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Chapter 14 - Capítulo 13

—¡Helena!— expresó en tono angustiado. La escena era algo inaudito, me negué a creer que lo que estaba viendo era verdad, pero la verdad era que el hombre que solo había visto una vez en mi vida y con el cual contraería matrimonio muy pronto, estaba aquí—¿Te encuentras bien?

—Si—logre decir, la perplejidad no me dejo pensar claramente.

Sin previo aviso se arrodillo e inmediatamente coloco mis manos alrededor de su cuello y como si se tratara de una pluma, tomo mis piernas para levantarme de aquella situación deplorable. Mis mejillas comenzaron a enrojecerse al sentir el calor de su cuerpo tan cerca del mío y su respiración tan cerca de mi rostro. Le negué a mi propio instinto el ver su rostro, me domine para evitar cruzar mirada con él, pues estaba segura de que algo terrible ocurriría de esta situación.

—¿Te duele?—musito. Supuse que Lady Florence informo inmediatamente lo que había ocurrido a la primera persona que se cruzó en su camino y seguramente ella había llegado en el momento menos indicado.

—Solo un poco—admití en voz baja. Después de eso solo hubo silencio mientras caminaba ágilmente por el fango, sus pisadas eran largas y firmes, era evidente que nada podía tumbar a una persona como él ni con mi peso en sus brazos y en cuestión de un minuto llegamos a la casa.

Lo primero que vi fue a una gobernanta Elise muy angustiada, a mi madre consumida en la inquietud y a mi padre manteniéndose sereno, pero quizás en cierto punto enfadado, se lo atribuí a la presencia del hombre que estaba por quitarme mi libertad. El rey me llevo al saloncito de té donde mi madre le indico, dejo mi cuerpo con delicadeza sobre el sofá más grande y fue entonces que sus ojos se cruzaron con los míos, aunque no dejo de mirarme con firmeza se alejó de mí.

—¿Estas segura que te encuentras bien?— insistió examinándome con la vista para confirmar por su cuenta mi anterior respuesta— estás completamente helada.

—Lo estoy, no se angustie, no es nada que el calor de la chimenea no solucione—expresé lo primero que se me vino a la mente, pero él no pareció estar convencido.

—Gobernanta Elise—su voz sonó severa. ¿Acaso estaba por reprenderla por mi culpa?

La señora Elise se acercó haciendo una reverencia magnifica y agacho la cabeza ante el hombre frente a ella, pero descubrí que tenía miedo al ver como oprimía los pliegues de su vestido, no creí que una mujer como ella tan fuerte y decidida pudiera quebrarse de esa manera ante él.

¿Por qué le temía?

—¿Puede explicar esta situación?—prosiguió— ¿Por qué mi prometida estaba afuera con este clima? ¿Acaso se atrevió a abandonarla?

Giro en su dirección mostrándose irritado, la miro con desdén y desprecio como si ella no fuera lo suficientemente digna para servirle.

—No majestad, no me atrevería abandonar a su alteza—su respuesta fue clara, pero algo me advertía que estaba atemorizada.

Ver a la gobernanta de esa manera me impresiono, no podía creer que detrás de aquel hombre, de su porte elegante y sobrio, se encontraba un hombre inflexible que no podía tolerar una falta como esta, aunque la única culpable aquí era yo.

—Majestad—aclaré mi garganta, no podía simplemente observar y quedarme callada, tenía miedo, pero dejar que un inocente pagara por pecador, era despreciable— por favor no la reprenda por mi causa, ha sido culpa mía el salir y caerme, ella no me abandono, yo la envié a realizar una tarea., tardo demasiado y me preocupe por ella.

El silencio que hubo después de mis palabras fue abrumador, él ni siquiera giro a verme, se mantuvo inmóvil observando la figura femenina de la gobernanta Elise.

—¿Y bien? ¿No tiene nada que decir al respecto?—alzó la voz, pero no supe si aún seguía dirigiéndose a la gobernanta o a mí. Su tono fue lo suficientemente severo para mantenerme callada.

—Su Majestad...

—¡Que insolencia!— interrumpió alzando la voz. Mi cuerpo se estremeció al ser testigo de su inclemencia— su alteza ha sido benevolente con usted. ¿Y así lo agradece?

—Majestad no creo que sea necesario tal severidad—me atreví a interrumpir.

Giro en mi dirección y por un segundo, me miro de manera fría y despiadada lo que me obligo a bajar la mirada.

—Por favor Majestad, disculpé a la gobernanta, no la castigue por favor—al mirar nuevamente hacia la gobernanta descubrí a Melanie inclinada sobre sus rodillas con el cuerpo hacia el suelo y las manos unidas, estaba suplicando.

—¿Melanie qué estás haciendo?—me atreví a decir a pesar del miedo que el rey me ocasionaba, pero ella no me respondió.

