Chereads / Amor de cristal / Chapter 27 - Capítulo 26

Chapter 27 - Capítulo 26

Al punto de la media noche, cuando creí que el rey no volvería a pisar sus habitaciones debido a mi presencia le solicite a la condesa me ayudara a buscar un camisón para dormir cómodamente. Con una pequeña campana, la condesa mando a llamar a las mismas damas que me habían seguido todo el día y tal y como se me había advertido, no volvería a usar la misma ropa dos veces.

Mientras las otras mujeres me ayudaban a retirar el peso del vestido que llevaba puesto, la condesa se aproximó llevando consigo un camisón blanco diferente. Cuando lo colocaron sobre mi cuerpo desnudo pude notar la transparencia que la tela dejaba, dejé escapar un suspiro, ya que no era lo que esperaba, pero al fin de cuentas solo iba a utilizarlo una noche por lo que traté de ignorar el asunto.

Después de asegurarse de que la cama estaba lo suficientemente cómoda para que lograra conciliar el sueño, tanto la condesa como las demás damas hicieron una reverencia y se marcharon. Por lo que tenía entendido, la condesa, quien era mi apoderada, debía estar para mí, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana por lo que su habitación estaba a tan solo unos metros de distancia y si así lo necesitaba, solo debía hacer sonar una pequeña campana que estaba situada dentro de una caja a un lado de mi cama, pero no era tan cruel para pedirle algo a media madrugada.

Ya que aún no estaba acostumbrada a ese lugar, a su inmensidad y a la constante soledad a pesar de siempre estar acompañada, mi cuerpo se negó a darme el descanso que necesitaba y aunque di un par de vueltas tratando de encontrar la mejor posición para dormir, no lo logre, por lo que opte en levantarme antes de lastimarme.

Vi el desorden que había dejado sobre la mesa, quizás debí pedirle a la condesa que se llevara todo, pero al ver los libros creí que podían ser un apoyo para tratar de dormir. Me acerqué un poco al ventanal, la luz de la luna alumbraba lo suficiente para poder leer y así evitar encender una luz que alertara a los guardias que custodiaban mi lugar de descanso.

Mientras aprendía más sobre Cromenia, temas que tal vez podía usar en conversación con el zar para evitar hablar con su hermana, un repentino eco me saco de mis vagas ideas y pensamientos, cerré el libro en mis manos y guarde silencio tratando prestar más atención al silencio, entonces, súbitamente escuche pasos y luego las puertas de mi habitación se abrieron dejando entrar la luz, cegando por un instante.

Contuve el aliento por lo que me pareció una eternidad, cuando las puertas se cerraron mi vista fue acostumbrándose poco a poco a la oscuridad y al prestar atención vi el cuerpo inmóvil de William en el centro de la habitación dirigiéndome una mirada atónita, el ambiente se volvió tenso por lo que trague saliva y desvié la vista hacia mi libro tratando de mantener la calma, no esperaba que durmiera allí.

—¿Qué estás haciendo?—cuestiono con voz fría y firme, temí que pensara que mi comportamiento no era digno de mi título, después de todo estaba leyendo a oscuras y a mitad de la noche.

—No podía dormir—admití mostrando el libro en mi mano y me encaminé hacia la mesa para dejarlo en su lugar.

Cuando coloque el libro sobre la mesa no pude girar en su dirección, inhale y exhale aire lentamente tratando de no hacer ruido con mi respiración, necesitaba darme valor para volver a la cama suponiendo que él dormiría a mi lado. ¿Por qué había sido tan tonta para creer que él no descansaría en su propia cama?

Un sonido me sobresalto por lo que tuve que girar para poder mirar de reojo, se había quitado la chaqueta y la camisa dejándome observar la plenitud de su cuerpo, brazos, pecho y abdomen. Mis mejillas enrojecieron enseguida, era la primera vez que veía el cuerpo de un hombre de esa forma, pero a William no le importo que su figura varonil inquietara mis sentidos.

Cuando creí que se desnudaría por completo, levanto la vista y por un instante ambos nos quedamos inmóviles mirándonos el uno al otro y de repente su vista bajó hacia mi cuerpo como estuviera reflexionando algo por lo que fue inevitable mirar en la misma dirección que él y fue entonces que me di cuenta de que estaba mirando mi cuerpo desnudo a través de la delgada tela de mi camisón.

Sentí un enorme ardor en mis mejillas, pero también pensé que la luz de la luna no debía ser de gran ayuda para que lograra verme a menos que su vista fuese increíblemente buena, sin embargo, no quería averiguar si realmente me había visto o no, por lo que camine hasta la cama y me recosté en el mismo lugar donde la condesa y mis damas me habían indicado.

Me di la vuelta para evitar verlo y cerré los ojos, rogando para mis adentros que se quedara tal y como estaba o mejor aún, lograr dormir de una buena vez, pero de pronto sentí que la cama se movía, quizás con lo grande que era lo que había percibido era tan solo mi sexto sentido advirtiéndome la presencia de un hombre a mi lado, en consecuencia mi curiosidad me obligo a mirar el otro extremo de la cama, realmente su cuerpo estaba ahí y para mi desgracia, quizás a medio metro de distancia, desde donde pude percibir un inusual aroma a madera, sin embargo, ese olor era agradable y en cierta forma atrayente.

—Buenas noches—musito de repente, no obstante, su voz se fue tornando más suave y menos severa, quizás estaba cansado.

