Me envolví entre las sabanas de seda y esperé durante horas, pero él nunca volvió. Vi los primeros rayos del sol introducirse levemente por la habitación, fue entonces que me percaté de la belleza y magnificencia del lugar. Era un pequeño palacio con muebles finos, grandes e impresionantes murales y hermosos detalles dorados sobre cada esquina, deduje que incluso esos pormenores eran autentico oro.
Pocos minutos después del amanecer las puertas se abrieron y al creer que se trataba del rey, me reincorporé, pero al darme cuenta que se trataba de la condesa de Yuhles, solté un suspiro, solo en ese momento me di cuenta de lo nerviosa que me encontraba. Iba acompañada de algunas mujeres, supuse que pertenecían a la nobleza por su apariencia, lucían vestidos de alta costura, zapatos de tacón selecto y radiantes joyas.
—Majestad—pronuncio la condesa con gran solemnidad haciendo junto con su sequito una reverencia ante mi apariencia trasnochada—como costumbre, se realiza una ceremonia de arreglo matutino el primer día de reinado de cada soberana, por lo que daremos comienzo al suyo.
Detrás de cada dama estaba situada una joven que llevaba en sus manos un cojín donde yacían piezas de ropa, entre listones de encaje, un par de zapatos y una muda de ropa de color verde enebro.
—Solo será hoy ¿verdad?
Mi voz sonó tan temblorosa que dude que en verdad mis labios hubiesen sido los que dijeron esas palabras. Las damas soltaron unas risitas delicadas al escucharme que fue inevitable enrojecerme.
—Si majestad—respondió la condesa ocultando una sonrisa bajo la sombra de su guante—esta práctica no es permanente, solo es un privilegio que se otorga a miembros de la nobleza que estuvieron presentes en los festejos. Solo algunas damas tienen este derecho así que debe poner mucha atención para reconocer a quien se presente ante usted.
Deduje que sus palabras se referían a dos personas en particular, por mi madre y Katherine que eran a las únicas que conocía y esperaba ver ahí, pero al observar los rostros frente a mi descubrí que ninguna de ellas se encontraba presente.
No me agrado la idea el tener a tantas personas a mi servicio ni, aunque fuesen mujeres porque estaba acostumbrada a solo tener a Melany a mi disposición, sentí nostalgia al recordarla y me pregunté si podía traerla a ese lugar para hacerme compañía, después de todo se suponía que era la reina. Al no ver otra opción extendí los brazos y dejé que me vistieran de acuerdo a las costumbres del lugar.
Se me coloco un vestido de dos piezas, la parte superior era hermosa, aunque algo conservadora, tenia cuello y las mangas me llegaban hasta las muñecas, pero los detalles eran impresionantes, sobre la tela se encontraba bordado la figura de una rosa dorada y a su alrededor los hilos verdes formaban figuras de rizos. La falda pesaba por los innumerables pliegues alrededor, estaban zurcidos de forma en que la parte superior se notaban plisados, pero al bajar estos iban desapareciendo hasta que la orilla del vestido quedaba lisa y mostraba el mismo diseño de la rosa alrededor.
Las damas se miraron complacidas al terminar su trabajo, pero no se retiraron. Entre la condesa y otras damas unieron fuerzas para peinar mi cabello rebelde, maquillarme y colocarme las joyas que utilizaría ese día. Decidieron colocar en mi cabello una tiara dorada que tenía alrededor pequeñas rosas y unos pendientes largos dorados que simulaban ser hojas, pero nunca vi hojas que estuvieran hechas de diamantes. En cuanto al maquillaje, mis ojos fueron iluminados con tonos de color dorado y ocre.
—Cabe señalar que nuestra reina es muy hermosa—anuncio la condesa haciendo reverencia una vez que terminaron sus labores, las demás damas le siguieron, ero en ese momento de silencio mi estomago gruño de hambre.
Las damas se reincorporaron con una sonrisa, quizás habían escuchado lo mismo que yo y eso me avergonzó aún más.
—Su majestad debe estar acostumbrada a tomar sus alimentos a primera hora del día—aludió como si hubiera sido su culpa que yo tuviese hambre.
Nuevamente escuche sus risas las cuales intentaron disimular inmediatamente. La condesa hizo un pequeño sonido con su voz, indicándoles silencio y luego solicito abrieran las puertas para comenzar mi día.
—Condesa— mi voz no sonó temerosa— ¿Sabe en donde se encuentra su majestad?
A pesar de todo me preocupaba el ataque a esa ciudad y necesitaba saber cual era la situación.