—¿Quién eres tú?—cuestiono el rey manteniéndose firme, no habia ni un solo atisbo de curiosidad en su tono de voz, su pregunta habia sido hecha por su instintito en su búsqueda de justicia para mí.

—Soy solo una simple sirvienta mi señor, anteriormente servía a su alteza como doncella.

—¿Tú eres la responsable de esta situación?— cuestiono mostrándose aun mas inflexible. Melanie negó con la cabeza y comenzaron a escucharse sus sollozos.

—No mi señor, pero afrontare cualquier castigo que este destinado a la gobernanta—respondió con la voz agitada.

—¿Es ella algo tuyo?

—No mi señor—respondió y entonces alzo la vista hacia el rey, sus ojos estaban rojos e inflamados y la nariz la tenia del mismo color.

—¿Entonces porque estas dispuesta a sacrificarte por ella?—deseó saber, esta vez me pareció que el acto de Melanie habia captado su interés.

—Por mi señora, majestad. Ella la necesita, por eso estoy dispuesta a recibir el castigo de la gobernanta. Me hare responsable de la situación que atentó contra la integridad de su alteza. —culmino para quedarse quieta sobre el suelo, pero su cuerpo la traiciono, temblaba ante los ojos del rey.

La habitación se lleno de un silencio abrumador, ni siquiera yo pude decir algo, estaba perpleja, no esperaba que Melanie quien siempre habia mostrado una actitud sumisa y obediente en realidad fuese tan valiente y leal.

—Evidentemente usted no tiene la capacidad para la tarea que se la ha asignado—finalmente se dignó hablar, al principio creí que se dirigía a Melanie, pero su atención estaba en la gobernanta quien habia permanecido callada mientras Melanie se hacía responsable— mi madre subestimo sus habilidades y su alteza no tiene por qué soportar una servidora incompetente como usted, sin embargo, no puedo ignorar una petición de una servidora tan leal a su alteza, así que no tengo más opción que darle honor a su suplica y destituirla, solo de esa manera los inútiles y los falsos entenderán que no permitiré ningún agravio en contra de mi futura reina.

—Muchas gracias, majestad—dijo Melanie volviendo a agachar la mirada hacia el suelo, lloraba felizmente.

Sentí una opresión en el corazón, ella no se lo merecía, todo habia sucedido por mi causa y no pude hablar para aclararlo todo, ni siquiera podía sentirme molesta con la gobernanta quien habia aceptado el sacrificio de Melanie porque ella tampoco era merecedora de un castigo. ¿Realmente podría ser la cabeza de todo un reino después de esto?

—Ahora atiendan a su alteza, pensare en algo apropiado para esta sirvienta— le ordeno a la gobernanta desviando la vista hacia mí, su mirada viajo por todo mi cuerpo hasta detenerse en mi rostro, entonces volvió a aproximarse y saco un pañuelo de uno de los bolsillos de su chaqueta e inmediatamente se arrodillo y sin previo aviso, limpio mi rostro con suma delicadeza. Aquel acto me dejo perpleja. ¿Cómo podía ser desalmado y un segundo después comportarse de esa manera?

Cuando retiro el pañuelo de mi rostro pude ver restos de fango, lo que me hizo darme cuenta que mi apariencia era indigna para los ojos del rey.

Esa noche permanecí en mi habitación alegando no encontrarme bien debido a mi exposición al inclemente clima, pero en mi soledad, la angustia comenzó a invadir mis pensamientos creyendo que tal vez no era digna de convertirme en la reina. Estaba molesta, pero conmigo, por no poder ser lo suficientemente valiente para enfrentar mis propios problemas, necesitaba disculparme con quien habia recibido el castigo por mis errores. El viento comenzó a golpear mi ventana y su crujir fue la justificación perfecta para levantarme de la cama, al asomarme por la abertura de la cortina pude ver las nubes correr velozmente en el cielo oscuro y debajo de ellas varias luces provocadas por un par de antorchas

La noche no era tranquila después de todo por causa de la presencia de su majestad, habia varios guardias vigilando la zona y posiblemente el servicio también apoyaba a montar turnos de vigilancia.

Giré la perilla de la puerta paulatinamente para que esta no rechinara al mover su mecanismo interno y al conseguirlo salí sigilosamente siguiendo el pasillo hasta bajar por las escaleras. Como habia sospechado, no habia nadie alrededor, l servidumbre había cambiado su ruta de vigilancia para cubrir la zona donde su majestad debía estar instalado, el vestíbulo y el pasillo principal estaban vacío.

Camine entre oscuridad de la noche, sin zapatos para no hacer ruido al andar, tal vez no era lo correcto, mi osadía habia traído graves consecuencias esa misma tarde, pero no habría otra oportunidad de hablar con Melanie, ella lo valía, no obstante, un sonido interrumpió mi tranquilidad.