—Descansa—me atreví a decir girando nuevamente mi cuerpo hacia el otro lado de la cama e incluso alejándome unos centímetros lejos de él. Toda esa adrenalina me agoto al punto de sentir mis ojos pesados, tal vez era una mala idea dejarme llevar por el cansancio cuando un hombre estaba en la misma cama que yo, pero él prácticamente se había negado a tocarme por lo que no debía ser peligroso estar a su lado, así que cerré los ojos y me quedé dormida.

En cierto momento, sentí una extraña opresión en mi cuerpo, no podía moverme e incluso la suavidad de mi almohada había desaparecido, pero ese aroma a madera que me recordaba mucho el campo era embriagador, como si el origen que lo emanaba estuviera frente a mí. Entonces comprendí lo que estaba ocurriendo, al abrir los ojos de golpe me tope con la luz del día entrado levemente por la ventana, pero al mirar a mi alrededor me percate que mi almohada estaba muy lejos y mi cabeza había estado descansando sobre el pecho de William.

Debí saber que no podía dormir en la misma cama con él sin que mi inconsciente recordara, las veces en que Jane buscaba mi compañía e inevitablemente mi cuerpo terminaba en sus brazos, lo que no entendía era como él había permitido que eso pasara.

Intente levantarme de su pecho sin despertarlo, no obstante, su brazo me habia envuelto impidiéndome escapar, así que no tenia otra alternativa si es que aun deseaba conservar un poco de pudor ante la extraña situación. Me levanté precipitadamente tratando de zafarme de su agarre, sin embargo, sentí una fuerza que me devolvió a mi sitio, apenas pude colocar mi mano para no chocar contra el pecho de William.

Al girar en su dirección, me encontré con su mirada, en ese momento sus ojos me parecieron dos hermosos zafiros azules en los que podía ver el reflejo de mi rostro. Me invadió una extraña sensación de vergüenza y bienestar, nunca antes me había sentido así con alguien más.

—¡Espera!—expreso en tono suplicante. Subió su mano por mi espalda y acerco mi cuerpo al suyo, sentí como sus labios tocaron la piel de mi hombro y como ese simple tacto estremeció mi cuerpo. Su mano jaló la miseria de tela del camisón para descubrir aún más mi piel, todo eso en tan pocos segundos, sentí que iba a devorarme como una bestia por lo que traté de impedir que continuara colocando mi mano sobre la vigorosidad de su pecho.

—Dijiste que no me tomarías como tu mujer—reclame y no me importo que me juzgara por ello.

—No es lo que parece—musito con la respiración agitada al mismo tiempo que destrozaba la parte superior de mi camisón. La tela cayo víctima de su arrebato dejando ver mi pecho desnudo.

Mi mano se levantó en el aire, dispuesta a golpearlo en el rostro al no cumplir con su palabra, pero él tomó mi muñeca en un ágil movimiento dejando mi cuerpo expuesto a él.

—No lo hagas, por favor—le susurré al oído—déjame, al menos conocerte y enamorarme de ti antes poder entregarme.

Él me miro sorprendido y suavizo su agarre al punto de liberar mi mano para poder tomar mi rostro.

—No haría nada que tú no desearas hacer-confesó dulcemente.

Inesperadamente, la puerta de la habitación se abrió sin previo aviso, al girar vi a la condesa y a las demás damas, su sorpresa fue inmensa al observar la escena por lo que se disculparon e incluso olvidaron hacer una reverencia antes de cerrar la puerta. William alejo su mano de mí y se levantó de su lugar para sentarse sobre la orilla en una posición cohibida, mientras tanto aproveché el que estuviera mirando hacia otro lado para cubrir mi cuerpo con las sábanas de la cama.

—No pretendía deshonrarte,por favor, discúlpame. Fue lo primero que pensé al darme cuenta de que me quedédormido, tenía que hacerlo para darnos algo de tiempo para manchar la sabana—explico,pero en su voz note algo de inquietud, quizás vergüenza—te prometo que no volveráa ocurrir.

—¿Estas...—dude—¿Estás seguro que ese es el motivo?

—Si—asevero poniéndose de pie. Lo mire algo confundida, no sabía si creer en él o no. Se giro y lo que vi me sorprendió.

Su rostro era el de alguien sincero y su media sonrisa solo demostraba lo apenado que se encontraba.

—Por favor confía en mi—asentí puesto que no podía si quiera levantarme sin se que notara mi cuerpo desnudo—¿Dónde está el alfiler?

—En mi vestido—explique señalando el lugar donde las damas lo habían colocado listo para obsequiarlo, ya que era impropio de una reina conservar una prenda que ya había utilizado.

William camino hacia aquel extremo de la habitación y tomo el vestido para llevármelo, una vez en mis manos saque el alfiler de si sitio y mire el lugar donde debía dejar la huella de mi sangre, pero entes de pincharme el dedo, él me detuvo.

—Después de lo que paso no puedo pedirte que te hagas daño, por favor déjame ser yo quien lo haga—retiro el alfiler de mi mano y se pincho la punta de su pulgar para después oprimir sobre la herida y permitir que la sangre fluyera hacia la cama, fueron alrededor de cinco gotas las que quedaron impregnadas sobre la tela.

—¿Duele?—dije en voz alta, a lo que él solo dibujo una sonrisa en su rostro para negarlo.