Chereads / Amor de cristal / Chapter 21 - Capítulo 20

Chapter 21 - Capítulo 20

Observé mi reflejo sobre el espejo, pero no me reconocí, solo vi una joven preparada para casarse. El vestido blanco estaba cubierto de hermosos detalles plateados, el corsé acentuaba mi figura y me hacía lucir más esbelta, además el volumen de mis atributos habia aumentado considerablemente, aunque me costaba introducir aire en mis pulmones. Supe, gracias a la condesa que esa hermosa pieza de arte habia sido confeccionado y bordado a mano por los sastres más distinguidos del reino.

Sobre mi peinado fue colocada una tiara de oro blanco y de ella se sostenía un bello velo de encaje que caía sobre mi espalda. De igual forma se me otorgaron joyas que habían pasado de generación en generación entre reinas cortesanas se trataba de un collar de diamantes, un par de pendientes en forma de gota y un par brazaletes de oro blanco, el material que habia logrado hacer prospero al reino.

Antes de salir, la condesa puso un enorme ramo de flores hecho de lirios, jazmines y orquídeas, tenía la forma de una cascada y también su extensión, casi podía tocar mis pies, pero lo que llamó mi atención en toda esa ostentación fue una flor hecha de un material que no suele usarse en arreglos florales y mucho menos en un ramo de novia. Se trataba de un guardapelo algo desgastado, se notaba que el material con el que habia sido fabricado comenzaba a oxidarse.

—¿Sucede algo, Alteza?— cuestionó la condesa inmediatamente al notar mi desconcierto respecto a ese extraño accesorio

—¿Qué es esto?

La condesa se acercó y miro el guardapelo, casi con la misma intriga que yo, pero antes de que lograra decir algo sobre la pieza, la figura femenina de Katherine se hizo presente en la habitación, sonrió, pero antes de aproximarse hizo una reverencia.

—Luces preciosa—pronuncio sin borrar la sonrisa de sus labios.

—Condesa de Yuhles. ¿Podría darnos un momento a solas por favor?—solicite. Esa mañana habia estado rodeada de muchas personas, rostros que no conocía, verla ahí me dio el ánimo que necesitaba para seguir con esa locura.

La condesa alzo las cejas, sorprendida, luego unió algunos pliegues de su vestido para levantar la falda del suelo y se encamino hacia la puerta, las personas que nos acompañaban la siguieron, pero cuando la condesa cerró la puerta note una expresión de molestia en su rostro.

Finalmente tuve un momento para poder ser yo misma, me aproximé a Katherine y le di un fuerte abrazo, tuve entonces unas ganas de llorar, pero debía reprimir mis sentimientos para evitar que el esfuerzo de la condesa sobre mi rostro se viera arruinado y también para que nadie notara los nervios en mi interior.

—Helena— su voz se le quebró y al apartarme un poco vi lágrimas en sus ojos a punto de fluir—aun no puedo creer todo el daño que te he causado

—¿Qué estás diciendo?—respondí con un nudo en la garganta—tu nunca has hecho nada en mi contra.

—No directamente, pero si a tu familia. Sé perfectamente lo que este arreglo le ha hecho a Jane y posiblemente a tu padre. Por favor, perdóname.

—No tengo nada que perdonarte, este matrimonio no se llevaría a cabo si yo no hubiese dado mi consentimiento—respondí con dolor, aunque lo que decía era una verdad a medias de igual forma me sentí culpable—mi padre decidió por el bien de Jane sacarla del reino, que viera otras tierras y conociera otras personas. Sé que por ahora ella está molesta conmigo, pero esto no tiene nada que ver contigo.

Katherine me miro un segundo como si contemplara algo más allá del maquillaje para después sacar un pañuelo y limpiar las gotas que la habían traicionado.

—Serás una reina extraordinaria Helena, tu compasión y compresión son virtudes que incluso las mujeres comunes no poseen. Me alegra saber que alguien tan buena como tú portara la corona de mi familia.

—Pero no he hecho nada para merecer esos halagos, de hecho, soy yo quien debería agradecerte el que estés aquí acompañándome.