El sonido habia sido casi imperceptible, pero sabía que lo habia escuchado se habia escuchado demasiado cercano. Me quede en silencio esperando volver a escuchar el mismo sonido, los segundos pasaron y cuando creí que no volvería a percibirse, el sonido hizo eco hasta llegar a mis oídos, eran las teclas del piano de la oficina de mi padre. Agudice mi oído una vez más y logre escuchar un par de teclas resonar en una melodía que repentinamente se detuvo

Sin duda alguien andaba por ahí jugando con el piano de mi padre a altas horas de la noche, acercarme sin duda me traería problemas, debía ser más precavida, pero el sonido se volvió irritante, aunque posiblemente solo era yo quien aún seguía molesta.

Cuando llegue frente a la oficina note que la puerta estaba entre abierta y de ella salía una luz tenue que probablemente provenía de una vela, al mirar por esa abertura pude ver una figura masculina sentada sobre el taburete del piano, movía sus dedos por encima de las teclas, parecía seguir el ritmo de una obra musical, pero ciertamente no tocaba nada, a excepción de cuando sus dedos rozaban accidentalmente las teclas y estas tocaban algunas notas desafinadas.

No reconocí a la persona que se había atrevido a tomar el piano sin permiso, pero no vi la necesidad de entrar y regañarlo su descaro, se suponía que yo no estaba en condiciones de salir y menos en paños menores. Di un paso hacia atrás, pero al hacerlo la madera crujió bajo mis pies y al ver hacia el interior de la oficina el hombre en el interior me miraba.

Me aleje pausadamente, el miedo y los nervios de ser descubierta se apoderaron de mí, escuche el deslizar del taburete y sus pasos aproximándose, pude haber huido en ese lapso de tiempo, al menos alejarme para no ser reconocida, pero no lo hice. Mi corazón se detuvo al reconocer a aquella persona, se trataba del rey.

Di media vuelta, rezando para que él se limitara a guardar silencio y tuviera consideración de mi mientras huía.

—Espera—escuche su voz en un murmullo detrás de mí, sonó igual de fría y cruel.

Mis pies se detuvieron ante su orden y mi cuerpo se paralizo de miedo, me remoje los labios y gire hacia él pensando en crear una excelente excusa para evitar su regaño, agache la mirada para evitar verlo, la situación debía ser mucho peor que encontrarme tirada sobre el fango, mi desvergüenza no tenía límites.

Poco después vi sus zapatos frente a mí y al alzar la mirada sus manos se alzaron sobre mi cuerpo para colocar un gaban que cubrió mi espalda hasta caer al piso, sus manos lo acomodaron gradualmente e instintivamente sujeté el cuello para evitar que cayera de su sitio.

—¿Qué haces aquí?—cuestionó enseguida, la forma en como me habia hablado me advirtió que verme lo habia disgustado.

—No...—titubeé— no podía dormir.

Me sentí diminuta ante él, sin mis zapatos era unos centímetros más pequeña y él me miraba hacia abajo, como si fuera una niña, era incluso más alto que mi padre. Un sonido proveniente de uno de los pasillos laterales me sobresalto, un sirviente debía estar por revisar esa zona.

—La acompañare a su habitación—expresó mostrándose formal y más que eso distante.

Durante el incidente y por un instante se había comportado de manera sencilla y espontanea, tal vez su enfado le habia hecho olvidar su formalidad al llamarme por mi nombre, era una parte de él que me intrigaba, pero también estaba esa otra que me atemorizaba.

Me ofreció su mano para caminar junto a él y yo la tome, caminamos en silencio ya que tenía miedo de hablar y empeorar la situación.

—¿Tiende a ser descuidada todo el tiempo?—expresó fríamente mientras subíamos las escaleras.

—No...todo el tiempo—logré decir, pero un segundo mas tarde me arrepentí, debí escoger otras palabras o mas bien debí decirle que no era una desvergonzada al caminar de noche de esa forma, pero no lo hice porque no le vi el caso, seguramente él ya se habia hecho una idea del tipo de persona que era, una tonta.

—¿Cree usted que es el comportamiento de una reina?—replicó o al menos eso me pareció, con su forma de ser era difícil saber, no obstante fuese cierto o no su cuestionamiento me hizo agachar la cabeza y negar instintivamente. Definitivamente no era como debía comportarse una reina, pero la cosa era que no esperaba encontrarlo.

—No—el silencio fue abrumador después de eso. Continuamos avanzando hasta llegar a mi habitación

—De ahora en adelante tenga eso en consideración a la hora de actuar.

No tenía la intención de ofenderle, pero al parecer lo hice.

—Muchas gracias por acompañarme su majestad, espero que pueda dormir— expresé haciendo una reverencia, deseaba irme lo antes posible y apartarme de su vista despiadada.

—Aguarda— me tomo de la mano en un movimiento ágil y delicado.

—Dígame—dije instintivamente.

—Buenas noches—expresó alzando la ceja, su mirada ya no parecía ser cruel o al menos eso deduje, la oscuridad no me dejaba observar claramente, pero estaba segura de haber visto en su mirada interés.