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Chapter 16 - Capítulo 15

Esa tarde el rey solicito mi presencia en el estudio de mi padre, se suponía que debía sentirme halagada ante tal invitación, al parecer él deseaba tener la intención de pasar tiempo a mi lado, pero las palabras de mi padre continuaban agobiando mi cabeza. Él solo trataba de encontrar una respuesta coherente ante mi repentina decisión, pero la verdad era un camino que destruiría su dignidad ¿Él sería lo bastante fuerte para soportar la verdad?

Cuando hice acto de presencia fue extraño el ver como los acompañantes de su majestad hacían una reverencia ante mí, todos me notaron excepto el mismo rey, quien mantenía una conversación con un hombre alto de cabello oscuro y piel bronceada. La expresión que el rey mantenía en su rostro era de temer, aunque la comunicación que mantenía con aquel hombre parecía ser una conversación común, sin embargo, el ambiente a su alrededor se percibía tenso como si se tratase de una discusión silenciosa donde solo las miradas eran las que gritaban sus verdaderas intenciones.

—Ojalá pudiera hacer algo para aminorar el sufrimiento de Emilia, pero ni un rey tiene ese poder.

—¿Por qué te rehúsas a verla cuando esta muriendo?— cuestiono el hombre mostrándose altivo ante la presencia del hombre más poderoso del reino.

—Emilia no quiere que nadie sienta lastima por ella—le recrimino el rey—ella me dijo que desea que la recuerde como la persona que alguna vez fue. La mujer más fuerte de todo el reino, pero al parecer tu que tuviste la suerte de desposarla prefieres abandonarla poniendo como excusa tu puesto como general. No eres más que un cobarde.

—No lo entiendes porque no estas en mi lugar, si yo pudiera suplantarla y evitar que sufriera lo haría, pero no puedo y no soporto verla morir de esa forma—soltó un gemido y oculto su rostro como si fuese a romper en llanto.

—Emilia sufriría más si tú no estás a su lado mientras ella muere ¿Qué crees que es lo que desea ver antes de morir imbécil?

—Fue ella quien me pidió esto, ella no quiere verme ahí mientras muere.

—Vuelve con ella y ten el valor para decirle que no la dejaras. ¡Sé un maldito hombre por Dios!

El hombre asintió aceptando la orden de su majestad, se inclinó en una reverencia y se giró encontrándose con mi mirada, frunció el ceño parecía confundido, pero finalmente hizo una reverencia ante mi para después salir de la habitación sin decir nada más. Fue entonces que el rey se dio cuenta de mi presencia.

—Majestad—hice una reverencia y agaché la vista, su mirada me ponía nerviosa. Lo vi acercarse a mí. Me ofreció su mano para ayudarme a levantar de la reverencia tan dramatizada que había hecho. Coloque mi mano sobre la suya y con su ayuda me reincorpore.

En un acto cortes, de un caballero a una dama, beso mi mano. Sus labios eran suaves al tacto sobre mi piel. Comenzaba a acostumbrarme a sus labios, pero no al estremecimiento que provocaba en mi cuerpo.

—De ahora en adelante, no es necesario que hagas una reverencia ante mi—expresó. Su petición me dejo atónita, no era acorde a las costumbres y tradiciones de la realeza.

—Pero majestad. ¿No cree usted que la reina madre se opondrá ante tal solicitud?—impugnó la gobernanta Elise, ella debía ser consciente de que lo que pedía estaba fuera de las normas, pero el rey inmediatamente la miro con desdén.

—¡Mi madre no da las órdenes aquí, lo hago yo!—bramó severamente en un tono alto para que todos los presentes pudieran escuchar. Me sobresalto su forma de hablar, incluso yo me cohibí.