—Él se encuentra en la sala del trono debatiendo con los miembros del parlamento—explico con cierto aire de inquietud.
—¿Aun no encuentran una solución?
—No lo sé, majestad—se limitó a decir encogiendo los hombros. Entendí que era inútil preguntarle acerca de lo que pasaba adentro cuando su único deber era atenderme, así que solo pude preguntarle acerca de lo que si debía saber.
—¿Habrá la posibilidad de encontrarme con mi esposo durante el desayuno?
—No majestad, hubo un breve descanso al amanecer y el rey aprovecho ese momento para tomar los primeros alimentos del día—dio una pausa y añadió— pero la duquesa sofia la acompañara durante el desayuno.
—¿Duquesa Sofia?
La condesa sonrió debido a mi ignorancia, quizás le entretenía saber que aún no conocía mucho sobre la nobleza.
—Anteriormente se le conocía como la reina madre, pero ahora que usted está aquí no puede haber dos reinas a menos que la reina madre sea hija legitima de la casa real, pero ya que no es así deberá dirigirse a ella como duquesa Volkova o bien puede hablarle por su nombre , pero sin olvidar su título.
Desgraciadamente debía desayunar junto a esa mujer insufrible, ahora que me habia convertido en la reina no sabía cómo te trataría o si tendría algún respeto por mí, pero mientras caminábamos hacia el comedor en mi mente se proyecto la imagen de William desayunando temprano por la mañana, aunque con una mirada fría y desalentadora debido al asunto que le habia impedido dormir.
Los pasillos eran enormes y cada uno era parecido al anterior, podría perderme si me atrevía a aventurarme yo sola en este lugar que parecía ser interminable. A nuestro paso nos encontramos con muchas personas, entre sirvientes, mucamas y guardias, todos detuvieron sus quehaceres para dedicarme una reverencia sin atreverse a levantar la vista.
Tal vez mi presencia les causaba miedo o quizás eran las mujeres a mi lado quienes infundían temor, a mí también me atemorizaban con sus miradas suntuosas y orgullosas, si no fuera porque las habia visto reír creería que no tienen sentimientos. Camine a su paso y después de bajar un par de escaleras llegamos al comedor, aunque estaba un poco agotada debido al peso extra del vestido, además estaba acalorada.
—Anuncien a su majestad—le solicito la Condesa a dos guardias que custodiaban la entrada al comedor. Entonces esos hombres golpearon fuertemente sus bastones sobre el piso y alguien del otro lado abrió ambas puertas.
Antes de entrar, los guardias se inclinaron ante mi mostrando su respeto, al parecer nadie era la excepción ante esa horrible costumbre de doblegarse ante la presencia del rey o la reina, para mí era un poco fastidioso.
—¡Su majestad, Helena Volkova I!—hizo eco una voz potente varonil, supuse que era un guardia encargado de pregonar el nombre del rey o la reina si fuera necesario, en este caso lo era, pero fue extraño oír ese apellido junto a mi nombre.
Cuando las puertas se abrieron lo primero que vi fue la figura de la duquesa sentada frente a la gran mesa de oro y cristal, ahí aguardaban adornos y todo tipo de manjares suculentos hecho exclusivamente para el desayuno. Me sorprendió su osadía al tener que esperar hasta que yo estuviera presente para levantarse de su sitio.
La condesa avanzo por lo que la imité y seguí y justo al pasar por donde ella se encontraba, se vio obligada a realizar una reverencia. La satisfacción que sentí fue grata, pero no duro mucho porque tuvo que reincorporarse.
—Buenos días, majestad—el tono de su voz advertía irritación. ¿Tanto enfado le causaba haber sido degradada a ser un simple mortal?
—Buenos días—respondí devolviéndole su falsa cortesía.
La condesa me guio hacia un asiento no muy lejos de ella, pero incluso mi lugar parecía ser hecho para un dios. La silla era tan pesada que habia un hombre alto y al parecer fornido detrás de ella y su única tarea parecía ser el deslizar la silla para mi al sentarme o levantarme. Un pequeño aperitivo para abrir el apetito se me fue puesto enfrente, no sabia lo que era, pero olía delicioso, era una especie de pastel de frutas.
—Ha llegado a mis oídos algo insólito, su majestad— pronuncio rígidamente, sabía que detrás de sus palabras habia algo de veneno. Tenía la misma mirada de satisfacción el día en que me amenazo y logro que fuera en contra de las buenas intenciones de mi padre—¿No logro consumar su matrimonio en el lecho nupcial?