—Sobre eso, no podré quedarme mucho tiempo más aquí, tengo prohibido deambular por los pasillos del palacio sin un guardia y mientras no tenga una invitación de la reina, además tampoco tengo el derecho de estar en la boda. El protocolo dicta que una persona que ha renunciado a sus derechos y obligaciones como miembro de la realeza no puede estar en un evento oficial de la corte—explico con cierta melancolía—pero el rey le otorgo a mi familia un permiso especial. No estaremos a simple vista, pero mi esposo, podremos ver la boda detrás de los pabellones de la catedral

—¿A escondidas?

—Es una manera poco practica de decirlo, pero sí.—sonrió y esa pequeña muestra de humor alentó a mi animo a no decaer.

—Con saber que estarás cerca de mí es suficiente, gracias a ti ya no me siento tan nerviosa ni agobiada por la boda.

—Tuve la oportunidad de verlos durante su trayecto al palacio, mi hermano y tu parecen llevar muy bien la situación.

—¿Eso crees?—enrojecí de vergüenza al recordar cómo se habia burlado de mí.

—Será el rey y todo lo que tú quieras, pero es mi hermano así que lo conozco muy bien. Él puede parecer ser más frio que la nieve, sin embargo, tiene un corazón bondadoso, además es muy comprensivo. Estoy mas que segura que pronto se llevaran muy bien.

—¿Lo crees así?—dude de sus palabras.

—Disculpe mi intromisión alteza, pero es hora de irnos o llegaremos tarde a la ceremonia—interrumpió la condesa en un tono altivo, quizás por la presencia de Katherine.

—No te preocupes por mi—dijo Katherine cuando la mire, quizás ella también habia entendido su indirecta—adelante, aunque no puedas verme estaré contigo.

No tuve más remedio que despedirme con una sonrisa, luego me encaminé hacia la puerta, donde la condesa y otras damas recién llegadas aguardaban por mí.

Al salir de la habitación observe que el palacio habia sido engalanado con adornos florales, las alfombras fueron reemplazadas por fina tapicería blanca y los cortinajes azules ahora lucían cintas plateadas y al bajar los peldaños de las escaleras se escucharon fuertes explosiones.

—¿Qué es eso?—me detuve y mire hacia el enorme ventanal en donde se podía admirar una increíble vista de Sacris. Enormes edificios que se distinguían por sus techumbres deslumbrantes y el sol que comenzaba a alzarse sobre la ciudad, pero de entre todas las edificaciones se distinguía una, la catedral. Estaba custodiada de asombrosas esculturas angelicales sobre sus muros los cuales eran igual o incluso más altos que el mismo palacio o eso creí

—La gente ha comenzado a celebrar la boda real—aludió con alegría. Ella también lucia esplendorosa con su vestido color índigo y sus joyas doradas que resplandecía con los rayos del sol, de hecho, todo el mundo a diferencia del día anterior, daba la impresión que realmente todo se debía a la reina madre, sospeche que muchos debían temerle o respetarla, quizás ambas.

Me limite a guardar silencio al no conocer a las damas que me escoltaban, después de un rato logramos salir del palacio. Fui trasladada del palacio a la catedral en un carruaje y en mi camino volví a escuchar ovaciones, festejo y algarabía. Mi corazón ansioso fue contagiado por esa alegría en sus sonrisas y al menos por un rato mis nervios se calmaron. Sonreí y saludé debidamente mientras ellos lanzaban flores y pañuelos blancos hacia mi carruaje

Todo parecía ser un sueño hasta que el carruaje se detuvo en una zona aglomerada, al mirar a mi alrededor note que estábamos frente a la catedral donde las personas trataban acercarse para lograr verme y ahí, una formidable alfombra esperaba para conducirme hacia el altar.

Ni la condesa ni las damas que me acompañaban se apartaron de mí y una tropa de nobles caballeros se sumó para asegurar mi seguridad, al menos hasta entrar en la catedral. Al entrar descubrí que toda la nobleza, miembros de la corte y del parlamento ya esperaban el gran momento y entre ellos se hallaba la mirada de mi madre, era evidente cuan dichosa se sentía, tal vez yo era la única persona en todo el reino que dudaba y por si fuera poco también tenía miedo de lo que estaba por suceder.