Todos agacharon la cabeza, el hombre que aun sujetaba mi mano era realmente respetable por como manejaba hasta la más mínima situación, pero todos parecían temerle. Su rostro parecía el de una persona inhumana, rigurosa e inflexible ante cualquier cuestionamiento que surgiera en su contra. Nadie más se atrevió a decir una sola palabra después de ese momento, en vez de eso, salieron en silencio con solo un movimiento de su mano, incluso mis doncellas.

—Lamento eso—se disculpó extendiendo su mano hacia los sofás de los cuales disponíamos y al parecer deseaba ocupar en ese instante.

—No se disculpe— me atreví a decir agachando la mirada, no quería que notara mi nerviosismo.

—¿Sucede algo?—cuestionó deteniendo su andar—¿Acaso le incomoda mi forma de ser?

Alce la mirada sorprendida y al mismo tiempo perpleja. ¿Tan asustaba me encontraba para que él se diera cuenta de ello?

—No, claro que no—forcé una sonrisa rápida y me aproxime al sofá soltando su mano y naturalmente él me imito, sentándose frente a mí.

—Me apena haber presenciado su discusión, debí retirarme y volver en otro momento— musite cambiando de tema, era lo mejor, me sentía incomoda. Él no dijo nada al respecto, simplemente cambio la posición rígida de su cuerpo a una colocación más relajada. Me miro pensativo, como si estuviera reflexionando mis palabras.

—No se preocupes por eso, además no era una discusión— suspiró— lo que viste solo era una conversación algo subida de tono.

—Ya veo.

—Si no le molesta, quisiera olvidarme un poco de todo— se levantó de su asiento y se aproximó a mi— veo que trae puesto el collar.

Instintivamente baje la mirada hacia la joya que descansaba en mi cuello, era hermoso, pero apreciaba más los objetos que me ofrecían con cariño, el hombre frente a mí no era más que un extraño que intentaba conocerme y por muy malo que fuese ese collar era el único tema en común.

—Si.

—Si no le gustó, simplemente lo hubiese tirado—asevero mostrándose disgustado.

—¿D-disculpe?— vacilé.

—El poco tiempo que he tenido a su lado me ha hecho darme cuenta que es una persona complaciente, pero sospecho que usted no es así— su rostro se contemplaba severo—una de mis labores como monarca consiste en mantenerme alerta y ser precavido de las personas que me rodean , no me es fácil confiar en alguien. Lo volveré a preguntar y espero esta vez sea sincera conmigo ¿El collar fue de su agrado?

Se me seco la garganta, la sorpresa me había dejado atónita, no esperaba que fuera minuciosamente observador o quizás yo era demasiado clara con mis emociones, seguramente las expresiones de mi rostro me habían delatado. Me tome unos segundos para reflexionar que debía contestar. ¿Debía explicarle los secretos que guardaba?

—Supongo que tiene razón—me sincere al no ver otra salida.

—Disculpe si la ofendo, pero no soy bueno teniendo tacto con las personas, soy un hombre que habla claro y directamente, sin importar a quien incomode con la verdad—explicó tomando más seriedad a nuestra conversación— le pido que de ahora en adelante sea sincera conmigo.

—¿Me lo pide como mi rey o como mí prometido?—me atreví a preguntar. Quería saber si era una orden que debía acatar o solo una petición que bien podía solo reflexionar

—Ambos—respondió, pero su respuesta sonó como si la hubiese pronunciado letra por letra, habia sido claro.

¿Qué tan sincera podía ser con un hombre que no conocía?

Alguna vez habia escuchado a mi padre decir que la confianza era como una escalera en la que debías subir peldaño por peldaño, era algo que te ganabas con obras y esfuerzo hasta llegar a la cima con la seguridad de que esa persona no te defraudaría. En definitiva, no es algo que obsequias a la ligera, pero el rey parecía querer eso de mí, quizás porque yo sería la persona más cercana él o eso supuse, pero ¿Cuánta confianza podía él depositar en mi si accedía a su petición?

Me incomodaba su solicitud y no podía decir que estaba de acuerdo, pero casarme sin poder confiar en él tampoco me pareció lo más adecuado.

