No volví a dirigir la vista hacia donde se encontraba el rey, su mirada se percibía pesada y fría, preferí, por mi bien mental tratar de fingir que había algo más interesante afuera y solo de esa manera pude ir al balcón, donde esa mirada azul no podía observarme. Jane no volvió al salón el resto la noche, estaba herida y la entendía, por esa razón trate de dominar mis deseos y solo lo logre gracias a la ayuda de Lady Shwarz quien interpreto mi soledad como una declaración de la culpa que me carcomía por dentro, se disculpó, aunque en realidad no era necesario, ella no tuvo control sobre la situación, pero quizás se sentía responsable del corazón de mi hermana, el cual estaba destrozado.
Después de medianoche el rey se marchó y todos los invitados no tardaron en seguir su ejemplo, cuando finalmente vi a Jane se notaba en sus ojos cuanto había sufrido, estaban rojos y llorosos, pero se limitó a guardar silencio. Se sentó junto a mi madre y no me dirigió la mirada durante todo el trayecto de regreso a casa, podía percibirse la tensión en el interior del carruaje ya que ni mis padres lograron conversar sobre el baile sin sentirse incomodos y yo traté de hacer lo mismo, pues me sentía culpable.
Me pareció prudente darle su espacio, no forzar las cosas, al menos por unos días, hasta que ella encontrara en su corazón un poco de compasión hacia mí y sabía que de una u otra manera lo haría porque yo solo había sido una víctima más esa noche. Cuando acepto la petición de mi madre nadie pensó que elegiría bailar conmigo y ese había sido mi crimen, no poder rechazar aquella invitación cuando sabía perfectamente quien debía bailar con él.
Al llegar a casa fui directamente a mi habitación y al cerrar la puerta detrás de mí, el llanto no se hizo esperar. Pocos segundos después Melanie entro angustiada, dijo haber notado tristeza en mis ojos y era evidente que algo malo ocurría cuando entramos a la casa en silencio.
—¿Se encuentra bien, señorita?— cuestiono al ver mis mejillas humedecidas en lágrimas.
—Hice algo terrible, Melanie— me cubrí entre el rostro con un cojín mientras los recuerdos fluían en mi cabeza lenta y dolorosamente.
—¿Qué ocurrió?—insistió. Mi corazón desconsolado no pudo soportar ese cuestionamiento. Descubrí mi rostro y abracé mis piernas sin poder dirigirle la mirada.
—Le he quitado a mi hermana la oportunidad de ser feliz—musite entre lágrimas.
—Usted no es capaz de hacer un acto tan vil señorita y menos a su hermana—expresó con dulzura— explíquese mejor para que pueda ayudarla.
—Yo baile con el rey, en vez de mi hermana—declare con la cabeza baja.
—¿Y usted cree que eso es un crimen?
—Lo es para mi hermana y eso es suficiente para que yo lo crea—respondí. Melanie no lo sabía, pero vi su mirada, su decepción y su frustración y eso era lo que más me atormentaba, que Jane confiaba en que ese baile cambiaría su miseria por algo mejor, pero un obstáculo se interpuso en su camino y ese obstáculo era yo.
—¿No cree usted en la posibilidad de que el rey vio lo mismo que yo al mirarla?—sugirió sutilmente. Levante la vista confundida. ¿Qué era lo que ella veía al mirarme?
—¿A qué te refieres?— pregunte y ella me miro con mucho asombro, pero en sus labios se dibujó una sonrisa dulce. Su rostro era más reconfortante que el de mi madre y de hecho me reconfortaba cuando más la necesitaba,
—¿Acaso, no sabe lo bondadosa y dulce que es usted?
—Lo sé, pero mi belleza no es tan deslumbrante como la de Jane, es por eso que no entiendo que paso.
—Aun no termino—sonrió— usted es igual de bella que su hermana, solo un poco insegura, pero la apariencia no es tan importante como lo que hay en el interior. Un hombre inteligente, sabría distinguir una mujer de buen corazón entre una mujer que solo busca beneficiarse a costa de él y pienso que el rey es un hombre inteligente.
—Hace unas horas estaba preocupada por el destino de mi hermana, no quería que sacrificara su libertad por una corona, pero ahora lo que me preocupa es que me odie, ella realmente quería irse de aquí, tener una mejor vida.
—Tal vez fue el destino—explico, dando a entender que aquel baile estaba muy lejos de mi control, del de lady Shwarz y el del rey— tal vez la corona no está destinada para una joven como la señorita Jane.
—No quiero admitirlo, pero quizás nunca existió alguna posibilidad—acepte dejando escapar un suspiro amargo y doloroso. Apoye mi cabeza en mis rodillas y espere a que la aflicción se desvaneciera poco a poco, mientras Melanie acariciaba mi cabello.
—¿Puede contarme como era el rey?—insistió en hacerme recordar lo que me acongojaba, sin embargo no la podía culpar, sentía curiosidad, después de todo aquel hombre era nuestro gobernante y seguro quería saber los detalles que nadie se había molestado en preguntarme.
—Es un hombre serio—concluí, era la mejor descripción que podía darle porque estaba tan nerviosa que no pude ver más allá de su pecho lleno de medallas y esa mirada azul inquietante, no estaba acostumbrada a una mirada masculina que no fuera la de mi padre—no quiero volver a verlo, ya me ha causado muchos problemas.
—Supongo que eso no será un problema—dedujo. Sabíamos perfectamente que ya no habría ninguna otra oportunidad de ver a ese hombre, pero quería poner las cosas en claro, esta había sido la primera y última vez que cruzaría palabra con él y esperaba que eso no volviera a repetirse.