La decoración sin duda era impresionante, logro captar mi atención y con ello olvidar por un instante que estaba por casarme, las bancas se encontraban de frente al camino por el que debía cruzar y sobre ese mismo pasillo se encontraban grandes arreglos florales que perfumaban la sala, pero por encima de todo y lo que me pareció aún más bello e incluso una señal del cielo para no flaquear y seguir con mi camino, fue la luz que se introducía por los vitrales e iluminaba la alfombra, hasta llegar al altar.

De pronto una gloriosa melodía comenzó a escucharse haciendo eco en todo el lugar, las personas se levantaron y entonces la condesa enderezo la otra parte del velo para ocultar mi rostro, dimos unos pasos hasta estar de frente a un grupo de niñas que estaban preparadas para caminar llevando consigo canastas con pétalos blancos.

—Ya es tiempo, Alteza— escuche la voz de la condesa al lado de mí, me tomo de la mano y ambas comenzamos una caminata lenta.

Solo se escuchaba la armoniosa voz de una soprano, se trataba de una alabanza a Dios, su voz era conmovedora y también se podía percibir como un aliento de esperanza para quien la escuchara, era como si Dios realmente estuviera ahí, no en las esculturas que retrataban su vida o a los santos que lo conocieron por la fe, él estaba alrededor, en el aire que entraba en mis pulmones y en la paz de su casa. En mi camino pude observar a través del velo una figura oscura aguardando por mí, cuando nos acercamos más noté que se trataba del rey. Llevaba puesto un uniforme militar oscuro y sobre su pecho las mismas medallas honorificas, además sobre su cinturón llevaba puesto una funda y en ella sobresalía el mango de una espada.

Al llegar frente a él, la Condesa de Yuhles hizo una reverencia y yo le imite. Su mano extendió la mía y luego vi como él la tomaba con delicadeza.

—Majestad—pronuncio con gran solemnidad—como su servidora le deseo en nombre de nuestro amado reino que su boda traiga prosperidad y dicha a todos.

—Le agradezco, su bendición es bien recibida.

Soltó mi mano y dio un paso hacia mí, elevo las manos y tomo el velo para descubrir mi rostro. Fue breve, pero en su mirada vi calidez, aunque su presencia me estremecía. Los clérigos finalmente se acercaron a nosotros, el de más importancia hizo una señal para santiguarnos y nos invitó a arrodillarnos para comenzar la ceremonia.

Escuche las palabras santas que pronunciaban y el cómo me incitaban a vivir en el amor, en la obediencia e igualdad en matrimonio. Al rey le exhortaron a ser fiel, justo y protector, pero le solicitaron proteger mi corazón.

—De pie—dijo el sacerdote después de su sermón, al reincorporarme vi la razón del porque debíamos hacerlo. Frente a nosotros se encontraban dos anillos de plata, iguales en diseño, diferentes en tamaño—sus votos, majestad.

—Yo Fitzwilliam G Linden—me miro a los ojos y yo no pude apartar la vista—te recibo a ti Helena como esposa y me entrego a ti, prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Tomo el anillo más pequeño y delgado y lo coloco en mi dedo anular junto a anillo de compromiso que me habia dado.

—Repita lo mismo alteza—reitero el sacerdote, lo mire y luego el anillo que descansaba sobre aquel cojín de satín. De reojo mire hacia el altar y lo que representaba. El rey habia recitado aquellas palabras sin dudar como si no le temiese a la ira de dios, estaba mintiendo y yo también lo haría.

—Yo Helena te recibo a ti Fitzwilliam como esposo y me entrego a ti, prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

—Que lo que une dios no lo separe el hombre. Por el poder que me confiere mi autoridad en la iglesia de dios aquí en la tierra, yo los declaro marido y mujer. Puede besar a su esposa.

Su rostro se aproximó lentamente y yo solo pude contener el aliento y cerrar los ojos. Cuando sus labios tocaron los míos y el dulce aroma de su aliento impregno los míos, sentí mis mejillas enrojecer.