—¿Y yo puedo confiar en usted?

—Puede confiar en mi plenamente—desvió la mirada hacia sus manos las cuales estaban entrelazadas por sus dedos— sé que es muy ambicioso de mi parte exigirle su confianza, pero si he de confiar en alguien ciegamente espero que sea usted

—Puede confiar en mí—expresé dudando de mis propias palabras—no lo defraudare.

—Gracias—la expresión de su rostro repentinamente cambio, ya no parecía estar tenso sino relajado. No es que hubiese una sonrisa en sus labios, pero fue lo más parecido a una.

—No tiene nada que agradecerme, majestad.

—Puedo pedirle un favor más—me di cuenta que el rostro del rey se había ensombrecido—no vuelvas a decirme majestad, por favor

Asentí suspicaz, no podía creer lo que pedía, pero no podía negarme.

—¿Cómo desea que le llame?

—Dime William—sonrió, más lo hizo de forma maliciosa o eso me pareció. Una persona que nunca sonreía y que era más frio que el hielo solo podía sonreír de ese modo. Mi corazón hizo una pausa antes de volver a latir por completo. Seguramente mi presión sanguínea había sido alterada porque hubo un calor que me abrumo.

Inesperadamente alguien llamo a la puerta lo que provocó que el rey desviara su atención hacia ella. Su posición relajada se desvaneció al instante y la mirada fría que me estremecía volvió.

—¡Adelante! —exclamó con una voz señorial y enérgica. Un hombre se adentró apenas un paso y después hizo una reverencia.

—Majestad, el sumo consejero Máximo Kaser ha llegado— aviso con cierta docilidad, como si temiera ser reprendido por él, después de otra reverencia este se retiró. El rey me miro y luego soltó un suspiro.

—Espero sepa disculparme—alegó, sus palabras sonaron apenadas, pero su tono de voz de advirtió que más bien se sentía cansado tal vez de mi o de su trabajo—mi consejero ha venido para tratar algunos asuntos de gran importancia.

—Entiendo...William—Vacilé. Era extraño, debía ser la única persona que podía hablar con él con tanta libertad y cercanía. Me puse de pie, pero él frunció el ceño.

Llamaron a la puerta una vez más y el rey no lo hizo esperar.

—Adelante—exclamo y enseguida se adentró un hombre en uniforme el cual era muy parecido al del rey, hizo una reverencia ante los dos y se reincorporo.

—Majestad, disculpe mi inoportuna presencia—aclaró el caballero. Me di cuenta que era hora de marcharme. Di media vuelta e hice una dramática reverencia ante el rey.

—Majestad, con su permiso me marcho—lo hice sin mirarle a los ojos hasta que me levanté.

Giré y salí para encontrar en el pasillo a mis doncellas esperando por mí. De alguna manera estaba decepcionada, no imagine que su vida era así de ocupada, siempre rodeado de personas que jamás nos darían tiempo para conocernos. Era absurdo.

Esa noche, salude a las pocas personas que habían sido invitadas a la celebración de mi cumpleaños, todos me miraba extasiados de felicidad, besaban mi mano y me hacían reverencias.

"Ahora esta es mi vida" pensé, pero a pesar de estar rodeada por personas dedicándome sonrisas que parecían falsas, me sentí sola. Se escucharon risas entre algunos invitados que le dedicaron halagos a mi padre.

—Ser el suegro del rey traerá será muy beneficioso para usted—le expresaron. A mí me pareció que lo habían hecho con malas intenciones.

—Se casará con mi hija, él ganara más que yo—respondió seriamente.

Mientras eso ocurría no me di cuenta de que Jane había hecho su entrada al pequeño salón hasta que me encontré con su mirada. Me odiaba y no hacía nada para disimularlo.

—Alteza—expresó después de hacer una reverencia. Atónita me limite a guardar silencio, preguntándome si lo que acababa de pasar era real o solo era producto de mi imaginación.