Mis mejillas enrojecieron, no creí que se atrevería a tocar ese tema frente a tantas personas y frente a la servidumbre. Mire de reojo a la condesa ¿Cómo es que esa noticia habia llegado tan pronto a sus oídos?
La duquesa Sofia mantuvo una expresión seria y estricta mientras me miraba. No me habia equivocado respecto a ella, habia escupido su veneno demasiado rápido dejándome sin palabras.
—¿La consumación de nuestro matrimonio es mas importante que la seguridad del reino?— logre decir después de unos segundos.
—Creo no comprendes la importancia de ese hecho y tampoco creo que sepas las grandes responsabilidades que con lleva ser la reina ¿Sabes a que me refiero con ello?
—En efecto sé que ser la reina es una ardua labor, pero no entiendo a qué quiere llegar con esto.
—Ser prudente es una de las virtudes que debe poseer una gran reina para pensar, analizar y actuar conforme a la situación en la que te encuentres con el fin de evitar problemas innecesarios—explico dirigiéndome una mirada inflexible—¿Lo entiende?
—Entiendo—agache un poco la mirada al comprender que esto se trataba de un reproche. Además, también habia descubierto que la madre de mi esposo habia enviado gente a espiar lo que hacia y lo que no, solo para echármelo en cara.
—No, no creo que lo entienda de verdad, al menos no hasta que lo experimentes las consecuencias de tus acciones—dijo severamente. Miro a la condesa quien se encontraba, quizás, a un metro detrás de mí. Su mirada fue suficiente para que ella entendiera que necesitábamos privacidad para lo que deseaba expresarme. Un segundo más tarde logre escuchar el sonido de los tacones de mis acompañantes y de la servidumbre alejarse hasta desaparecer, me habia dejado sola con la reina.
—Si no logras consumar tu matrimonio, nadie te considerara la reina. Cualquier mujer inteligente lo sabe, pero dudo mucho que tú lo seas.
Sus palabras me tomaron por sorpresa, sabía que algo así podía pasar, pero no esperaba que fuese tan directa. Respire hondo, al sentir la presión del poder de su mirada sobre mí.
—Puede que no lo parezca, pero soy capaz de comprender lo que dice—explique molesta, pero tratando de no evidenciarlo.
—Nunca dude de ninguna decisión que mi hijo ha tomado, pero tal vez tu seas la primera—expresó. Sus palabras sonaron como burla disfrazada.
Parpadeé perpleja, quizás no se equivocaba, pero no habia sido yo quien habia elegido esta vida y de hecho ella habia contribuido a la causa. Me limite a pensar y formular mi pregunta con cautela, tal y como ella sugería que fuese, ser prudente.
—¿Me está diciendo que debí detener al rey en un asunto tan urgente solo para revalidar que soy su mujer?—me queje al sentirme tan vulnerable.
—Desestima mis palabras si eso quieres, pero solo te estoy advirtiendo de las consecuencias de lo que no hiciste anoche—declaró.
—El que hablen de mi no me preocupa en lo absoluto.
—Tal vez ya no sea la reina, pero aún tengo el poder de hacer que tu familia lamente tus palabras, ¿Me escuchaste?
Desvié la mirada, no por temor, sino porque las lágrimas se avecinaban por impotencia ¿Si me atrevía a darle una bofetada seria culpada de imprudente?
—¿Tanto me odia para volver a intentar amenazarme con eso? ¿O es que odia ver su corona sobre mi cabeza?
—Sigue hablándome de esa forma y no solo tu familia pagará el precio, también deberás cargar con la muerte de un inocente. ¿Entendido?
La mire resentida puesto que no podía hacer otra cosa, aunque era la reina en realidad no tenía control del poder de la corona, caminaba por un camino oscuro en el que debía apoyarme en otras personas para no caer y eso me frustraba.
Muchas preguntas comenzaron a formularse en mi cabeza, necesitaba saber porque parecía desquitar todo su oído conmigo, pero no era el momento ni el lugar para reflexionar sobre las posibles respuestas, primero necesitaba huir de ahí.
—Si es todo lo que tenía que decirme, puede retirarse—solicite volviendo la mirada hacia mi desayuno.
—No me subestimes niña estúpida—bramo levantándose de su sitio, debido a su movimiento precipitado e iracundo, termino tirando una pequeña taza fina que se hizo añicos sobre el suelo. Se fue hecha una fiera e incluso olvido o quizás omitió por orgullo hacer una reverencia.
Logre enfrentarla y mantener la calma pese al miedo que su nueva amenaza me provoco, pero...¿Y si cumplía su palabra?