundo más tarde me arrepentí de haber dicho tal cosa.
Una pequeña sonrisa se dibujo en sus labios, casi seductora. Se inclino un poco acercándose peligrosamente a mi oído.
—Muy hermosa—susurro. Inesperadamente su rostro giro al punto de poder sentir sus respiracion sobre mi cuello, luego senti como sus labios depositaron un beso en mi mejilla, ese inesperado acto me hizo retroceder un poco, solo entonces pude ver una sonrisa tierna y genuina.