—Piensa bien en la decisión que tomaras.
Mi vista comenzó a nublarse con lágrimas, fluían una a una hasta resbalar por mis mejillas y caer al suelo. Como podía vivir sabiendo que mi padre seria encarcelado por mi culpa y mi madre y Jane, por muy indiferentes y egoísta que fuesen tampoco merecían vivir más penas de las que ya estaban atravesando.
—Tu padre tiene razón, no estas preparada para la corte, pero será mi trabajo de ahora en adelante que tu educación mejore para que te conviertas en una mejor versión de ti y como primera lección debes saber que una reina no puede llorar frente a nadie, debes mostrar fortaleza por ti y en este caso, tu familia, si al menos tienes el valor para hacerlo.
Limpie mis lagrimas tal y como ella lo demandaba, pero lo hice porque había algo de razón en sus palabras, no quería que ella viera mi debilidad, por mi honor y sobre todo por mi padre.
—¿Ya has tomado tu decisión?—asentí.— bien, si ya sabes lo que tienes que hacer has pasar a tus padres.
Me trague mi orgullo y al llegar a la puerta mire de reojo a la reina una última vez, me dirigía una mirada pesada, altiva y victoriosa. Giré la perilla y al abrir vi a mis padres, ambos mantenían una mirada pensativa, pero al percatarse de mi presencia instintivamente desvié la vista, no podía verlos a la cara.
—Pasen.
Volví a mi lugar frente a los ojos de la reina, un segundo más tarde escuché el sonido de la puerta cerrarse.
—Es un insulto que en su posición se atrevieran a negarse a cumplir una orden del rey— se quejó la reina mostrándose ofendida— por suerte, su hija es más prudente que ustedes dos.
Sentí la mirada de mis padres sobre mí.
—Eso quiere decir que...
—¡Silencio!— bramo ante la interrupción de mi madre.
—Aun soy la reina y mientras lo sea nadie debe interrumpirme mientras hablo— mi madre agacho la cabeza ante su regaño— ustedes son una vergüenza, ni siquiera saben reconocer una oportunidad cuando se les da, pero al menos alguien aquí entiende de razones.
—Hija...—dijo mi padre en un respiro ignorando la molestia de la reina.
—De ahora en adelante se dirigirán a ella como alteza, agacharán la mirada y harán una reverencia en la presencia de la futura reina.
Sus palabras me obligaron a entender mi realidad, por más que me negara a creerlo, en efecto, pronto me convertiría en la reina, pero por la mirada que mi padre me dirigía comencé a sospechar que él dudaba de mi decisión.
—¿En verdad deseas esto? — insistió. Lo mire fijamente, no podía dudar, debía pensar bien mis palabras.
—Si, lo he pensado mejor papa
—¿Cómo puedes decirme esto?— desvió la mirada mostrándose ofendido— ¡Tu no quieres esto Helena! ¡No lo hagas!
—Cuide sus palabras Conde Hamilton— le reprendió la reina— no puede dirigirse de esa forma a la futura reina.
El reloj del vestíbulo resonó por toda la casa, no era extraño escucharlo tocar varias veces al día, pero en ese instante cruzo por mi cabeza que aquel reloj marcaba la hora del final de mi libertad, había dejado de ser yo para poder convertirme en la futura esposa del rey.
—Arreglado este asunto, ahora podemos pasar al verdadero motivo que me trae a este lugar—dijo más animada, casi formando una sonrisa en sus labios—es costumbre que una boda real sea antecedida por la ceremonia de pedimento y con el invierno tan próximo, se ha tomado la decisión de que se lleve a cabo dentro de un mes.
—Es muy poco tiempo para tener presentable nuestro hogar para la llegada del rey—reclamó mi madre en un tono tímido, tal vez para evitar ser reprendida nuevamente.
—Por esa razón la servidumbre del palacio será enviada aquí para servir y hacer los arreglos necesarios, además también recibirán la visita de modistas y joyeros, es preciso que se tome el tiempo para recibir a cada uno de ellos. Sin olvidar, por supuesto, a los instructores de etiqueta que le enseñaran todo lo que una reina debe saber. Todo esto será supervisado por la nueva gobernanta de Helena, quien tendrá la responsabilidad de cuidar de ella hasta el día de la boda. ¿Tienen alguna queja sobre los preparativos?
—Ninguna— respondió mi madre después de algunos segundos en silencio.
—Bien, entonces eso es todo, la nueva gobernanta les hará saber los por menores de los arreglos y confió que los deseos de la casa real se cumplan al pie de la letra. Los veré pronto y espero que para ese entonces encuentre a mi llegada a una verdadera dama, digna de ser llamada reina.