Al quedarme en silencio di por terminada nuestra conversación. Ya no quería seguir pensando en lo que había ocurrido y esperaba que mi familia también lo olvidara y de algún modo no mencionaran el tema en algún tiempo, así como mi querida doncella, ella entendía mis sentimientos, así que dejo de hablar del evento y en vez de eso se tomó la molestia de darme un baño relajante, aunque conseguir agua caliente a tan altas horas de la noche le costó un regaño de la cocinera. El baño no duro mucho y hablamos de casi nada, ni siquiera al ponerme el camisón para dormir, pero como la buena persona que era, se quedó a mi lado hasta que me quede dormida.
A la mañana siguiente me despertaron los rayos del sol sobre mi rostro, Melanie había abierto las cortinas y el desayuno estaba listo sobre la mesita de noche junto a mi cama, quizás sospechaba que no querría bajar a desayunar, comer y cenar con mi familia por una larga temporada y aunque agradecía su esfuerzo, esa precisa mañana no tenía ganas de existir y mucho menos desayunar.
—No tengo hambre—me queje de las porciones del desayuno. Vi fruta, caldo, carne, jugo y leche, raciones que en todo un día no comía, pero quizás pensó que la comida me ayudaría a olvidar mis penas.
—No importa, desayune lo que pueda o tendrá que esperar hasta la tarde para volver a consumir algún otro alimento— me reprendió acercándome un plato que contenía una sustancia caldosa que al principio sospeche era caldo de pollo, pero el color era oscuro, quizás era una nueva receta de la cocinera.
—El vaso de leche es suficiente—espeté al momento de tomar el vaso entre mis manos para dar un primer sorbo.
—Por favor, ya conoce a la señora, se enfadará conmigo si no la obligo a desayunar.
—¿Ellos ya desayunaron?
—Si—respondió.
—¿Mi hermana también?
—Si
—¿Cómo la notaste?—quise saber para añadirle un poco más de sufrimiento a mi culpa.
—El sol no es suficiente para calentar a la señorita, creo que con eso debe suponer como se encuentra su ánimo en estos momentos, pero no se preocupe, su madre aún no se ha rendido.
—¿Qué quieres decir?
—Su madre y su hermana viajarán devuelta a la capital para levantar su ánimo, al parecer visitarán a lady Shwarz.
—¿Cuándo se irán?
—Ahora mismo están preparando el carruaje para el viaje.
—¿Mi padre aprueba este viaje?—respondí confundida.
—No tuvo otra opción, si viera los rostros de su madre y hermana también lo hubiera aprobado.
Puse el vaso de leche devuelta a su lugar, me levante de la cama y tome una bata para poder salir en búsqueda de mi padre. Melanie no tuvo más opción que acompañarme hasta donde él se encontraba, en su despacho. Llame a la puerta y respondió enseguida:
—Adelante.
Mi padre se encontraba sentado frente a su escritorio, parecía estar muy concentrado en sus documentos mientras sostenía en sus labios una pipa.
—¿Padre, es verdad que mi madre y Jane viajaran de nuevo a Sacris?
Levantó la mirada de sus papeles, quizás al notar mi falta de educación, pero necesitaba hablar con él sobre el asunto.
—Si—respondió confundido por mi forma de presentarme.
—Sabes cómo son ellas, es un riesgo para nuestra economía dejarlas solas en la capital.
—Lo tengo presente Helena, pero tu madre y yo creemos que es lo mejor para tu hermana, después de la decepción que se llevó anoche.
—¿Decepción?—musite, se suponía que él no sabía nada al respecto—¿Lo sabes?
—Tu madre tuvo que confesármelo, de haberlo sabido, créeme que no estaríamos en esta situación.
—Lamento no haberte dicho nada, también es mi culpa—acepte agachando la mirada.
—No es tu culpa hija sino de tu madre. Ahora respecto al viaje, creo que es lo mejor para que tu hermana olvide esas tonterías que tu madre le metió en la cabeza, no importa lo que tenga que pagar para que ella se sienta mejor.
—No estoy segura que viajar a Sacris sea el mejor remedio—sugerí— después de todo, visitaran a lady Shwarz y no olvides que ella es la hermana del rey.
—Lo sé, pero no las creo capaz de intentar otra cosa que tenga algo que ver con el rey, va en contra de los principios de tu madre.
—Es que no las conoces tan bien como yo.
—Las conozco y por ello les pedí que no insistieran en el tema. Tu madre me dio su palabra y le creo, por favor helena, confía un poco en ellas.
—Está bien—dije dejando escapar un suspiro, si él me lo pedía no debía ignorarlo, al menos podía depositar en su palabra un poco de fe, pero no estaría tranquila hasta tenerlas de vuelta.
—Maravilloso—expreso mi padre—deberías estar feliz, podrás hacer lo que quieras en ausencia de tu madre y hermana.
—No me sentiré cómoda lo creas o no—admití.
—Pensé que la noticia te alegraría, aunque sea un poco, podremos pasar más tiempo juntos sin ellas criticándonos—se mofo, aunque en parte era cierto, no podíamos hacer nada sin que mi madre o Jane hiciera algún comentario al respecto.
—Me preocupa Jane es todo.
Y era cierto, no había podido verla ni hablar con ella y eso me preocupaba, pero no tenía la cara ni la valentía para poder enfrentarla y tampoco sabía si me perdonaría o simplemente me ignoraría y temía exponerme ante ella.