—Por supuesto— respondió mi madre haciéndose a un lado para permitir el paso de su majestad, los tres agachamos la cabeza e hicimos una reverencia para despedirla, luego la seguimos al pasillo donde sus acompañantes aguardaban.
—Ah, se me olvidaba— detuvo su andar—su majestad envía una misiva a su prometida y espera que la carta sea respondida a la mayor brevedad posible, deben saber que la correspondencia entre su majestad y la futura reina será de interés público así que procuren que la escritura sea entendible y el contenido sea de carácter noble.
—Si, su majestad.
Una mujer se aproximó a mí y extendió una pequeña caja rectangular que tenía el sello de la familia real.
—Muy bien. Hasta luego— hizo un leve movimiento con la cabeza mientras me dirigía una mirada firme, estaba mostrándome su respeto, pero en ese movimiento también sentí soberbia y menosprecio.
Mis padres siguieron la figura de la reina hasta la puerta, mientras tanto yo me quede a medio pasillo observando el exterior de la caja. El objeto en mis manos era de un color marron oscuro, y sobre la tapa se encontraba tallada el emblema real, los lobos custodiando una corona con laureles alrededor. No era majestuosa, de hecho, era simple para provenir de su majestad, pero desee leer su contenido, quería una explicación razonable de su parte para cambiar mi vida de la noche a la mañana de esa forma.
Escuche el leve azote de las riendas de los corceles que transportaban a su majestad, como lo prometió no se quedó más tiempo del necesario, no parecía agradarle nuestro hogar.
—Helena—escuche la voz de mi madre aun tímida a pesar de que la reina ya no se encontraba presente— ¿Quieres leerla con nosotros?
Quería decir que sí, pero al pasar a mi padre y ver en su mirada decepción, pensé que a pesar de ser influenciada por la reina era un camino que yo había decidido transitar y debía seguir sola por el bien de mi familia, aunque ellos no tuvieran idea de mi sacrificio.
—Si no te molesta, quiero leerla más tarde, sola.
Mi madre mostro una expresión de desilusión, pero no me exigió nada, quizás comprendió mi situación. Esta mañana creí que mis problemas se resolverían con un no, pero descubrí que pronunciar esa palabra destruiría a mi familia y un sí, aunque me quitaría la libertad de ser yo misma, le daría a todos lo que necesitaban.
—Está bien, ordenare que te lleven de comer a la habitación, hoy no es un buen día para comer en familia.
Tenía razón, la casa, a pesar de que todos nos encontrábamos ahí, se sentía vacía y oscura, seguro nadie bajaría a comer.
Subí a mi habitación, deje la cajita sobre el tocador y me recosté en la cama, me cubrí con las mantas buscando consuelo, no quería ver a nadie y que nadie viera el lamentable estado de la futura reina, mentalmente estaba destrozada tenía tantas ganas de llorar, pero las palabras de la reina se atravesaron en mis pensamientos: "Debes mostrar fortaleza"
Si debía afrontar esto sola, debía ser fuerte, debía hacerlo por ellos, solo así mi padre no sería encarcelado por nuestras deudas y podrían conservar su dignidad, aunque mi hermana me odiara por ello y mi padre, tal vez jamás me perdonara por tomar esta decisión.
Me levanté de mi refugio de mantas y me senté sobre la orilla, vi la caja que aguardaba por mí, el primer contacto que tenía con el rey desde aquel baile. Respire profundo y me aproxime a tomarla.
La elegancia y delicadeza que distinguían el sobre era propio solo de la realeza, venia cerrada con una cera de color azul y sobre esta se había plasmado el sello del rey, me pregunte si realmente él habría escrito lo que aquel sobre guardaba. Rompí el sello y saqué del sobre una hoja que inmediatamente me dispuse a leer:
Me permito escribir estas líneas con la certeza de que al terminar de leer esta carta comprenda mi decisión. Antes de ascender al trono, solo tenía en mente una sola cosa, no debía ser una fallar y al tomar el poder en mis manos decidí que mi reinado debía rebasar toda expectativa, incluso mi futura reina.
Al verla, distinguí cualidades que me atrevo a decir, pocas mujeres poseen, podría enumerar las virtudes que admire de usted con tan solo verla, pero lo que predomino fue su honestidad. Lo que trato de expresarle es que deseo que le enseñe a mi nación a ser como usted, es mi deseo que las almas que pesan sobre mis hombros sean su reflejo, una nación digna de ser honrada.
Fiztwilliam G. Linden Volkov II
Releí la carta solo para darme cuenta que ya no había vuelta atrás y de hecho ahora me sentía obligada hacerlo ya no solo por mi familia sino por el reino entero. Sus palabras no eran demasiado convincentes para mí, quizás para nadie, pero ahora ya no podía arrepentirme.